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La Hija de Jacob
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Libro electrónico38 páginas28 minutos

La Hija de Jacob

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Información de este libro electrónico

Tres relatos sobre tres mujeres del antiguo testamento. Historias irreverentes con otros puntos de vista sobre el amor, la verdad, la sexualidad y la censura.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 jun 2020
ISBN9781393827306
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    La Hija de Jacob - yordanka almaguer

    La verdad es de quien mejor la cuente...

    ––––––––

    Siquem le ha arrancado  los vestidos.  Le soltó el pelo y le muerde todo el cuerpo igual que si fuera un chacal ante deliciosos despojos.

    Dina ha dejado de gritar y ahora solo gime.  Está  cansada de revolcarse en el polvo y endurecer sus músculos,  como si con eso pudiera evitar la  penetración que sabe no va a demorar.

    Él  se detiene en sus senos y lame sus cimientos.  Su cúpula oscura, tratando de extraer  algo que aún  no  sabe muy bien qué será.  Tampoco se imagina  cómo va a despojarla de su virginidad. Hasta ahora se ha guiado por sus instintos,  pero ni  siquiera conoce  dónde se encuentra exactamente ese  lugar del que se habla en  susurros.

    Cuando Siquem la vio acercarse, sola y con el ánfora  encima de su  cabeza, mandó a su criado a continuar  sin  él  el  camino de  regreso.  Estaba sintiendo, por primera vez en su vida, lo que  hasta ahora  no le había  provocado ninguna mujer: deseos de  poseerla.

    Dina ni siquiera se mueve ya.  El hombre ha continuado la  infructuosa tarea de extraer algo, esta vez de su seno  izquierdo. Su respiración entrecortada  también ha terminado por  excitarla  de tal modo que está a punto de abrir las  piernas para que la  penetre. De hecho lo hace y él se acomoda y siente una  humedad extraña entre los  muslos de la muchacha. Su miembro  está tenso, un  poco mojado también. El instinto no lo ayuda, comienza a  empujar donde no es, sin encontrar la verdadera entrada a sus deseos.

    Entonces Dina lo empuja y Siquem cae al suelo, ella no le da  tiempo a reaccionar.  Se coloca a horcajadas  encima de su pecho,  de espaldas a su cara y enseguida  el hombre está  sintiendo que al  fin su dios se ocupa de él.  Gime, como si él mismo fuera Dina  debajo de su  cuerpo.

    La muchacha  saborea el miembro de Siquem.  Las costumbres de  su pueblo  no han contaminado todavía el de él,  eso le  gusta.  Su lengua se  mueve-y-extrae imperiosa y sumisa. 

    Siquem está a punto de  estallar. Se controla. Implora para voltearse.  Ella  mira las nalgas blancas, onduladas, y quiere  morderlas,  chuparlas,  porque nunca ha podido conocer  a qué saben las  nalgas de un hombre.  Las  muerde y  hace bailar su lengua

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