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Diccionario biográfico de antiguos pobladores de San Luis Potosí. 1592-1666
Diccionario biográfico de antiguos pobladores de San Luis Potosí. 1592-1666
Diccionario biográfico de antiguos pobladores de San Luis Potosí. 1592-1666
Libro electrónico1732 páginas28 horas

Diccionario biográfico de antiguos pobladores de San Luis Potosí. 1592-1666

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El presente diccionario, como se puede deducir de su título, tiene un carácter muy específico y decididamente especializado. Se trata de una obra destinada a convertirse en un instrumento indispensable que en mucho allanará el quehacer de quienes se interesan en profundizar —con lujo de detalle y de manera organizada, accesible y coherente— en la h
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 dic 2021
ISBN9786079401764
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    Diccionario biográfico de antiguos pobladores de San Luis Potosí. 1592-1666 - Rafael Morales Bocardo

    ­­­­­­­­Ficha catalográfica de la versión impresa

    920.0724203

    M828d

    Morales Bocardo, Rafael

    Diccionario biográfico de antiguos pobladores de San Luis Potosí 1592-1666 / Rafael Morales Bocardo; prefacio de María Isabel Monroy Castillo; presentación de Guadalupe Jiménez Codinach. — 1ª edición. — San Luis Potosí, San Luis Potosí: Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí; H. Ayuntamiento de San Luis Potosí; El Colegio de San Luis, 2014.

    xx, 718 páginas; 23 cm.

    ISBN: 978-607-9401-05-4

    1.-San Luis Potosí – Biografía - Diccionarios 2.- San Luis Potosí – Historia – Diccionarios I.-

    María Isabel Monroy Castillo – Guadalupe Jiménez Codinach, II. t.

    © Rafael Morales Bocardo

    © Por el prefacio: María Isabel Monroy Castillo

    © Por la presentación: Guadalupe Jiménez Codinach

    © Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí

    Arista 40

    Zona Centro, C.P. 78000

    San Luis Potosí, S.L.P., México

    © H. Ayuntamiento de San Luis Potosí

    Blvd. Salvador Nava Martínez 1580

    Col. Santuario, C.P. 78380

    San Luis Potosí, S.L.P., México

    © El Colegio de San Luis

    Parque de Macul 155,

    Colinas del Parque, C.P. 78299

    San Luis Potosí, S.L.P., México

    Primera edición en formato impreso, 2014

    Primera edición en formato digital, 2016

    D.R. © El Colegio de San Luis

    Parque de Macul 155

    Colinas del Parque

    San Luis Potosí, S.L.P., 78299

    www.colsan.edu.mx

    ISBN edición impresa: 978-607-9401-05-4

    E-ISBN edición digital: 978-607-9401-76-4

    Diseño de portada: Natalia Rojas Nieto

    Realización del ebook: Ediciones y gráficos EÓN, SA de CV

    Hecho en México / Made in Mexico

    Índice

    Prefacio

    Presentación

    Introducción

    A

    B

    C

    CH

    D

    E

    F

    G

    H

    I

    J

    L

    Ll

    M

    N

    O

    P

    Q

    R

    S

    T

    U

    V

    Y

    Z

    Nota final

    Agradecimientos

    Prefacio

    La obra que el lector tiene en sus manos es resultado de una paciente labor de investigación. A pesar del lapso que el autor señala que le tomó realizar el trabajo, considero que éste se amplía notablemente, al tomar en cuenta los años que Rafael Morales Bocardo ha invertido para conocer a fondo la documentación del periodo de estudio. El interés del autor se ha centrado en los fondos documentales más antiguos del Archivo Histórico del Estado Lic. Antonio Rocha Cordero, especialmente en el de la Alcaldía Mayor de San Luis Potosí, de una gran riqueza y variedad. Intensas horas de trabajo y estudio le han permitido reconstruir las vidas de las personas que ha consignado en este Diccionario con el propósito de que otros lectores e interesados en la historia regional puedan abrevar en sus páginas.

