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"Señores del muy ilustre cabildo": Diccionario biográfico del cabildo municipal de Santa Fe (1700-1810)
"Señores del muy ilustre cabildo": Diccionario biográfico del cabildo municipal de Santa Fe (1700-1810)
"Señores del muy ilustre cabildo": Diccionario biográfico del cabildo municipal de Santa Fe (1700-1810)
Libro electrónico898 páginas9 horas

"Señores del muy ilustre cabildo": Diccionario biográfico del cabildo municipal de Santa Fe (1700-1810)

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Los cabildos municipales fueron los primeros instrumentos de organización y acción política utilizados en América durante el proceso de conquista y representaban directamente a los primeros fundadores y pobladores de las ciudades. A lo largo de la época colonial, su papel de esqueleto administrativo sobre el cual la monarquía hispánica asentó su presencia en el continente americano fue evolucionando. Así, durante el siglo XVIII la mayor parte de los cargos del cabildo de Santa Fe fueron ocupados por individuos pertenecientes a unas pocas familias emparentadas entre sí que constituían una oligarquía bastante compacta que controlaba el ejercicio del gobierno municipal y lo usaba para su propio provecho.

"Señores del muy ilustre Cabildo" se centra precisamente en estos individuos y detalla las biografías de las personas que ocuparon cargos en el cabildo de Santa Fe entre los años 1700 y 1810 a manera de repertorio biográfico. Mediante un riguroso estudio de fuentes primarias que trasciende hábilmente las limitaciones impuestas por la desaparición del archivo de la institución, las autoras pormenorizan la formación académica, trayectoria profesional y entramado familiar de los casi 300 cabildantes de esta época, creando una valiosa herramienta de apoyo para todos aquellos interesados en el estudio de la institución capitular y la ciudad de Santa Fe y sus élites durante el siglo XVIII. La obra no solo clarifica el panorama de ocupación de cargos del cabildo durante el siglo XVIII, sino que contribuye a profundizar en el conocimiento de las élites hispanoamericanas en la época moderna, sus mecanismos de inserción en las instituciones y en última instancia la manera de gobernar el territorio desde España durante el siglo XVIII.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 abr 2017
ISBN9789587810929
"Señores del muy ilustre cabildo": Diccionario biográfico del cabildo municipal de Santa Fe (1700-1810)

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    "Señores del muy ilustre cabildo" - Ainara Vázquez Varela

    Señores del muy Ilustre Cabildo

    Diccionario biográfico del cabildo municipal de Santa Fe (1700-1810)

    Ainara Vázquez Varela y Juana María Marín Leoz

    Reservados todos los derechos

    © Pontificia Universidad Javeriana

    © Facultad de Ciencias Sociales

    © Ainara Vázquez Varela

    © Juana María Marín Leoz

    Primera edición: abril de 2017

    BOGOTÁ D. C.

    ISBN: 978-958-716-089-9

    Número de ejemplares: 300

    Hecho en Colombia

    Made in Colombia

    Editorial Pontificia Universidad Javeriana

    Carrera 7 n° 37-25, oficina 1301,

    Bogotá Edificio Lutaima

    Teléfono: 3208320 ext. 4752

    WWW.JAVERIANA.EDU.CO/EDITORIAL

    Correción de estilo | Jhon Mesa Mendoza

    Diseño de pauta, cubierta y diagramación | Boga Cortés y Triana www.bogavisual.com

    Desarrollo ePub | Lápiz Blanco S.A.S.

    Pontificia Universidad Javeriana. Vigilada Mineducación. Reconocimiento como universidad: Decreto 1270 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.

    Prohibida la reproducción total o parcial de este material sin autorización por escrito de la Pontificia Editorial Javeriana.

    Vázquez Varela, Ainara, autora

    Señores del muy ilustre Cabildo: diccionario biográfico del cabildo municipal de Santa Fe (1700-1810) / Ainara Vázquez Varela, Juana María Marín Leoz; prólogo de Germán Mejía Pavony. — Primera edición. — Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2017.

    750 páginas; 17 x 21,9 cm

    Incluye referencias bibliográficas (páginas 727-748)

    ISBN: 978-958-716-089-9

    1. CABILDOS - HISTORIA - BOGOTÁ - 1700-1810. 2. BOGOTÁ - HISTORIA - COLONIA, 1700-1810. 3. PROSOPOGRAFIA - SIGLO XVIII. 4. ÍNSTITUCIONES POLÍTICAS - HISTORIA - SIGLO XVIII. I. Marín Leoz, Juana María, autora. III. Mejía Pavony, Germán, prologuista. iv. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales.

    CDD 986.1033 edición 19

    Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J.

    Prólogo

    Si un diccionario biográfico nos llama la atención, nos interesa aún más que ese repertorio se refiera a los miembros del cabildo de Santafé en el siglo XVIII. La reciente historiografía colombiana no ha sido proclive a producir este tipo de obras. En efecto, los compendios biográficos con que contamos no pasan de unas pocas colecciones disponibles en bibliotecas virtuales o páginas web, todas ellas fichas que reseñan políticos, escritores, artistas, intelectuales y algunos científicos destacados, sin olvidar los pocos libros de referencia que podemos encontrar en nuestras bibliotecas públicas y universitarias. Por ello, es inevitable que este libro llame la atención. Lo cierto, sin embargo, es que ello no debería ser así, pues las obras de este tipo resultan, sin excepción, fundamentales para el adelanto de la investigación histórica.

    La biografía desapareció casi totalmente en Colombia como producto legítimo del trabajo del historiador desde hace ya más de medio siglo. La razón no es tan complicada de enunciar: de una parte, la crítica a la historiografía académica, al canon, negó de tajo la importancia que la nueva historia, en particular la de orientación marxista, podía reconocer al individuo como sujeto de la historia. De este modo, solo las clases sociales, las agrupaciones políticas, las colectividades, en fin, fueron registrados como los únicos actores que contenían en sí la posibilidad de explicar las sociedades y ser explicados por ellas. De otra parte, igualmente desde hace ya más de medio siglo, la obra historiográfica siempre debía estar orientada a la estructura social y teóricamente fundamentada si pretendía ser aceptada como tal por la comunidad de historiadores nacionales. Aunque es cierto que algunos compendios documentales —que reunían manuscritos sobre el trabajo, el conflicto social, la tierra, o el Estado, entre otros— fueron publicados hacia mediados del siglo XX, el hecho básico es que, si el historiador quería ver su trabajo validado por su comunidad de saber, el papel del individuo en su explicación solo podía ser marginal. Entonces, resultaba inevitable preguntarse, ¿para qué la biografía?

