La letra mata
Por Víctor Ilich
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Carlos Aránguiz Zúñiga
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La letra mata - Víctor Ilich
Víctor Ilich
La letra mata
© Copyright 2013, by Víctor Ilich
Primera edición digital: Febrero 2015
Colección Poeta Carmen Berenguer
Director: Máximo G. Sáez
editorial@magoeditores.cl
www.magoeditores.cl
Registro de Propiedad Intelectual Nº 224.571
ISBN: 978-956-317-196-9
Diseño y diagramación: Catalina Silva R.
Imagen de portada: Marcelo Uribe L’ amour
Lectura y revisión: María Jesús Blanche S.
Edición electrónica: Sergio Cruz
Derechos Reservados
In memoriam
Iván Ilich
Víctor Ilich abre un puente
Lunes, 9 de la mañana. En el tribunal, esperan ya en sus escritorios los abogados y sus papeles, mientras en su silla el acusado enfrenta su destino. Entran los jueces, de pie todos, saludo, comienza el juicio oral. Cuántas cosas se dirán en la sesión, y cuántas otras quedarán sin pronunciarse, marginadas para siempre de aquel momento. Habrá debate, testimonios y preguntas, se darán argumentos de uno y otro lado, vendrán solicitudes y objeciones. Y al final la decisión. Los ojos puestos en los jueces esperarán que se pronuncie su sentencia. El futuro de al menos una vida está en juego. Todos esperan justicia. Pocos saben qué es eso, o qué dice para este caso. ¿Acaso los jueces sí?
La letra mata, escrita tal cual está, pero cuando se pronuncia, mata más fuerte. Mientras se calla, hay esperanza, ansiedad. Una vez pronunciada libera su significado, consumando o consumiendo las expectativas del que la esperaba. En un juicio, demandante o demandado, acusado o víctima, fiscal o defensor, alguien tiene que ganar. Alguien podrá sentirse victorioso, aunque no siempre ello dará gloria. La victoria de la culpabilidad del asesino, por ejemplo, no devolverá la víctima a su familia, ni la absolución del inocente le devolverá el tiempo que estuvo preso ni la angustia que vivió. Emociones y anhelos desbordan a quienes se enfrentan a la Justicia. Tanto a la institución como al ideal valórico que representa.
El escenario que así surge es la oportunidad que muy bien crea y aprovecha Víctor Ilich en estos versos. Desde la vereda del poeta clama por justicia, la ordena, la interpreta, la cuestiona; también la reparte y otorga a su antojo e incluso la reglamenta a su medida. Muchas veces se dirige al juez –¿o es a Dios?– con una desmesurada aspiración, sometiendo a su juicio esto y aquello, requiriéndole sin tapujos, y hasta se encarga de recordarle que no se apure en empuñar la espada que otra hoja lo puede esperar a la vuelta de la esquina para caer en su empatía, verso que me resultó genial. Así también hace con otros conceptos jurídicos. Aprovechando sus conocimientos y experiencia de jurista toma ese lenguaje jurídico, preciso, técnico, a veces árido para el lector lego, y, con habilidad, sensibilidad y humor, gracias a su genio e ingenio particular, lo transforma, lo cuestiona, lo alaba y lo ridiculiza, lo emplea e instrumentaliza. Nos entrega así una obra novedosa, nos invita a un juego divertido, apasionado, melancólico a veces, reflexivo también, en que habla ya sea con la sabiduría de la historia o con la desesperación del condenado. Evocando Punta de Lobos, la soledad de un cuarto vacío o el estrado de un tribunal, nos desafía e incita como un Dalí cambiando de lugar un seno por un reloj, o un Botero inflando un caballo: su poesía otorga una perspectiva surrealista que revoluciona un mundo tan reglado y ordenado como el jurídico, aunque con tantas posibilidades en el lenguaje y en la experiencia, y lo explota