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Amor a palos
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Amor a palos

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Amor a palos describe las formas que tomó la violencia en la pareja a comienzos del siglo XX y cómo esta fue caracterizada y asumida por la sociedad chilena de entonces. Para ello, la autora echa mano a una variedad de fuentes documentales –libros, crónicas periodísticas, expedientes judiciales y literatura de la época– y logra recrear un panorama que nos permite comprender que este fenómeno dista mucho de ser algo reciente. El problema de la violencia de pareja, si bien es transversal a las clases sociales, no fue (ni es) percibido del mismo modo por la opinión pública. Mientras para las clases bajas, que vivían en conventillos hacinados y con problemas de alcoholismo, el maltrato era principalmente físico, los sectores más acomodados, en cambio, buscaban esconderla con consecuencias muchas veces dramáticas para las mujeres. Quizás por lo mismo este período verá surgir también los primeros movimientos feministas y de obreros que abogaban por la emancipación de la mujer. Amor a palos pretende aportar al estudio y discusión de un fenómeno que se ha instalado recientemente como un problema social al que hay que prestar atención. A la hora de llevar este estudio al presente, podemos ver cuánto se ha avanzado en la legislación y penalización (judicial y social) de este fenómeno, y cuánto nos queda por mejorar en la protección de las víctimas.
IdiomaEspañol
EditorialLOM Ediciones
Fecha de lanzamiento21 may 2017
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    Amor a palos - María Paz Fernández

    María Paz Fernández Smits

    Amor a palos

    La violencia en la pareja en Santiago

    (1900-1920)

    LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL

    © LOM Ediciones

    Primera edición, 2011

    ISBN: 978-956-00-0256-3

    Diseño, Composición y Diagramación

    LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago

    Fono: (56-2) 688 52 73 • Fax: (56-2) 696 63 88

    www.lom.cl

    lom@lom.cl

    Introducción

    En los últimos años la violencia intrafamiliar se ha convertido en un tema de interés masivo: con frecuencia vemos en los diarios y en la televisión casos en que las parejas están involucradas en hechos violentos. La relevancia pública que tienen los malos tratos en el hogar se vuelve aún más comprensible si tomamos en cuenta las cifras oficiales. Según datos entregados por el Servicio Nacional de la Mujer, para el año 2009 un 50,3% de las mujeres en la Región Metropolitana de Santiago ha sufrido algún tipo de maltrato de parte de su pareja. De acuerdo con el estudio, esta clase de abusos puede ser física, psicológica o sexual. Esto en la práctica implica que la mitad de las mujeres santiaguinas hoy en día ha sido víctima de violencia intrafamiliar.¹

    La importancia que ha adquirido este tema en la sociedad actual ha impulsado estudios que nos permiten conocer la situación de la violencia en las familias del siglo XXI. Pero lo mismo no se aplica para los años anteriores, por lo que es necesario indagar en otro tipo de fuentes para adentrarse en el tema.

    Como han probado algunos estudios nacionales, este flagelo dista de ser algo reciente en nuestra historia, ya que se han encontrado casos desde la época colonial. Pese a la existencia de estas investigaciones, hay ciertas áreas del tema de la violencia en la pareja que no han sido lo suficientemente tratadas. Una de ellas se refiere al período que hemos optado por abordar: los años que marcaron el comienzo del siglo XX. El principal objetivo del presente trabajo, entonces, es aportar al conocimiento de esta cuestión, analizando un espacio temporal y físico que no ha sido estudiado por otros historiadores.

    Además, hay algunas características de esta época que hacen interesante el análisis de las relaciones de pareja, particularmente de los casos de violencia en ella. La consolidación de una incipiente clase media, el inicio de los primeros movimientos feministas y obreros que abogaban por la emancipación de la mujer, hacen de estos años un escenario particularmente interesante para el desarrollo de nuevas ideas referentes a la posición de la mujer en la relación con el sexo opuesto.

