Usted tiene formación jurídica y en ciencias políticas; pero el premio que le acaban de conceder es sobre criminología. ¿Qué tan importante es el campo de estudio del Derecho en su trabajo?
Ha sido muy importante en diversos sentidos. Uno de ellos es que, gracias a que estudié Derecho, hice algunas defensorías pro bono en México1 que me permitieron entender cómo funcionaban, por decirlo de alguna manera, las tripas del sistema de impartición de justicia penal, que en realidad es un sistema inquisitorio. Observé directamente cómo las audiencias, en las que el juez nunca estaba presente, operaban gracias a las secretarias de los juzgados y los ministerios públicos. Para mí fue evidente que había que cambiar las instituciones, aunque no jugué un papel en la reforma de 2008 (a pesar de que algunos medios me la han adjudicado erróneamente). La ciencia política me brindó instrumentos para realizar análisis, como complejas formas de estadística, para estudiar estas instituciones de maneras en las que, desde la abogacía, no hubiera podido hacerlo.
A mí me preocupan los derechos humanos. Con el estallido de la violencia que se produjo en México a partir de 2006, me he dedicado a tratar de comprender, desde varios aspectos, la violencia y las respuestas que el Estado le da. Esto me llevó a las favelas en Brasil. Mi metodología es multidisciplinaria. Entre otras, uso técnicas de estadística; ser abogada me orilló a fijarme en la impartición de justicia desde mi formación en ciencia política. Esto es algo que no se hace con frecuencia y que, me parece, es de suma importancia para entender la calidad de nuestras democracias, el papel de la ciudadanía y los retos que tenemos que resolver en materia