    Los tiempos han cambiado, y hoy es posible no solo publicar este compendio biográfico, sino además celebrar su aparición. No digo elaborar, pues las dos autoras de este diccionario provienen de una comunidad historiográfica —la española—, en la que nunca perdió importancia la biografía como objeto del trabajo del historiador. Pero ciertamente no cualquier biografía. Por ello, el asunto no se resuelve solo con reconocer que hoy nuestra comunidad de saber valora este tipo de investigaciones, pues las requiere para afinar sus explicaciones. En este sentido, los estudios de los individuos que hoy requerimos no son, en el mejor de los casos, los que provienen de su escrutinio histórico-psicológico, escuela que aún tienen adeptos y tarea que requiere de ardua investigación y maestría en la narración de la vida del sujeto. Sin negar que este tipo de estudios nos apasiona, requerimos ahora precisamente lo que este diccionario nos ofrece: la lectura del individuo desde aquello que lo vincula a un grupo singular, en este caso, aquellos individuos que tuvieron las calidades suficientes para vincularse al cabildo de Santafé durante el siglo XVIII. De allí los planos de lectura y de investigación enunciados por las autoras: la formación académica, la trayectoria profesional, el entramado familiar y las solidaridades, esto es, aquellas filiaciones que establecieron con quienes consideraron sus iguales.

    Ahora bien, si la investigación prosopográfica de corte histórico —la que precisamente nos ofrecen las autoras en este magnífico diccionario— es ahora gratamente aceptada por nuestra comunidad de saber, resulta por demás interesante preguntarse por qué lo hacen sobre los individuos que estuvieron vinculados al cabildo de Santafé, esa institución tan poco valorada en nuestra historiografía. En este sentido, las autoras, luego de un erudito recorrido por los estudios históricos sobre el municipio en los territorios del Imperio español, se preguntan por su casi inexistencia en nuestro medio, esto es, en las investigaciones históricas referidas a la Real Audiencia de Santafé y Virreinato de la Nueva Granada. Y tienen toda la razón. Esta ausencia es consecuencia de que uno de nuestros graves vacíos historiográficos sea la historia de las instituciones. Debemos admitirlo, por décadas hemos despreciado este campo de estudio. De allí que este vacío sea una de nuestras más lamentables prisiones historiográficas, para usar la lúcida expresión de Germán Colmenares. En efecto, nos convencimos que la institución no es un lugar historiable, pues representa en el mejor de los casos apenas un escenario, y lo que importa es la obra que allí se escenifica, bajo el supuesto de que el lugar donde se representa no incide en su significado. Lo mismo nos ha ocurrido con la historia de las ciudades— y, por extensión, desde luego, de sus instituciones, una de las cuales ha sido, desde el siglo XVI, en nuestro territorio, el cabildo—. Al haberlas asumido como simples contenedores, las hemos vaciado de sentido en nuestras explicaciones tanto históricas como sociales en general.

    La explicación de estas ausencias se encuentra, sin duda, en el hecho de que convertimos al Estado nación en el marco de referencia único y omnipresente de nuestra historia. Por esta razón, afirmamos sin sonrojo que tenemos una historia colonial de Colombia y la investigamos, explicamos y narramos con total ausencia de su referente necesario, el Imperio español. Para qué, decimos convencidos, si la sola mención a su existencia es ya suficiente para la interpretación, puesto que son las dinámicas nacionales las que en definitiva contienen la explicación. Bajo esta misma lógica, el municipio desapareció totalmente en nuestra historiografía. En efecto, las pesquisas deben ser elaboradas en el nivel estatal para que adquieran sentido y legitimidad historiográficos, razón por la cual aquehas dinámicas locales, como las del municipio, apenas si las podemos entender como subsidiarias. Por este mismo camino, el significado de lo local o, como nos gusta decir, lo regional, solo es entendible como particularidad de lo nacional o, en el mejor de los casos, si aceptamos que los peldaños en la escala son en realidad umbrales sociales, en tensión con el nivel nacional. Lo que esto quiere decir es que el Estado nación sometió al municipio y lo hizo en tal magnitud que lo desapareció del horizonte historiable de nuestra sociedad. De allí que este diccionario nos llame doblemente la atención, por biográfico y por biografiar prosopográficamente a miembros del cabildo de Santafé en el siglo XVIII.

    Ainara Vázquez Varela y Juana Marín Leoz nos ofrecen en este diccionario, entonces, un doble producto de gran valor historiográfico: uno que proviene de la prosopografía convertida en repertorio y otro que hace del municipio un lugar innegablemente historiable. Las autoras, Ainara y Juana, nos dicen que el principal objetivo de la presente obra consiste en ser una utilísima herramienta de apoyo para todos aquellos interesados en el estudio de la institución capitular y la ciudad de Santa Fe y sus élites durante el siglo XVIII, lo que ciertamente es así. Pero considero que alcanzan mucho más. Es evidente que las obras de referencia son fundamentales y ello por sí mismo justifica la ingente labor investigativa de dos personas que con oficio lograron allegar toda esta información y darle sentido. Pero llegan mucho más allá, pues en estas páginas encontramos reunido un conjunto de individuos que, en una ciudad singular y en un momento específico, cobran forma como seres humanos que hacen de este lugar su espacio propio, porque lo dominaron en su beneficio, y particular porque les dio sentido como colectivo social.

    GERMÁN RODRIGO MEJÍA PAVONY

    Introducción

    Dije de nulidad a las elecciones hechas de alcaldes ordinarios en don Miguel de Berrio y en don Cristóbal de Lechuga por ser en contravención y manifiesta oposición a los reales preceptos siendo como son, los electos y electores parientes, por estar casado don Miguel de Berrio con tía carnal del señor don José de Salazar, aparte del deudo de consanguinidad que tienen, y don José Prieto con hermana del señor don Antonio Ricaurte, sobrino carnal de la que es mujer de don Pedro de Tobar, y la hermana de éste con el expresado don Cristóbal.

    JOSÉ VELEZ LADRÓN DE GUEVARA*

    *Petición de José Vélez Ladrón de Guevara, Santa Fe, 1729, AGI, Fondo Santa Fe, 732.

    Los cabildos municipales fueron los primeros instrumentos de organización y acción política utilizados en América durante el proceso de conquista¹. No solo representaban directamente a los primeros fundadores y pobladores de las ciudades, sino que constituían el esqueleto administrativo sobre el cual la monarquía hispánica asentó su presencia en el Nuevo Mundo, lo cual acabó por convertirlos en una de las principales instituciones del organigrama político-administrativo indiano². Los cabildos regían el gobierno de la ciudad, administraban la justicia en ella, supervisaban las necesidades materiales de los vecinos y gozaban respecto de gobernadores y audiencias de una amplia autonomía en la gestión de estas competencias. Además de ocuparse de la policía del área urbana que les correspondía —manteniendo la seguridad pública y castigando delincuentes—, las corporaciones dedicaban una gran atención y cuidado a la supervisión del desarrollo agrícola y ganadero del territorio bajo su custodia, con el fin de garantizar el abastecimiento de la ciudad y de regular la actividad comercial en ella por medio del control de los precios y la distribución de géneros.

