Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El Cordero y el León: Una introducción al Nuevo Testamento
El Cordero y el León: Una introducción al Nuevo Testamento
El Cordero y el León: Una introducción al Nuevo Testamento
Libro electrónico980 páginas14 horas

El Cordero y el León: Una introducción al Nuevo Testamento

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Atractivo y accesible, El Cordero y el León es un recurso ideal para aquellos que están interesados en saber lo esencial de cada libro del Nuevo Testamento. Este libro marca un nuevo  estándar para la investigación actualizada presentada en un formato de conocimiento básico que es práctico, relevante y fácil de seguir.

Engaging and accessible, The Lion and the Lamb is an ideal resource for those interested in knowing the essentials of each New Testament book. This volume sets a new standard for high-level, up-to-date research presented in a core knowledge format that is practical, relevant, and easy to follow.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 oct 2021
ISBN9781087738192
El Cordero y el León: Una introducción al Nuevo Testamento
Autor

Andreas J. Köstenberger

Andreas J. Köstenberger (Ph.D., Trinity Evangelical Divinity School) is professor of New Testament at Southeastern Baptist Seminary (North Carolina).

Lee más de Andreas J. Köstenberger

Relacionado con El Cordero y el León

Libros electrónicos relacionados

Cristianismo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El Cordero y el León

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

1 clasificación0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El Cordero y el León - Andreas J. Köstenberger

    Índice

    Prefacio

    Primera parte: Introducción

    Capítulo 1: La naturaleza y el alcance de las Escrituras

    Capítulo 2: Antecedentes políticos y religiosos del Nuevo Testamento

    Segunda parte: JESÚS Y LOS EVANGELIOS

    Capítulo 3: Introducción a Jesús y los Evangelios

    Capítulo 4: El Evangelio según Mateo

    Capítulo 5: El Evangelio según Marcos

    Capítulo 6: El Evangelio según Lucas

    Capítulo 7: El Evangelio según Juan

    Tercera parte: LA IGLESIA PRIMITIVA Y PABLO

    Capítulo 8: El Libro de los Hechos

    Capítulo 9: Introducción a Pablo y sus cartas

    Capítulo 10: Carta de Pablo a los Gálatas

    Capítulo 11: Correspondencia de Pablo con los Tesalonicenses: 1-2 Tesalonicenses

    Capítulo 12: Correspondencia de Pablo con los Corintios: 1 y 2 Corintios

    Capítulo 13: Carta de Pablo a los Romanos

    Capítulo 14: Epístolas de la Prisión: Filipenses, Efesios, Colosenses y Filemón

    Capítulo 15: Epístolas pastorales: 1 y 2 Timoteo, Tito

    Cuarta parte: LAS EPÍSTOLAS GENERALES Y APOCALIPSIS

    Capítulo 16: Carta a los Hebreos

    Capítulo 17: Carta de Santiago

    Capítulo 18: Epístolas petrinas (1-2 Pedro) y la carta de Judas

    Capítulo 19: Epístolas de Juan: 1-3 Juan

    Capítulo 20: El libro de Apocalipsis

    Glosario

    Índice de Nombres

    Índice Temático

    Índice de las Escrituras

    El Cordero y el León

    El Cordero y el León: Una introducción al Nuevo Testamento

    Copyright © 2021

    por Andreas J. Köstenberger, L.Scott Kellum y Charles L.Quarles

    Todos los derechos reservados.

    Derechos internacionales registrados.

    B&H Publishing Group

    Nashville, TN 37234

    Diseño de portada por B&H Publishing Group.

    Imágen «Agnus Dei the Lamb of God» por Francisco de Zurbaran, c 1635-1640, San Francisco Museum of Art; image © Alamy Stock Photo.

    Director editorial: Giancarlo Montemayor

    Coordinadora de proyectos: Cristina O’Shee

    Clasificación Decimal Dewey: 255.07

    Clasifíquese: BIBLIA N.T. ESTUDIO Y ENSEÑANZA/ BIBLIA N.T. — CRÍTICA / BIBLIA N.T. COMENTARIO

    Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida ni distribuida de manera alguna ni por ningún medio electrónico o mecánico, incluidos el fotocopiado, la grabación y cualquier otro sistema de archivo y recuperación de datos, sin el consentimiento escrito del autor.

    Las citas bíblicas marcadas RVR1960 se tomaron de la versión Reina-Valera 1960

    ®

    © 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Usadas con permiso. Reina-Valera 1960

    ®

    es una marca registrada de las Sociedades Bíblicas Unidas y puede ser usada solo bajo licencia.

    Las citas bíblicas marcadas NVI se tomaron de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional

    ®

    , © 1999 por Biblica, Inc.

    ®

    . Usadas con permiso. Todos los derechos reservados.

    ISBN: 978-1-0877-3815-4

    Impreso en EE. UU.

    1 2 3 4 5 * 24 23 22 21

    Prefacio

    PARA LOS CREYENTES que ven las Escrituras como la autoridad de su fe y su práctica, el N.T., con sus 27 libros, presenta tanto un maravilloso tratado dado por Dios, un tesoro de ideas espirituales y un formidable desafío para una interpretación fiel y precisa. Sin duda que «toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (2 Tim. 3:16-17), pero para estar preparado, el estudiante de la Escritura debe seguir la exhortación de Pablo: «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad» (2 Tim 2:15). Esta diligencia requerida para una comprensión correcta de la «palabra de verdad» de Dios implica un conocimiento profundo de los aspectos históricos, literarios y teológicos de los diversos escritos del N.T.

    RESUMEN DEL TÍTULO Y CONTENIDO

    Título

    El León y el Cordero, por supuesto, es Jesús, el que vino a morir por nuestros pecados en la cruz de acuerdo con la profecía mesiánica del A.T. (por ejemplo, Isa. 52:13-53:12) y el que volverá triunfante para consumar el reino de Dios (Apoc. 19). Como en el caso de su predecesor, La cuna, la cruz y la corona, el presente volumen abarca la literatura del N.T. desde los Evangelios (donde Jesús es representado como el Cordero de Dios; Juan 1:29,36) hasta el Libro del Apocalipsis (que presenta a Jesús como el Cordero que fue inmolado y que regresará como el León de Judá). En un formato conciso pero completo, el presente volumen explora el escenario original de cada escrito del N.T., se dedica a un estudio cuidadoso de los documentos en un formato de unidad por unidad, y cierra con puntos de aplicación relevantes.

    La naturaleza de la Escritura

    La primera parte de este libro intenta establecer el escenario para el estudio posterior mediante una discusión de los temas fundamentales más críticos para la interpretación del N.T.: (1) la naturaleza y el alcance de las Escrituras (cap. 1); y (2) el trasfondo político y religioso del N.T. (cap. 2). Es vital para todos los estudiantes de la Escritura tener una comprensión adecuada de la doctrina de la Escritura, por lo que el capítulo 1 discute la formación del canon del N.T., su inspiración e inerrancia, la preservación y transmisión de la Biblia a lo largo de los siglos, y cuestiones referentes a la traducción de la Escritura.

    Desafortunadamente, este tipo de instrucción doctrinal es cada vez más descuidado en muchas publicaciones sobre el tema en nuestros días. Pero la juzgamos absolutamente vital porque solo comprendiendo la Escritura como revelación divina, conforme a sus propias pretensiones, podremos proseguir nuestro estudio hasta el fin pretendido: la aplicación de la «palabra de verdad» a nuestra vida personal y a nuestras relaciones con los demás.¹ Dios se ha revelado en Su Palabra inspirada, y como la Biblia es la palabra escrita de Dios, es por lo tanto inerrante, digna de confianza y autorizada, y requiere obediencia y aplicación personal (Sant. 1:22-25). De hecho, el propósito de la Escritura es «… instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (2 Tim. 3:16-17).