    Lo que mueve esta investigación es comprender qué formas tomó la violencia y de qué manera fue vista y tratada por la sociedad. Indudablemente los parámetros de lo aceptable han variado a lo largo del siglo, ya que lo que para nosotros es condenable, para las personas incluidas en este estudio podía ser normal. Como una manera de comprender mejor qué sucedía en la época, se intentará no imponer la visión actual de la violencia intrafamiliar sobre la sociedad de comienzos del siglo XX. Lo que se intentará, entonces, lejos de justificar las agresiones, es comprenderlas dentro del contexto social en que se dieron.

    Para llegar a entender las características de los malos tratos en la pareja y su impacto en la sociedad de la época, utilizamos distintas metodologías. Por un lado, se analizará la identidad de los protagonistas de la violencia según género y clase social, y por otro, se verá la incidencia que tuvo el alcohol en los casos de agresiones.

    Así, se intentará reconstruir los discursos que mostraron las personas involucradas en los hechos de violencia con las fuentes encontradas en archivos judiciales, diarios y otros, para así comprender las principales características de este fenómeno. A través de este análisis se verán también las concepciones de los roles de género que primaban en la sociedad a comienzos del siglo XX y de qué manera influyeron en la presencia de malos tratos en la pareja. Sin embargo, en esta aproximación resulta necesario dividir el estudio por grupo social, ya que había importantes diferencias entre ellos.

    Un enfoque similar se utilizará para el estudio de los discursos que existían en torno a la violencia, pero que provenían de personas que no estaban directamente involucradas en los hechos. Con el objeto de conocer las posturas de los distintos actores sociales, se examinarán diarios, novelas, poesía popular y publicaciones periódicas. Esto, a su vez, se encuentra agrupado según el estrato social del que provenía la persona o institución que emitía los juicios sobre las agresiones.

    También se analizará lo que sucedía con el marco legal, presente tanto en el código civil como en el criminal. Además, se estudiará la aplicación de dicha normativa, para comprender los parámetros de condena a la violencia y para ver si verdaderamente existía algún mecanismo que penara los malos tratos. También se considerará el discurso presente en la familia y la comunidad, los otros actores que podían ayudar a reprimir las agresiones.

    Violencia intrafamiliar: enfoques, conceptos y desafíos

    La violencia ha estado presente en la vida de los seres humanos desde tiempos remotos. Para comprenderla como una parte del comportamiento humano, entregaremos algunas breves definiciones sobre qué significa la violencia en el contexto de este estudio. Se considerará violencia como el uso de la fuerza para producir un daño,² como un acto que tiene la intención de, o se percibe con la intención de herir físicamente a otra persona.³ Para que la violencia pueda producirse, debe haber una diferencia de poder entre quienes se encuentren involucrados. Así, el que está más arriba es el que utiliza la fuerza, ya sea física, psicológica o de cualquier otro tipo, para imponerse sobre el otro. La violencia psicológica, a diferencia de la física, no deja marcas evidentes en el cuerpo de la víctima. Sin embargo, es un tipo de abuso muy frecuente y no menos grave que los golpes. Al referirnos al tema de la agresión en la familia, vemos que los medios violentos –ya sea físicos o psicológicos– son uno de los métodos a los que ciertos individuos recurren para solucionar problemas interpersonales.⁴

    Es así como la familia se encuentra también expuesta a sufrir episodios de violencia. El poder, siendo uno de los elementos fundamentales a la hora de ver quién ejerce la violencia y quién la recibe, nos hace tomar en cuenta las diferencias en cuanto a jerarquías dentro de la familia. Este también es un factor importante a la hora de estudiar la violencia intrafamiliar a comienzos del siglo XX.

