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Prostitución y "mujeres públicas" en Bogotá, 1886-1930
Prostitución y "mujeres públicas" en Bogotá, 1886-1930
Prostitución y "mujeres públicas" en Bogotá, 1886-1930
Libro electrónico421 páginas3 horas

Prostitución y "mujeres públicas" en Bogotá, 1886-1930

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Aparecieron en Bogotá el siglo XIX, y su presencia se hizo notoria a finales de esa misma centuria.Al principio, ellas se asomaron furtivamente por el balcón, abrieron la puerta y se pararon provocativamente en el dintel; luego, salieron a la calle e ingresaron a los lugares reservados para los hombres, como cafés y bares; tomaron por asalto la noche y, finalmente, hicieron suyo el espacio público, sin permiso… y las llamaron "mujeres de la vida licenciosa", "mujeres de la calle", "mujeres de la noche"…"mujeres públicas".
Su historia continúa como historia de los silencios, de las sombras, de la violencia insospechada, de la humillación y del oprobio. Historia de la violación y el abandono; de los cuerpos alegres y los rostros tristes; del estigma y del rechazo; historia de traficantes, explotadores, proxenetas, chulos y alcahuetas.
También como historia del contubernio, del pecado y la mojigatería. Historia de la demonización de la sexualidad y del placer; de la miseria sexual, la soledad, frustración y poquedad de muchos varones de ayer y de hoy.
Historia de los olores y de las escenas repulsivas y nauseabundas, pero también de lucha, resistencia e indignación; historia de los sueños por utopías de justicia y reivindicación.
Una historia compleja, indignante, cruel, perversa y, paradójicamente, fascinante.
Prostitución y "mujeres públicas" en Bogotá, 1886-1930 presenta la historia de estas mujeres con una óptica investigativa original, desde los antecedentes de prostitución en la Colonia hasta la configuración urbana de la Bogotá moderna del siglo.
Con un abordaje a partir de los estudios de género, las políticas públicas y la historia urbana, este libro se perfila como un aporte nuevo y vital para entender el fenómeno de la prostitución desde una perspectiva social y de derechos humanos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 abr 2018
ISBN9789587812060
Prostitución y "mujeres públicas" en Bogotá, 1886-1930

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    Prostitución y "mujeres públicas" en Bogotá, 1886-1930 - Andrés Olivos Lombana

    prostitución.

    Primera parte | Historia, feminismos y prostitución

    Marco conceptual

    En esta primera parte, a modo de introducción, se abordan cinco aspectos: mi postura política frente a la prostitución y a las mujeres prostituidas; los trabajos antecedentes al presente; el marco conceptual de la investigación; el contexto de la temática de la prostitución y las mujeres públicas, y los antecedentes de la prostitución en Bogotá y Colombia.

    Postura política

    El interés en la temática de esta investigación responde a mi compromiso político, tanto personal como profesional, y a mi condición de ciudadano interesado en la promoción de una política pública sobre la prostitución en Colombia.¹

    De manera introductoria, esbozo a continuación mi postura política y comprensiva sobre la prostitución y las mujeres prostituidas, vista desde una perspectiva múltiple:

    La intervención social o la práctica política. No son las ciencias sociales propiamente dichas, en abstracto, sino el sujeto investigador, el científico social, quien realiza una intervención social, o mejor dicho, una práctica política. Tal práctica política supone, o mejor aún, requiere un compromiso y una definición, en este caso por parte del investigador, frente a la realidad concreta y circundante.

    La finalidad ética. Y es aquí donde cabe la pregunta: desde las ciencias sociales, en el mundo de hoy, en la Colombia actual, ¿para qué investigar?, ¿cuál es la finalidad ética de la investigación? El científico social, en tanto que ciudadano, ejerce su ciudadanía participando en la atención de las urgencias éticas de su mundo presente, de su entorno social; y en su condición de científico social debe aportar a la resolución de las situaciones problemáticas; de modo que al hacerlo pueda así mismo contribuir a fortalecer y dinamizar los procesos de cambio.

