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Conferencias del Diácono Jesús María Pagán: Jesús María Pagán
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Libro electrónico218 páginas3 horas

Conferencias del Diácono Jesús María Pagán: Jesús María Pagán

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Jesús María Pagán, conoció al P. Kentenich durante su permanencia en Milwaukee; un portorriqueño de corazón joven y apasionado, que rápidamente hizo suya la misión de Schoenstatt y se convirtió en un incondicional abanderado de la causa Schoenstattiana. Fue ordenado diacono permanente de la Iglesia. Recorrió diversos países trasmitiendo su pasión misionera.

Este libro contiene diversas conferencias que dicto durante su estadía en Chile.
IdiomaEspañol
EditorialNueva Patris
Fecha de lanzamiento31 ago 2011
ISBN9789562467209
Conferencias del Diácono Jesús María Pagán: Jesús María Pagán

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    Conferencias del Diácono Jesús María Pagán - Jesús María Pagán

    FOTOGRÁFICO

    INTRODUCCIÓN

    Entre los días 11 y 25 de Junio de 1996, en seis videos se registraron ocho testimonios del Diácono Jesús María Pagán.

    La Fundación María Reina del Trabajo, por instrucciones de su presidente Sr. Fernando Arrau, hizo posible esta tarea, respondiendo de este modo a un anhelo hondamente sentido por Jesús Pagán: dar a conocer a toda la Familia de Schoenstatt las experiencias vividas en casi cuatro años de estrecha cercanía al Padre José Kentenich y, muy especialmente, el pensamiento del fundador con respecto a la Misión del 31 de Mayo. Jesús Pagán logra transmitir sus recuerdos de una manera extraordinariamente vivencial.

    Para poder ahondar en la comprensión de estos testimonios se preparó la transcripción del audio de los videos en la que natu-ralmente fue preciso realizar ciertas adaptaciones al lenguaje escrito. Sin embargo, en todo momento se procuró respetar la tonalidad expresiva de Jesús Pagán y, sobretodo, la esencia de su pensamiento.

    Esta tarea fue realizada por Verónica Matta, quien tuvo a su cargo la corrección de estilo y la edición.

    El contenido no es un índice sistemático, dado el carácter espontáneo de los relatos en los que van surgiendo numerosos recuerdos que el protagonista asocia con toda libertad. A esto se deben también las repeticiones, que se respetaron porque forman parte de testimonios dados en distintos lugares, tiempos y contextos, y muchas veces entregan nuevos aspectos del mismo contenido. Dicho contenido sólo ofrece una idea acerca de los temas tratados más significativos, expresándolos de manera vivencial.

    Santiago, Abril del 2014

    BIOGRAFÍA DE JESÚS PAGÁN

    El Diácono Jesús María Pagán nació el 25 de septiembre de 1937 en la ciudad de Mayagüez, Puerto Rico. Fue el único hijo del matrimonio de Saturnino Pagán Soto y de Monserrate Pagán del Toro, precedido por sus hermanas Sonia Altagracia, Mercedes Altagracia y Myrta Monserrate. En el año 1942, a la edad de cinco años, su familia se trasladó a la ciudad de Aguadilla, cuna de poetas y músicos, conocida por sus hermosas playas y atardeceres.

    En Aguadilla, Jesús María realizó sus estudios primarios en una escuela rural. Allí compartió experiencias que le marcaron para toda su vida. El contacto con familias sencillas contribuyó a que en su alma se desarrollara una sensibilidad que le hacía conocer y comprender el mundo interior de las demás personas. También en el área rural disfrutó de la naturaleza y aprendió a admirar los paisajes que le regalaba Dios. Pero tuvo que mudarse al área urbana. Durante sus estudios secundarios se destacó en las actividades culturales de arte y poesía. Fue conocido entre sus compañeros por su habilidad declamando el poema El Seminarista de los Ojos Negros. Fue objeto de significativos reconocimientos en las competencias intelectuales en las que participó. Jesús María, ya en su juventud, poseía una personalidad atrayente, abierta y amable, que sumaba a una gran simpatía.

    En el año 1956 regresó a su ciudad natal, Mayagüez, para cursar estudios universitarios. Fue admitido al prestigioso Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas. Comenzó así su carrera universitaria que terminó en la no menos exigente Universidad de Puerto Rico, graduándose en el equivalente a una licenciatura en Ciencias Sociales, especializada en Psicología.