    Como primer punto creemos que es fundamental tomar en cuenta las diferencias de apreciación entre lo que nosotros consideramos como violencia intrafamiliar a comienzos del siglo XXI y lo que veían tanto las personas corrientes como las autoridades a comienzos del siglo XX. Para esto es importante definir cuáles eran las categorías de violencia legítima en ese tiempo, con el objeto de comprender qué era lo que se entendía por violencia intrafamiliar.

    Así, debemos comprender que en esta época el hombre consideraba que tenía un cierto poder sobre el cuerpo de la mujer. Era esperable que un hombre golpeara a su mujer en cuanto esto fuera para corregir malas actitudes. Sin embargo, existía un punto tras el cual el marido no podía actuar y donde se consideraba que había cruzado el límite. Es por eso que la importancia radica en la gravedad de la agresión, ya que mientras más violento fuera el castigo, más probabilidades había de que fuera considerado excesivo.

    En cuanto a la diferenciación entre violencia física y psicológica, creemos que ocurre una situación particular. Por un lado, la gran mayoría de las fuentes que aludían a la violencia en la pareja encontradas durante el período de estudio se referían específicamente a agresiones físicas. Sin embargo, algunos juicios por divorcio también daban cuenta de malos tratos psicológicos, y la ley de matrimonio civil incluía este tipo de agresión como una causal de divorcio. Al analizar la violencia intrafamiliar hoy, queda claro que las agresiones psicológicas merecen ser tratadas aparte de las físicas. Pero en el caso del período estudiado en este trabajo, pese a la existencia de estos hechos, su baja recurrencia y la falta de fuentes nos han hecho concluir que no se justifica crear una categoría aparte. Por lo demás, la violencia psicológica no fue presentada por sí misma, sino siempre acompañada de maltrato físico, el que era visto como más grave y digno de castigo.

    Por otro lado, creemos que la violencia sexual merece una categoría aparte debido a las graves consecuencias que estos hechos tuvieron en las víctimas. Además de conllevar la evidente agresión corporal, este tipo de violencia trae consigo secuelas psicológicas diferentes a las de un golpe o una patada. Estudios actuales demuestran que las posibles consecuencias de un ataque sexual por parte del marido o conviviente son enfermedades ginecológicas (dolor crónico pelviano, flujo vaginal persistente, sangrado genital de origen disfuncional), disfunciones sexuales y fobias sexuales, entre otras.⁷ Sin embargo, la ausencia de este tipo de fuentes hace que esta categoría no tenga utilidad a la hora de entender la violencia en la pareja durante los primeros años del siglo XX.

    De esta manera, nuestro trabajo no contemplará la violencia psicológica y sexual como categorías separadas de la violencia física. Si bien hoy se justifica plenamente hacer esa diferencia conceptual, la evidencia encontrada para los años estudiados hace que no sea adecuado utilizarlas.

    La familia a comienzos del siglo XX

    Como una manera de acercarse al estudio de la violencia en la pareja a comienzos del siglo XX resulta importante conocer las condiciones ideales y reales que enfrentaban los hogares en esa época. De esta forma, se analizará la vida familiar tomando en cuenta principalmente los roles de ambos sexos en el hogar. Así, se verá cuál era el ideal de mujer que primaba en las clases alta y media, para comprender qué se esperaba de una madre y esposa en estos sectores sociales. A éste se le contrastará la situación familiar en el bajo pueblo, considerando las condiciones de vida y los vicios a los que se veían expuestos con mayor frecuencia.

    Perspectivas generales

    El modelo de familia en Europa a comienzos del siglo XX se caracterizaba por una clara dominación masculina. Se consideraba que la actividad y la racionalidad, la fuerza física y la razón, la inclinación a la actividad exterior y la vida pública eran atributos exclusivos de los hombres y que solo ellos eran capaces de desarrollar este tipo de actividades. En contraste, las mujeres tendían a la pasividad y la emotividad, la modestia y los sentimientos, la gracia y la belleza, la predilección por la privacidad y la vida doméstica, cualidades que las distinguían de ellos.

