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El Relato Divino
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Libro electrónico542 páginas7 horas

El Relato Divino

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 ¿Qué tan bien conoce usted el relato divino?

Para cuando un cristiano llega a ser un adulto joven, es probable que conozca bien casi todo relato importante de la Biblia, pero no por haberlos estudiado en cualquier orden en particular. Pídale a cualquier participante típico de estudios bíblicos que ordene cronológicamente ciertos personajes y eventos, y los resultados serán evidentes.

El relato divino examina atentamente la Biblia, desde su inicio en el Génesis hasta su conclusión en el Apocalipsis. Preben Vang y Terry G. Carter, experimentados profesores universitarios, al abordar la Biblia como un relato que fluye con un propósito específico, destacan la coherencia del texto, refuerzan las enseñanzas bíblicas más importantes y desarrollan la capacidad del lector para compartir eficazmente el relato divino con los demás.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 oct 2012
ISBN9781433679483
El Relato Divino
Autor

Preben Vang

Preben Vang (PhD, Southwestern Baptist Theological Seminary) is professor of Christian Scriptures and director of the professional doctoral program in ministry at Baylor University’s George W. Truett Theological Seminary in Waco Texas.  

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    El Relato Divino - Preben Vang

    premisas.

    ACTO 1

    Comienza la historia

    Todas las historias tienen un comienzo, y el relato bíblico no es una excepción. El principio, en Génesis 1–2, inicia la respuesta bíblica a las preguntas sobre quiénes somos y dónde estamos. En otras palabras, ¿cuál es el origen de todo lo que existe? Las culturas antiguas intentaron responder. Por ejemplo, los babilonios escribieron un relato sobre los orígenes llamado Enuma Elish . Según este mito, basado en una religión politeísta, la creación fue resultado de la unión sexual entre deidades y pícaros dioses. ¹ En contraste, la historia bíblica se centra en un Dios verdadero que crea por Su voluntad soberana. A partir de ese momento, todos los sucesos se originan en Dios. ¿Qué encontramos en la historia bíblica de los orígenes?

    Dios crea ex nihilo

    El relato bíblico narra cómo se originó todo lo que nos rodea (la luz, la oscuridad, la Tierra, el cielo, el agua, el suelo, los peces, los perros, los gatos, nosotros), pero no describe cómo se originó su protagonista: Dios. La Biblia simplemente da por descontada Su existencia. «En el principio Dios» (Gén. 1:1, NBLH). Él simplemente existía: era el único ser que ya existía. Esto nos lleva a una extraordinaria conclusión: si Dios era lo único que existía en el momento de la creación, debió crear todo de la nada. Los teólogos hablan de una creación «ex nihilo».² Dios simplemente habló o pronunció las cosas y las hizo existir. Entonces, ¿dónde estamos? Nos encontramos en un mundo creado enteramente por Dios. Esa es la explicación bíblica del principio de la vida y del mundo. La historia de Dios se centra en Él mismo, quien por Su naturaleza y poder, con Su palabra creó todo lo que existe.

    ¿Qué significa eso para nosotros? En primer lugar, todas las cosas, así como las personas, deben su existencia y la continuidad de su vida a Dios. Esto significa que el Creador es poderoso, rebasa nuestra imaginación. No necesita de nada salvo de Él mismo para crear. Creó todo a partir de Sus propios recursos y voluntad, y todo le pertenece por completo. Él cuida el mundo creado e interviene en él. Con Su palabra creó todas las cosas que existen; se relaciona con la creación, la sostiene y la gobierna.