    La obra es significativa por varias razones:

    • Da cuenta de una parte importante de los habitantes del pueblo y después ciudad de San Luis Potosí, que por alguna razón quedaron registrados en los documentos desde finales del siglo

    xvi

    , a raíz del establecimiento del pueblo hasta mediados del siglo

    xvii

    .

    • Permite distinguir acontecimientos de diversa naturaleza e importancia, así como percibir las redes de relaciones entre los diversos habitantes del lugar y con otras personas en otras regiones del virreinato de la Nueva España.

    • Señala el ritmo de la vida cotidiana de San Luis Potosí y su lectura permite reconstruir los escenarios y procesos de la historia temprana del pueblo de San Luis.

    • Al hacer posible la comprensión de una parte de esta antigua historia, contribuye a delinear con mayor precisión la historia del septentrión del virreinato de la Nueva España.

    • El conocimiento de los personajes de carne y hueso que definieron y jugaron papeles significativos en la vida inicial del pueblo de San Luis Potosí contribuye a reforzar la identidad y pertenencia de los habitantes actuales de la ciudad de San Luis Potosí.

    • Dada la dificultad de la lectura de los documentos originales, ya por su grafía, ya por su estado de conservación, la posibilidad de tener acceso a la información que proporciona el Diccionario brinda la oportunidad a

    sus lectores de adentrarse en una parte de la historia poco explorada hasta ahora.

    La lectura de las más de dos mil entradas del Diccionario permite identificar los lugares de origen de gran parte de las personas consignadas; en muchos casos, como el mismo autor advierte, no fue posible señalar la procedencia; sin embargo, podemos apuntar que un número relevante de estas personas fueron originarias del pueblo de San Luis Potosí y de poblaciones cercanas, como el Real de los Pozos, el Valle del Armadillo, el Valle de San Francisco, San Sebastián Agua del Venado o las minas de Ramos. Encontramos también personas originarias de diversos lugares del virreinato de la Nueva España, muchos de ellos provenientes de la ciudad de México, otros de Zacatecas, Puebla de los Ángeles, Querétaro, Celaya, Guadalajara, Valladolid, San Felipe, Zamora, Sombrerete y Toluca. Entre los europeos hay un número significativo de españoles peninsulares, entre ellos destacan andaluces, toledanos y vascos. Asimismo, hay un número importante de canarios; otras regiones identificadas como el origen de los vecinos del pueblo de San Luis son Portugal, Flandes, Génova, Umbría, Venecia, las islas griegas e inclusive un chino. Una grata sorpresa fue leer sobre Juan Bautista Álvaro, originario de las provincias del Japón, descubridor de las minas de San Antón Guaxcamá. Me inclino a pensar que su lugar de origen probablemente fueron las Islas Filipinas, que a estas alturas ya habían sido incorporadas al Imperio español y con las que se mantenía un boyante comercio a través del Galeón de Manila-Acapulco; si su origen no es filipino, ciertamente nuestro personaje llegó a la Nueva España en el galeón referido.

    Diversos temas aparecen en las páginas del Diccionario. Referiré sólo algunos, como la ocupación de estas personas. Evidentemente hay numerosos mineros, pero no menos mercaderes y muchos de ellos ejercieron ambas actividades. Los oficios que se desempeñaron en el pueblo fueron múltiples: abogados, administradores de haciendas, agujeteros, algebristas, amanuenses, apartadores del oro, arcabuceros, armeros, arrieros, barberos, boticarios, candeleros, cantereros, campaneros, capitanes, carboneros,

