Cuentos para Cuervos Cuerdos
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Collection of 16 short stories in Spanish witten in a magic realism style by a prize winner colombian writer.
Eugenio Pacelli Torres Valderrama
Profesor universitario e investigador colombiano radicado en Viena, desde donde trabaja como corresponsal para el periódico Chicamocha News de Colombia. Escritor, ganador del Concurso Nacional de Cuento RCN-Ministerio de Educación de Colombia.
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Cuentos para Cuervos Cuerdos - Eugenio Pacelli Torres Valderrama
Dedicado con cariño a mi sobrina Zareth, en la tercera década de su nacimiento.
Formo parte de todo aquello que he leído.
Theodore Roosevelt (1858-1919)
1
De la A a la Z
A— Antes de irse a la cama Sonia Santana elevaba sus oraciones.
B—Buscaba conectarse con las fuerzas superiores, pero no las buenas, sino las malas.
C— Comenzó con su empeño cuando en clase de español el profesor cometió un error al escribir su apellido, suprimió la primera n, de manera que quedó: Sonia Satana.
D—Desde entonces se sintió llamada por las fuerzas oscuras.
E— Escuchando su historia, Mónica, su mejor amiga, buscó la forma de ayudarla.
F— Fiel a su promesa de no abandonarla ni en las buenas ni en las malas, le obsequiaba velas negras y la acompañaba en los más disparatados rituales.
G—Grande fue la sorpresa de Mónica cuando su amiga propuso que el viernes santo entraran de noche al cementerio para robarse una calavera.
H—Humberto, el sepulturero, dejaba las llaves del camposanto en la cripta de la virgen que adornaba la entrada. En el pueblo, todos lo sabían.
I—Ingresaron a la media noche, alumbradas con la débil luz de una linterna.
J—Jamás habían imaginado que el cementerio, con las tumbas envueltas en niebla, fuera un lugar tan terrorífico.
K—Kripte, en griego, significa esconder. De ahí proviene la palabra cripta, y en efecto, en cada tumba que pasaban, sentían que había algo escondido, al acecho.
L—Lamentaron haber entrado, pero ninguna de las dos quería admitir que lo mejor sería salir de allí cuanto antes.
M—Mientras temerosas, estaban decidiendo qué osario abrir, oyeron un quejido horrible que parecía venir de la tumba de la señora Valtesina, fallecida hacía un par de meses y que tenía fama de bruja.
N— «No me dejen aquí encerrada» decía la voz ronca y profunda.
O—Olvidando el martillo, que del susto dejó Mónica caer al piso, emprendieron la huida, mientras la voz repetía que no la abandonaran.
P—Para cuando llegaron a la entrada, jadeantes y temblando de miedo, encontraron que media docena de personajes, encapuchados y con largas túnicas, se había reunido frente al cementerio.
Q—«Quienes se atreven a tener negocios con los difuntos, deben pagar con su vida las ofensas». Dijo el líder, que sostenía en la mano una antorcha.
R—«Rápido», se oyó una voz de mujer,«que las quemen en la hoguera».
S—Sonia trató de huir, pero sus pies no le obedecían. Tampoco pudo articular palabra.
T— Todos pensaron que se iba a desmayar, pero por fin se las arregló para hablar, y allí frente a la pequeña concurrencia, se comprometió a renunciar a las influencias demoniacas, y besar un crucifijo, si fuera necesario, con tal de salvar su vida, y de paso su alma.
U— Unos minutos de tensa calma, siguieron a su oferta.
V—Viendo que nadie reaccionaba, Sonia pensó que tal vez se trataba de una broma de sus compañeros de clase.
W— «¿Wilson?», dijo «¿eres tú? Se refería al sabelotodo del grupo, pero la figura con la antorcha no reaccionó, se dio la vuelta y se retiró con pasos lentos. Los demás lo siguieron.
X—«Ximena», seguro se trata de mi prima, se atrevió a insinuar Mónica. Aunque dudaba que aquellas figuras fueran humanas.
Y—Ya calmados los ánimos, a la mañana siguiente, sus compañeros afirmaban haber estado en cama a la medianoche, y así lo confirmó Ximena también.
Z—¡Zaz!, sonó el golpe en la mesa de la taberna, cuando entre carcajadas el sepulturero ordenó la siguiente ronda de bebidas para sus amigos, los supuestos encapuchados.
2
Secreto de Espías
A49 se había graduado con honores de la Academia Intergaláctica de Inteligencia Militar, y gracias al éxito en todas las misiones encomendadas gozaba de cierto renombre entre sus compañeros. Cuando su comandante le comunicó que la computadora central lo había seleccionado como el candidato idóneo para una complicada misión, no estuvo sorprendido. Sabía que corrían tiempos difíciles en la pugna con un megaimperio vecino, y que el adversario había acudido a las más insospechadas estrategias de espionaje. El éxito de muchas operaciones dependía, en última instancia, de las cualidades individuales de agentes como él.
En la recién asignada debía seguirle la pista a un espía del otro bando, un ser escurridizo que adaptando diversas personalidades viajaba sin esfuerzo de planeta en planeta, y había perfeccionado además la técnica de dar saltos cuánticos a través de las fronteras del tiempo. Todo