    En este sentido, es nuestro deseo que este libro sea más que una compilación insípida y académica de fechas y hechos. Ciertamente, el estudio de la Escritura requiere diligencia, es decir, esfuerzo, pero lo que debe motivar nuestros esfuerzos es la recompensa al final de nuestra investigación: una mejor comprensión de la historia, la literatura y la teología de los escritos del N.T. con el propósito de cultivar, en el poder del Espíritu Santo, una vida espiritual más profunda en nosotros mismos, nuestras familias y nuestras iglesias. Esto, a su vez, resultará en una proclamación más auténtica y autorizada del mensaje bíblico para que el reino de Dios pueda avanzar en este mundo y para que otros puedan estar sujetos a Su reinado en sus vidas.

    Los antecedentes del Nuevo Testamento

    A medida que nos acercamos a nuestro estudio del N.T., necesitamos familiarizarnos con el trasfondo político y religioso del N.T. (el contenido del capítulo 2). Este es un ingrediente que no siempre se encuentra en las introducciones estándar del N.T., una omisión que al impartir cursos de estudio del N.T. en el pasado nos ha hecho buscar otros recursos para preparar adecuadamente a nuestros estudiantes para entrar en el mundo del N.T. En este capítulo cubrimos el final de la historia del A.T. (los exiliados de Israel y Judá, los últimos profetas); el período entre los Testamentos (los griegos, los macabeos y los romanos); y el entorno político del ministerio de Jesús (las sectas judías, la dinastía herodiana, etc.). También proporcionamos un estudio de la literatura del Segundo Templo y discutimos temas teológicos y filosóficos relevantes.

    Historia, literatura y teología

    Una vez que se ha sentado esta base, analizaremos cada libro del N.T. usando el mismo patrón, que se llama «tríada hermenéutica» en Invitation to Biblical Interpretation²[Invitación a la interpretación bíblica] de Köstenberger y Patterson: (1) historia (incluyendo la autoría del libro, fecha, procedencia, destino, etc.); (2) literatura (género, plan literario, bosquejo, discusión unidad por unidad); y (3) teología (temas teológicos, contribución al canon). De acuerdo con las tres grandes divisiones del canon del N.T., el material del cuerpo de este libro está organizado en las tres siguientes partes:

    • Segunda parte: Jesús y los Evangelios, que incluye un capítulo sobre Jesús y la relación entre los cuatro Evangelios, así como introducciones a cada uno de ellos.

    • Tercera parte: La Iglesia primitiva y Pablo, que incluye capítulos sobre el Libro de los Hechos; el ministerio y el mensaje del apóstol Pablo; y las 13 cartas canónicas de Pablo en un probable orden cronológico de escritura: Gálatas; 1-2 Tesalonicenses; 1-2 Corintios; Romanos; las Epístolas desde la prisión; y las Epístolas pastorales.

    • Cuarta parte: Las Epístolas generales y el Apocalipsis, que se discuten en orden canónico (excepto que Judas se mantiene con las Epístolas petrinas debido a la estrecha relación de la carta con 2 Pedro): Hebreos; Santiago; 1-2 Pedro; Judas; 1-3 Juan; y Apocalipsis.

    FUNDAMENTOS Y DISTINTIVOS

    Razón de ser

    Creemos, a partir de años de enseñanza tanto a nivel de licenciatura como de postgrado, que el patrón de organización del material descrito anteriormente refleja mejor el crecimiento orgánico del material del N.T. Permite al profesor de aula (1) cubrir el material de la fuente, es decir, la doctrina de las Escrituras, el trasfondo del N.T., y Jesús y los Evangelios; y (2) utilizar la plantilla proporcionada por el Libro de los Hechos como base para un estudio del ministerio y los escritos del apóstol Pablo y los otros testigos del N.T.

    Aunque el N.T. es una colección de escritos, un conjunto de literatura, que debe ser apreciado en la secuencia en que se da, también refleja un plan histórico. Pasa de la promesa de Dios de un Mesías como se describe en el A.T., a la venida de ese Mesías como se describe en los Evangelios, al crecimiento de la Iglesia primitiva como se narra en el Libro de los Hechos y en las cartas del N.T., y a la consumación de la historia humana con el regreso de Cristo como se anticipa en el Apocalipsis.³

    Para dar solo un ejemplo, será útil que el estudiante entienda que Pablo escribió la Epístola a los Gálatas varios años antes que su Carta a los Romanos, de modo que la «controversia judaizante» que rodea a la circuncisión (discutida en Gálatas) puede verse como el telón de fondo de la posterior formulación más general del evangelio en el Libro de los Romanos. También será útil relacionar tanto Gálatas como Romanos con los acontecimientos del Libro de los Hechos y con otros acontecimientos de la historia de los primeros cristianos y del ministerio de Pablo.

    Distintivos

    El León y el Cordero representa un resumen de La cuna, la cruz y la corona. En casi 1000 páginas, la introducción completa del N.T. contiene no solo información básica, sino también conocimientos intermedios y avanzados. El León y el Cordero, por el contrario, se centra en los conocimientos básicos de introducción para cada libro del N.T. Típicamente, un capítulo comienza presentando el conocimiento básico presentado en el capítulo, así como los hechos clave y un resumen de la contribución del libro al canon. A esto le sigue una discusión de la información histórica del libro sobre el autor, la procedencia, el destino, la fecha, la ocasión y el propósito. Después de esto viene una sección sobre el plan literario del libro, incluyendo un bosquejo y una discusión detallada unidad por unidad. Muchos encontrarán esta discusión unidad por unidad particularmente valiosa, pues brinda un resumen completo del contenido del libro. El componente final es un estudio de los principales temas teológicos de un determinado libro del N.T., seguido de puntos de aplicación, preguntas de estudio y recursos para un estudio más profundo.

    En comparación con La cuna, la cruz y la corona, se han omitido las discusiones sobre los retos críticos para la autoría tradicional de un libro, los tratamientos de reordenamiento literario o teorías de partición y otros tipos de material igualmente avanzados. Parte de la información sobre el escenario histórico original se ha condensado para centrarse en los aspectos más relevantes de los asuntos introductorios de un libro del N.T. Se han conservado en su totalidad los debates unidad por unidad, y se ha hecho una selección de los temas teológicos más importantes. Una característica completamente nueva de El León y el Cordero son los puntos de aplicación, que se proporcionan para sugerir posibles formas en las que se puede aplicar la enseñanza de un libro del N.T. en particular a tu vida y a la vida de las personas de tu congregación. En general, hemos tratado de retener la mejor y más importante información que se encuentra en La cuna, la cruz y la corona, mientras que nos centramos en los conocimientos esenciales y en la selección de las discusiones más avanzadas. Dicho esto, una vez más nos hemos propuesto producir un volumen con los siguientes distintivos:

    Fácil de usar. Hemos escrito pensando en el profesor y en el estudiante. Este libro es profundo pero accesible; es útil como texto para las clases de estudio del N.T. en la universidad. Las características de uso fácil incluyen preguntas de estudio y recursos para un estudio más profundo al final de cada capítulo. Un breve glosario se encuentra en la parte posterior del volumen.