    Existe una producción historiográfica relativamente considerable dedicada al estudio de la institución municipal colonial americana³. La mayor parte de ella se puede dividir en dos grandes grupos de obras. En un primer conjunto se agruparían aquellos estudios en los que se examinan sus principales aspectos teóricos y formales desde una perspectiva institucional⁴. En un segundo lugar se congregarían la serie de aportaciones surgidas a partir de los años setenta y ochenta del siglo XX que se interesan por el análisis de las trayectorias de los miembros del cabildo, de sus redes familiares y de la consolidación de los grupos de poder urbanos en las distintas ciudades⁵. Aunque tuvo precursores, el verdadero iniciador de esta corriente fue Guillermo Lohmann Villena con su estudio del cabildo limeño durante el siglo XVIII, que marcó un antes y un después en este tipo de producción historiográfica⁶.

    Es en este segundo grupo donde se enmarcan las obras dedicadas a las corporaciones no capitalinas del virreinato neogranadino. Así, han recibido atención los cabildos de Popayán, Medehín, la provincia de Pamplona y Cartagena de Indias*⁷ . En lo que se refiere a la corporación de Santa Fe, el análisis de la bibliografía evidencia que, descontando las obras de referencia de José María Ots Capdequí y el tomo XIV de la colección de Historia Extensa de Colombia, en las cuales se analiza el cabildo en el conjunto de las instituciones neogranadinas, no existe una obra de síntesis sobre el gobierno capitular santafereño⁸.

    La escasa bibliografía dedicada al estudio del cabildo de Santa Fe ha tenido que enfrentarse desde un principio a una grave dificultad: la escasez de fuentes. Esto es debido al incendio que tuvo lugar en 1900 en la Galería Arrubla de Bogotá, lugar donde se localizaba el archivo municipal, y que significó la pérdida de prácticamente la totalidad de la documentación emitida por la institución a lo largo de su historia: libros de acuerdos, actas capitulares, documentación sobre las elecciones anuales y cualquier tipo de relación de cargos. Por ello, aquellos autores interesados en el estudio del cabildo santafereño han tenido que llevar a cabo una importante labor de recopilación de documentación periférica depositada en otros archivos. Estos estudios dieron comienzo con los trabajos de Enrique Ortega Ricaurte, cuyo fruto se concretó en tres obras de referencia básicas: Regidores del cabildo de Santa Fe de Bogotá, 1539-1933, publicada en 1933, en la cual recogía la nómina de alcaldes y regidores del cabildo santafereño entre esas fechas⁹; Actas de la Junta Municipal de Propios, 1797-1808, editada en 1937, que consiste en una recopilación de documentos que sobrevivieron al incendio de 1900; y Cabildos de Santa Fe de Bogotá, cabeza del Nuevo Reino de Granada, 1538-1810, trabajo publicado en 1957, en el que compilaba la correspondencia del cabildo de Santa Fe con las autoridades virreinales y metropolitanas, conservada en los diferentes fondos y secciones del Archivo General de la Nación, de Bogotá¹⁰.

    Tras los estudios de Ortega Ricaurte, las aportaciones se pueden dividir en tres campos de investigación. El primero, centrado en un acercamiento a la institución con un objetivo sintético, lo representa la tesis doctoral inédita de Brubaker, en la que se analiza el cabildo como principal administrador municipal y gestor de la realidad económica de Santa Fe¹¹. El segundo, centrado en las obras de recopilación documental de Guillermo Hernández de Alba y Javier Ortiz de la Tabla Ducasse, retoma las formas y los objetivos de Ortega Ricaurte. En 1943 Hernández de Alba editó un índice de cédulas reales del cabildo entre los años 1539 y 1760¹²; y en 1955 publicó otro documento inédito: un juicio de residencia seguido al cabildo en 1760 por Juan Francisco Pey Ruiz, que sirvió para corregir una serie de nombres de la nómina realizada por Ortega Ricaurte en 1933¹³. La publicación de fuentes capitulares de Alba se completó en 1968 con la reproducción de los extractos de las actas del cabildo de los años 1541-1545¹⁴. Javier Ortiz de la Tabla Ducasse, por su parte, ha dirigido la compilación y publicación de la documentación de cabildos indianos conservada en el Archivo General de Indias, en la serie Cartas de Cabildos hispanoamericanos, completando con la edición del tomo relativo al cabildo de Santa Fe (1996) la labor realizada por Ortega Ricaurte en el Archivo General de la Nación, de Bogotá¹⁵.

    Todos estos estudios, a pesar de suponer una importante aportación, adolecen de graves limitaciones. Ortega Ricaurte, por ejemplo, se limita a presentar en sus obras listados cronológicos de los miembros del cabildo sin especificar la naturaleza del cargo o el tiempo total de permanencia en él. Además, como ocurre habitualmente con la bibliografía de carácter erudito, el mayor obstáculo a la hora de trabajar con ella es la falta de referencias documentales que remitan a la fuente original utilizada. Por otro lado, las recopilaciones de fuentes posteriores a Ortega Ricaurte no profundizan en quiénes eran los miembros del cabildo, ya que únicamente se limitan a la simple sucesión de documentos sin ningún vínculo entre sí, al margen de su origen capitular.

    Ha sido un tercer conjunto de investigaciones relativas al cabildo santafereño el que ha comenzado a superar estas carencias al situar a sus miembros en el centro del análisis. Estas obras, además de tratar de definir sus características individuales, intentan colocar a los capitulares en un contexto más amplio en el que entran en juego sus relaciones familiares y sociales. En esta nueva tendencia destacan autores como John Leddy Phelan, quien estudió las familias más importantes del siglo XVIII santafereño y su inmersión en la institución capitular, Hermes Tovar Pinzón, Thomas Gómez y Jairo Gutiérrez Ramos¹⁶.

    Estos tres últimos utilizaron las mismas familias ya destacadas por Phelan para analizar los conflictos entre las autoridades coloniales y los poderes locales, y para definir los vínculos familiares y sociales que articulaban el cabildo y que lo relacionaban con el resto de instituciones de Santa Fe. Sin embargo, estos trabajos no terminan de definir el panorama general del organismo municipal, ya que se centran exclusivamente en las cinco familias que Phelan definió como la rosca crioha, obviando al resto de los integrantes de la realidad municipal. Por ello, continuando con esta línea, pero profundizando en sus principales objetivos, son nuestros recientes trabajos los que proporcionan un nuevo punto de partida para el análisis tanto del funcionamiento de la institución capitular como de su composición, superando los enfoques tradicionales al combinar el análisis de lo meramente institucional con una aproximación poliédrica al conjunto de los integrantes de la corporación¹⁷.

    Los cabildos indianos se organizaban en torno a un núcleo básico común a todos ellos, formado por alcaldes ordinarios, regidores y un escribano. Una de las principales características de las corporaciones municipales indianas era su flexibilidad, ya que se acoplaban a las condiciones socioeconómicas de cada localidad y en función de esas particularidades establecían su estructura interna. Así, cada municipalidad contaba con variantes en su composición.

