Ave María
Por Lorenzo Orellana
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Ave María - Lorenzo Orellana
La colección Emaús ofrece libros de lectura
asequible para ayudar a vivir el camino cristiano en el momento actual.
Por eso lleva el nombre de aquella aldea hacia la que se dirigían dos discípulos desesperanzados cuando se encontraron con Jesús,
que se puso a caminar junto a ellos,
y les hizo entender y vivir
la novedad de su Evangelio.
Lorenzo Orellana Hurtado
Ave María
Colección Emaús 157
Centre de Pastoral Litúrgica
Director de la colección Emaús: Mercè Solé
Diseño de la cubierta: Mercè Solé
© Edita: CENTRE DE PASTORAL LITÚRGICA
Nàpols 346, 1 – 08025 Barcelona
Tel. (+34) 933 022 235
cpl@cpl.es – www.cpl.es
Primera edición digital: junio de 2019
ISBN: 978-84-9165-227-4
Printed in UE
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
Los llenaré de júbilo en mi casa de oración (Isaías 56,7)
Dedicatoria:
A mis padres,
Diego y Rosario,
que me enseñaron a rezar
El hombre necesita de la oración para permanecer sano espiritualmente. Sin embargo, la oración solo puede brotar de una fe viviente. Pero la fe –y con esto se cierra el círculo– solo puede ser viviente si se ora. La oración no es una actividad que pueda ejercitarse o abandonarse sin que la fe sea por ello afectada. La oración es la expresión más elemental de la fe, el contacto personal con Dios, al que fundamentalmente está enderezada la fe. Es posible que la oración deje de fluir durante algún tiempo sin que la fe se atrofie, pero a la larga es imposible creer sin orar, así como no se puede vivir sin respirar.
(Romano Guardini, Introducción a la vida de oración, San Sebastián: Lumen 1987, p. 21)
Prólogo
Una talla de la Anunciación con la Virgen y el Arcángel frente a frente, preside el presbiterio de la parroquia de San Gabriel, en Málaga. Cada vez que llego al templo, rezo ante Nuestra Señora un Avemaría. Y esta costumbre ha hecho que me pregunte: ¿No podría hacer algo para que, los que así oramos, contemplemos un poco mejor cuanto decimos? Aprender a contemplar es muy importante en la vida e indispensable para la oración. Atahualpa Yupanqui nos recuerda:
Solo está lejos
lo que no sabemos mirar.
Por otro lado, un médico de Melilla, tras leer el Padrenuestro, resumen de todo el evangelio, me escribió una carta que concluía así:
Es el libro que, de nuevo, me está enseñando a rezar… Lo tengo en mi mesa de despacho con mis otras cosas entrañables. Muchas gracias. No sé si lo habrá escrito, pero si no lo ha hecho le sugiero uno sobre la Madre de Dios.
El deseo que me suscitó el rezo de las Avemarías, y la sugerencia de don Antonio García Castillo, me han llevado a escribir el presente libro.
Ojalá estas páginas nos ayuden a crecer en la fidelidad filial a María, que es la verdadera, pues nos conduce a vivir de nuevo la vida de Jesús de Nazaret
, como decía, Marie-Étienne Vayssière.
Pablo VI nos dejó dicho en Marialis cultus:
El culto mariano se inserta en el cauce del único culto que justa y merecidamente se llama cristiano.
Capítulo I La oración
Al Avemaría le ocurre como al Padrenuestro: mientras más profundizamos en ella, más se enriquece nuestra relación con la Virgen y mejor oramos. Sus frases están traspasadas por el don de Dios.¹
1 No olvidemos que hay palabras habladas
y palabras hablantes
. Las palabras habladas son aquellas que utilizamos como si fuesen kleenex, que solo sirven para usar y tirar; y las palabras hablantes, son aquellas que tienen peso, sabor, color y aliento. Son palabras que suscitan en nosotros vida y encuentro. Mientras que las otras se parecen a la semilla a la vera del camino, que llegan los pájaros y se las comen.
El Avemaría tiene dos grandes partes: Dios te salve María…
y Santa María…
. La primera brota de la Sagrada Escritura y la segunda de la fe de la Iglesia. Y cada una puede dividirse en otras dos. El Dios te salve
arranca con el saludo de Gabriel, por un lado, y las palabras de Isabel, por el otro. Y en el Santa María
, tras confesar la santidad y maternidad de la Virgen, se le ruega que interceda por nosotros pecadores.
Por lo que dedicaré un capítulo a cada una de estas cuatro partes, a las que añadiré un quinto sobre el amén final, y cerraré el escrito con un breve epílogo.
Ave María
Arrancamos el Avemaría con unas palabras tomadas del evangelio de san Lucas. Cuando uno abre este evangelio descubre que, tras el breve prólogo inicial, se encuentra el Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista y a continuación el Anuncio del nacimiento de Jesús. Con lo que el evangelio parece invitarnos a poner en paralelo las dos anunciaciones. Si le hacemos caso, nos encontramos ante dos etapas de una misma obra, introducidas por esta frase: En los días de Herodes, rey de Judea
. Frase que recuerda el momento socio-político de aquel tiempo: Judea bajo el reinado de Herodes
. Tiempo difícil y situación peligrosa. Tanto, que Herodes I (el Grande) nombrado rey de Judea por decreto del senado romano, el 37 a.C., no fue bien acogido por el pueblo, al que se impuso por medio del terror. Cuenta Flavio Josefo que este rey se caracterizó por su inhumanidad, su voluntad de poder y su descontrol moral, hasta el punto de ser un hombre poseído del delirio de persecución y de poder, un asesino indiscriminadamente cruel, incluso de tres de sus hijos.²
2 Cf. Ignacio
Camacho Nazabal
sj. Cristología, Santander: Sal Terrae, 2014, p. 234.
Tras la muerte de Herodes, el panorama no mejoró. Es cierto que el emperador Augusto restauró las instituciones tradicionales que Herodes había suprimido: el Sanedrín recobró su jurisdicción y el sumo sacerdote volvió a tener influencia en la vida política, pero la confiscación de tierras creció de tal forma, que la situación económica llegó a ser de subsistencia.
En semejante ambiente vivieron: Isabel, María, Juan el Bautista y Jesús.
A continuación, el evangelio presenta los primeros protagonistas:
Había un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel.³
3 Lluc 1,5ss.
Había un sacerdote
. Los miembros de la clase sacerdotal contraían matrimonio con hijas de una familia sacerdotal. Y esto era lo que había hecho Zacarías al desposarse con una joven de la familia de Aarón, cuyo nombre era Isabel.
Y el evangelista completa el cuadro destacando los méritos personales de la pareja:
Eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y las leyes del Señor. No tenían hijos porque Isabel era estéril, y los dos de edad avanzada.
El retrato, que señala la rectitud moral de los protagonistas no sirve de garantía ante el sufrimiento, pues subraya: no tenían hijos
, cosa que en aquel tiempo se achacaba al designio divino y hasta podía ser motivo de divorcio.
Pero Dios actúa a su manera, y por ello: Una vez que le tocó en suerte entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso…
.
Zacarías había sido designado por la suerte, cosa que solía acontecer una vez en la vida. Y al ofrecer el incienso en el altar de los perfumes, delante del Santo de los Santos, se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar
.
Para el culto judío, el ángel se aparece en el lugar más idóneo: en el templo y rodeado de toda la