    En ese tiempo las universidades de Latinoamérica vivían una época de gran ebullición. La juventud trataba de encontrar soluciones a la situación de pobreza extrema y problemas sociales imperantes. Jesús María participaba de las actividades y la vida estudiantil en el Centro de Pastoral Juvenil. Ese centro estaba a cargo de un sacerdote Jesuita de gran renombre en esos años en Puerto Rico, el Padre Antonio González Quevedo. El Padre Quevedo, como se le conocía, de origen español, estuvo antes por muchos años en Cuba, en el Colegio Belén, donde conoció a Fidel Castro. El Padre Quevedo se convirtió en el director espiritual de Jesús María. Él le ayudó a organizar su vida personal y espiritual. Por esa época, Jesús María consideró la vocación religiosa. Fue éste, un tiempo de grandes decisiones personales. Primó su vocación de formar una familia y servir a Dios desde la vida conyugal junto a su prima Hilda Hernández Pagán.

    Al igual que gran parte de la juventud de la época, Jesús María atisbó la solución a los problemas de América Latina en la opción que ofrecía la Revolución Cubana. En el verano de 1959 se trasladó a Nueva York con la idea de sumar sus fuerzas a este Movimiento que tenía apoyos allí. Comenzó a trabajar allá y, en unos meses, a mediados de mayo, regresó a Puerto Rico para unirse en matrimonio con Hilda. La unión se llevó a cabo en la Iglesia La Candelaria, actual Catedral de Mayagüez, el 21 de mayo de 1960. Regresaron a la ciudad de Nueva York el 22 de mayo de 1960, para establecer su residencia. Allí trabajó por dos años como consejero para el New York City Youth Board. Esa agencia se dedicaba a la rehabilitación de adolescentes que pertenecían a pandillas juveniles. El 18 de julio de 1961 nació su primera hija, María de Lourdes.

    En el año 1962 se trasladó a Milwaukee atraído por las enseñanzas del Padre José Kentenich, fundador de un movimiento que ha servido como fuente a una de las corrientes pedagógico-religiosas de mayor repercusión en nuestro siglo.

    Había conocido el Movimiento de Schoenstatt a través de un joven sacerdote brasileño establecido en la parroquia Nuestra Señora de Pompeya en Brooklyn, N.Y. Este encuentro cambió el rumbo de su historia y marcó su vida profundamente y para siempre. Sus preocupaciones y planes sociales fueron la puerta abierta que lo llevó por el camino que la Divina Providencia tenía trazado.

    Este primer encuentro con el Padre José Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt marcó su vida. Había leído todo lo que encontró sobre él. Llegó hasta el Padre Kentenich con espíritu de curiosidad. Sus conocimientos de sicología lo llevaban a analizar la persona de aquel fundador que tenía fama de santo, de hombre de Iglesia, que traía la solución a los problemas del hombre moderno. Desde el principio la personalidad del Padre lo cautivó.

    Una segunda visita se llevó a cabo pocos meses después. La situación de las pandillas juveniles en la ciudad de Nueva York comenzó a ponerse difícil y peligrosa para los trabajadores sociales. Sufrió un atentado. Llegó hasta el Padre Kentenich en busca de consejo. El Padre le invitó a mudarse junto a su familia a Milwaukee. Así fue que para el verano de 1963 llegó a Milwaukee con su esposa Hilda, su hija mayor María de Lourdes y su segundo hijo, Juan Carlos, de apenas meses de nacido. Del Padre recibieron apoyo emocional y también económico. Estableció su hogar junto al que hoy conocemos como el Santuario del Exilio.

    Pronto Jesús María halló trabajo como sicólogo de niños y adolescentes emocionalmente perturbados en esa ciudad. Más tarde, junto a Monseñor William E. Cousins, contribuyó a la formación de la agencia de Caridades Católicas "Council for the Spanish Speaking", que rinde servicios de trabajo social a latinoamericanos residentes en el Medio Oeste de los Estados Unidos.

    Entre el nutrido anecdotario de hondas vivencias que acumuló la familia Pagán Hernández en su hogar de Milwaukee, hay una historia que se destaca porque inició una corriente de vida que hasta el día de hoy es sello de la experiencia schoenstattiana en el mundo. En esa ciudad se concentraba un nutrido grupo de familias alemanas que habían llevado la tradición germana de tener un pequeño altar en un rinconcito de sus casas. La costumbre se extendió entre los schoenstattianos en lo que se vino a llamar los Santuarios Vivos o "Living Shrines. Pero el matrimonio Pagán hizo más. Reservó una habitación exclusiva para la Mater en su hogar. Allí puso un altar de madera, le dio forma de capilla y la llenó de símbolos que les identificaban a ellos y a sus hijos. El Padre Kentenich bendijo esa iniciativa. Exclamó: ¡Este es un verdadero Santuario de Schoenstatt!".