    El cabildo de Santa Fe fue instituido el 27 de abril de 1539¹⁸, por el adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada quien designó para la nueva institución dos alcaldes ordinarios, siete regidores, un alcalde provincial de hermandad, un fiel ejecutor, un alguacil mayor, un justicia mayor y un escribano¹⁹. Esta composición fue variando a lo largo de la época colonial. Así, en 1676, según la obra de Juan Flórez de Ocáriz, la institución capitular estaba formada por dos alcaldes ordinarios, quince regidores, un alcalde provincial de Santa Hermandad, un alguacil mayor, dos alcaldes de Santa Hermandad, un procurador general, un mayordomo y seis alcaldes para afuera²⁰. Esta ampliada nómina municipal reflejaba tanto la evolución de la institución y su afianzamiento como entidad administrativa como el profundo desarrollo de Santa Fe hacia dimensiones que la alejaban definitivamente de su originario carácter rural.

    La Recopilación de Leyes de Indias, por su parte, establecía que los cabildos debían estar formados por dos alcaldes ordinarios, un procurador general, un escribano, un número variable de regidores (doce en las ciudades grandes y seis en las pequeñas) y varios regimientos de oficio, esto es, regidores que sumaban a sus facultades ordinarias de gobierno funciones específicas: alférez real, alcalde mayor provincial, alguacil mayor, depositario general y fiel ejecutor²¹. Aunque en principio Santa Fe se ajustaba a la categoría de ciudad grande, la realidad es que nunca llegó a cumplir el organigrama oficial. Así, durante el siglo XVIII el cabildo estuvo formado por dos alcaldes ordinarios, un alférez real, un procurador general, un mayordomo de propios, dos alcaldes de Santa Hermandad, un depositario general, un alcalde mayor provincial, un alguacil mayor y un número variable de regidores.

    A estos cargos, cada uno de ellos con funciones y características diferentes, se accedía mediante dos vías distintas: elección o compraventa²². Durante los primeros momentos de la conquista y la colonia, el fuerte componente electivo de los cabildos castellanos —la institución de la cual surgieron los indianos— se mantuvo intacto hasta que Felipe II dio comienzo a la venta de cargos dentro de estas instituciones en 1591. A pesar de ello, muchos de los cargos capitulares mantuvieron su carácter electivo. La principal característica de estos era su anualidad: solo se podían ocupar durante un año. En esta línea, además, estaba prohibida la reelección inmediata; para que cualquier persona pudiera volver a ser elegida debían transcurrir dos años, contados a partir de la dejación del cargo, y superar un juicio de residencia.

    Los cargos electivos en el cabildo de Santa Fe eran los de alcalde ordinario, procurador general, alcalde de Santa Hermandad y mayordomo de propios. La elección se Uevaba a cabo con la corporación reunida en pleno a principios de enero de cada año. El alcalde de primer voto saliente proponía una lista de candidatos, y el resto de cargos con voz y voto (alcaldes, tanto ordinarios como de Santa Hermandad y mayor provincial, regidores, alguacil mayor y depositario general) se adhería a ella o no, proporcionaba una lista completamente diferente o simplemente modificaba determinados nombres²³. Después la elección debía ser refrendada por el corregidor, el virrey o el gobernador. En Santa Fe, donde se contaba con una audiencia pretorial, era esta quien tenía esta potestad²⁴.

    Por su parte, todos los regimientos, tanto perpetuos como de oficio, eran cargos vendibles y renunciables. Ciertos autores distinguen en los cabildos americanos dos tipos de oficios vendibles. Aquellos que no recibían retribuciones fijas pero cobraban emolumentos, por ejemplo, el de depositario general²⁵, y los que tenían asignado un salario sin ningún estipendio aparte como el alférez real²⁶. Estos últimos eran muy solicitados debido a la influencia y el prestigio social que conllevaban. Por lo tanto, era la retribución de cada cargo lo que marcaba su mayor o menor cotización en el mercado de la venta de oficios. El precio que alcanzaban en los remates públicos variaba según las expectativas de enriquecimiento del comprador potencial o del prestigio social que podían conferir.

    La no ocupación de los cargos capitulares fue uno de los principales problemas a los que se enfrentó la corporación santafereña a lo largo del siglo XVIII. Los oficios electivos presentaron siempre menos vacantes que los vendibles, pero el principal problema consistía en asegurar que los provistos en el cargo permanecieran todo el año en él y convocaran las reuniones necesarias para asegurar el buen funcionamiento de los asuntos municipales. En los escasos juicios de residencia a alcaldes ordinarios de Santa Fe que se conservan, este suele ser el principal cargo que se les achaca. La respuesta más habitual consistía en derivar la responsabilidad al resto de integrantes del capítulo. Por ejemplo, cuando en 1760 Diego Agustín Caicedo Fajardo fue residenciado por haber ejercido como alcalde ordinario varios años antes, afirmaba que era imposible reunir al capítulo porque la mayoría de sus miembros estaban enfermos o ausentes. Además, recalcaba que en las escasas ocasiones en que conseguían reunirse apenas tenían temas a tratar²⁷.

    La no ocupación de los cargos vendibles fue una preocupación constante para los gobernantes del territorio. En 1729, el presidente de la audiencia, Antonio Manso Maldonado, exponía en su Relación de Gobierno la delicada situación en la que se hallaba el cabildo, ya que la mayoría de los regimientos estaban vacantes. Manso atribuía esta falta de iniciativa a la consideración por parte de los posibles compradores de que dichos empleos habían perdido parte de su utilidad y beneficio, lo que frenaba las compras y conllevaba un descenso de los precios finales de venta. Por este motivo, y con el objetivo de mejorar la situación, el presidente proponía regular el precio de los regimientos. No obstante, la práctica de venta al mejor postor continuó sin ningún tipo de variación durante toda la centuria²⁸. Así, a mediados del siglo el virrey José Alfonso Pizarro volvió a evidenciar la falta de personal en la institución municipal. Esta realidad se agravaba, además, por la escasa asistencia a las sesiones de los titulares de los empleos concejiles, más preocupados por el cuidado de sus actividades agrícolas, ganaderas y comerciales que por el bien común, por lo que no dudaban en abandonar la ciudad y permanecer largas temporadas en sus estancias²⁹. Es decir, los futuros regidores, a la hora de rematar estos oficios, anteponían cualquier otro negocio a su labor de representantes urbanos. Así, en 1757, Diego Tobar Buendía Ricaurte condicionaba la adquisición de un regimiento a la certeza de que no iba a ser obligado a permanecer en la capital, situación que, según él, perjudicaría al desarroho de su hacienda³⁰. Esta actitud parece haberse mantenido a lo largo de todo el siglo ya que, a finales de la década de los noventa, el síndico procurador del cabildo, Eustaquio Galavís Hurtado, en una de sus peticiones al virrey, recordaba que tanto Luis Caicedo Flórez, alférez real desde el año 1790, como Justo Castro Arcaya, alguacil mayor a partir de 1797, habían rematado dichos empleos a condición de poder ausentarse a sus haciendas. A pesar de que dicha solicitud se fundamentaba en la legislación³¹, el síndico denunciaba que la supeditación de la compra a sus intereses personales demostraba una total falta de respeto hacia la institución y, en consecuencia, hacia el conjunto de los vecinos de Santa Fe³². Tal era la situación que, a principios del siglo XIX, el propio cabildo comisionó a su escribano, Eugenio Martín Melendro, para que realizase un estudio evolutivo de su composición, desde sus orígenes hasta la fecha señalada, con el propósito de documentar la difícil situación a la que se enfrentaba el gobierno municipal y tratar de establecer sus causas. La conclusión del escribano apuntaba a un constante desinterés de la sociedad local por la adquisición de los empleos capitulares y la participación en la administración, una realidad que se cimentaba en el a priori escaso beneficio que estos cargos podrían ofrecer frente a sus negocios particulares³³. Estas conclusiones, en definitiva, redundaban en las denuncias realizadas por el síndico del cabildo años atrás.