    Completo. Este libro cubre todo el canon del N.T., el trasfondo, a Jesús, los Evangelios, la Iglesia primitiva y los escritos de Pablo en orden de composición, las Epístolas generales y el Apocalipsis. Estudiar las cartas de Pablo en el orden en que fueron escritas ayuda a integrarlas con el marco histórico de los Hechos.

    Conservador. Los tres escritores de este libro afirman que los 27 libros del N.T. fueron escritos por las personas a las que se les atribuye (los cuatro Evangelios, las cartas). Hemos incluido una fuerte defensa de la autoría apostólica de Mateo y Juan y una refutación del supuesto seudónimo de las cartas de Pablo y Pedro, especialmente las pastorales y 2 Pedro.

    Equilibrado. Hemos intentado seguir un procedimiento hermenéutico sólido, modelando el estudio de cada libro del N.T. en su contexto histórico, literario y teológico. Por lo tanto, este volumen es más (aunque no menos) que una simple introducción al N.T. que trata de los temas introductorios de autoría, fecha, procedencia, destino, etc.

    Actualizado. Este volumen incluye una amplia interacción académica tanto con los estudiosos más antiguos como con los más recientes, centrándose en las fuentes de lengua inglesa. Cuando es apropiado, recurrimos a los recientes avances en el estudio literario de las Escrituras, siguiendo un enfoque de análisis narrativo o de discurso para trazar los contenidos de varios libros del N.T.

    Alimento espiritual orientado a la aplicación. El estilo de la escritura busca consistentemente nutrir la espiritualidad del estudiante y anima a la aplicación de lo aprendido en lugar de proveer una presentación árida de hechos para ser dominados meramente a nivel cognitivo. Esto se refleja especialmente en los debates unidad por unidad, las secciones de temas teológicos y los puntos de aplicación al final del capítulo.

    CONCLUSIÓN

    Este libro representa el producto de la colaboración entre los tres autores. Además, Jason Meyer y Alan Bandy hicieron contribuciones sustanciales al escribir los primeros borradores formales de los capítulos sobre las Epístolas desde la prisión y el Libro de Apocalipsis. También hay que agradecer a Grant Taylor por su ayuda para abreviar los capítulos 1-11. Andreas Köstenberger abrevió los capítulos restantes y sirvió como editor general de la producción de El León y el Cordero en su totalidad. También escribió todos los puntos de aplicación al final de los respectivos capítulos bíblicos. Como autores estamos agradecidos con nuestras esposas y familias por su apoyo y a nuestros estudiantes que dieron su opinión sobre partes de este libro en varias etapas del proceso. También agradecemos a Jim Baird, el editor, por su liderazgo visionario y su fuerte apoyo, y a Chris Cowan por sus esfuerzos para llevar este proyecto a través de las diversas etapas de producción.

    A medida que lanzamos este libro al público, somos muy conscientes de las limitaciones asociadas a la producción de tal obra. En esta época de proliferación sin precedentes de literatura académica, ¿quién es adecuado para la tarea? No obstante, creemos que es un riesgo que vale la pena correr, ya que no se puede dejar de lado la tarea de ayudar a equipar a otra generación de estudiantes de la Biblia con una parte del conocimiento de «… las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús» (2 Tim. 3:15). De este lado del cielo, nuestro conocimiento será necesariamente preliminar e incompleto: «Ahora vemos por espejo, oscuramente…» y anhelamos el día en que veamos a Jesús «cara a cara» (1 Cor. 13:12). Mientras tanto, les invitamos a unirse a nosotros para avanzar hacia la plena madurez cristiana (Fil. 3:12-14) mientras crecemos en el conocimiento y la gracia de nuestro Señor Jesucristo (2 Ped. 3:18). Que Dios se complazca en usar este volumen como una pequeña herramienta para ese digno y glorioso fin.

    Primera Parte

    INTRODUCCIÓN

    ANTES DE EXAMINAR los Evangelios y el resto del N.T. en la segunda, tercera y cuarta partes de este volumen, es apropiado sentar las bases para el estudio de los escritos incluidos en el canon del N.T., considerando la naturaleza y el alcance de la Escritura (cap. 1) y estudiando el panorama de los antecedentes políticos y religiosos del N.T. (cap. 2). Esto es apropiado porque cuestiones como el alcance del canon del N.T., la inerrancia e inspiración de las Escrituras, así como su traducción y transmisión textual (crítica textual) constituyen temas preliminares importantes que tienen gran influencia en la interpretación de los libros incluidos en el N.T.

    A menos que estas cuestiones se aborden adecuadamente, la introducción del N.T. se hace sin el fundamento adecuado, lo que da lugar a un vacío doctrinal que deja al estudiante en una posición precaria y vulnerable cuando se enfrenta a desafíos del canon de ciertos libros del N.T. o a una visión elevada de las Escrituras y su autoridad. Además, los Evangelios, los Hechos, las epístolas y el Libro del Apocalipsis no aparecieron en un vacío. Por esta razón es vital discutir los antecedentes políticos y religiosos que forman el telón de fondo para el estudio de los diversos escritos del N.T. Por lo tanto, la introducción comienza con el tratamiento de la naturaleza de las escrituras del N.T. y de sus antecedentes relevantes.

    Capítulo 1

    La naturaleza y el alcance de las Escrituras

    CONOCIMIENTO ESENCIAL

    Los estudiantes deben conocer los principales asuntos relacionados con la formación del canon, las doctrinas de la inerrancia y la inspiración, la transmisión textual del N.T. y las traducciones de la Biblia. Deben tener una comprensión básica de las principales figuras, los documentos involucrados y los temas tratados, incluyendo las fechas clave.

    INTRODUCCIÓN

    B. F. WESTCOTT señaló hace mucho tiempo que «un estudio general de la historia del canon forma parte necesaria de una introducción a los escritos del Nuevo Testamento». ⁴ Para muchos estudiantes, la discusión del canon (la cuestión de qué libros deben incluirse en la Biblia) parece discutible: el canon está cerrado y limitado a los libros que se encuentran en la Biblia. Pero un estudio del canon hace más que simplemente determinar los libros del A.T. y N.T. o proporcionar material para el debate académico. Proporciona una orientación básica de cómo la Biblia llegó a existir y por lo tanto nos conecta con mayor firmeza a los fundamentos de nuestra fe.

    En este capítulo comenzamos un viaje a través del N.T. Su razón se traza a lo largo de líneas históricas. En nuestro recorrido, será una práctica sobre cada libro la discusión del canon neotestamentario bajo las rúbricas de la historia, la literatura y la teología. En primer lugar, en relación con la historia, echaremos un vistazo al proceso de canonización para responder a la pregunta: ¿por qué estos 27 libros? En segundo lugar, en lo que respecta a la literatura vamos a investigar la fiabilidad de la Biblia y discutir la pregunta: ¿es la Biblia hoy en día lo que se escribió originalmente? Por último, el canon está ligado significativamente a la teología de la Iglesia. Por lo tanto, responderemos a la pregunta: ¿cuál es la naturaleza del canon?

    EL CANON DEL NUEVO TESTAMENTO: ¿POR QUÉ ESTOS 27 LIBROS?

    Nuestro estudio del alcance y la extensión del N.T., el canon que conforma, se ocupa principalmente del reconocimiento de los escritos que contiene como Escritura cristiana con exclusión de todos los demás posibles candidatos. ¿Qué es un «canon»? En pocas palabras, la palabra «canon» viene de la palabra griega kanōn, que a su vez deriva de su equivalente hebreo kaneh y significa «regla» o «estándar».⁵ El término finalmente llegó a referirse a la colección de las Escrituras cristianas.