    El Padre Hernán Alessandri, en su libro "La propuesta evangelizadora de Schoenstatt, Editoral Patris, 1996, páginas 483-484, explica: Lo vivido en casa de los Pagán, aparecía como el probable ‘detonante’ providencial que condujo al Padre Kentenich a precisar lo esencial de todo Santuario de Schoenstatt; éstos, independiente de su forma externa, surgen en cualquier lugar donde se cumplen las exigencias que puso María el 18 de octubre de 1914, a los contrayentes humanos: el Capital de Gracias. El Padre Hernán ve en las expresiones del Padre Fundador una anticipación profética de lo que vino poco después: la preconización de la familia cristiana como Iglesia doméstica por el Concilio Vaticano. Explica, además, el Padre Hernán, que de ese gesto del Padre surgió la corriente de los Santuarios-Hogares que se llevó a otros países. A esa corriente, según el Padre Hernán, corresponde una oración del Padre Fundador, Mi habitación es tu Santuario", contenida en la colección del Hacia el Padre.

    En el año 1965, regresó el fundador de Schoenstatt a Alemania. Para Jesús María e Hilda era difícil permanecer en Milwaukee sin el Padre. Tenían, aun así, una razón de gran peso para quedarse. Su segundo hijo, Juan Carlos, estaba muy enfermo y necesitaba atención médica especializada de una institución situada en la ciudad de Madison. Pero Carlitos regresó a la Casa del Padre en octubre de 1967.

    Jesús, Hilda, María de Lourdes y Teresita de María se regresaron a su tierra, Puerto Rico, en diciembre del año 1967. De inmediato se unió a un grupo de líderes para organizar el Movimiento en la Isla. Dedicó su tiempo y energías a dar a conocer la Obra de la Familia de Schoenstatt. Poco después enfermó de gravedad su hija Teresita. Ella murió en la ciudad de Mayagüez donde el matrimonio Pagán Hernández había establecido su domicilio.

    El 15 de septiembre de 1973, Jesús María se convirtió en el primer Diácono Permanente del Caribe. Fue el primer miembro del clero casado, por haber sido ordenado para ese ministerio en esa parte del Mundo. Fue ordenado por el Obispo de Ponce, Monseñor Fremiot Torres Oliver. Desde entonces trabajo en íntima relación con la Conferencia Episcopal Puertorriqueña desempeñando varios cargos tanto diocesanos como ínter diocesanos: miembro de la Federación Internacional de Acción Familiar, de la Comisión de Rectores de Seminarios y Promotores Vocacionales de Puerto Rico, miembro de la Federación de Familias Internacional del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, coordinador del Método de Planificación Familiar Natural –conocido como Método de Ovulación– y Director Ejecutivo del Instituto de Orientación Familiar de la Diócesis de Ponce, organismo éste que coordina todo el trabajó de pastoral familiar en la zona sur de Puerto Rico. Fue Director de la Oficina de Desarrollo y Relaciones Públicas de la Universidad Católica de Puerto Rico y Asistente del Presidente o Rector de dicha Universidad para asuntos de Pastoral Universitaria.

    Después de una carrera de más de tres décadas al servicio de la Iglesia, regresó a la Casa del Padre Dios el 17 de enero del año 2001. Sus restos mortales se encuentran en un hermoso monumento a la sombra del Santuario Nacional de Puerto Rico: Santuario de la Solidaridad, en la ciudad de Cabo Rojo, Puerto Rico. Sobre su tumba, fueron inscritas las palabras que él mismo escogió: "Sicut Pater Kentenich Dilexit Ecclesiam" (Como el Padre Kentenich, amó a la Iglesia).

    Al morir llevaba cuarenta y un años de casado con Hilda Hernández, con quien tuvo cuatro hijos, de los que sobreviven María de Lourdes y Humberto José.

    PRÓLOGO

    La verdad es el secreto de las cosas de allá arriba.

    Y nadie puede conocerla sin la revelación de Dios.

    Es sólo el amor el que provoca la venida de Dios a nosotros.

    Carlos Carreto

    Asir el misterio de Schoenstatt es una responsabilidad que nunca acaba, ni se alcanza… siempre se eleva hacia el infinito. No es sólo el misterio de Schoenstatt, asir todo misterio es una constante responsabilidad. Y digo asir, no desentrañar. El misterio deja de serlo cuando se desentraña. Dios quiere ser buscado y querido hasta ser amado con todas las fuerzas de nuestra pobre alma. Por eso, cada vez que lo asimos, cada vez que lo agarramos como Jacob, se zafa y se eleva, no sin dejar la marca de su luz en la nostalgia. Dice Alfredo Bryce que la ceremonia de la verdad verdadera es breve. Y muy breve es. Tan pronto se realiza se desplaza a la memoria, a los bellos recuerdos amigos. Se desplaza para, de cuando en cuando, brevemente, renacer del espíritu.