    Lo anterior supone a su vez dos condiciones que debe tener la investigación en ciencias sociales: ser útil y aplicada. Esto es, como herramienta que sirve de medio para la consecución de una finalidad ética.

    Acción política y solidaridad. La solidaridad, así como es acción por los otros, es también acción con los otros, una acción colectiva y participativa. Y es, por sobre todo, el ejercicio que vehiculiza, que expresa y genera el proceso de humanización en el individuo, en cualquier individuo que construye relaciones de solidaridad. En este caso el investigador, también ciudadano, debe realizar acciones solidarias, acciones políticas desde y con la misma investigación; porque ella es social, sus sujetos, la comunidad, son seres humanos, personas con múltiples anhelos y carencias, entre ellas del ámbito socioafectivo.

    Superación de la vieja historiografía. Superando la vieja concepción de la historiografía tradicional –que con la pretensión de conocer el pasado a la postre se queda con la mirada puesta en el ayer y de espaldas al presente– se entiende la importancia y necesidad de un estudio multidisciplinar de la compleja problemática de la prostitución que, en cualquier caso, debe partir de la situación presente, con diagnósticos y proyectos a futuro, y a la cual aporte una investigación histórica siempre en construcción.

    Un texto es un universo de lectura inagotable, afirma el historiador Bernardo Tovar Zambrano. Ante la variedad de lecturas posibles es necesario hacer una elección. El trabajo historiográfico en tanto se realiza como lectura de los textos históricos supone la inclinación por determinadas opciones, las cuales inciden en la escala del análisis y la densidad de la descripción.²

    Historia en construcción y Derechos Humanos. Tal construcción alude a la posibilidad y a la necesidad de una conceptualización política de esta problemática. Esto significa que la problemática de la prostitución –y, lo que es más, la negación y vulneración que genera de los derechos humanos de las personas en ella involucradas– requiere, además de la investigación y de su conocimiento científico, de la exigencia por dichas personas, en conjunto con la ciudadanía en general, de una acción política coordinada que reclame esos derechos al Estado.³ Así, la investigación se convierte en una herramienta al servicio de la acción social reivindicativa, y orientada a la acción colectiva que busca la transformación y la construcción de las utopías de justicia y democracia.

    Teoría de género e intervención política y social. De acuerdo con los planteamientos teóricos de las corrientes feministas contemporáneas, estos propenden, entre otros aspectos, por la transformación social de las relaciones de género. Para Judith Butler, la teoría es en sí mima transformadora, pero añade:

    Aunque también debéis comprender que no pienso que la teoría sea suficiente para la transformación social y política. Además de la teoría debe haber algo más, intervenciones a nivel social y político que implican acciones, trabajo sostenido, práctica institucionalizada, que no son exactamente lo mismo que el ejercicio de la teoría.

    Sobre este mismo asunto de los feminismos y la transformación social, Rosa Cobo afirma: La conquista de derechos para las mujeres y la redistribución paritaria de recursos no pueden conseguirse sin un movimiento social con capacidad de movilización política y de hegemonía ideológica.

    Feminismos, presente histórico y prostitución. Una de las intervenciones indispensables en la praxis de los feminismos contemporáneos debe ser su acción frente a la prostitución y en defensa de las mujeres prostituidas, como parte fundamental de su lucha teórica y política por la transformación de las relaciones de género. En la agenda política feminista actual se podría incluir el tema de la industria de la prostitución conjuntamente con otros como el feminicidio y el de la feminización de la pobreza.

    Las otras mujeres y el feminismo dialógico. Pero la agenda política de las feministas requiere involucrar de manera activa y participativa a las otras mujeres, como lo plantea Lidia Puigvert:

    Las otras mujeres son todas aquellas que han ido quedando al margen de nuestros discursos y luchas feministas por no ser académicas o pertenecer a minorías culturales, es decir, son la inmensa mayoría de las mujeres excluidas de la formulación de prioridades y temas seleccionados por el movimiento que hemos generado las académicas y occidentales.

    Para Puigvert el feminismo dialógico pretende unir los esfuerzos de todas las mujeres […] para superar las desigualdades que sufrimos.