    La composición de los diversos escritos del N.T. tuvo lugar a partir de finales de los años 40 d.C. y continuó hasta el final del primer siglo. Posteriormente, estos libros fueron copiados y difundidos entre el creciente número de congregaciones cristianas en todo el Imperio romano, como lo atestigua la evidencia manuscrita disponible.

    En general, el principal tema de debate hoy en día no es si el canon del N.T. es cerrado (es decir, fijo y por lo tanto inalterable); esto se supone ampliamente, aunque no universalmente. El debate se centra en la cuestión de cómo y cuándo tuvo lugar el cierre del canon. El marco temporal en el que se produjo este proceso de canonización abarca desde el período de la Iglesia primitiva hasta los concilios eclesiásticos de los siglos IV y V.

    El testimonio del Nuevo Testamento

    El canon del N.T. puede ser considerado tanto desde una perspectiva humana como desde una perspectiva divina. El punto de vista evangélico tradicional afirma el trabajo de Dios en la formación del canon. Desde este punto de vista, puede decirse que, al menos en un sentido, el canon del N.T. se cerró en el momento en que se escribió su último libro.

    Dios, a través del Espíritu Santo, utilizando como instrumentos a los escritores del N.T., generó la Sagrada Escritura (un fenómeno llamado «inspiración»); y la tarea de la Iglesia no fue la creación del canon, sino simplemente el reconocimiento de las Escrituras que Dios había elegido previamente inspirar. De ello se deduce que, si el papel de la Iglesia es principalmente pasivo en la determinación del canon cristiano, entonces es la Escritura inspirada, no la Iglesia, la que está en la posición final de autoridad.

    Tradicionalmente, el segundo siglo ha sido visto como el período crucial para el proceso de canonización de los escritos del N.T. A finales de ese siglo, los libros del N.T. eran ampliamente reconocidos en todas las iglesias. En los siguientes dos siglos, todo lo que quedaba era una resolución final con respecto a la canonización de libros más pequeños o controversiales como Santiago, 2 Pedro, 2-3 Juan, Judas y el Apocalipsis.

    Esto no quiere decir que la idea del canon aparece en el segundo siglo. El hecho de que la conciencia canónica de la Iglesia parece haber dejado huellas incluso en el mismo N.T. sugiere que los escritores eran conscientes de que Dios estaba inspirando nuevos documentos en su tiempo. En dos importantes pasajes del N.T., el término «Escritura»,⁷ usado unas 50 veces en el N.T. para referirse al A.T.,⁸ puede referirse a los escritos emergentes del N.T.

    El primero de estos pasajes es 1 Timoteo 5:18: «Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario». El texto utiliza la palabra «Escritura» con referencia a dos citas. La primera, la prohibición de amordazar a un buey, está tomada de Deuteronomio 25:4. La segunda, «digno es el obrero de su salario», es de hecho un paralelo de Lucas 10:7. Tanto si el Evangelio de Lucas fue la fuente de esta cita como si no, está claro que (1) el autor utilizó una fuente escrita (exigida por la palabra «Escritura»); y (2) la fuente fue considerada autoritaria a la par que Deuteronomio. Esto demuestra la conciencia canónica emergente en la época del N.T.

    El segundo pasaje relevante es 2 Pedro 3:15-16. Con referencia al apóstol Pablo, Pedro señala que «… os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición» (énfasis añadido). De este pasaje aprendemos que Pedro veía las cartas de Pablo como «Escritura» a la par de los escritos del A.T. Sorprendentemente, por lo tanto, 2 Pedro muestra que las cartas de Pablo fueron aceptadas como Escritura incluso mientras los escritos del N.T. todavía se estaban produciendo.

    Teniendo en cuenta este tipo de pruebas del N.T., se puede concluir que casi antes de que se secara la tinta, los primeros cristianos, incluidos los líderes de la Iglesia, como los apóstoles Pablo y Pedro, consideraban los documentos cristianos contemporáneos como los Evangelios y las cartas de Pablo como Escritura a la par del A.T. A partir de esto no es muy difícil rastrear la conciencia canónica emergente con respecto a la formación del N.T. a través de los escritos de los primeros padres de la Iglesia.

    El testimonio de los padres de la Iglesia primitiva

    Un estudio de la literatura patrística temprana revela que los primeros padres de la Iglesia no dudaron en absoluto en citar los diversos libros del N.T. como Escritura. Por ejemplo, el autor de 1 Clemente, el primer documento cristiano no bíblico conocido (ca. 96), citaba regularmente las Escrituras de forma orgánica (es decir, sin fórmulas introductorias).⁹ Se refirió a los evangelios canónicos, los Hechos, 1 Corintios, Filipenses, Tito, Hebreos, 1 Pedro y quizás Santiago, de la misma forma que lo hizo con el A.T. Lo más probable es que la primera cita de un pasaje del N.T. que utiliza el término «Escritura» en el período subapostólico (el período posterior a la era apostólica) sea 2 Clemente 2:4 (final del siglo I): «Y otra escritura señala: … No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (comp. Mar. 2:17).¹⁰

    De estas observaciones se desprende que la mayoría de los documentos del N.T. fueron reconocidos como fidedignos, incluso las Escrituras, ya al final del siglo I o al menos al final del siglo II de la era cristiana. Los cuatro Evangelios, el Libro de los Hechos, las cartas de Pablo, 1 Pedro y 1 Juan fueron reconocidos universalmente. Con la excepción de 3 Juan, los primeros padres de la Iglesia citaron todos los libros del N.T. como Escritura. Hacia el final del siglo II, los principales contornos del N.T. habían surgido claramente, estableciendo el marco para la subsiguiente resolución final del estatus canónico de varios de los libros más pequeños o controvertidos que quedaban.

    El testimonio del Canon Muratoriano y la resolución final del Canon del N.T.

    A finales del siglo II, un escritor desconocido compuso una defensa de los libros del N.T. que parece corroborar la conclusión de que la mayoría de los escritos que contiene fueron reconocidos como Escrituras en ese momento. Como mínimo, el escritor consideró los libros listados como un canon firme. El Canon Muratoriano, que recibe su nombre por el historiador y teólogo italiano del siglo XVIII que lo descubrió, enumera al menos 22 de los 27 libros del canon del N.T.¹¹ Estas obras incluían los cuatro Evangelios, al menos dos de las cartas de Juan (y posiblemente la tercera), los Hechos de los Apóstoles, las 13 cartas de Pablo, Judas y el Apocalipsis. Otros libros pueden haber sido incluidos en el canon de la Iglesia en el momento en que se escribió el Canon Muratoriano, como Hebreos, las cartas de Pedro o la carta de Santiago.

    Desde el siglo III al V, tuvo lugar el reconocimiento final del resto de las Epístolas generales y el Libro de la Apocalipsis. Durante este período se resolvieron las cuestiones pendientes sobre el canon del N.T., aunque no puede afirmarse que algún concilio de la Iglesia hiciera y aplicara tal decisión. Es comúnmente declarado que los concilios de la Iglesia seleccionaron ciertas obras y prohibieron otras. No hay evidencia de una actividad eclesiástica tan desmedida. En su lugar, las iglesias utilizaron ciertos estímulos y criterios para reconocer la canonicidad.

