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El dragón eres tú
El dragón eres tú
El dragón eres tú
Libro electrónico71 páginas59 minutos

El dragón eres tú

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Información de este libro electrónico

En un pequeño planeta, conocido como el planeta de los dos soles, las personas viven en paz, y se sustentan gracias a la siembra y a la caza. Hasta que un día aterrizan allí una centena de dragones asesinos determinados a hacerse con el dominio total del planeta y obligando a todos sus habitantes a renunciar la vida en la superficie y mudarse a las cuevas, fuera del alcance de los peligrosos dragones.  

 

Por muchos años, la vida en el planeta fue una sinfonía de violencia, donde los humanos, cuando podían, mataban dragones en sus expediciones de cacería; y los dragones, por su parte, incineraban y desmembraban a los humanos en cualquier oportunidad que se les presentara.

 

Pero el rey que había regido en el planeta de los dos soles antes de la venida de los dragones estaba determinado a expulsarlos de su territorio, e ideó un plan para asaltar el antiguo castillo donde moraban los dragones. Sin embargo, este rey murió sin ver sus planes concretarse, pero Miguel, su hijo, le había jurado a su padre cumplir con su sueño de devolverle la libertad a su reino.

 

Bajo el liderazgo de Miguel, quien era más joven y estaba acostumbrado a luchar con dragones desde que era un niño, se forma un ejército que intentará, en una misión casi imposible, asaltar el castillo de los dragones y definir el dominio sobre el planeta de una vez por todas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 may 2020
ISBN9781393259350
El dragón eres tú
Autor

Alejandro León

Alejandro León es un escritor venezolano que ve en la escritura no sólo un arte, sino un negocio, de modo que su relación con la literatura es una bastante pragmática. Habiendo sido galardonado en diversos concursos internacionales desde un temprana edad, Alejandro ha logrado la libertad financiera, gracias a la escritura, a los 25 años.  Dicho esto, Alejandro no cree demasiado en esteticismos ni perfecccionismos académicos; su visión es más pragmática: mientras más escribe, más produce, y mientras más produce, más dinero gana. 

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    El dragón eres tú - Alejandro León

    ALEJANDRO LEÓN

    El dragón eres tú ©

    Alejandro León © 2020

    Ediciones Meyo

    Todos los derechos reservados

    Los hechos narrados en esta obra son en su totalidad producto de la imaginación del autor, y de ninguna manera representan parodias o versiones alteradas de hechos de la vida real. Asimismo, los personajes descritos aquí son cien por ciento ficcionales. Cualquier parecido o paralelismo con la realidad que pudiera encontrarse en este manuscrito no es sino pura coincidencia.

    ––––––––

    Puede contactarnos a la siguiente dirección de correo electrónico: meyoediciones@gmail.com.

    ÍNDICE

    CAPÍTULO I

    CAPÍTULO II

    CAPÍTULO III

    CAPÍTULO IV

    CAPÍTULO V

    CAPÍTULO VI

    CAPÍTULO VII

    CAPÍTULO VIII

    CAPÍTULO IX

    CAPÍTULO X

    CAPÍTULO I

    ––––––––

    EN EL PLANETA DE LOS DOS SOLES, el cual era muy pequeño, los aldeanos, cuya vida era bastante feliz y simple, se vieron repentinamente sometidos a la voluntad de unos visitantes extraños que llegaron para quedarse: dragones asesinos.

    El planeta de los dos soles vivía básicamente de la siembra del maíz. Sus habitantes originales (los humanos) cazaban muy poco, ya que no hallaban la necesidad de hacerlo, porque los campos proveían suficiente maíz para todos.

    El planeta estaba organizado en una monarquía, cuyo rey se llamaba Arturo, un hombre enérgico y sabio que, a pesar de haber perdido la soberanía sobre su pueblo y sus campos ante la llegada de los dragones, seguía siendo muy respetado, y seguía conspirando para, algún día, hacer la guerra y expulsar a los dragones del planeta. Con ahínco, el rey Arturo educaba a su hijo Miguel en el arte de la guerra y el combate, preparándolo para la que sería, según él, la guerra definitiva que eventualmente tomaría lugar y que sellaría por completo el dominio de uno de los dos bandos: humanos y dragones.

    La utopía de la vida de Arturo, quien era un niño cuando los dragones invadieron el planeta, era expulsarlos y devolver la libertad y felicidad a su pueblo.

    La vida en el plena no había dejado de ser caótica desde la llegada de los dragones: matanzas erráticas, asesinatos vandálicos, muerte, destrucción, crueldad, miedo. Arturo vio morir a s u padre de tristeza, acostado en la oscuridad y frío de una cueva, un hombre acostumbrado al palacio real. Y su hijo, Miguel, había nacido ya entre la penuria constante de lidiar con los dragones cada vez que salía a la superficie. Pero el pequeño Miguel desde niño ya mostraba una audacia increíble: había matado a su primer dragón a la edad de seis años, una mañana en la que salió de casa con Arturo y, mientras éste amarraba al venado que había matado con su lanza, de rodillas en el suelo, fue atacado por un dragón inmenso. Y Arturo sabía que si era atacado por un dragón, lo sería mientras estaba desprevenido, porque era sabido que los dragones solían atacar cuando sus víctimas estaban desprotegidas, y la sombra delató al gran dragón esta vez, y Arturo se dio la vuelta rápidamente y cogió la lanza que se hallaba junto al cadáver del venado, echándose hacia atrás apuntando al dragón que, sabía, se estaba dirigiendo hacia él con la boca abierta para enviarlo directo a su estómago. Pero la expresión de tensión en el rostro de Arturo se convirtió rápidamente en una de grata sorpresa al ver el caer desplomarse a sus pies, dejando escapar chorros de sangre por la boca, con una lanza clavada en el costado izquierdo de su cuello. Y Arturo miró hacia el lado izquierdo del dragón y a unos veinte metros estaba su pequeño Miguel, con sólo seis años, aún en posición de arrojo, con la respiración agitada y una mirada agresiva en sus ojos infantiles. Arturo sonrió y corrió a abrazar a su hijo:

    —Tú serás quien le dará la libertad al planeta de los dos soles, hijo mío. —Abrazándolo, y alzándolo por sobre su cabeza, girando de alegría. La expresión de agresividad ya se había borrado en el rostro de Miguel: ahora había vuelto su mirada infantil e inocente.

    CAPÍTULO II

    ––––––––

    Y TODO SEGUÍA IGUAL. Arturo seguía siendo un firme partidario de exterminar a cuanto dragón se cruzara en su camino, y para ello horas interminables, junto a sus conciudadanos, a la fabricación de lanzas y espadas. Era tal la ira del noble ex rey, que muchas veces se iba solo, de madrugada, con su arcó y su carcaj, para acechar a los dragones que salieran a cazar a esa hora, aprovechándose de que muchas especies de mamíferos se exponían cuando se ocultaba el sol. Y Arturo podía pasar horas enteras echado en el césped, esperando por la oportunidad. Esperando a oír las alas de los dragones rompiendo el viento, para dispararles en la sien, el corazón, los ojos. Y luego disfrutaba mucho la huida. Había ocasiones en las que los dragones no podían determinar la dirección desde la cual había venido la flecha, pero había otras en que sí lo lograban y se dirigían allá buscando

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