    carniceros, carpinteros, carreteros, carroceros, ceniceros, cereros, cerrajeros, cirujanos, clérigos, comediantes, contadores, maestros del arte de contar y escribir, corredores, criadores de ganado, curas, curtidores, maestros de danza, defensores de indios, maestros del arte de enseñar niños, escribanos, ensayadores, espaderos, fuelleros, fundidores, graseros, gorreros, guanteros, hacendados, herradores, herreros, hortelanos, intérpretes, jubeteros, labradores, lavadores de metales, litigantes, médicos, molineros, oficiales de pluma, panaderos, pasteleros, pastores, pintores, plateros, rancheros, rescatadores de metales, sastres, sederos, silleros, soldados, soleteros, sombrereros, tocineros, toneleros, vidrieros, violeros, zapateros. Muchas veces una misma persona se presenta con diversas ocupaciones, por ejemplo: capitán, alférez real y mercader, o dueño de carbonera y criador de ganado mayor, o arriero y dueño de tierras y recuas, o maestro cirujano, algebrista y boticario,

    o minero, capitán y dueño de tierras y ganados. En fin, esta sola enumeración nos permite apreciar la diversidad y riqueza de la vida de los vecinos del pueblo de San Luis Potosí.

    No hago mención de los que ocuparon cargos como autoridades civiles y religiosas, ya que el autor del Diccionario no los consigna porque su estancia en el pueblo fue temporal; sin embargo, una lectura atenta revela sus nombres, funciones y su proceder en diversos asuntos.

    Otro tema continuo a lo largo de la obra es la presencia de esclavos. La mayor parte de ellos son negros, aunque hay algunos indios chichimecas. Se les menciona en contratos de compraventa, manumisión, relaciones de bienes, herencias, deudas, o por estar envueltos en algún asunto de orden judicial. En muchos casos se incluye su origen, así tenemos esclavos de Angola, de la tierra de Bran (grupo cuyo territorio se encuentra en la actual Guinea-Bisáu), del Congo y de Mozambique. Asimismo, aparecen negros y mulatos libres. Éste es un tema poco abordado por la historiografía regional hasta ahora y, sin embargo, relevante, ¿qué pasó con esa población negra?

    Otro tema importante es la presencia femenina; si bien numerosas mujeres aparecen en tanto que sus maridos les extienden la carta de dote correspondiente, otras surgen por las más diversas causas, entre ellas sus testamentos; encontramos también mineras y mercaderes, mencionadas como tales. Algunas desempeñaron papeles fundamentales en la vida del pueblo

    de San Luis Potosí, como Isabel de Adriansen, María de Quezada, Catalina de Tapia o María Esteban de Uresti Bustamante. Las entradas correspondientes a mujeres representan poco más de 9 por ciento del universo reseñado.

    La lectura y consulta del Diccionario nos permite apreciar la vida cotidiana de los vecinos del pueblo de San Luis, disipa las sombras que parecían dominar sobre las huellas de aquellos que nos precedieron, hace posible reconocer afinidades y diferencias e incluso puede ser que nos identifiquemos con algunos pasajes de las biografías que aquí se relatan.

    La obra fue galardonada con el premio Atanasio G. Saravia, otorgado por los descendientes de este insigne personaje y Fomento Cultural Banamex, para reconocer y fomentar la investigación en historia regional mexicana.

    La participación de El Colegio de San Luis en esta edición con el Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí Lic. Antonio Rocha Cordero y el H. Ayuntamiento de San Luis Potosí es un homenaje a nuestra querida ciudad de San Luis Potosí y a sus primeros vecinos.

    María Isabel Monroy Castillo

    El Colegio de San Luis / Conacyt

    Cronista del municipio de San Luis Potosí

    Presentación

    Los antiguos potosinos

    y la construcción de su historia

    Los romanos de la Edad Clásica llamaban archivium a la residencia de los magistrados; sin embargo, poco a poco, el vocablo llegó a significar el conjunto de documentos custodiados, quizá porque se resguardaban en aquel sitio los manuscritos, rollos y testimonios de los mismos magistrados y funcionarios.

