Acupuntura

La acupuntura se practica en China desde hace miles de años, pero sólo desde hace unas pocas décadas hemos podido beneficiarnos de ella en Occidente y, aun así, no para de crecer el número de adeptos, tanto enfermos como terapeutas. De hecho, cada vez son más los terapeutas occidentales que la practican, aunque de una forma más simplificada que en Oriente. Actualmente es una de las terapias energéticas o vibracionales más conocidas y aceptadas, y se aplica tanto en personas como en animales.

Como se sabe, la técnica básica consiste en insertar unas agujas finísimas (que, normalmente, no duelen) en unos puntos muy concretos del cuerpo con el objetivo de reequilibrar el flujo de energía vital. Se trata de una terapia muy efectiva e indolora, y aunque su gran poder analgésico la convierte en un remedio inestimable para aliviar el dolor, su campo de acción es mucho más amplio, ayudando a superar desde el asma hasta la drogadicción.

EL ECO DE UNA SABIDURÍA PRIMIGENIA

La historia de la acupuntura se pierde en la noche de los tiempos. Las agujas de acupuntura más antiguas que han sido encontradas son de piedra y se cree que tienen más de 5.000 años. Sin embargo, aunque no conocemos la fecha exacta de sus inicios, sí tenemos la de su primera mención escrita, el Nei Jing (Tratado Interno del Emperador Amarillo), un clásico de la medicina atribuido al legendario Huang Ti, el Emperador Amarillo (2657-2596 a.C.). La copia de esta primera fuente documental data del período comprendido entre los años 475 y 221 a.C.

De este famoso tratado, escrito en forma de diálogo entre el Emperador y sus seis ministros (que eran médicos) se conservan en la actualidad dos partes: el Su Wen y el Ling Shu. En sus páginas se describen el diagnóstico y el tratamiento de una amplia relación de enfermedades, y se aconseja seguir estilos de vida, ejercicios y dietas que, curiosamente, son muy parecidos a los que actualmente recomiendan los médicos para la prevención de enfermedades crónicas.

Según la leyenda, los antiguos curanderos del fértil valle del río Amarillo, al norte del Mar de China, se dieron cuenta de que determinadas áreas de la piel se volvían más sensibles durante el curso de ciertas enfermedades; su examen les llevó a descubrir una serie de puntos que, unidos entre sí, trazaban sobre el cuerpo unas líneas muy definidas.

Estos caminos se interpretaron con posterioridad como canales a través de los cuales la energía vital o chi fluía por todo el cuerpo. Desde aquella remota región, la acupuntura se fue extendiendo por todo el continente asiático, a lo cual contribuyó enormemente que, desde épocas remotas, los pueblos de alrededor mandaran al imperio a sus futuros médicos para aprender su medicina tradicional. Aparte del imperio chino, la acupuntura y la moxibustión (moxas) se desarrollaron principalmente en Japón y en Corea, países donde hoy día se sigue practicando, junto a diversas variantes, como el shiatsu y la manopuntura.

EN EUROPA

La práctica de la acupuntura llegó a Europa a principios del XVIII, aunque ya se tenía noticia de ella gracias a Marco Polo. Luis XIV envió a misioneros jesuitas a China para conocer esta terapia, y Henry Head, a finales del siglo XIX, fue el primer científico occidental que