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Epigramas para un mundo que se muere
Epigramas para un mundo que se muere
Epigramas para un mundo que se muere
Libro electrónico104 páginas35 minutos

Epigramas para un mundo que se muere

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Vivimos en un mundo que se muere. La civilización occidental cristiana, que durante dos milenios transformó por completo la historia de los hombres, se encuentra hoy en franca decadencia y, salvo milagro, se vislumbra ya su práctica desaparición.

 

Ante este panorama, Bruno Moreno nos ofrece cuatrocientos epigramas, o frases cortas e incisivas en verso, que se dejan de tonterías y van directamente al grano. Cuando las cosas están muy mal no es tiempo de hablar con rodeos y, si un epigrama irrita y duele, es que está cumpliendo su misión.

 

Epigramas para un mundo que se muere refleja una visión profundamente cristiana que a la vez lamenta lo perdido, critica sin piedad los males y errores de nuestro tiempo y ofrece una esperanza firme. Gobiernos indignos, filosofías modernas, cristianos acomodados, clérigos desnortados y tantas otras lacras de nuestro tiempo reciben punzantes (y merecidos) dardos, pero sin caer en el pesimismo o la desesperanza ni perder el saludable buen humor.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 may 2020
ISBN9781393209003
Epigramas para un mundo que se muere
Autor

Bruno Moreno Ramos

Bruno Moreno Ramos es un conocido bloguero español que disfruta escribiendo casi tanto como leyendo. Sus libros y otras publicaciones se caracterizan por el sentido del humor, la fe católica y el asombro ante la belleza de las cosas pequeñas. Vive en Madrid con su esposa y sus hijos.

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    Epigramas para un mundo que se muere - Bruno Moreno Ramos

    Prólogo prescindible de rigor

    ES DIFÍCIL NEGAR QUE nuestro mundo occidental está muriendo. Puede haber distintas valoraciones sobre las causas de esa agonía, el tiempo que aún nos queda o lo que convendría hacer al respecto, pero caben pocas dudas sobre el hecho en sí: nuestra civilización lleva tiempo en decadencia y todo parece indicar que se acerca su final.

    Basta echar un vistazo alrededor para darse cuenta de ello. El olvido de los principios fundamentales de la moral y de la razón misma, el olvido de la contemplación, la barriobajerización de la clase política, la práctica desaparición del matrimonio para toda la vida, la normalización de las familias rotas o heridas, las burlas contra la fidelidad y la virtud, la caída de la natalidad y el menosprecio de las vidas más desprotegidas son otras tantas señales, entre muchas, que apuntan hacia el derrumbamiento de toda una sociedad. Un reino dividido contra sí mismo no puede subsistir, advirtió Cristo en el Evangelio, y si hay algo evidente hoy es que Occidente está profundamente dividido y enfrentado en cuestiones que afectan a su misma esencia.

    Ante situaciones de este cariz, quiero imaginar que un español de otros tiempos habría hecho una de tres cosas: rezar, desenvainar la espada o escribir versos. En este libro, yo me he decantado por lo tercero, aunque sin desdeñar, como verán los lectores, lo primero y lo segundo. Me atrevo, pues, a ofrecerles estos cuatro centenares de epigramas, es decir, versos cortos que no pueden presumir de altos vuelos literarios, pero se esfuerzan por transmitir de forma incisiva y llamativa algunas de esas verdades necesarias que parecen haberse olvidado.

    La gracia de un epigrama está en su brevedad. No es un tratado ni un ensayo, sino más bien un relámpago, un fogonazo en la oscuridad que puede iluminar realidades que anteriormente no habíamos visto o habíamos confundido con algo que no eran. No hace falta más. Una vez que el epigrama llama la atención sobre un tema, su misión ya está cumplida y le toca al lector reflexionar sobre la intuición que haya podido despertar en él la lectura.

    En ese sentido, los epigramas saben mejor a pequeños sorbos y dejando que respiren. No tiene sentido empacharse leyendo el libro entero de un tirón como si fuera una novela. Por ello y siguiendo una vieja costumbre de este género literario de la que ya dan testimonio Marcial y Juvenal, los epigramas están, como la vida misma, intencionadamente desordenados y además salpicados con bromas, ironías y sarcasmos (que, como efecto secundario, han hecho que escribir el libro resulte mucho más divertido).

    Conviene dejar claro que no pretendo ofrecer ideas originales, nuevas o innovadoras. Al contrario, el lector atento probablemente encontrará en estas páginas ecos de multitud de buenos autores, desde Chesterton, Bloy, Tolkien, Dante o Santo Tomás de Aquino hasta Christopher Dawson, Papini, Gómez Dávila, García-Máiquez, Cervantes, John Senior, Balmes, San Agustín, Virgilio o Cervantes, pasando, por supuesto, por los viejos epigramistas romanos

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