    Estímulos para la canonización y criterios de canonización

    Estímulos para la canonización. Probablemente hubo una serie de factores que contribuyeron a la canonización del N.T. Los autores N. Geisler y W. Nix sugieren de manera útil los siguientes cinco estímulos principales para la determinación de la Iglesia del canon del N.T.¹²

    La naturaleza profética. Los libros del N.T. eran proféticos, intrínsecamente valiosos y dignos de ser preservados.

    La necesidad de la Iglesia de tener Escrituras autorizadas. La demanda de libros que se ajustaran a la enseñanza apostólica para ser leídos en las iglesias (ver 1 Tes. 5:27; 1 Tim. 4:13) requería un proceso de selección.

    Desafíos heréticos. Alrededor del año 140, el hereje Marción, en Roma, declaró como útiles un evangelio editado de Lucas y solo diez cartas de Pablo, mientras que rechazó todas las demás obras apostólicas, lo que requirió una respuesta de los que estaban en la corriente principal apostólica del cristianismo.

    Alcance misionero. Desde que la Biblia comenzó a ser traducida al siríaco y al latín en la primera mitad del siglo II, determinar el canon del N.T. fue importante para decidir qué libros debían ser traducidos.

    La persecución. El edicto de Diocleciano en el año 303 ordenó que se quemaran todos los libros sagrados de los cristianos (un hecho que puede, al menos en parte, explicar la relativa escasez de manuscritos del N.T. anteriores al año 300 d.C.), y esto requirió que los creyentes eligieran qué libros formaban parte de la Escritura y por lo tanto eran los más dignos de ser preservados.

    Criterios de canonicidad. Cuando la Iglesia primitiva compiló el canon, reconoció qué escritos llevaban el sello de la inspiración divina. En este proceso se utilizaron cuatro criterios principales.¹³ El primero fue la apostolicidad, es decir, la asociación directa o indirecta de una obra determinada con un apóstol. Este criterio lo cumplían Mateo, Juan y Pedro, todos ellos miembros de los doce (Mat. 10:2-3), así como Pablo, un apóstol comisionado por el Cristo resucitado en el camino a Damasco (Hech. 9:1-9). También se encontraron con Santiago y Judas, medios hermanos de Jesús (Mat. 13:55; Mar. 6:3; ver Sant. 1:1; Jud. 1:1). Indirectamente, el criterio también fue satisfecho por Marcos, un asociado cercano de Pedro (1 Ped. 5:13) y Pablo (2 Tim. 4:11), y Lucas, un compañero de viaje de Pablo en algunos de sus viajes misioneros (ver especialmente los pasajes de «nosotros» en el Libro de los Hechos).

    El segundo criterio de la canonicidad era la ortodoxia del libro, es decir, si un determinado escrito se ajustaba a la «regla de fe» de la Iglesia (lat. regula fidei). La cuestión que se aborda bajo esta rúbrica es si la enseñanza de un determinado libro se ajustaba a la enseñanza apostólica (véase Hech. 2:42).

    El tercer criterio era la antigüedad del libro, es decir, si un determinado escrito fue producido durante la era apostólica. Y el cuarto y último gran criterio de la canonicidad era el del uso eclesiástico, es decir, si un determinado documento ya se utilizaba ampliamente en la Iglesia primitiva.

    La opinión evangélica tradicional, entonces, sitúa el cierre del canon esencialmente a finales del siglo II. Todo lo que queda es un poco de «limpieza» alrededor de los bordes del canon. Sin embargo, hay razones para sugerir que deberíamos considerar seriamente una fecha más temprana.

    La evidencia de un canon temprano de los principales libros del N.T.

    El Evangelio cuádruple. No fue mucho después del ministerio terrenal de Jesús que se escribieron los Evangelios sinópticos (muy probablemente todos antes de la caída de Jerusalén en el año 70 d.C.). Originalmente, los cuatro Evangelios se diseminaron independientemente uno del otro. Su estatus individual como Escritura no suele ser objeto de debate. Si la colección de Evangelios debe limitarse a estos cuatro es un asunto diferente. Hay alrededor de 30 evangelios conocidos que aparecieron antes del año 600, pero ninguno fue tan popular como los Evangelios canónicos.¹⁴ Solo estos cuatro fueron reconocidos porque, como dijo Serapión (murió en el 211) y otros, fueron «entregados» a la Iglesia.¹⁵ Los otros evangelios fueron rechazados porque no estaban de acuerdo con los cuatro Evangelios canónicos comúnmente aceptados. Esto implica no solo la antigüedad, sino también la autoridad de los transmisores.¹⁶

    Aunque una docena o más de «evangelios» heréticos pueden haber estado circulando en el siglo II, la evidencia manuscrita es reveladora en cuanto a cuál de estos Evangelios fueron considerados como canónicos por la Iglesia. En primer lugar, ningún evangelio no canónico aparece ligado a uno canónico, por lo que no hay evidencia de Mateo-Tomás o Lucas-Pedro, por ejemplo. Esto indica que la cuestión de que otros evangelios tuvieran un estatus escritural igual era un punto discutible entre los ortodoxos.¹⁷ En segundo lugar, la evidencia manuscrita de los evangelios no canónicos es sorprendentemente escasa en comparación con el número de manuscritos griegos de los Evangelios canónicos. Por ejemplo, solo se conoce una copia completa del evangelio de Tomás. La evidencia apunta al hecho de que los evangelios apócrifos nunca tuvieron una amplia audiencia entre los ortodoxos o rápidamente cayeron en desgracia.

    El Libro de los Hechos circuló en los manuscritos con las Epístolas generales. Es muy probable que esto se haya elaborado poco después del cuádruple códice de los Evangelios. Porque la pregunta surge naturalmente: «¿Qué haces con los Hechos si lo separas del Evangelio de Lucas?».

    Esto, entre otras razones, debe ser tomado como evidencia del reconocimiento de la Iglesia de que el número de los Evangelios fue fijado y cerrado a principios o por lo menos a mediados del siglo II.

    La colección de cartas paulinas y Apocalipsis. También se sabe que las cartas de Pablo circularon juntas como una unidad. La pregunta que surge es: ¿cómo se originó esta colección? La corriente principal de estudios asume que las cartas de Pablo eran una colección y (hasta cierto punto) una producción de finales del siglo I, ya que las cartas se fueron formando gradualmente en una colección de cartas.¹⁸

    Sin embargo, el tiempo transcurrido entre la muerte de Pablo (mediados y finales de los años 60) y las referencias históricas a esta colección es demasiado corto para ser explicado por una colección gradual. Por la producción de 2 Pedro (¿mediados de los 60?), es probable que haya habido al menos un comienzo de la colección de cartas de Pablo. Hacia el año 96, Clemente de Roma señaló que Pablo escribió «verdaderamente bajo la inspiración del Espíritu» (1 Clem. 47:3). Policarpo (ca. 69-ca. 155) citó un conjunto de Escrituras que debió incluir la colección de cartas paulinas. Los estudiosos actuales aceptan la idea de que la colección se originó con las copias conservadas de las cartas de Pablo, de modo que Pablo es la fuente original de la colección que se publicó posteriormente.¹⁹ Si bien no es posible identificar a todos los individuos y señalar cada etapa de la producción, las pruebas hasta ahora sugieren un reconocimiento temprano de la mayor parte del canon del N.T.