    En este escenario, la mayor parte de los cargos del cabildo de Santa Fe fueron ocupados durante el siglo XVIII por una serie de personas pertenecientes a unas pocas familias, emparentadas entre sí, que formaron una oligarquía compacta que controlaba el ejercicio del gobierno municipal en su propio provecho³⁴. Las distintas tramas familiares y de amistades Uevaron a cabo una ocupación tanto vertical como horizontal de los cargos, es decir, no solo hijos, cuñados o yernos sucedieron a padres, cuñados o suegros en el ejercicio de los cargos, sino que parientes más o menos cercanos, amigos, compadres y familiares políticos coincidían durante años como capitulares. A tal extremo llegaba la imbricación familiar en el seno del cabildo, que muchas de sus reuniones podían parecer más una tertulia familiar que una sesión oficial del ayuntamiento.

    Esto se comprueba, por ejemplo, en 1736. En este año, Lorenzo Fernández Seijas y Juan Manuel Moya fueron alcaldes ordinarios; Diego Tobar Buendía Ricaurte y José Torrijos, alcaldes de Santa Hermandad; Nicolás Antonio Dávila Maldonado, procurador general, y Juan Lozano, mayordomo de propios; Manuel García Araos, alcalde mayor provincial y Cristóbal Bernardino Lechuga y José Prieto Salazar, regidores perpetuos³⁵. Y sus relaciones familiares eran las que siguen: tanto Lorenzo Fernández Seijas como Manuel García Araos y José Prieto Salazar eran concuñados porque sus mujeres eran hermanas, todas ellas hijas de José Salvador Ricaurte León. Diego Tobar Buendía Ricaurte llegó a ser consuegro de García Araos y era sobrino político del regidor Lechuga, quien, a su vez, era pariente político de José Salvador Ricaurte León³⁶. Además, José Torrijos era suegro de otro de los hermanos Ricaurte Terreros, Juan Agustín.

    En este sentido, 1736 ni siquiera constituye un año excepcional, ya que este fenómeno de ocupación de los cargos por una reducida élite se aprecia a lo largo de todo el siglo XVIII. Otro ejemplo claro lo ilustra el epígrafe que abre esta introducción, referido a la impugnación que José Antonio Vélez Ladrón de Guevara hizo de las elecciones al cabildo del año 1729. Afirmaba Vélez en su escrito que las elecciones no debían ser ratificadas porque las relaciones familiares de los alcaldes elegidos con los restantes miembros del cabildo eran excesivas. Sin embargo, Vélez oportunamente olvidaba que él mismo, cuando ocupó cargos en el cabildo en 1720 y 1729, coincidió en su ejercicio, primero con su primo carnal Alonso Caicedo Maldonado y después con Pedro León Venero, pariente político.

    En el trabajo que aquí se presenta se detallan las biografías de las casi 300 personas que ocuparon cargos en el cabildo de Santa Fe entre los años 1700 y 1810 a manera de repertorio biográfico. Durante el proceso de elaboración analizamos una serie de catálogos que nos sirvieron de modelo para su realización final. Así, la nómina de regidores santafereños recopilada por Enrique Ortega Ricaurte; las cédulas personales de los magistrados y regidores de Lima, realizadas por Guillermo Lohmann Villena; los diccionarios biográficos de los ministros de las audiencias ultramarinas y de los consejeros de Indias elaborados por Mark Burkholder y David Chandler; las biografías presentadas por Alí E. López Bohórquez en su estudio sobre los ministros de la audiencia de Caracas; las realizadas por Tamar Herzog en sus monografías sobre los miembros del tribunal de justicia quiteños; las notas biográficas de los abogados de la última fase de la colonia que acompañan el análisis de Víctor Uribe Urán sobre las abogacía en la Nueva Granada, así como las frías cédulas de los ministros de las audiencias indianas de Javier Barrientos Grandón nos señalaron el camino a seguir en nuestra compilación biográfica, en cuanto a tipos de fichas, estructura, datos que incluir y organización final³⁷.

    Por tanto, el principal objetivo de la presente obra consiste en ser una útilísima herramienta de apoyo para todos aquehos interesados en el estudio de la institución capitular y de la ciudad de Santa Fe y sus élites durante el siglo XVIII³⁸. Una obra de estas características no pretende ni puede llegar a ser exhaustiva, puesto que el volumen de documentación complementaria que se podría usar para completar las hojas de vida de todas estas personas es demasiado copioso como para poder ser consultado en su totalidad. Con todo, desde la claridad y la síntesis, consideramos que el esfuerzo de recopilación realizado hasta el momento es lo suficientemente valioso como para ser compartido con el resto de la comunidad científica, ya que aporta un considerable volumen de información desconocida sobre las capas altas de la sociedad santafereña y neogranadina del siglo XVIII inédito hasta el momento.

    Las biografías personales que componen este volumen se articulan en varios apartados: formación académica, trayectoria profesional, otras ocupaciones, honores, entramado familiar, solidaridades y referencias. En el primero de ellos se detallan todos aquellos datos relativos a la trayectoria académica de los individuos. En el segundo, se incluyen tanto los cargos ocupados por el individuo como cualquier tipo de actividad relacionada con instituciones de justicia y gobierno en el que se hubiera visto implicado. El campo de otras ocupaciones se ha reservado para otro tipo de actividades y ciertos datos económicos. Los reconocimientos recibidos por el individuo (hábitos de órdenes de caballería, títulos nobiliarios, cofradías a las que pertenecía...) tienen su espacio en el apartado honores. En el apartado dedicado al entramado familiar aparecen las noticias relativas a la familia nuclear, extensa y política. La información sobre amistades, enemistades, compadrazgos y otro tipo de relaciones sociales, esto es, todo el ámbito de las solidaridades, se ha situado en el sexto apartado³⁹. Por último, en el espacio dedicado a las referencias, aparecen citadas las fuentes y bibliografía utilizadas. Además, bajo el nombre propio de cada individuo se incluyen las fechas y lugares de nacimiento y muerte y, si procede, las de bautismo y otorgamiento de testamento o de poder para testar. Todos aquellos nombres propios que en el texto vayan acompañados de un asterisco (*) remiten a un individuo con ficha propia.