    Contra la prostitución y por la plenitud de los derechos humanos. Pero la acción contra la prostitución y por la equidad de género no es, no puede ser, una lucha solamente de los feminismos ni de las otras mujeres, aislada del conjunto de la lucha social por la democracia y los derechos humanos. La lucha contra la prostitución, desde el ejercicio de la ética cívica y del ejercicio de la solidaridad positiva es, a su vez, el ejercicio de la ciudadanía en el siglo XXI. Una ciudadanía activa, crítica, solidaria y participativa, una ciudadanía con la suficiente fuerza, como capacidad colectiva, para abrirle el camino a la utopía de los derechos humanos.

    Trabajos antecedentes

    Son aún escasos y limitados los estudios realizados por la academia universitaria sobre la prostitución en Bogotá para el periodo 1886-1930.⁹ En la tabla 1, se presenta un resumen, cualitativo y cuantitativo,¹⁰ de los estudios sobre la prostitución realizados durante el periodo 1886-1930. Durante este periodo, la prostitución que se presenta en la ciudad de Bogotá es mayoritariamente femenina, con algunos excepcionales y supuestos casos de prostitución masculina, pero sin conocimiento de fuentes documentales de comprobación.¹¹ Solo en 1970, en el Código Nacional de Policía, en el artículo 178, se dice: dicha actividad es ejercida tanto por las mujeres como por los hombres. Sin embargo, y de manera excepcional, hasta el momento he localizado para el periodo solo un expediente, emanado de la Dirección de la Policía Nacional, y fechado el 7 de enero de 1892, en el que se hace referencia a la presencia en Bogotá de muchachos "entregados al vergonzoso y degradante vicio de la sodomía. Los médicos moralistas de la época la consideraban como un acto contra natura".

    Tabla 1. Estudios sobre la prostitución en Bogotá para el periodo 1886-1930

    (a) Publicado en Sexualidad, matrimonio y familia en Bogotá 1880-1930. (b) Artículo publicado en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, n.° 25. (c) Publicado como capítulo en Placer, dinero y pecado. Historia de la prostitución en Colombia (Bogotá: Alfaguara, 2002).

    Fuente: elaboración propia.

    Aparte de los indicadores cuantitativos señalados en la tabla 1, a continuación se enuncian algunos comentarios generales sobre dichas investigaciones antecedentes sobre la prostitución en Bogotá para el periodo 1886-1930:

    •Los trabajos de Sánchez, Urrego, Martínez y Obregón ofrecen algunos aportes y un amplio soporte por las fuentes consultadas.

    •Los trabajos investigativos desde la perspectiva de género son excepcionales y aún incipientes.

    •En cuanto a las fuentes especializadas, se requiere ahondar en la información generada por el estamento policial, revisando en los archivos de la institución, así como en el Archivo General de la Nación.

    •Es necesario realizar una relectura crítica de los censos y estadísticas. ¹²

    •También urge efectuar una valoración más precisa de las percepciones de algunos médicos frente al tema; por ejemplo, las tesis de grado de los médicos de la Universidad Nacional ¹³ y los trabajos y escritos del MD Laurentino Muñoz sobre las enfermedades venéreas y su relación con las mujeres en ejercicio de la prostitución. ¹⁴

    Marco conceptual

    Esta investigación se enfoca historiográficamente en la historia social y de las mentalidades, y así mismo en la historia de las mujeres. A continuación se abordan cinco aspectos conceptuales que en esta investigación se asumen como el marco teórico, orientador; conceptos de primer interés, interdependientes y necesarios para una adecuada comprensión de la temática de la historia de la prostitución y de las mujeres en el ejercicio de esta.

    Los cinco aspectos conceptuales son los siguientes: moralización y medicalización de la sexualidad y la prostitución; historia del género y el género en la historia; historiografía de las mujeres; historiografía de la prostitución; ¿para qué la historia?... y ¿la historia de las mujeres?

    Moralización y medicalización de la sexualidad

    La Iglesia católica –desde la Antigüedad– y la medicina –a partir de la Modernidad–, aunque con métodos y propósitos distintos, coinciden a partir del siglo XIX en la intervención del control moral y político de la sexualidad.