    Se me pide que comparta, a manera de prólogo de este libro, rasgos y legados de mi amigo Jesús María. Se me dijo que fuera breve, rasgo que no estaba entre los de él, ni está entre los míos. Debí pues, de entrada, dar con los esenciales. Eso me tomó poco tiempo. Son tres: testigo de un carisma, portador de una bandera y adorador en espíritu y en verdad. Lo que me tomó más fue dar con el corazón de todo eso, con su verdad verdadera. Debí ser asistido… como siempre pasa con las cosas de allá arriba. Una lectura y un encuentro de misteriosa amistad me dieron la clave.

    La lectura es Desafío social, del Padre Kentenich. Allí el fundador de Schoenstatt enfrenta proféticamente el reto de la mentalidad proletaria industrial –que posteriormente llamó mecanicista–. Propone la desindustrialización de todo lo humano: persona-comunidad-espíritu. En sus charlas de los años 29-30 allí transcritas, habla de ese tenso activismo aguijoneante de la vida y del trabajo que hoy se vive en todas partes. El análisis es denso y en cierto modo científico. Desmenuza el pensar y sentir del trabajador asalariado –materializado y desarraigado– queriendo tender puentes de entendimiento con los que a esas fechas habían abrazado un socialismo antieclesial. Propone desindustrializar el espíritu con un respeto incondicional por la personalidad, sus fuerzas creadoras y su sensibilidad, para hacer que todas las cosas sean hermosas. Pero ante el materialismo y el desarraigo, ante la distracción y desinterés de sus contemporáneos –de los nuestros–, el Padre Kentenich no tiene recetas, no las quiere, de poco sirven. Y termina diciendo:

    "No puedo decir otra cosa. Éste es el sentido de la extensa exposición. Sólo podemos preocuparnos de que los seres humanos, allí donde tengamos influencia, encuentren que en nosotros personalmente puedan sentirse acogidos. Por el momento no podemos hacer nada más. (Página 305, Editorial Schoenstatt).

    Hace unos días, en el balcón de un apartamento en San Juan, con vista al mar, en una oscura noche –como son de oscuras todas las noches en las que predomina el hastío– vi esa sencilla luz de entendimiento, esa verdad verdadera. Cynthia, nuestros hijos y yo compartíamos, entre pesadumbres, una simple conversación con un matrimonio amigo. Pasamos de un tema a otro hasta que nos sorprendimos compartiendo el misterio de lo espiritual en la vida de nosotros. Fue lindo estar allí, así, sin tensiones ni agendas, regalándonos eso. Ana María –nuestra hija de once años—, sin más provocación que esa leticia –esa sana y tenue alegría de vivir el momento–, se fue a la cocina a preparar entremeses, como para hacerle tiendas de eternidad al encuentro.

    Acababa de leer por la mañana esta pregunta retórica del Padre Kentenich en su Desafío social: ¿Comprenden ustedes que el hombre actual debe ser primero acogido humanamente y después religiosamente?. El encuentro con nuestros amigos Jorge y Anita González fue tan radical como volver a la calidez del claustro materno. Me recordó mi primera visita a la Calle Divina Providencia 153, a la casa de Jesús e Hilda. Y lo supe bien, ¡allí está el corazón de mi experiencia con Jesús María! –Es ése el hilo conductor de sus rasgos y legado: el hombre actual debe ser primero acogido humanamente y después religiosamente. Es decir, los verdaderos encuentros humanos nos religan, restauran nuestros vínculos con Dios.

    Testigo de un carisma

    Este libro contiene el testimonio que da Jesús María sobre su primer encuentro con el Padre Kentenich. No quiero repetir o siquiera hacer recurso de sus propias palabras para explicarlo. Basta subrayar el contexto. Jesús era un joven católico puertorriqueño que abrazaba entonces el socialismo de la revolución cubana como respuesta a las injusticias sociales de su época. Recién casado con Hilda, se había mudado a Nueva York, la capital del capitalismo. Allí, irónicamente, se concentraba lo más granando del pensamiento y la acción revolucionaria anticapitalista. Él sentía un llamado a estar allí.

    Pero no era nada fácil. Un puertorriqueño en Nueva York siempre está abocado a sufrir

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