    Como complemento a toda la información desglosada en las fichas personales de cada individuo, hemos considerado oportuno elaborar también unas tablas dedicadas a cada uno de los oficios del cabildo de Santa Fe que pensamos que contribuyen a clarificar el panorama de ocupación de cargos del cabildo durante el siglo XVIII, así como a poner de manifiesto la complicación que supone encontrar información sobre la institución al carecerse, como ya se ha comentado, de las fuentes habituales usadas para este tipo de estudios.

    Para concluir, nos gustaría resaltar la importancia que llevar a cabo estudios de este tipo supone para avanzar en el conocimiento no solo sobre las élites hispanoamericanas, sino también sobre los mecanismos de inserción en las instituciones utilizados por estas y, en última instancia, sobre la manera de gobernar el territorio desde España durante el siglo XVIII.

    Este trabajo no habría sido una realidad sin la dedicación constante y apasionada de todos aquellos que nos han acompañado, y siguen acompañando, en esta azarosa y vehemente vida dedicada a la investigación histórica que llevamos. En este sentido, quisiéramos agradecer conjuntamente todo el apoyo, colaboración y aliento brindado por el personal de los múltiples archivos y bibliotecas de más de cuatro países en los que hemos trabajado durante todos estos años en la realización de este diccionario; así como al Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana por su respaldo en la materialización de un proyecto de largo recorrido que ha estado, en muchas ocasiones, al borde del abismo —no es fácil coordinar un libro de esta magnitud en franjas horarias separadas por un océano— y a la necesaria ayuda financiera proporcionada por las distintas instituciones que en los últimos años han patrocinado el trabajo postdoctoral de Ainara: el extinto Ministerio de Ciencia y Tecnología español, la Fundación Española de Ciencia y Tecnología, el programa Anabasid del Gobierno de Navarra y la fundación Gerda Henkel en colaboración con el programa europeo M4Human Marie Curie. A nuestros colegas Pilar Latasa Vassallo, Alfredo Moreno Cebrián, Adriana Alzate Echeverri, Ángel Román Tamez y Francisco Eissa-Barroso querríamos agradecerles el que con su exigencia, profesionalidad y generosidad continúen marcándonos el camino a seguir. Por último, dar las gracias a nuestros respectivos entramados familiares por mantenernos siempre con los pies en la tierra desde cualquier lugar del mundo.

    Acevedo Gómez, José

    Monguí, Nueva Granada, 1773 - Belén de los Andaquíes, Nueva Granada, 1817

    Formación académica

    Colegial del Rosario.

    Trayectoria profesional

    1794, durante el proceso por conspiración es acusado de mantener una reunión secreta con su primo Miguel Gómez Durán en La Plata; este fue detenido por el gobernador de Popayán y sus bienes fueron confiscados. La aparición en Santa Fe en el verano de 1794 de unos pasquines en los que se solicitaba el fin de los estancos y se denunciaba la actitud autoritaria de los oidores, al tiempo que Antonio Nariño Álvarez era detenido por la traducción, publicación e intento de difusión de los Derechos del Hombre, hizo que la audiencia y el virrey, temerosos ante la posibilidad de una conspiración contra la autoridad colonial, emprendieran un exhaustivo proceso de investigación al respecto⁴⁰.

    1799, alcalde comisario del barrio de Palacio de Santa Fe.

    1799-1804, diputado del comercio del consulado de Cartagena de Indias en Santa Fe.

    1801, conflicto con la audiencia de Santa Fe con motivo de la privación del uso del bastón, del tratamiento de señor y la suspensión del conocimiento de la causa sobre los intereses y cuentas entre Manuel de Hoyos y Bernardo Gutiérrez*.

    1804, el comercio de Santa Fe, encabezado por el propio Acevedo Gómez, apoderado del cabildo de Santa Fe, solicitó la extinción de la diputación consular y el juzgado de alzadas de dicha ciudad y el traslado del consulado de Cartagena a la capital del virreinato. Por este motivo, presentaron una lista de sujetos en los que debería recaer la dirección de los asuntos comerciales.

    1808, regidor perpetuo y síndico procurador general del cabildo de Santa Fe.

    1809, implicado en el plan Rosillo. Este, encabezado por el canónigo del cabildo eclesiástico de Santa Fe, Andrés Rosillo Meruelo, quien dio nombre a la conspiración, tendría como objetivo, según la audiencia, la entronización del virrey Amar a cambio de su apoyo en el proceso de formación de un gobierno independiente. La nómina de colaboradores de Rosillo, elaborada por el propio tribunal, la integraban parte de las principales personalidades de la sociedad santafereña, entre las que destacaban, José Acevedo Gómez*, Ignacio Herrera Vergara*, José Joaquín Camacho Rodríguez Lago*, Pedro Groot Alea*, Antonio Na- riño Álvarez*, Luis Caicedo Flórez* y el oidor de la audiencia de Quito, Baltasar Minaño. El virrey Amar consideraba esta operación algo remoto e improbable, por lo cual optó por arrestar solo a tres de los supuestos conspiradores Minaño, Nariño y Rosillo —quien huyó antes de la intervención virreinal— y por mantener vigilancia preventiva sobre el resto.

    Otras ocupaciones

    Comerciante.

    1801, miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País y suscriptor del Correo Curioso.

    Uno de los mayores exportadores de quina antes de 1810.

    Entramado familiar

    Hijo de Juan Miguel Acevedo Bretón, nacido en San Gil en 1742, y de Catalina Gómez Sarmiento, nacida en San Gil, quienes contrajeron matrimonio en San Gil en 1768. Su ascendencia familiar arranca en el conquistador Pedro Gómez Orozco, compañero de Jiménez de Quesada. Sus antepasados fueron encomenderos de Cáchira, Guane y Charalá y alcaldes y procuradores del cabildo de San Gil.

    Contrajo matrimonio el 1.° de julio de 1798 con Catalina Sánchez de Tejada, hija de Ignacio Sánchez de Tejada y Teresa Osorio Nieto de Paz Domínguez.