    Los Padres de la Iglesia y el pensamiento cristiano sobre la sexualidad

    Desde los dos primeros siglos del cristianismo se manifiesta una creciente severidad sobre la sexualidad debido a la influencia de la corriente filosófica del estoicismo, caracterizado por entonces por su extremo rechazo a toda expresión de placer. Durante estos siglos se asiste a un reforzamiento del vínculo conyugal. Las relaciones sexuales quedan autorizadas sólo dentro de la vida matrimonial.¹⁵ Pero serán los denominados Padres de la Iglesia, durante la Edad Media, quienes consoliden el pensamiento cristiano sobre la sexualidad. Este se caracteriza por su enfoque rígido y unilateral –que pone en cuestión todo lo que se relacione con el placer–, la reducción de la sexualidad a la reproducción, así como por el rechazo a los anticonceptivos.

    Los Padres de la Iglesia justificaron el estado matrimonial, el uso de la sexualidad y la generación, fundamentándose en la filosofía estoica y en su concepto de naturaleza. Según la doctrina estoica, las relaciones humanas y matrimoniales no se rigen por el amor, sino por la justicia, la rectitud y la moderación. […] Así pues, marginado el amor interpersonal e iniciado el proceso de desconfianza hacia el placer, no le quedaba al ejercicio de la sexualidad otra justificación que ser un medio para la generación.¹⁶

    El principal exponente de los Padres de la Iglesia fue Aurelio Agustín (san Agustín). La influencia del pensamiento de san Agustín (354-430) en la consolidación posterior de la moral católica fue notoria y profunda. Asumió la norma estoica de que la sexualidad es para la generación (reproducción). Manifestó una clara desconfianza hacia el placer, considerándolo una consecuencia del pecado original. Para san Agustín, buscar el placer en las relaciones matrimoniales, por el desorden que comporta, no está exento de pecado. Para él toda actividad matrimonial no procreadora es ilícita; y además no acepta el uso de medios anticonceptivos.

    San Agustín basa la hostilidad cristiana hacia el placer carnal en su teoría de la concupiscencia. Anclada en la carne del hombre después de la caída, esta fuerza intrínsecamente mala no puede ser expulsada de ella por el bautismo. Esta fuerza arranca nuestros órganos genitales al control de la razón y, en el acoplamiento carnal, llega inevitablemente un momento en que la concupiscencia invade nuestro espíritu. El acto conyugal, pues, sólo es legítimo si tiene por fin algo bueno, la procreación que contrarreste lo malo.¹⁷

    Un medio de expansión y consolidación de la moral católica –y en este caso específico, de la moralización de la sexualidad– fue la triada integrada por el cura, el púlpito y el confesionario;¹⁸ especialmente la confesión de los pecados que atentan contra el sexto y el noveno mandamientos, referidos al adulterio y la lujuria.

    En muchos confesionarios, es a través del estudio del sexto mandamiento que la conducta sexual pecaminosa alcanza su más completo análisis. En las explicaciones de este mandamiento está la clave del discurso sobre la sexualidad y sus muy variadas formas de expresión y represión, en la medida que sondeaban la naturaleza de la depravación y todos los atentados contra la castidad y la moderación sexual.¹⁹

    Ambigüedad de la Iglesia y doble moral del conquistador español

    A finales del siglo XV la tradición cristiana ya se encuentra arraigada en Occidente, en particular en la península ibérica, en los imperios hispano y lusitano, imperios que impondrán en el Nuevo Mundo la nueva fe, y con ella la tradición y la moral católicas, penetrando en la vida cotidiana, en las creencias y la cultura de los aborígenes, mestizos y sus descendientes.

    En los expedientes sobre los procesos inquisitoriales en México, en el periodo comprendido entre 1567 y 1577, se evidencian dos aspectos que interesa resaltar: de un lado, la ambigüedad moral de la Iglesia frente a la sexualidad, y por otra parte la doble moral asumida por los conquistadores españoles.