    La Creación

    Según la Biblia, el proceso divino de la creación siguió un patrón establecido. En lo que Génesis llama seis días,³ Dios llevó a cabo Su plan. El relato nos informa que en el primer día, creó la luz donde había tinieblas. Separó la luz de las tinieblas. «Y vio Dios que la luz era buena» (Gén. 1:4). Al segundo día, continuó Su obra y con Su palabra creó la expansión (el firmamento o los cielos). El cielo separó la Tierra de todas las demás entidades del universo. Nuevamente, Dios declaró que Su creación era buena. Al tercer día, creó las extensiones de agua, las superficies secas y la vegetación. «Y vio Dios que era bueno». En el cuarto día creó el sol, la luna, las estaciones y los días. «Y vio Dios que era bueno». Luego creó los peces para vivir en los mares y las aves para llenar los cielos, cada uno según su especie, en el quinto día. «Y vio Dios que era bueno». Llegado el sexto día, creó los animales según su especie y, finalmente, la obra cumbre de la creación: el ser humano. «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree [...]. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gén. 1:26-27). Bendijo al hombre y a la mujer (la humanidad) y les encomendó la misión de llenar la tierra y dominar sobre las demás criaturas. Los puso en el jardín, para que vivieran allí y se alimentaran de las plantas. «Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera». El Señor descansó el séptimo día, después de afirmar que Su obra era buena. Esta descripción corresponde a la primera parte del relato de la creación y la encontramos en Génesis 1:1–2:3.

    La obra cumbre de la creación

    Génesis 2:3-25 se concentra en una explicación más detallada de los orígenes del ser humano. Dios formó al primer hombre, llamado Adán, del polvo y «y sopló en su nariz el aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente» (Gén. 2:7). Puso al hombre en un jardín al oriente, con árboles que daban frutos y que eran agradables a la vista. En medio del huerto había dos árboles excepcionales, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. El Señor le explicó a Adán que podía comer de cualquier árbol excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Si llegaba a comer de él, moriría. Aunque Adán hablaba con Dios y cuidada el huerto, era la única criatura humana. No había nada en todo el orden creado que se correspondiera con el hombre, como sucedía con los animales. Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él» (Gén. 2:18). Idónea significa «adecuada o correspondiente». Implica que la mujer sería complementaria, igual y «aun capaz de contestarle y cuestionarlo».⁴ ¿Cómo creó a esta mujer? Hizo caer a Adán en un sueño profundo y, de una de sus costillas, formó a la primera mujer, Eva. Como compañeros iguales en humanidad, les ordenó que fueran fecundos y que se multiplicaran. El Señor estableció así la primera unidad social de la creación, la familia. Juntos, Adán y Eva servían a Dios y dialogaban con Él todos los días en el jardín.

    Este relato de la creación de Adán y Eva muestra que todos los seres humanos sobre la tierra están vinculados con estas dos criaturas humanas originales. Dios se vinculó con ellos y los creó, varón y hembra, para establecer relaciones. Los seres humanos forman familias y son una familia en un sentido más amplio. Con la creación de Eva comenzó la primera relación matrimonial y se formó la primera familia: la estructura básica de la sociedad. «Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gén. 2:23-24).

    La mujer se convirtió en la ayuda idónea del hombre, en su compañera. Compartía con él la responsabilidad de llenar la tierra y gobernar la creación. La sabiduría de Dios reconoció que dos eran mejor que uno, porque se podían ayudar y relacionarse entre sí (Ecl. 4:7-9). Esta primera pareja se multiplicó y al final sus descendientes llenaron la tierra. De una familia se hicieron nación, y de una nación, naciones.

    La imagen de Dios

    ¿Quiénes son estas criaturas humanas? ¿Por qué eran tan excepcionales y diferentes del resto de los animales creados? Algunos postulan que son simplemente animales más evolucionados, pero el relato declara otra cosa. «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (Gén. 1:26). Dios creó a los seres humanos a imagen de Dios, conforme a Su semejanza. ¿Qué podría significar esto? Evidentemente, no se refiere solo a las características físicas, ¿o sí? Juan Calvino argumentaba que «en el cuerpo del hombre brillan destellos de la imagen de Dios».⁵ Sin embargo, más adelante la historia bíblica afirma claramente que Dios es Espíritu. Algunos eruditos bíblicos distinguen entre «imagen» y «semejanza». Semejanza indica que el hombre no es idéntico a Dios, sino que lo refleja. Hay diversas interpretaciones sobre el significado de la imagen de Dios. ¿Qué sabemos sobre el uso bíblico de imagen y semejanza para describir a la especie humana en el orden creado? Primero, la humanidad funciona como administradora de la creación, la escogida por Dios para ejercer este dominio. Segundo, los seres humanos tienen una relación filial con Dios, son parte de Su familia y, por lo tanto, tienen un aire de familia. Tercero, los seres humanos tienen una dignidad y un valor ligados a su relación excepcional con Dios.⁶