    El lector tiene ante sus ojos un diccionario que también es una residencia, pero en vez de ser de magistrados, esta obra contiene los nombres, los orígenes y algunos hechos e información sobre los primeros pobladores de San Luis Potosí en el periodo fundacional del pueblo y Minas de San Luis Potosí –más tarde sede de una amplia Alcaldía Mayor– y sus alrededores.

    El autor de este notable esfuerzo es el señor Rafael Morales Bocardo, director del Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí, quien durante diez años consultó con paciencia y esmero los antiguos manuscritos custodiados por el mencionado Archivo, muy especialmente el fondo documental generado por dicha Alcaldía Mayor de San Luis –cuya jurisdicción era, por cierto, más amplia que la de la actual capital potosina– que colindaba al norte con tribus nómadas en proceso de pacificación todavía hostiles.

    Eran años difíciles aquellos de 1592 a 1666. San Luis Potosí era tierra de frontera, sitio estratégico del Camino Real de Tierra Adentro, por donde lentamente y con grandes riesgos transitaban carretas, bueyes, ganados, metales, víveres, jinetes, arrieros, familias enteras y grupos de indígenas como los tlaxcaltecas, que vinieron a poblar el Real del Potosí.

    Una variedad notable de personajes iba y venía desde lejanas tierras, atraídos por la insospechada riqueza del Cerro de San Pedro; también lo hacían los frailes franciscanos y agustinos, quienes buscaban la conversión de los guachichiles y otras tribus de la región. Como gotas de rocío o de tormenta fueron llegando hombres y mujeres de todas latitudes para asentarse en’ esta tierra bendita potosina.

    Los vieron llegar los valles y las cadenas de montañas, los nopales y matorrales, los árboles que aliviaban con su verdor el sol inmisericorde. Pasaron por duras pruebas en esos años de guerra, de enfrentamientos con los naturales que resentían, con toda razón, a los recién llegados, toda vez que ocupaban sus tierras, les imponían sus costumbres y hacían prevalecer su poder. No todos, sin embargo, venían en busca de riquezas y honores. Hubo quienes deseaban convertir y pacificar a los bravíos indígenas y a los rudos mineros; muchos de ellos se prendaron de la belleza y magnificencia del paisaje y amaron esta tierra como suya y legaron a sus descendientes su arduo trabajo y el amor al terruño.

    La mayoría de estos primeros pobladores, hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños nacieron, vivieron y encontraron sepultura en el territorio de la Alcaldía Mayor de San Luis.

    Es menester señalar que el lector no encontrará en esta obra información sobre todos los primeros pobladores, ya que, como nos indica su autor, en ella sólo aparecen aquellos que pertenecieron al entorno físico donde se estableció la población española, por lo que el contenido de la obra no toca a la población indígena ni a sus pueblos ni a sus barrios.

    Sería deseable que el propio autor del presente Diccionario y también otros investigadores continuaran enriqueciendo esta primera investigación y dieran a conocer los registros de la población indígena y de castas que también se asentó en estas tierras potosinas.

    La limitación anterior, perfectamente válida como criterio de investigación, no merma el gran valor de la información contenida en estas páginas, más bien invita a los investigadores y a los jóvenes que realizan su servicio social para diversas universidades e instituciones educativas a continuar el esfuerzo del señor Rafael Morales para dar a conocer los datos de comunidades fundacionales potosinas como la de los guachichiles, asentados aun antes de la fundación del pueblo y Minas de San Luis, y la de los tlaxcaltecas.

    No sorprende que el autor haya escrito esta obra invaluable para la historia regional potosina. Nacido en San Luis Potosí, el señor Rafael Morales Bocardo vio transcurrir su infancia en el centro de esta hermosa y señorial ciudad. Recorrió sus calles, sus barrios, sus plazas, sus calzadas y parques. Estudió arquitectura en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y perteneció al taller de investigaciones estéticas organizado por el arquitecto Francisco Javier Cossío Lagarde, en la Casa de la Cultura, donde creció su interés por la arquitectura y el arte virreinal. Prueba de esta vocación es su libro ya clásico de la bibliografía histórica potosina, El Convento de San Francisco de San Luis Potosí. Capitular de la Provincia de Zacatecas (San Luis Potosí, Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí, 1997).