    El orden actual de los libros del Nuevo Testamento. Los Evangelios al principio del N.T. transitan desde el A.T. de buena manera. Esta ubicación indica su naturaleza fundamental. Prácticamente ningún arreglo del N.T. comienza en otro lugar. La ubicación de Mateo en primer lugar entre los Evangelios es probablemente, al menos en parte, una función de la genealogía inicial del libro de Jesús, que proporciona una introducción natural a la presentación de Jesús en los cuatro Evangelios canónicos en su conjunto. El Evangelio de Lucas, aunque contiene una genealogía en 3:23-37, la sitúa inmediatamente antes del comienzo del ministerio público de Jesús en lugar de al comienzo del libro.

    Más allá de esto, no hay razón para suponer que el orden de los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) sea una indicación del orden de su composición, así como el orden de las cartas paulinas (Romanos, 1 Corintios, 2 Corintios y Gálatas, etc.) no es manifiestamente una función de la secuencia cronológica de su composición, como es aceptado universalmente. Por el contrario, es probable que la colocación del Evangelio de Juan en el último lugar entre los cuatro Evangelios canónicos indique su composición posterior. Y más importante, el final del Evangelio de Juan proporciona ciertamente una conclusión adecuada, no solo al Evangelio de Juan, sino a los cuatro Evangelios canónicos en su totalidad (ver 21:24-25).

    Los Hechos llenan el vacío entre los Evangelios y las cartas. Como una secuela de Lucas, continúa la narración de la realización de Cristo (ver Hech. 1:1) y proporciona la base para una comprensión básica de Pablo y su correspondencia.

    En cuanto al orden de las cartas paulinas, parece que, más que el orden cronológico de la escritura fue en mayor parte la longitud del documento lo que resultó decisivo para que la Iglesia colocara estas cartas en orden canónico.²⁰ En cuanto al orden de las Epístolas generales, Hebreos debe su primer lugar en esta colección y en inmediata proximidad a las cartas de Pablo, a la atribución tradicional de la autoría a Pablo o a un miembro de su círculo. Naturalmente, 1 y 2 Pedro están agrupados, al igual que 1, 2 y 3 Juan. Más allá de esto, es incierto qué llevó históricamente a los compiladores a colocar los escritos en el orden Santiago, 1-2 Pedro, 1-3 Juan y Judas. Pero esta disposición es consistente en los manuscritos desde el principio.

    El Apocalipsis es una conclusión adecuada para toda la Biblia y no solo para el N.T.²¹ No solo el tema del regreso de Cristo y el triunfo del Cordero sobre todo el mal es apropiado como el mensaje final del N.T., sino que también hay una bonita inclusión con el Génesis. El estado final, tal como se registra en el Apocalipsis, es en muchos sentidos un regreso al Edén (ver Apoc. 22:1-5). Hay sanidad para las naciones. Ya no hay una maldición sobre la tierra y sus habitantes. El árbol de la vida está una vez más a la vista de los humanos, aunque no hay un árbol del conocimiento del bien y del mal. En el Apocalipsis, «el Edén no solo ha sido restaurado, sino que ha sido elevado y expandido para el pueblo de Dios en la eternidad».²²

    El Nuevo Testamento como una colección de documentos del Nuevo Pacto. ¿Cómo es que los primeros cristianos recibieron tan fácilmente nuevos documentos como Escrituras, de hecho, un nuevo conjunto de documentos?²³ Con el nuevo pacto instituido, estos creyentes pueden haber estado esperando documentos del nuevo pacto. El «Antiguo Testamento» se consideraba claramente basado en documentos del pacto, y porciones de él se llamaban «el libro del pacto» (ver Éx. 24:7; Deut. 29:20; 31:9,26; 2 Rey. 23:2,21; 2 Crón. 34:30).

    Dado que el establecimiento del antiguo pacto iba acompañado de documentos del pacto, era razonable esperar que hubiera documentos del nuevo pacto al instituirse éste. Esta expectativa explicaría no solo la rápida recepción de los escritos del N.T. en las iglesias, sino también el reconocimiento de que estos documentos eran Escrituras a la par del A.T. en documentos virtualmente contemporáneos (1 Tim. 5:18; 2 Ped. 3:16). Si es así, la idea de un canon del N.T. surgió orgánicamente del establecimiento de un nuevo pacto, predicho por los profetas del A.T. e instituido en y a través del Señor Jesucristo, que se convirtió así en la fuente misma no solo de la salvación sino también del canon del N.T.

    Conclusión

    El canon de las Escrituras está cerrado. En cierto sentido el canon se cerró alrededor del 95 cuando el Libro del Apocalipsis fue escrito como el último libro que se incluyó en el canon del N.T. Concebido correctamente, el deber de la Iglesia era reconocer el canon de los escritos inspirados y proclamar las verdades que contenían. Esto es lo que la Iglesia hizo y continúa haciendo. Además, este reconocimiento de los libros canónicos del N.T. llegó pronto, antes de lo que muchos están dispuestos a reconocer. Las diferencias de opinión con respecto a los libros individuales del N.T. se resolvieron a través de un proceso de deliberación hasta que se alcanzó un consenso general con respecto a los contenidos del canon del N.T. en el siglo IV.

    LA TRANSMISIÓN Y LA TRADUCCIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO: ¿LA BIBLIA ES HOY LO QUE SE ESCRIBIÓ ORIGINALMENTE?

    La Biblia fue escrita originalmente en los idiomas que se usaban en ese momento. El A.T. fue escrito en hebreo y arameo y el N.T. en griego. Las Biblias que se usan hoy en día son traducciones de los idiomas originales al castellano u otros idiomas. Es muy probable que Jesús enseñara en arameo (aunque probablemente también sabía hebreo y griego), de modo que el propio N.T. griego representa en su mayor parte una traducción de las enseñanzas de Jesús del arameo al griego.

    La pregunta «¿la Biblia es hoy lo que se escribió originalmente?» implica dos preguntas importantes. Primero, ¿son los manuscritos disponibles de la Biblia representaciones exactas de los manuscritos originales (los autógrafos de las Escrituras) de los respectivos libros de la Biblia? Esta es una cuestión de transmisión textual. En segundo lugar, ¿son las traducciones disponibles fieles a las traducciones de la Biblia en los idiomas originales? Esta es una cuestión de traducción.

    Transmisión textual: ¿Son los manuscritos disponibles precisos y fiables?

    Con respecto a la primera pregunta, no existen autógrafos originales de ningún texto bíblico; solo tenemos copias disponibles. La palabra manuscrito se utiliza para designar todo lo escrito a mano, más que las copias producidas por la imprenta.²⁴ La evidencia textual constituye todo lo escrito en tablillas de arcilla, piedra, hueso, madera, metales varios, macetas (ostraca), pero sobre todo papiro y pergamino (pieles de animales, también llamado vitela).²⁵

    La mayoría de los libros antiguos fueron compilados y luego dispuestos en un rollo.²⁶ Dado que un rollo de papiro rara vez excedía los diez metros de longitud, los autores antiguos dividían una larga obra literaria en varios «libros» (por ejemplo, el Evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles consistían en un conjunto de dos volúmenes compuestos por Lucas).²⁷ Estas fueron publicadas tanto por individuos para uso privado como por profesionales para su venta. En ambos casos los libros fueron copiados laboriosamente a mano.

    Uno de los misterios de la literatura cristiana es la preferencia por el códice en lugar del rollo. Incluso cuando solo se encuentra una página de un libro antiguo, se puede determinar fácilmente si proviene de un rollo o de un códice: el códice tiene escritura a ambos lados de la página. El rollo se consideraba la forma más literaria de los libros. Es probable que el N.T. siempre circuló como un códice y fue muy probablemente una innovación cristiana el publicar libros sagrados en forma de códice.