    ¿Significa algo más la imagen de Dios? Desde un punto de vista más práctico, hay quienes entienden que la imagen está relacionada con las aptitudes propias de los humanos. Razonamos mejor que los demás animales, o somos más inteligentes. Sin duda que estas observaciones son ciertas, pero se trata más de una cuestión de grado que de una característica exclusiva. Imagen tal vez se refiera a la capacidad de diferenciar el bien del mal (la conciencia), mientras que los animales se comportan solo por instinto. Sin embargo, quizás sea posible encontrar una respuesta práctica: de todas las criaturas creadas por Dios, solo los seres humanos anduvieron con Él en el jardín y conversaron con Él. Se relacionaron personalmente con el Señor. Tal vez la mejor manera de entender la imagen de Dios sea esta posibilidad de cultivar una relación personal con Él. El Señor sopló aliento en la nariz del hombre, y este se convirtió en un ser viviente. Dotó a los seres humanos con un espíritu para que pudieran relacionarse con Él, que también es Espíritu. Podemos conocerlo, comunicarnos con Él, alabarlo y servirle. Es posible que la razón y la inteligencia extra que poseemos refuercen esa capacidad. Aquí encontramos también parte del propósito de la creación de Dios: la posibilidad de relación con el Creador. No entender esto podría llevarnos a no comprender para qué fuimos creados.

    «El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos» (Hech. 17:24-28).

    ¿Qué más incluye este concepto de imagen? Si fuimos creados a imagen de un Dios libre, nosotros también tenemos libertad para elegir. ¿Es posible una verdadera relación sin libre albedrío? Puesto que Dios es un agente libre que decide crear y relacionarse con Su creación, los seres humanos son también agentes libres que pueden elegir. No somos marionetas que solo hacen lo que el Creador les indica. Esta verdad será evidente en el siguiente episodio de la historia. Los seres humanos pueden elegir a Dios y relacionarse con Él, o pueden optar por rechazarlo. Fuimos creados a Su imagen y somos libres. Esto es la humanidad.

    El dominio

    La cualidad especial de los seres humanos es evidente una vez más en la historia. «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra» (Gén. 1:28). Como obra cumbre de la creación divina, recibimos autoridad para dominar el resto de la creación. ¿Cómo entendemos la idea de señorío o dominio? Si estudiamos el historial humano de los últimos milenios, parecería que podemos disponer libremente de todo lo que encontramos en la creación. Como resultado, la humanidad ha abusado de la creación de Dios: ha agotado los recursos naturales, depredado, explotado, aun a sus congéneres. Nuestra idea de dominio a veces se asemeja al desenfreno.

    ¿Qué significa ejercer el dominio? Hay algunas preguntas que tal vez nos ayuden a dilucidar el significado de esta idea. ¿Quién es el Creador? ¿A quién pertenece la creación? Según el relato bíblico, la respuesta es Dios. El dominio no puede significar el derecho de hacer lo que se nos antoje con todo lo que encontramos en la tierra. Al contrario, señorear sobre lo creado exige que procuremos lo mejor para la creación de Dios y que deseemos agradarle siempre con el uso que le damos. Sugiere que tengamos constantemente presente que todo lo que existe pertenece al Creador; nosotros somos meros administradores. Quizás la mejor manera de entender el dominio sea la palabra mayordomía, que implica administrar las cosas que pertenecen al Señor en beneficio de Él y según Su voluntad. El dominio es más responsabilidad que privilegio. Quizás convenga repasar con frecuencia cómo empezó esta historia, para recordar nuestro papel como administradores y siervos del Creador. Entonces, ¿quiénes son los seres humanos? Son criaturas creadas a imagen y semejanza del Dios Creador que ejerce Su dominio sobre toda Su creación.