    La Iglesia Católica Novohispana [figura 2] consideraba pecaminosa en grado capital la transgresión del sexto mandamiento; por otro lado, reconocía la imposibilidad del cumplimiento del precepto de la castidad por parte de todos los feligreses solteros. Por ello, la actitud eclesiástica frente a la prostitución fue flexible y aún la alta jerarquía peninsular respaldó la fundación de las primeras casas de mancebía en América. Inclusive podemos decir que la fornicación simple constituyó la única práctica sexual desviante tolerada por la Iglesia, a diferencia del adulterio, el estupro, el rapto, el incesto y la homosexualidad.²⁰

    Los conquistadores españoles, aprovechándose de tal ambigüedad de la Iglesia católica, argüían en sus declaraciones testimoniales que la fornicación con mujer soltera o con mujer pública no era pecado, o lo era en grado venial. Así, por ejemplo, el acusado Juan de Aguilar señalaba que no era pecado echarse con una mujer pagándoselo; y haciendo una remembranza añadía que el acto de pagar a la mujer con quien fornicaba lo absolvía de todo pecado pues cosa notoria es que no es pecado pagándoselo, pues hay en Sevilla puterías que si fuera pecado no se hicieran. En otro proceso, Juan del Castillo justificaba que las mujeres pobres para sostenerse debían prostituirse; al hacer referencia a

    una mujer viuda con dos hijas doncellas tan pobres que algunos días no comían, por no tener con que comprar, el dicho Juan del Castillo dijo: pues si son tan pobres por qué no se menean y obtendrán veinte pesos sobrados y no les faltará una saya de terciopelo que ponerse. Juan del Castillo era uno de quienes decía que las mujeres eran para follárselas, en particular las del pueblo; en una conversación afirmaba: que si no conociese mujeres todos los días de esta vida, se moriría; y el dicho su hermano le respondió: pues cuando vais fuera de México a qué mujeres conocéis; y el dicho Juan del Castillo respondió: a las venteras o indias.²¹

    Frente a las argucias de los conquistadores españoles y a la flexibilidad de la Iglesia, los tribunales inquisitoriales se erigieron en severos defensores de la doctrina religiosa; así, por ejemplo, se expresa el edicto emitido en la Ciudad de México el 26 de enero de 1576: En el Consejo Supremo de la Santa General Inquisición se ha entendido de la mucha frecuencia que hay en el delito de decir que la simple fornicación no es pecado y la poca enmienda que en este error hasta ahora ha habido; y renglones más adelante señala: Certificamos y amonestamos que la simple fornicación es pecado mortal, y que decir lo contrario es herejía.²²

    Medicalización de la sexualidad y moralización

    Entre los siglos XVI y XIX ocurren tres factores principales que dinamizan el proceso de medicalización de la sexualidad: el crecimiento constante de la sífilis en las ciudades, asunto que se trata en las páginas 191 a 214 de este trabajo; la aparición de la higiene pública a finales del siglo XVIII, y como consecuencia el higienismo, el ascenso del protagonismo de los médicos en el control político urbano y su intervención en la cuestión social desde el siglo XIX.

    Según Georges Vigarello, después de 1780 van surgiendo las premisas de una higiene pública; a partir de entonces, la mirada del higienismo urbano se centra en el pueblo, en su promiscuidad y hacinamiento, en sus prácticas primitivas y en lo sucio. Hay una palabra que a principios del siglo XIX ocupa un lugar inédito: higiene.²³ Con el auge del higienismo, la medicina acelera el proceso de transición, de la actividad clínica a una actividad social, el médico pasa a intervenir en la sanidad pública, en las condiciones de vivienda, en el control de las enfermedades sociales como la sífilis y en los asuntos de la reglamentación de la prostitución; de tal manera la medicina y los médicos desempeñan un papel central en la orientación y ejercicio de la política, así como en el estudio e interpretación de la sociedad […]. El control sobre la vida y la muerte la han instaurado como un tercer poder al lado de la religión y de la política.²⁴

    El poder y ascendiente de los médicos es aceptado tanto por las autoridades urbanas como por sus comunidades y conglomerados sociales. Al respecto, en 1888 el médico colombiano Andrés Posada afirma lo siguiente: No hay ciertamente en los pueblos civilizados, dejando aparte el sacerdote católico cuya augusta misión es de un orden distinto, personaje más importante, miembro más útil a la comunidad que el médico.²⁵