    Los libros eventualmente sucumben a los estragos del tiempo. Se desgastan o se deterioran con el tiempo. Esto se extendió también a los escritos originales que componen el N.T. Aunque los autógrafos ya no están disponibles, los textos originales se conservan en miles de copias. La evidencia manuscrita existente infunde un alto grado de confianza en el texto de la Biblia. Tanto el A.T. como el N.T. están atestiguados por un gran número de manuscritos en una variedad de formas que abarcan muchos siglos. Los textos del N.T. siguen siendo los documentos más probados del mundo antiguo. El recuento total de cerca de 6000 manuscritos griegos, más de 10 000 manuscritos de la Vulgata Latina, y más de 9300 versiones tempranas da como resultado más de 25 000 testigos del texto del N.T. Cuando esto se compara con otras obras de la antigüedad, ningún otro libro se acerca siquiera a esto. No hace falta decir que a los estudiosos e historiadores clásicos les encantaría trabajar con libros tan bien atestiguados como el N.T.

    Tabla 1.1. Copias existentes de obras antiguas

    Traducción: ¿Son fieles las traducciones disponibles?

    La segunda cuestión, es decir, la de la traducción, sigue como un corolario natural una vez que se resuelve la cuestión de la transmisión. Las teorías de la traducción nos ayudan a considerar la validez de una traducción en particular. Algunos traductores sostienen que la traducción exacta requiere un enfoque palabra por palabra de equivalencia formal o «esencialmente literal» (NKJV, NASB, ESV, HCSB). Otros sostienen que interpretar una correlación directa de uno a uno entre dos idiomas realmente distorsiona el significado. Estos traductores emplean un enfoque frase por frase²⁸ de equivalencia dinámica o funcional (NRSV, NIV, CEV, NLT). El objetivo de todos los traductores, independientemente de la teoría de la traducción que empleen, es la producción de una versión que sea una representación exacta del texto escrito, de tal manera que la Biblia conserve su belleza literaria, su grandeza teológica y, más importante, su mensaje espiritual.²⁹

    La buena noticia, es que hay traducciones fieles de la Biblia disponibles para una amplia variedad de lectores. Ya sea que una persona necesite una interpretación con un vocabulario limitado y una sintaxis simple o prefiera un estilo elevado y una riqueza de lenguaje, existe una traducción fiel para ellos.

    Como afirma el autor de Hebreos: «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo» (Heb. 1:1-2). Con este tipo de revelación, no hay necesidad de esperar otra revelación mayor, sino estudiar, evangelizar, predicar y enseñar la Palabra de Dios. El canon es la fuente de esta información inspirada, iluminada y aplicada por el Espíritu Santo. Verdaderamente, como un escritor declaró, el canon de las Escrituras es «el aire que respiramos».³⁰

    INSPIRACIÓN E INERRANCIA: ¿CUÁL ES LA NATURALEZA DEL CANON?

    Con esto pasamos a la cuestión de la teología, es decir, la doctrina de la Escritura, y en particular el testimonio de la Biblia sobre sí misma. Esta discusión trata del testimonio de la Escritura con respecto a sí misma en el A.T.; el uso y el enfoque de la Escritura del A.T. por Jesús y la Iglesia primitiva; las referencias del N.T. a la Escritura como «inspirada» (2 Tim. 3:16) y como derivada de los hombres «inspirados por el Espíritu Santo» (2 Ped. 1:21); y la inerrancia (la doctrina de que la Escritura está libre de error).

    El testimonio de la Escritura sobre sí misma: El Antiguo Testamento

    El Dios retratado en el A.T. es un Dios comunicativo. Habla a Sus hijos, y lo hace a través de Sus siervos los profetas (de ahí el profético «así dice el Señor»). Debido a que es Dios quien habla con y a través de Sus siervos, exige fe y obediencia a estas declaraciones (ver, por ejemplo, 2 Crón. 20:20).

    Pero ¿qué debe decirse de la Palabra escrita? La propia Escritura contiene información relativa a la escritura de la Escritura. Éxodo 17:14 dice: «Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro…». En generaciones posteriores, las acciones debían realizarse de acuerdo con lo que estaba escrito en la ley de Moisés (ver Deut. 28:58-59). Por consiguiente, el mandato a Josué estaba relacionado con este libro de la ley: «Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien» (Jos. 1:8). Josué también copió la ley de Moisés en su ratificación (Jos. 8:32). Claramente, la ley escrita de Moisés, como la Palabra de Dios, fue entendida como autoritaria y como el camino de la bendición para Israel.

    Es significativo que, después de un tiempo de declive religioso en Israel, el sacerdote Hilcías encontró «el libro de la ley» en el templo (2 Rey. 22:8; 2 Crón. 34:14). Cuando el joven Josías hizo que le leyeran el libro, se entristeció por la desobediencia de Israel (2 Rey. 22:13) e instituyó reformas en un movimiento «de regreso a la Biblia» (ver también Neh. 8:1).

    La inclusión del resto del A.T. se relaciona con el oficio de profeta que fue central para la fidelidad religiosa de Israel. El papel del profeta estaba ligado directamente a la relación de pacto entre Israel y Dios. Es mejor entender su papel como «ejecutores del pacto». Lo que hablan es «la palabra del Señor». El llamado de Jeremías lo hace evidente: «Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca» (Jer. 1:9). Así como Dios ordenó a Moisés que escribiera Sus palabras, a muchos de los profetas escritores se les ordenó que escribieran las palabras de Dios (ver Jer. 36:28; Ezeq. 43:11; Hab. 2:2). Puesto que Dios no puede mentir (Núm. 23:19; 1 Sam. 15:29; Sal. 89:35; Prov. 8:8), Su palabra es verdadera (ver la afirmación similar de Jesús en Juan 17:17). Y como Dios nunca falla (Sof. 3:5), tampoco puede hacerlo Su palabra.

    Además, la Palabra de Dios, tal y como fue entregada a los profetas, no debía ser editada. Así que Moisés escribió: «No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno» (Deut. 4:2; ver 12:32). Como Proverbios 30:5-6 deja claro, el principio se aplica a cada palabra de Dios: «Toda palabra de Dios es limpia; él es escudo a los que en él esperan. No añadas a Sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso».

    Por lo tanto, aunque los libros del A.T. abarcan una variedad de géneros, presentan diferentes formas retóricas y representan el trabajo de diferentes profetas, todos ellos comparten como su principal elemento común la fuente divina de sus palabras. Lo mismo es cierto para el N.T., comenzando con Jesús.

    El uso y acercamiento de Jesús a las Escrituras del A.T.

    En primer lugar, según Jesús y Sus contemporáneos, las Escrituras del A.T. eran la autoridad de la que se derivaban la doctrina y la práctica. Así, Jesús desafió a Sus oponentes a entender las Escrituras: «¿Nunca leísteis en las Escrituras?» (Mat. 21:42; Mar. 12:10). Del mismo modo, Jesús afirmó que la ignorancia con respecto a las Escrituras del Antiguo Testamento era la razón por la que Sus oponentes se equivocaban: «Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios» (Mat. 22:29; Mar. 12:24). En Juan 5:39, Jesús hizo la siguiente observación a los judíos: «Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí».³¹ Es evidente que Jesús y Sus oyentes consideraban que el A.T. era la palabra autorizada de Dios.