    La secuencia de la creación

    ¿Qué importancia tiene la secuencia de la creación? ¿Qué nos enseña? Por supuesto, hay varias opiniones. Algunos ven un orden creativo diseñado para sostener cada cosa creada sucesivamente. Los peces no aparecen antes que el agua; las plantas preceden a los animales, las aves y los humanos. Otros postulan un concepto denominado «creación continua», según el cual Dios todavía crea. «Dios es quien da origen a todas las cosas y la única causa de todos los efectos naturales en cada momento sucesivo. Este sostén o preservación es realmente una creación continua».⁷ En otras palabras, Dios creó y aún crea todo lo necesario para preservar o sostener la creación. G. J. Wenham incluso plantea una idea análoga en la secuencia, al observar que hay una correspondencia entre los primeros tres días de la creación y los siguientes tres: el primer día con el cuarto (la luz con los astros), el segundo día con el quinto (el cielo con las aves), y el tercer día con el sexto (los mares y la tierra con los animales y los humanos);⁸ aunque podría ser simplemente un recurso narrativo. Sin bien tal vez nunca lleguemos a conocer la significación de la secuencia, es claro que Dios obró conforme a Su plan.

    Una manera más actualizada de entender la creación es la que propugna un movimiento llamado diseño inteligente. No se centra explícitamente en Dios como el Creador, pero argumenta que el orden creado y todos los seres vivos manifiestan características que indican que fueron creados o resultaron de una causa inteligente. Esta concepción insiste en que la materia y las criaturas no se constituyeron naturalmente, sino que hubo una causa inteligente que las combinó. La creación propiamente dicha, y tal vez el orden en que se produjo, refleja un diseño inteligente. Es el viejo argumento de que un diseño debe tener un diseñador. Por supuesto, los cristianos que proponen la explicación del diseño inteligente concluyen que el diseñador es el Dios de la creación tal como lo encontramos en el relato bíblico.

    ¿Cuánto tiempo llevó la creación?

    Del relato bíblico, sabemos que Dios creó todo en seis días y que descansó el séptimo, pero muchos han cuestionado qué se entiende por un día. Para muchas personas, es un problema sumamente importante. ¿Dónde radica la confusión? Parte proviene de la palabra hebrea yom, casi siempre traducida «día». Puede significar las horas de luz en el día, un período de 24 horas, un lapso de duración no especificada e incluso una generación. En consecuencia, este relato admite diversas interpretaciones. Algunos entienden que significa seis días de 24 horas, como solemos entender los días. Otros recuerdan que un día puede ser miles de años y que, por lo tanto, el proceso fue más extenso de lo que tradicionalmente se creyó. Hay quienes incluso creen que un día se refiere a cómo Moisés, el autor humano que recibió el relato de la creación de Dios, obtuvo la información. Por ejemplo, conforme a esta teoría de los «días de la revelación», recibió la información sobre la creación de los animales y los seres humanos al sexto día, cuando Dios le habló, y así lo consignó.¹⁰ Es evidente que estas teorías son debatibles. Dios pudo haber obrado tan rápido o tan lento como quisiera. A pesar de las diversas opiniones, el asunto más importante es la verdad teológica de que Dios creó. La intención del relato bíblico fue revelar a todo el mundo que el Señor creó todo lo que existe.

    ¿Qué método se empleó en la creación?

    El factor temporal plantea otras preguntas al relato. Quienes sostienen que el proceso insumió más de siete días literales se preguntan si pudo haber sucedido de otra manera a la indicada por el relato bíblico. ¿Cómo creó Dios? ¿Creó Dios? El relato bíblico simplemente afirma que Dios habló y la luz, los cielos y los animales comenzaron a existir. Sin embargo, hay diversas opiniones sobre lo que esto significa. Por supuesto, muchos cristianos simplemente interpretan el relato bíblico literalmente y creen que la creación sucedió cuando Dios quiso y la declaró.

