La isla
Por Céline Tanguy
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Una isla y su exigua población, aislada, fuera de todo tiempo, una casa moribunda, la conciencia del antihéroe minada por los soportes terapéuticos ordinarios al mismo tiempo que por el sufrimiento ante recuerdos que aquellos deberían combatir. La razón lucha, pero se tambalea, porque los círculos viciosos que traza el horror la anulan una y otra vez. El maleficio está en las cabezas. Céline Tanguy teje sabiamente los tentáculos de la culpabilidad negada, engendrada por el acto inicial de un niño celoso y que acaba sometida a un clan de isleños malvados. No llegamos a comprenderlo todo, pero no importa: el resultado es escalofriante. La venganza se fecunda a sí misma y el espíritu se precipita en las aguas verdes del delirio.
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La isla - Céline Tanguy
Céline Tanguy
Hugues Pagan
La isla
Traducción de
Mar Cobos Vera
Traducción de Mar Cobos Vera
© La Salamandre Liseuse 2019
PRÓLOGO
[...] Hay que ver la isla por lo que es[1]: algo así como una mesa granítica, de forma más o menos oval, de unas ocho hectáreas, inclinada hacia el sur para terminar en una especie de ensenada de fondo arenoso y que, a pesar de los arrecifes que hacen difícil el acceso, constituye un fondeadero que bien se podría calificar de transitable en términos de la urgencia que lo justifica. En lo más alto, culmina a catorce metros en un promontorio orientado de lleno al oeste, donde las tormentas vienen a desplomarse con gran estruendo. El promontorio hace frente a la costa, a los vientos y al mar, cuyas furias súbitas y desalientos repentinos han dado forma de algún modo a su perfil abrupto y rugoso. El abordaje no es grato y los caminos que se revelan con marea baja muestran antiguos territorios, casi tan oscuros y tormentosos, que quedaron sumergidos con la gran glaciación, engullendo pueblos fantasmas y cementerios olvidados con la misma indiferencia [...]
[...] Las excavaciones realizadas a finales del siglo xix han puesto de manifiesto la existencia de una especie de círculo de asentamiento, cuyo altozano occidental parece constituir la parte superior y sirve como eje de orientación. Ante la falta de medios técnicos adecuados, las excavaciones en los yacimientos de los islotes vecinos solo han consistido en breves exploraciones de las cuales solo se puede deducir una ocupación humana esporádica. Por el contrario, sobre esta isla se han descubierto, en el flanco meridional del promontorio, un túmulo que cubre una habitación circular ocupada por una treintena de esqueletos de todas las edades, enterradas en posición sentada alrededor de un vetusto pilar central de construcción sólida, así como dos sarcófagos, uno doble y otro simple, y los dos vacíos. Los textos más antiguos que hacen referencia a la isla datan del siglo xiii y dejan constancia de una tentativa de cristianización del lugar, considerado entonces con cierto rechazo como un enclave de culto pagano. Algunas palabras insinuadas aluden a viajes destinados a acompañar a los difuntos a un universo paralelo cuyas calzadas emergentes en marea baja habrían trazado el camino [...] Un texto posterior, datado de mitad del siglo xviii, da cuenta de rumores de sacrificios humanos habituales sobre la llamada Piedra del Poni, que no es otra cosa que los restos planos y monumentales de un menhir despedazado y después tumbado desde tiempos inmemoriales [...] Según ciertos miembros de sociedades ilustradas del continente, sería necesario ver en el término «poni» la alteración del sustantivo «poniente», que se refiere a la puesta de sol [...]