    Hijos: Pedro Acevedo Tejada, nacido en Santa Fe en 1799 y fahecido en 1827, casado en Santa Fe en 1824 con María Josefa Valencia Caicedo, nacida en Santa Fe e hija de Gaspar Valencia Ibarra [nacido en Popayán, contador oficial real del Tribunal de Cuentas de Santa Fe entre 1778 y 1791, contador mayor entre 1791 y 1802 y elegido superintendente de la Casa de la Moneda de Popayán en 1803] y Eusebia Caicedo Santamaría, hija de Luis Caicedo Flórez*; Liboria Acevedo Tejada, nacida en Santa Fe en 1800 y fallecida en 1873, casada con Juan José Neira Velasco; Josefa Ceferina Acevedo Tejada, nacida en Santa Fe y fallecida en esa misma ciudad en 1801; Josefa Acevedo Tejada, nacida en Santa Fe en 1803 y fallecida en 1861, casada en Santa Fe en 1822 con Diego Fernando Gómez Durán [nacido en San Gil en 1786 y fallecido en 1853, hijo de Alonso Alejandro Gómez Sarmiento y María Josefa Durán del Villar, primo de José Acevedo Gómez*; uno de sus hermanos, Miguel Tadeo Gómez Durán, nacido en San Gil en 1769, colegial del Rosario en 1788 y contador de los aguardientes del Socorro entre 1807 y 1808, fue acusado en 1794 de mantener una reunión secreta con Acevedo Gómez en la Plata durante el proceso de conspiración. A pesar de las explicaciones de ambos, según las cuales Acevedo había llamado a su primo para regentar una cátedra de filosofía en Santa Fe, Gómez Durán fue apresado y tras quince meses de cárcel liberado bajo fianza]; Eusebia Acevedo Tejada, nacida en Santa Fe en 1804 y fallecida en 1870; José Acevedo Tejada, nacido en Santa Fe en 1806 y fallecido en 1850, casado en Santa Fe en 1831 con Isabel Caicedo Rojas, fallecida en 1877, hija de Manuel Caicedo Cabrera, hijo de José Ignacio Caicedo Flórez*, y Rosa Rojas; Juan Miguel Acevedo Tejada, nacido en 1807 en Santa Fe, casado con Ignacia Suescun Leyva, hija de Francisco Suescun Fernández de Heredia y Bárbara Leyva Jiménez, hija de Matías Leyva Cordero*; Alfonso Ramón Acevedo Tejada, nacido en Santa Fe en 1809 y fallecido en 1851, casado en Santa Fe en 1843 con Felisa Suescun Leyva, hermana de Ignacia Suescun Leyva; Catalina Acevedo Tejada, nacida en Santa Fe en 1810 y fallecida en 1885, y Concepción Acevedo Tejada, nacida en Santa Fe en 1812 y fallecida en 1888.

    Solidaridades

    Amigo íntimo de Joaquín Camacho Rodríguez Lago* y Miguel Valenzuela.

    Su albacea testamentario fue Tomás Bermúdez, presbítero domiciliario del arzobispado de Santa Fe.

    1802, testigo de las informaciones para entrar al Rosario de José Vicente Durán Durán hijo de Luis Vicente Durán Rueda y Ana Lucía Durán Serrano, junto a Francisco Javier Serrano Gómez de la Peña, Andrés Rosillo Meruelo, José Simón Vargas Sarmiento, Hermenegildo Arenas, Diego José Suárez y Bernardo Undurruaga.

    Referencias

    Información presentada por Miguel Tadeo Gómez Durán para la concesión de beca del Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, 1788, AHCMR, vol. 102, n.° 776, ff. 397-405. Reglamento, funciones y composición del consulado de Santa Fe, 1796, AGN, SC, Fondo Consulados, leg. 2, 23, ff. 1024-1026. Representación de los vecinos y del comercio de Santa Fe, 1797, AGN, SN, Fondo Notaría Tercera, leg. 317, ff. 182-183. Testimonio de la deuda de Francisco Javier Gómez Durán a José Acevedo Gómez, 1798, AGN, SN, Fondo Notaría Tercera, leg. 322, ff. 243-244. Conflicto sobre nombramiento del diputado consular, Cartagena, 28 de febrero de 1799, AGI, Santa Fe, 959, 19. Nombramiento del diputado consular de Cartagena en Santa Fe, Santa Fe, 19 de febrero de 1799, AGI, Santa Fe, 649, n.° 449. Elección por el consulado de Cartagena de un cónsul síndico, tres consiliarios y diputados consulares de las ciudades y puertos del distrito del virreinato, Cartagena, 1.° de septiembre de 1799, AGI, Santa Fe, 958. Testamento de José Acevedo Gómez, Santa Fe, 28 de julio de 1799, AGN, SN, leg. 1799, escribano Juan Nepomuceno Franqui, ff. 512- 516r. Expediente relativo a la fundación de la Sociedad Económica de Amigos del País de Santa Fe, 1801-1807, ARJB, div. III, 2, 4, 60. Pedro Mendinueta y Múzquiz a Miguel Cayetano Soler, Secretario de Estado del Despacho Universal de Hacienda, Santa Fe, 19 de agosto de 1801, AGI, Santa Fe, 650, 652. Información presentada por José Vicente Durán Durán para la concesión de beca del Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, 1802, AHCMR, vol. 97, 967, ff. 625-642. Representación de José Acevedo Gómez, diputado consular de Santa Fe, sobre la erección del consulado para el fomento del comercio, la agricultura y la minería, 1804, AGN, SC, Fondo Consulados, leg. 3, n.° 23, ff. 869-874.

    Nombramiento de José Acevedo Gómez como apoderado del comercio de Santa Fe para solicitar la erección del consulado en dicha capital, 1804, AGN, SC, Fondo Consulados, leg. 5, n.° 5. José Acevedo Gómez, diputado consular de Santa Fe, reclama los privilegios que según él le limita el teniente de diputado al exigirle una declaración personal, Santa Fe, 1.° de enero de 1804, AGN, SC, Fondo Consulados, leg. 1, n.° 5, ff. 96-116. El comercio de Santa Fe sobre extinción de la diputación consular y juez de alzadas de aquella ciudad y traslado del consulado de Cartagena a dicha capital, Santa Fe, 7 de octubre de 1805, AGI, Santa Fe, 960. Información presentada por Pedro Acevedo Sánchez Tejada para la concesión de beca del Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, 1809, AHCMR, vol. 116, 1052, ff. 1190-1244. Restrepo Tirado (1928), De González Ximénez de Quesada a don Pablo Morillo 82-83, 90-91; Ortega Ricaurte (1933), Regidores del cabildo de Santa Fe de Bogotá 3; (1937), Actas de la Junta Municipal de Propios 160bis; Rivas (1938), Familias bogotanas..., 528; Abella (1960), El florero de Üorente 103-104; Ortiz (1970b), Nuevo Reino de Granada. El virreinato 1753-1810 IV**, 416-417; Gómez Aristizabal (1985), Diccionario de la Historia de Colombia 23; Peralta de Ferreira (1988), Bosquejo histórico del comercio de Santa Fe de Bogotá 62; Garrido (1993), Reclamos y representaciones 75; Restrepo Sáenz (1991), Genealogías de Santa Fe de Bogotá, t. I, 20-40; Ortiz de la Tabla Ducasse, Rivera Garrido y Fernández Martínez (1996), Cartas de cabildos hispanoamericanos. Audiencia de Santa Fe 553-554; McFarlane (1997), Colombia antes de la independencia 492-493; Uribe Urán (2000), Honorable Lives 41, 64.