    Otros opinan que la temporalidad (la ciencia cree que el mundo tiene millones de años) y la aparente complejidad de la creación requiere otras explicaciones. Algunos prescinden por completo de Dios, y en esencia, anulan el relato bíblico. Este movimiento comenzó cuando Charles Darwin publicó El origen de las especies en 1859, e introdujo la idea de que las especies como entidades no son inmutables, como se suponía mayoritariamente. Darwin propuso la hipótesis de «descendencia con mutación», que finalmente para muchos significó que los animales estaban sujetos a un proceso evolutivo. Las teorías neodarwinianas sostienen que las nuevas especies se generan mediante este proceso. Las formas de vida más simples evolucionan y se transforman en formas más complejas. En ese sentido, Dios no interviene. Todo sucede naturalmente cuando están dadas las condiciones ambientales y los elementos eventualmente se combinan. La idea se centra en la coincidencia de todos los elementos necesarios para que la vida comience y evolucione.

    ¿Qué se puede decir de esta teoría de la evolución? La mayoría estaría de acuerdo con la posibilidad de mutaciones que permiten que las formas de vida se adapten a su medio ambiente (tamaño, color, resistencia a las enfermedades). Esto se conoce como microevolución.¹¹ Sin embargo, la variabilidad de una especie en otra, o macroevolución, plantea problemas para quienes aceptan el relato bíblico. La evolución como explicación primaria sobre los orígenes del mundo no está exenta de obstáculos. Primero, ¿cómo surgió la primera forma de vida? Argumentar que se debió a un comienzo casi accidental, cuando se dio la justa combinación de materia y medio, parecería más difícil de aceptar que la creación de Dios. En realidad, esto no ha podido ser reproducido en un laboratorio hasta el día de hoy, ni siquiera con los elementos necesarios. Segundo, ¿hay alguna evidencia para probar el desarrollo de una especie en otra, o de formas inferiores a formas superiores? No existe evidencia clara de dicho fenómeno. Los científicos todavía están buscando el eslabón perdido que demostraría dicho proceso. Por lo tanto, si tomamos en cuenta estas dos objeciones, una explicación puramente evolutiva supone problemas de credibilidad.

    Pero ¿cómo explicar la creencia sostenida por muchos (aun por cristianos) de que el mundo tiene quizás millones de años? Algunos cristianos entienden que la evolución es el método que Dios usó para crear. Esta teoría de la evolución teísta propone que Él es el poder que dio origen a la primera forma de vida (con los elementos necesarios y el medio propicio) y que permite el cambio gradual de formas de vida simples a formas más complejas (Dios inventó el salto de especie en especie). Esto significa que Dios creó todas las cosas mediante el método de la evolución. La principal objeción a este concepto es que, según el relato bíblico, el Señor habló y dio origen a las cosas.

    ¿En qué deberíamos concentrarnos cuando leemos el relato bíblico de la creación? ¿En su duración? ¿En el método? ¿Qué quería enseñarnos Dios en esta historia? Ni el método de la creación ni la duración parecen ser el sentido principal del relato bíblico. ¿Cuál es el propósito principal? Es revelar que Dios creó todo lo que existe, y también a la raza humana. Él creó todo de la nada, lo sostiene, tiene un plan y es el protagonista de la historia. No se trata de una descripción científica, sino de un relato teológico. «En el principio Dios». La explicación bíblica de la existencia de todo lo que existe descansa en Dios y en su extraordinario poder para producir la existencia con Su palabra.

    El significado en la historia

    El relato de la creación es el primer capítulo en la historia de un Dios que se relaciona con Sus criaturas, y configura el escenario para el resto del relato bíblico. El Señor se revela como el Creador y el Soberano de todo lo que existe, Él domina sobre todas las cosas. Lo vemos como el Dios creador que desea relacionarse con la creación. Interviene y dialoga con Adán y Eva, y ellos lo conocen personalmente. El principio nos da algunas pistas sobre cómo debería continuar esta historia: la relación de Dios el Creador con Su obra cumbre, el hombre y la mujer.

    El relato también define a los seres humanos como criaturas especiales: creadas a imagen de Dios. Poseen la capacidad de elegir, y tienen un espíritu que les permite tener una íntima comunión con Dios, que es Espíritu. Dios es independiente, pero no se separa de ellos. Es el Dios eterno; ellos son criaturas finitas. Él es poderoso, creó de la nada todo lo que existe; los seres humanos son sus administradores, con autoridad para ejercer el dominio y ser responsables de la creación. Lo sirven porque Él es su Dios. El jardín que hizo para Su creación es como debería ser el mundo: Dios y Su creación en armonía y en comunión. ¿Seguirá así de bien esta historia? El siguiente acto revelará la respuesta a esta pregunta.

