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Crónicas del albur
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Libro electrónico75 páginas59 minutos

Crónicas del albur

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Crónicas del albur es un libro escrito sin premeditación alguna, como bien sugiere su nombre. Quiso el destino que las anécdotas y hechos de lo real e imaginario que trata llegaran al autor en un corto período de convalecencia literaria, donde los amigos y familiares, sus historias y ocurrencias desempeñaron el papel principal. Los tópicos de estas crónicas son diversos, pero a su vez muy propios de lo cubano, como adaptables a cualquier contexto, lo que contribuirá a la recreación del lector universal.
IdiomaEspañol
EditorialGuantanamera
Fecha de lanzamiento2 mar 2017
ISBN9781524304485
Crónicas del albur
Autor

Roberto Estévez Guerrero

Roberto Estévez Guerrero (La Habana, 1976) es narrador y poeta. En la década de los 90 fue miembro del taller literario Roberto Branl y de la casa de la cultura de El Vedado, La Habana. A la edad de quince años debuta allí escribiendo poesía, donde adquiere rápidamente por su juventud y singularidad escritural el sobrenombre de Rimbaud. Luego, en medio de casi dos décadas de crisis económica en Cuba, abandona el circuito literario y se gradúa como profesor de ajedrez. Al cabo de unos años se califica también de peluquero masculino, para sólo regresar después de dos décadas a la escritura incursionando por su cuenta. El autor tiene, además del presente, otros dos textos, uno de cuentos infantiles denominado Cuentos cubanos de animales que en este momento se encuentra aprobado como publicable. Su cuento La ballena va llena obtuvo premio en el XIV Concurso de Cuentos Infantiles sin fronteras de Otxarkoaga (Bilbao, España).El autor tiene, además del presente, otros dos textos, uno de cuentos infantiles denominado “Cuentos cubanos de animales” que en este momento se encuentra aprobado como publicable. Su cuento La ballena va llena obtuvo premio en el XIV Concurso de Cuentos Infantiles sin fronteras de Otxarkoaga (Bilbao, España).

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    Crónicas del albur - Roberto Estévez Guerrero

    albur

    Gajes del oficio

    Avanzaba el año 1958 y Rolo Torrejas era el dueño de un camión de dulces destinado a la entrega a domicilio y también a la venta ambulante. Junto con él laboraba en calidad de ayudante el alma noble de Chucho Paniagua. La gran vocación de Rolo había sido siempre la pesca costera y lo sería aún por largo tiempo con devoción inquebrantable. De manera que con creciente frecuencia y el pretexto de haber descubierto un excelente punto geográfico para la venta de hojaldres y panqueques, aparcaba la caja de música con ruedas cada vez más cerca de su domicilio y del litoral Habanero. Chucho quedaba solo y al pie del cañón entretanto que su empleador se iba de paseo. Para tales excursiones de carácter Imprevisto, si era necesario mediaba alegatos como los de: Tengo que llevar sin demora un encargo de Marquesitas a la calle Neptuno o Había olvidado que antes de salir se me reclamó en Monte esquina Prado con una caja de bizcochos de Anís. Lo que en realidad hacía este escapista, era pasar por su casa como una exhalación, recoger los enseres y enfilar rumbo directo al muro del malecón a pescar Róbalos y Sábalos con los que soñaba despierto. Por otra parte procuraba regresar a tiempo a su negocio para las 3.00Pm. Justo a esa hora uno de sus ídolos, Marino Sardinas, locutor del programa televisivo Rincón de caza y pesca, pasaba por los alrededores tras sus huellas, con motivo de zamparse una cantidad indefinida de buñuelos. Hombre envuelto en carnes, fanático patológico de los dulces finos, de más está decir que comía convulsivamente y a expensas de su admirador. Alguna vez habían estrechado relaciones los dos afines. Sus conversaciones giraban de continuo sobre aficiones y pasatiempos, cosas de chicos grandes, pececitos, dulcecitos. Trabaron algo parecido a la amistad, podría decirse que una complicidad confidente entre dos incondicionales adictos. Yo pesco en horario de trabajo ―decía Rolo― Y yo deambulo en la madrugada como un sonámbulo en busca de una panadería abierta ―Le confesaba Sardinas. Y cosas por el estilo.

    Un día en que como todos los anteriores, Marino Sardinas coincidió con Rolo en el punto de venta sobre ruedas, tuvo la dicha de conocer a los dos hijos del pescador. El mayor llamado Rosendo, a la sazón contaba con diez años de vida, muy bien acumulados en experiencias marítimas de pesquerías. Era miembro honorario en su colegio del círculo de interés El arte de la pesca. Sus maestros y amigos lo consideraban un perito, casi un Dios de la clasificación de especies subacuáticas. Lorenzo por su parte al ser el menor era más casero y se inclinaba a compartir sus profundos afectos con las criaturitas domesticables. En casa tenía un perro, dos gatos, un hámster, una jicotea, un loro y una jaula de canarios. Más de una vez Rolo le había comentado a Marino sobre sus hijos, vistos como poseedores de inestimables virtudes para la zoología.

    Aquel día, de improviso, al popular locutor se le ocurriría una idea feliz.

    ―Torrejas, ¿Por qué no llevas hoy a los niños al programa sobre las cinco? Van a haber buenos regalos y quizás les pueda dar un empujoncito.

    ―No faltaba más, allí estaremos ―confirmó Rolo.

    Y llegó el momento de la verdad.

    Antes de contarles lo que sucedió aquella fecha inédita en la emisión televisiva de Rincón de caza y pesca, preciso es que primero los introduzca en los detalles de cómo estaba diseñada la sección infantil Responde y gana. En una pantalla enclavada en un plató, se proyectaba en primer lugar la imagen de un animal perteneciente a la fauna marina. Inmediatamente después venía la fotografía de otra especie, pero esta segunda vez siempre solía ser de entre las aves. Los niños en concurso, que eran en definitiva todos los allí presentes, debían identificar por su nombre el ejemplar en el plano retrato. Aquel que primero respondiese como un bólido, pasaría a ser en cada caso el flamante vencedor. Una recompensa jugosa y gratificante se encontraba oyendo la conversación para aquellos a los que les asistiera el saber y les sonriese la suerte de no encasquillarse.

    Antes de empezar el Show, Marino advirtió que Rolo y compañía se encontraban camuflados por cierta esquina del estudio y le emitían señales cada vez más visibles. Se acercó a ellos mientras se abotonaba el saco y como quien no quiere las cosas les dejó caer:

    ―Hoy vamos a obsequiar una bicicleta y un guante de Beisbol a los ganadores. El animal acuático va a ser una Palometa y el otro una paloma Rabiche. Diles a los niños que enciendan la chispa.

    Los dos hermanos, cada uno en su especialidad, determinaron cuál de las láminas señalar. Rosendo por supuesto eligió el pez y Lorenzo claro está el pájaro.

    Cuando el aparato proyector pesadamente hizo girar la película y emitió su Clip, apareció en la pantalla la figura del peje Palometa.

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