    El hombre no solo tenía el poder en lo público, sino que además dominaba en lo privado. Pese a que el poder efectivo de la mujer en lo doméstico era considerable, el marido era quien tomaba las decisiones. Para Michelle Perrot el poder del padre residía principalmente en el dominio que tenía éste sobre el dinero. Era él quien lo ganaba y el que lo administraba, dándole a su mujer una suma que cubriese de manera justa sus gastos. Se consideraba que lo doméstico [era] demasiado importante para dejarlo en manos de unas mujeres débiles, por lo que el hombre, quien poseía la razón y el juicio correcto, era el indicado para llevar la conducción de su familia.

    El ideal cristiano de la mujer casada de la época en el Viejo Continente contemplaba un sometimiento femenino a lo que indicara el hombre, que se encontraba avalado por el pensamiento católico. En la encíclica Arcanum, de 1880, León XIII afirmaba que ella debe estar sometida al marido y obedecerle, no a modo de sierva, sino de compañera, es decir, de tal modo que el sometimiento que ella le presta no se aparte del decoro ni de la dignidad.¹⁰ La idea de compañerismo que se sugiere resulta muy diferente a lo que hoy se pensaría como tal. En ese tiempo se esperaba que la mujer estuviera bajo el dominio del hombre, aunque con ciertas condiciones. Al menos se tenía en cuenta la dignidad de la mujer y no se consideraba como lo óptimo que ella fuera su sierva y que él fuera su amo. Sin embargo, la relación distaba mucho de ser igualitaria.

    Asimismo, el matrimonio era visto como la regla a seguir en cuanto a las relaciones afectivas entre hombres y mujeres. El cortejo, al menos idealmente, debía llevar más tarde a la formalización del vínculo, terminando ambos casados y conviviendo de manera legal. Sin embargo, a fines del siglo XIX y comienzos del XX se hizo cada vez más común entre los jóvenes europeos la convivencia sin formalización del vínculo. Con todo, el ideal de virginidad al momento del matrimonio se mantuvo vigente durante esta época, tanto así que no era extraño encontrar un hombre que rehusara casarse con alguien porque ella había tenido relaciones sexuales con él antes del matrimonio. A pesar de estas nuevas posturas, el matrimonio no perdió la vigencia social y la valoración como la forma en que hombres y mujeres se unían para tener una descendencia y compartir sus vidas. Durante el período el matrimonio siguió manteniendo el monopolio de la cohabitación, de las relaciones sexuales estables y de la procreación…¹¹

    Sin embargo, es importante resaltar la salvedad que se menciona en el caso de las mujeres que pertenecían a la clase baja, quienes no gozaban de los mismos privilegios y no tenían iguales deberes que las esposas de las clases media y alta. De partida, estas mujeres no siempre se casaban, y muchas veces tenían hijos fuera del matrimonio, ya que la consolidación de este vínculo no era parte fundamental de su vida.

    La mujer popular tenía dos misiones principales en su condición de madre y de dueña de casa. La primera era la de traer al mundo y de mantener a los hijos pequeños.¹² En segundo lugar, debía encargarse de mantener a la familia y de atender las labores domésticas En lo económico, muchas mujeres debieron trabajar para ayudar en las finanzas domésticas. Sus principales labores eran como lavanderas o realizando pequeñas operaciones comerciales entre mujeres. Ellas escapaban de la dominación económica que ejercía el hombre sobre las mujeres que no trabajaban y ganaban su propio dinero. En estas ocasiones la mujer conquista[ba] un puesto de ‘ministro de Finanzas’ de la familia, al que procura[ba] asirse con todo empeño. Pero en este sentido es necesario aludir al carácter complementario que adquiría el salario femenino. Si el hombre trabajaba, lo que ella ganaba era visto como una ayuda a las finanzas domésticas y no como la principal fuente de sustento.¹³

    Esta liberación de la mujer a través del dinero no queda absolutamente clara a través de la lectura. Perrot no deja en claro cuántas mujeres se encuentran en esta situación y hasta qué punto pueden disponer de su dinero libremente, sin que el marido se los quite. Por otra parte, este dinero no era para su consumo personal, sino que debía orientarse hacia la familia, ya que ellos eran quienes más lo necesitaban. Es posible que sus salarios no hayan sido tan cuantiosos como para darles una independencia económica tan importante, toda vez que su sueldo fue un complemento de lo que ganaba su marido. En el caso de las mujeres que no tenían un hombre a su lado la situación podía ser diferente.