    Preguntas de estudio

    1. ¿Qué crea Dios y cómo lo crea?

    2. ¿Qué significa haber sido creados a «imagen de Dios»?

    3. ¿Qué implica en la práctica la idea de ejercer el dominio en el mundo de hoy?

    4. ¿Qué vínculo hay entre el hombre y la mujer, y cuáles son sus funciones?

    ACTO 2

    Los seres humanos rechazan el plan de Dios

    Todo está en su debido lugar y Dios declaró que Su creación es buena. El Señor se paseaba todos los días en el jardín y conversaba directamente con Adán y Eva. Y entonces, ocurrió la primera crisis de la historia: sacudió la creación e influyó en los acontecimientos futuros. Según Génesis 3, Adán y Eva se encontraron con una serpiente que los tentó para que desobedecieran a Dios. Cuando la serpiente terminó su trabajo con Adán y Eva y ellos decidieron desobedecer al Creador, todo y todos los hechos subsiguientes sufrieron las consecuencias de aquella fatídica decisión. ¿Qué fue lo que hicieron Adán, Eva y la serpiente? La historia continúa.

    La tentación y el pecado

    Esta parte del relato bíblico comienza con una de las criaturas de Dios, una serpiente, a la que el texto describe como astuta. Aunque estaba subordinada a Adán y Eva, sembró dudas en sus mentes y los hizo desconfiar de su Creador. Más adelante, la historia vinculará la serpiente con Satanás, al que se describe como engañador y enemigo de Dios. Este se introdujo en la criatura o simplemente la usó para tentar a Eva. Satanás escogió la serpiente debido a su astucia. La severa condenación de la serpiente por el papel cumplido en este engaño y tentación recaerá en Satanás (Rom. 16:20; Apoc. 12:9; 20:2).

    Según el relato bíblico, la serpiente tentó a Eva. Se propuso hacerla comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, que Dios había prohibido comer, y se valió de varios métodos para conseguir su propósito. Engañó a Eva haciéndola creer que el Señor no había querido decir lo que dijo sobre el árbol. Le mintió al afirmar que no moriría si comía del fruto. Le aseguró que Dios nunca haría tal cosa. Para dar una imagen falsa de Dios, primero le recordó a Eva lo que Él había dicho, pero exageró: «No comerán de ningún árbol del huerto» (Gén. 3:1, NBLH). Satanás sembró la semilla de la duda en el corazón de la mujer al explicarle por qué se les había prohibido comer de ese árbol en particular: el fruto haría que Eva fuera como Dios. Conocería el bien y el mal. Presentó a Dios como un ser egoísta que acaparaba todo el poder y el conocimiento para sí mismo. Según la serpiente, Dios le mintió a Eva y la engañó para preservar sus prerrogativas. Para conseguir tentar a la mujer, recurrió a todo tipo de engaño y artimañas. La llevó a cuestionarse todo lo que Dios había ordenado.

    ¿Cómo pudo corromper de tal manera a un ser humano? La serpiente utilizó el arma más efectiva: los propios deseos de Eva. Esta sugerencia, la posibilidad de ser como Dios, conocer el bien y el mal y ser más de lo que ella era (a pesar de ser la obra cumbre de la creación), le resultó atractiva. Ella lo deseaba. La serpiente se aprovechó de ese deseo. Vemos aquí algunas características de la naturaleza de la tentación. En el Nuevo Testamento, Santiago la describe: «Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte» (Sant. 1:14-15). La tentación de Eva comenzó con el deseo de ser más de lo que era, de ser como Dios. La serpiente aprovechó al máximo ese deseo y la tentó para que hiciera lo que expresamente tenía prohibido. Debido a ese deseo humano, la tentación es parte de la vida. Aunque en sí misma no es pecado, puede hacernos pecar. Eva no pecó al tentarse; el pecado nació cuando ella cedió a su deseo y permitió que la tentación la arrastrara a hacer lo que Dios había prohibido. El relato bíblico es claro: en el caso de Eva, la tentación se convirtió en

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