    El 23 de febrero de 1979 abrió sus puertas el Archivo Histórico potosino y entre sus primeros funcionarios se encontraba nuestro autor. El contacto y la familiaridad con los antiguos manuscritos, la experiencia de más de treinta años de lecturas sobre el pasado regional y el haber investigado los documentos para publicar la historia del convento de San Francisco de San Luis lo fue acercando a la vida y quehacer de los antiguos pobladores potosinos. Sus vivencias de San Luis, sus estudios y su experiencia profesional prepararon a Rafael Morales Bocardo para realizar la tarea de investigación que hoy nos otorga a través del presente libro.

    Así como muchos de los fundadores del Real del Potosí llegaron a esta región atraídos por las vetas del Cerro de San Pedro, el lector podrá encontrar en estos cientos de páginas una verdadera mina de datos del ayer. Notable es, por ejemplo, la variedad de orígenes de la población española de San Luis: Juan de Alarcón era originario de San Cristóbal de La Habana, Cuba, donde nació en 1592. Llegó a ser Mayordomo de la Cofradía de San Nicolás, sita en el Convento de San Agustín; Francisco de Arteaga, originario de la Villa de Cuéllar, cerca de Valladolid en los Reinos de Castilla, fue testigo de algunos procesos que involucraron al fundador de San Luis, el capitán Miguel Caldera; Isabel de Adriansen, originaria de Brujas, en Flandes, vivía en la Calle de la Concepción (muy próxima al Convento de la Merced), hoy calle de Zaragoza; Martín de la Pedrija, originario de la Villa de Portugalete, en el Señorío de Vizcaya, en los Reinos de Castilla, nombró por albacea a fray Diego Basalenque, agustino, famoso cronista y sabio políglota; Francisco Gil, originario de la ciudad de México, otorgó testamento el 11 de agosto de 1618; Alonso Gómez Montesinos, originario de Nuevo México, donde había nacido en 1605, se alistó voluntariamente en la Compañía de Caballería del capitán Antonio Maldonado Zapata para servir a Su Majestad en la defensa de San Luis; Jorge Griego Meliux, originario de Zante, isla jónica de Grecia, el 25 de febrero de 1611, pidió ante el Alcalde Mayor de Su Majestad, don Francisco Mejía Carbajal, un solar para edificar unas casas en la calle que va a dar a la puerta de la Iglesia de San Agustín" (hoy calle Mariano Escobedo); Tomás Lorenzo, originario

    de Tenerife, Islas Canarias, era uno de los mercaderes más opulentos de San

    Luis por el año de 1616, cuando murió; el capitán Antonio Maldonado Zapata, uno de los más antiguos pobladores del pueblo y de las Minas de San Luis, fue bautizado en 1606, cuyos descendientes fueron benefactores del convento de El Carmen; Francisco Maldonado, mercader de plata, había nacido en las Islas Canarias y contrajo matrimonio en San Luis con Teodora de Morales, él fue Hermano de la Cofradía de Nuestra Señora del Tránsito del Convento de San Agustín; Juan Antonio Márquez, originario de la Villa de Esparragosa, Extremadura, Hijo de la Iglesia –que en la época significaba que no se sabía quiénes eran sus padres– dejó en