    Los Evangelios también demuestran el cumplimiento del A.T. con declaraciones como «todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta», que se dan especialmente en Mateo y Juan.³² Los hombres que hablaron en el A.T. son descritos en los Evangelios como Dios hablando. Por ejemplo, las palabras de Isaías en Isaías 7:14 son descritas por Mateo 1:22 como «… lo dicho por el Señor por medio del profeta…», lo que revela que la Escritura en su totalidad era considerada como la Palabra de Dios. Pero esto no era solo una creencia de los escritores de los Evangelios; también era la opinión del propio Jesús (ver Luc. 24:27, 44).

    No solo las Escrituras del A.T. eran en su totalidad la Palabra de Dios, sino que Jesús también afirmó su naturaleza especial. En Juan 10:35-36, Jesús afirmó que «la Escritura no puede ser quebrantada»,³³ un recordatorio de que la Escritura es la Palabra de Dios. La Escritura no puede ser acusada de error o sería quebrantada, es decir, rechazada como la Palabra de Dios. Jesús dijo brevemente algo similar en Juan 17:17: «…Tu palabra es verdad». Así que, en el Evangelio de Juan la Palabra está conectada con el concepto de la verdad. Jesús, que es «la verdad» (14:6), da el «Espíritu de la verdad» (14:17; 15:26; 16:13), que conduce a los creyentes «a toda la verdad» (16:13).³⁴ Y esta verdad es «Tu palabra [de Dios]». Esto serviría de base para los documentos del nuevo pacto: las palabras de Jesús como las palabras de Dios.

    Uno de los pasajes más sorprendentes relacionados con el uso y acercamiento de Jesús a las Escrituras del A.T. se encuentra en Mateo 5:18, donde Jesús afirmó que no destruiría la ley: «Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido».³⁵ La referencia aquí es a la letra más pequeña ( iota , en hebreo la yodh ) o una tílde ( keraia , lit. «un cuerno», lo más probable es una marca ornamental sobre una letra hebrea, o una serifa), siendo absolutamente firme. Jesús afirmó la autoridad duradera del A.T., hasta los más mínimos elementos de una palabra individual escrita.³⁶

    La postura de Jesús hacia la Escritura era llamativa en dos frentes. Primero, Jesús se sometió a las Escrituras como lo haría cualquier ser humano. Esto puede verse en el relato de la tentación de Jesús por el diablo (Mat. 4:1-11; Luc. 4:1-13). En segundo lugar, Jesús afirmó ser el cumplimiento de las Escrituras, como en Su discurso en la sinagoga de Nazaret (Luc. 4:18-21). Lo que sorprendió a los oyentes de Jesús fue que Su interpretación era cristológica en Su enfoque. Así se convirtió en el cumplimiento de los propósitos y promesas de Dios a Israel. El uso de las Escrituras por parte de Jesús también allana el camino para el N.T.

    El uso y acercamiento de la Iglesia primitiva a las Escrituras del A.T.

    Jesús transmitió a Sus discípulos Su enfoque de las Escrituras del A.T.³⁷ Él mismo les prometió que el Espíritu Santo «… os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Juan 14:26). Desde la perspectiva de Juan, que escribió en los años 80 o principios de los 90, es muy probable que esta promesa sirviera también como afirmación de al menos sus recuerdos de las palabras de Jesús (si no de los recuerdos de todos los apóstoles) registradas en los Evangelios.

    Los apóstoles y sus seguidores siguieron utilizando las Escrituras del A.T. como lo hizo Jesús, es decir, como su autoridad para la vida y la doctrina. Una cita del A.T. ayuda a adjudicar el tema de la inclusión de los gentiles en la Iglesia del N.T. en el concilio de Jerusalén (Hech. 15:16-17). Pasajes clave del A.T. proveen la base para la enseñanza de Pablo en Romanos con respecto a la justificación por la fe (Rom. 1:17; 4:3), la pecaminosidad de toda la humanidad (Rom. 3:10-18), y la elección (Rom. 9:6-18). Lo mismo es cierto para otras cartas de Pablo y las Epístolas generales.³⁸

    Los apóstoles y los escritores del N.T., sin embargo, fueron más allá de la mera afirmación y uso del A.T. Continuaron valorando los escritos proféticos, pero también estaban profundamente interesados en las palabras de Cristo. Hechos 11:16 indica que Pedro confirmó la conversión de los gentiles porque recordó «lo dicho por el Señor». Los escritores del N.T. también establecieron sus recuerdos de Jesús a la par con el A.T.³⁹ Un ejemplo de esto es la declaración en 2 Pedro 3:2, donde Pedro afirmó que escribió «para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles».

    El escritor de Hebreos declaró la continuidad entre la revelación de Dios en el A.T. y el N.T.: «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo» (Heb. 1:1-2). La comunicación de la Palabra de Dios continúa en Hebreos 2:3: «… Habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron». La naturaleza de los testigos oculares de los apóstoles los convierte en los garantes autorizados del mensaje del evangelio (ver 1 Jn. 1:1-5). Como se ha mencionado, 1 Timoteo 5:18 probablemente cita el Evangelio de Lucas como Escritura a la par de Deuteronomio, y Pedro se refirió a las cartas de Pablo como «Escritura» a la par del A.T. (2 Ped. 3:16).

    Esto pone el autotestimonio del N.T. al mismo nivel que el autotestimonio del A.T.⁴⁰ Los contornos básicos de la Palabra de Dios están establecidos por la enseñanza de Jesús. Esto se extiende aún más a la enseñanza de los apóstoles y a los diversos escritores del N.T. Más allá de esto, algunos de los libros del N.T. son reconocidos como Escrituras en otras partes del N.T. Como la Palabra de Dios, el N.T., así como el A.T., es de Dios, y por lo tanto verdadera, autoritaria, irrevocable e irremplazable. Incluso más allá de esto, hay un entendimiento y una expectativa de que, acompañando a la institución del nuevo pacto, se inspiren nuevos documentos escriturales.

    La Escritura como «inspirada»: Dios, la fuente de la Escritura (2 Tim. 3:16-17)

    El pasaje del N.T. que aborda el tema de la inspiración de la Escritura de forma más directa es 2 Timoteo 3:16-17: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra». Estos versos plantean varias cuestiones interpretativas importantes; solo los puntos más destacados se pueden señalar aquí.⁴¹

    El término «toda» es singular, y es mejor pensar en la «Escritura» en el presente caso como un singular colectivo, considerando la Escritura en su totalidad.

    La palabra «Escritura» en el contexto original se refiere al A.T.

    La frase «toda la Escritura» en el contexto inmediato se refiere a la totalidad del A.T., y la lógica del versículo se aplica por extensión también al N.T. (ver también 1 Tim. 5:18).

    El término «inspirada por Dios» designa la fuente de la Escritura (Dios), en lugar de elaborar el proceso de inspiración (ver más adelante). Por lo tanto, la lógica del versículo sugiere que como la Escritura tiene a Dios como fuente, es verdad.

    Estas observaciones, entre otras razones, sugieren que la afirmación de 2 Timoteo 3:16 es que «toda la Escritura es inspirada por Dios y [por lo tanto] es útil…». Lo que esto significa es que la Escritura tiene a Dios como su fuente, y que por esta razón es provechosa para una variedad de usos para preparar al «hombre de Dios [...] para toda buena obra» (2 Tim. 3:17). Esto encaja con la anterior exhortación de Pablo a Timoteo de ser diligente para presentarse aprobado ante Dios como un obrero que enseña correctamente «la palabra de verdad» (2

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1