    La influencia en los médicos de la moral de la Iglesia católica, además de ser la moral dominante en Occidente durante todo este tiempo, fue también recibida a través de la lectura de los textos moralizadores de la época, en particular de la lectura que los médicos colombianos hicieron de las obras de Marañón, Razetti, Capellman, Surbled y los textos de Pío XII. En su Moral médica Razetti afirmaba:

    El objeto exclusivo de la medicina es hacer el bien […]. No nos cansaremos de repetir que la medicina no es un oficio, que la medicina es una noble profesión; la medicina no es una industria, la medicina es un sacerdocio.²⁶

    A la postre se fue abriendo un conducto vinculante entre la ética médica y la moral promovida por la Iglesia católica.

    La ética médica ha estado unida estrechamente a esa carga moral que le asigna la tradición cristiana, siendo aún mayor para esta época de finales del siglo XIX y principios del XX. Fue la Iglesia con sus dogmas y creencias la que mostró el camino de lo que era correcto realizar, pensar y proponer. La medicina no se alejó de esta constante e irrestrictamente se presentó como un instrumento moralizante; los médicos a su vez adquirieron ese estigma de poder (biopoder), que no estaba separado de la mirada católica y a ellos correspondió al igual que a los sacerdotes presentar el camino moralmente correcto a la comunidad y al individuo, incluso para ellos era fácil determinar qué comportamientos se podían catalogar como pecaminosos.²⁷

    Moralización e intervención médica en asuntos de sexualidad

    La intervención creciente de los médicos en la cuestión social se arraigó con la tradición, al punto de que lo que podría considerarse como una intromisión en la sexualidad e intimidad de las personas, se legitimó como un asunto natural y propio de la medicina y los médicos. En consecuencia los médicos ejercieron una moralización en aspectos como la planificación familiar; la fecundación artificial fuera del matrimonio y la masturbación; sobre esta última decía en 1907 el médico colombiano Emilio Robledo: Es preciso que sepáis que los pecados solitarios a que se dan los jóvenes con tanta frecuencia, por timidez o por perversión adquirida, son muy peligrosos y sobre todo altamente degradantes de la naturaleza humana.²⁸ La masturbación era un asunto de la sexualidad en el que convergían los médicos y la Iglesia católica. Ante la práctica de la masturbación por parte de los célibes como alternativa para evitar el acto pecaminoso de la prostitución, las autoridades religiosas se pronunciaron contra esta opción y proscribieron las situaciones que podían llevar a ella, como los ‘tactos deshonestos’ o cualquier forma de voyerismo. Asimismo, si durante la masturbación la persona deseaba carnalmente a otra, se cometía un segundo pecado.²⁹

    Medicalización de la sexualidad y represión de los cuerpos

    La psicoanalista y feminista española Concepció Garriga al respecto escribe lo siguiente:

    En el siglo XIX se expandió la medicalización de la sexualidad. Para acallar las ansias emancipatorias de las mujeres, fuerzas culturales cada vez más poderosas (periódicos, manuales médicos, guías matrimoniales y la ginecología como especialidad) intentaron que las mujeres siguieran sin conocer su propia anatomía y sus respuestas sexuales. Urdieron la teoría de que el clítoris era causa de bajeza moral. En 1850 se afirmaba que la masturbación, en ambos sexos, era un peligroso camino hacia todo un espectro de enfermedades físicas horribles que llevaban a la locura (Wolf, 2013, p. 200). Hay que entender la obsesión contra la masturbación femenina como una reacción contra los peligros que entrañaba la emancipación de la mujer del hogar patriarcal, en un momento en que estaba consiguiendo muchos derechos: a divorciarse de un marido violento, a tener mayor control sobre sus ingresos y herencias dentro del matrimonio, a abandonar el matrimonio después de un divorcio con sus propiedades y la custodia de los hijos, en el mundo anglosajón.³⁰

    Figura 2. Facsímil de la revista La Iglesia, Órgano Oficial de la Arquidiócesis de Bogotá.

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