[...] Destrozada, golpeada, a merced de los brutales vientos que llegan corriendo sin tregua desde el otro lado del horizonte deteriorándolo todo a su paso, la isla no tiene nada de hospitalaria y los escasos pobladores que vivieron aquí basaban su pobre subsistencia en exiguos cultivos, en una pesca poco fructífera habida cuenta de la escasez de embarcaciones, así como en el marisqueo y la transformación de algas laminares que calcinaban en hornos y que algunos más tarde tomarían por sarcófagos abiertos en el mismo suelo [...] Los isleños vendían la sosa en la Grande-Terre, así como lodo del suelo a modo de abono [...] Ha corrido una acusación: que a menudo habrían mezclado esta tierra con fragmentos de huesos humanos, lo cual no tendría nada de sorprendente ya que dicha práctica se ha confirmado en otros lugares, siendo una costumbre esparcida, a guisa de mejoras con fósforo, una vez triturados los restos provenientes de osarios saqueados [...]
[...] Hacia el final del siglo xv, surgió un pueblo que no contaría con más de una docena de fuegos, permitiendo estimar la población en un centenar de almas [...] Algo más tarde, se habilitó un puerto rudimentario y fue necesario esperar hasta finales del siglo xix para que se construyera un muelle adecuado y que un dique bloqueara por la cara norte el furor del mar. Sin embargo, este refugio seguía siendo muy peligroso y los barcos de vapor preferían mantenerse a cierta distancia, por lo que el tráfico se hacía con la ayuda de botes de remos. Esto significa que allí se vivía en un estado de aislamiento y de pobreza extremos. Para emplear los mismos términos de un informe transmitido después de los hechos, la verdad es que no se sabía demasiado bien lo que pasaba allí y, por lo demás, a nadie parecía importarle [...]
[...] En su momento de mayor prosperidad, la isla contó con una escuela, un semáforo, algo como una tienda-estanco-peluquería parecida en todos los aspectos a lo que se podría encontrar entonces en la Grande-Terre, así como una panadería cuyo horno se ha conservado intacto. En la ubicación del semáforo se instaló posteriormente una radio inalámbrica que funcionaba gracias a un generador alimentado por gasolina. El abastecimiento de la isla estaba asegurado por un transbordador una vez al mes, supeditado, claro está, a las condiciones climatológicas [...] Por extraño que parezca, la isla no tuvo nunca ni ayuntamiento, ni iglesia ni bar. El servicio militar se llevaba a cabo desde hace mucho tiempo sin un verdadero control, siendo que el estado civil era determinado en la isla vecina de M... [...]
[...] Los hechos relatados en el documento más adelante suscitan varias observaciones. De todas luces, el autor es moderno, incluso contemporáneo: ciertas frases o giros lo demuestran, aunque otras puedan parecer más antiguas. Queda hablar de la historia: que el autor coteje hechos constatados plantea varios interrogantes. No hablaremos de misterio, pues el ámbito del misterio excede con creces las funciones y las dotes de un perito judicial. De haber habido misterio, ha sido en el momento en que los hechos han tenido lugar, en el momento en que las víctimas han caído una detrás de la otra o varias al mismo tiempo en el vacío original [...]
[...] Todo lo demás queda en el ámbito del enigma. La principal encaja, no con los hechos relatados aquí, sino con los hechos constatados en la época. El caso no ha tenido gran repercusión porque en el fondo no había caso o nada que pudiera suscitar el interés de una prensa ya ávida de sensacionalismo y sangre. Los hechos, tal como fueron: trece personas asesinadas con una escopeta de caza de calibre 12. Trece personas, es decir, la totalidad de la población residual de la isla. Los hechos, conocidos varias semanas después de ser cometidos, han sido denunciados a los servicios policiales por el marinero encargado regularmente del abastecimiento de la isla. Enigma en cuanto al móvil o los motivos y en cuanto a su autoría. Enigma en cuanto a la propia identidad de las víctimas [...]
[...] Yo he acudido personalmente al lugar de los hechos bajo requerimiento del Procurador de la República de R... He procedido a las constataciones y a todos los interrogatorios necesarios para el establecimiento de la verdad. La verdad más dura es la verdad judicial porque es