    Sin embargo, la mujer trabajadora en esa época contrastaba fuertemente con el ideal de familia impuesto por la clase alta, en donde era el hombre el único que podía y debía ganarse el sustento. Así, el trabajo masculino tenía que ser suficiente para mantener a la familia y se consideraba que el lugar de la mujer casada estaba en el hogar y la familia.¹⁴ Sin embargo, vemos que para el caso de las familias trabajadoras londinenses esto no era posible. Si bien se esperaba que los esposos ‘mantuvieran’ a sus familias, todos sabían que en la realidad, normalmente fallarían.¹⁵ Este mismo hecho creó tensiones en las familias, en cuanto el hombre no era capaz de cumplir su rol como sostenedor, ya que necesitaba ayuda de su mujer.

    La evolución de la familia obrera tendió cada vez más a crear núcleos que se alejaban del estereotipo que había predominado con anterioridad y que se mantenía como ideal en las familias con mayores recursos económicos. Cada vez más se perdía el sentido de la familia extendida, siendo ésta reemplazada por una en que no había una gran preocupación por los demás parientes. Así, una vez que los hijos se iban de la casa, ya fuera porque se casaban o antes, dejaban atrás a sus padres y a otros parientes (…) sin sentirse obligados a cuidar de ellos.¹⁶ El concepto de familia nuclear comenzó a primar entre las personas del bajo pueblo.

    Así, comprobamos que en el ideal de las clases medias y altas, las parejas europeas a comienzos del siglo XX estaban marcadas por una clara dominación masculina. El hombre controlaba el dinero, la educación de los hijos y además exigía obediencia y fidelidad de su mujer, quien se encontraba sometida a su marido. Sin embargo, se enfatizaba que tal sujeción se basaba en el compañerismo, en donde debía primar el amor y la comprensión.

    En cuanto a la situación económica, aun cuando muchas mujeres trabajaran, el sustento del hogar seguía siendo visto como una tarea propia del hombre. Los salarios femeninos, al ser complementarios al ingreso masculino principal, relegaban a la mujer a un nivel secundario en las finanzas domésticas. En este sentido, la mayoría de las mujeres era económicamente dependiente –aunque los grados de dependencia variaban según si trabajara o no– del hombre de la casa.

    La familia chilena a comienzos del siglo XX

    Para Chile, la situación familiar difiere en algunos puntos y en otros continúa con lo mostrado para el caso europeo. Dado que la evidencia muestra que la violencia ocurría en parejas de todos los estratos sociales, resulta necesario analizar los estilos de vida de cada uno de estos grupos para comprender el contexto en que se dieron.

    El matrimonio para las clases altas tenía como principio fundamental el compañerismo. Esto se ve reflejado en el rol complementario que adoptaría la mujer, por ejemplo en la educación de los hijos. Una mujer instruida podía hacer el trabajo educativo del padre un poco más fácil, contribuyendo a la formación de los pequeños.Aquí vemos, al igual que en la familia europea, que la mujer no realiza esta tarea sola. Únicamente se esperaba que ella ayudara, ya que no se la consideraba apta como para tomar la educación infantil por sí misma.¹⁷

    A fines del siglo XIX y comienzos del XX la alta sociedad chilena tendió a destacar ciertas características de la mujer que parecían ser las más importantes. Fue el caso de la maternidad, que era vista como "el rasgo constitutivo de la

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