    Acuña Berrio, Fernando

    Santa Fe - Santa Fe, 6 de febrero de 1721 (p. t. Santa Fe, 5 de febrero de 1719; testamento Santa Fe, 14 de marzo de 1721)

    Trayectoria profesional

    1707, alcalde ordinario de segundo voto del cabildo de Santa Fe.

    Entramado familiar

    Hijo de Francisco Acuña Angulo y Francisca Berrio Mendoza, ambos nacidos en Santa Fe. Francisco era hijo de Francisco Fernández de Acuña, español, y Ana Jerónima Angulo Bustamante, nacida en Santa Fe, casados en Santa Fe en 1628. Ana heredó la encomienda de Canipa y Minipí en 1658 y murió en Santa Fe el 3 de mayo de 1690. Francisco Acuña Angulo era hermano de Juana Paula Acuña Angulo, casada con Juan Flórez de Ocáriz, y del segundo marido de Francisca Berrio Mendoza quien había enviudado sin hijos de Felipe Ospina Maldonado [hermano de Diego Ospina Maldonado, marido de otra de las hermanas Acuña Angulo, Ana]. Francisca Berrio Mendoza, nacida en Santa Fe, era hija de Luis Berrio Mendoza, nacido en Granada, y María Berrio Caicedo, nacida en Santa Fe, y hermana de Juana Berrio Mendoza, casada con otro de los hermanos Acuña Angulo, Miguel.

    Hermanos: Diego Acuña Berrio; María Acuña Berrio; Francisco Acuña Berrio, escribano de cámara del Tribunal de Cuentas de Santa Fe desde 1723 y oficial de la contaduría de Santa Cruzada entre 1726 y 1733, y Luis Acuña Berrio, casado con María Gracia Ramírez de Mesa.

    Casado con Violante Guzmán Tobar. No tuvo hijos.

    Referencias

    Relación de alcaldes del cabildo de Santa Fe de Bogotá entre los años 1538 y 1933 realizada por Enrique Ortega Ricaurte, AGN, SMP, 2, ref. 1274. Carta de José Vélez de Guevara, AGI, Santa Fe, 27 de octubre de 1729, AGI, Santa Fe, 284. Testamento de Fernando Acuña Berrio, Santa Fe, 14 de marzo de 1721, AGN, SN, Fondo Notaría Tercera, leg. 147, ff. 51-75. Flórez de Ocáriz ([1674-1676] 1990), Genealogías del Nuevo Reino de Granada, t. I, 314-315, 359; Guillén de Iriarte (1994), Nobleza e hidalguía en el Nuevo Reino de Granada, t. I, 240; Jaramillo Mejía (1994), Indice de dotes, mortuorias y testamentos 288.

    Agar Leix, Benito

    n. Santa Mariña de Prado, Galicia, España, 1722

    Trayectoria profesional

    Capitán de infantería.

    1749, llega a Nueva Granada como criado de escalera de abajo del virrey Pizarro.

    1760, 4 de febrero, nombrado comisario de la compañía de caballería del batallón de milicias de Santa Fe por renuncia de Baltasar José Salazar Caicedo.

    1765, conflicto con José Groot de Vargas* y Jorge Miguel Lozano de Peralta*, quienes hicieron circular pasquines contra Agar, aspirante a regidor, afirmando que no era noble y que había sido lacayo en la corte. La sentencia se promulgó al año siguiente, y los dos acusadores fueron condenados al pago de una multa por libelo.

    1771, alcalde ordinario de primer voto del cabildo de Santa Fe.

    Otras ocupaciones

    Comerciante.

    Honores

    1774, nombrado caballero de la orden de Santiago.

    Entramado familiar

    Hijo de Pedro Agar Leix, nacido en Galicia en 1684, y Lucía de Moreira, nacida en Couceiro, Galicia, en 1699.

    Sobrinos: José Trillo Agar y Silvestre Trillo Agar*.

    Contrajo matrimonio en Santa Fe en abril de 1759 con Josefa Bustillos, hija de Juan Bustillos*.

    Hijos: Pedro Agar Bustillos, nacido en Santa Fe en 1763, regente del Consejo de Regencia de España e Indias entre 1810-1812 y 1813-1814, y Benito Agar Bustillos.

    Referencias

    Relación de alcaldes del cabildo de Santa Fe de Bogotá entre los años 1538 y 1933 realizada por Enrique Ortega Ricaurte, AGN, SMP, 2, ref. 1274. Expediente de información y licencia de pasajero de José Pizarro, virrey del Nuevo Reino de Granada, 22 de agosto de 1749, AGI, Contratación, 5490, n.° 1, r. 35. Decreto de concesión del empleo de comisario de caballería a Benito Agar, Santa Fe, 1760, AGI, Santa Fe, 734. Expediente sobre la lectura de libelos en el cabildo de Santa Fe contra Benito Agar, 1765, AGI, Santa Fe, 677. Pruebas para la concesión del título de Caballero de la Orden de Santiago de Benito Agar Leix, 1774, AHN, SOM, Santiago, exp. 73. Expediente para la concesión del título de caballero de la Orden de Santiago a Benito de Agar, 1774, AHN, SOM, Expedientillos, exp. 8168. Expediente de solicitud de licencia de embarque de José Trillo Agar, vecino y del comercio de La Coruña, para pasar a Santa Fe de Bogotá, con escala en Puerto Rico, en el primer correo con mercancías de su tío, Benito de Agar, 11 de julio de 1789, AGI, Indiferente, 2111, n.° 37. Ortega Ricaurte (1933), Regidores del Cabildo de Santa Fe de Bogotá 3; Rivas (1938), Familias bogotanas..., 528; Abella (1960), El florero de Üorente 23; Cadenas y Vicent (1980), Caballeros de la Orden de Santiago. Siglo XVIII, t. V, 235; Restrepo Sáenz (1991), Genealogías de Santa Fe de Bogotá, t. I, 41.

    Ahumada González, Manuel

    Puerto de Santa María, Cádiz, España, 25 de diciembre de 1704 – Santa Fe (testamento Santa Fe, diciembre de 1772)

    Trayectoria profesional

    1726, se traslada a Indias.

    1728, se instala en Santa Fe.

    1733, 19 enero, nombrado gobernador interino de Popayán hasta 1734.

    1736, corregidor de Chita.

    1742, alcalde ordinario de segundo voto del cabildo de Santa Fe. c. 1742, regidor del cabildo de Santa Fe.

    1747, 14 febrero, el virrey Eslava lo designa capitán de caballos corazas.

    1751, regidor perpetuo del cabildo

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