    su testamento cincuenta pesos para el Colegio de la Compañía de Jesús en

    1640, que por entonces edificaban los jesuitas; Juana Martínez, nacida

    en San Luis Potosí, otorgó su testamento el 16 de septiembre de 1618 pero falleció hasta 1626; Mateo Hernández, mestizo como el capitán Miguel Caldera, y originario de San Miguel el Grande, cooperó con diez pesos para las necesidades del rey de España, quien había solicitado la ayuda económica de sus súbditos por Real Orden fechada en Madrid el 28 de junio de 1621; Cristóbal de Herrera, nacido alrededor de 1556, fue uno de los fundadores de San Luis, como soldado a las órdenes del capitán Miguel Caldera; el licenciado Juan Herrera Sandoval, originario de Valladolid de Michoacán, en donde nació por 1595, fue cura beneficiado de la Parroquia de San Luis Potosí, y en 1625 publicó las tres censuras referentes a la querella presentada por doña Isabel Ponce, pleito en el cual uno de los testigos fue Bartolomé Bocarda (de apellido semejante al del autor de este diccionario, quizá su antepasado); Pedro Muñoz, arriero, compró en noviembre de 1607 una esclava negra de Angola, llamada Lucía, de 27 años, por 500 pesos; Antonio Narváez, originario de Pachuca, en 1618 otorgó testamento y pidió ser amortajado con el hábito de San Francisco y sepultado en el convento franciscano; Pedro Nieto, originario de la Villa de Linares en Portugal, fue vecino de la sierra de Pinos, en Zacatecas, y de San Luis; el licenciado Pedro Patiño, médico cirujano, fue vecino del pueblo y Minas de San Luis en 1621; María Esteban de Uresti Bustamante, bienhechora del convento de San Francisco de San Luis, durante cincuenta años socorrió a los pobres de la ciudad, visitó a los presos de la cárcel, dio alimentos y medicinas a los enfermos del Hospital de San Juan de Dios, pagó los funerales de los menesterosos y costeó, junto con su esposo, la edificación de la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores y las 16 pinturas de Juan Correa que adornaban un retablo de dicha capilla.

    En resumen, por las páginas del presente diccionario desfila toda una pléyade de personajes representativos de un San Luis Potosí multiétnico, multicultural, centro de atracción para toda clase de personas originarias de provincias y reinos de la monarquía española: Flandes, Castilla, Extremadura, Cádiz, las Islas Canarias, Portugal, Cuba, la ciudad de México, Puebla, Zacatecas, Guanajuato, San Miguel el Grande, Querétaro y San Felipe, así como de otras lejanas regiones como Grecia y Angola.

    Enhorabuena a Rafael Morales Bocardo por culminar esta labor de entrega y de servicio a su tierra natal. Hago votos porque este Diccionario biográfico de antiguos pobladores de San Luis, 1592-1666, Premio Atanasio G. Saravia, 2011, otorgado por Fomento Cultural Banamex al mejor trabajo en su categoría, sirva de ejemplo a los jóvenes investigadores potosinos y de esta patria querida, a quien cantó de manera elocuente otro potosino, Francisco González Bocanegra, autor de la letra de nuestro Himno Nacional.

    Guadalupe Jiménez Codinach

    Introducción

    El presente trabajo es fruto de una paciente labor de investigación en la que se invirtieron más de ocho años. La acuciosa lectura de los venerables documentos de los siglos

    xvi

    y

    xvii

    fue mostrando, en buena medida, el carácter con el que se desarrolló la fundación hispánica de nuestra entidad.

    San Luis Potosí tuvo su origen gracias al poderoso interés de la minería y al celo evangelizador de los religiosos misioneros de la orden de San Francisco; así, se fue extendiendo y consolidando el cerco novohispano, con un creciente establecimiento de nuevas poblaciones, evento que determinó el pujante avance en la colonización del norte.

    Ubicada en el corazón geográfico de nuestro México, la ciudad de San Luis Potosí cuenta con una extraordinaria riqueza cultural, misma que tiene sus orígenes –aparentemente lejanos– desde el momento mismo en que se dio el encuentro entre las numerosas tribus nómadas del norte, con el inevitable avance colonizador de los españoles. La gran epopeya épica del descubrimiento, conquista, pacificación y evangelización del territorio que actualmente es México, ha sido ya ampliamente estudiada y profusamente difundida; por ello, no profundizaremos en tales tópicos.

    De la gran riqueza cultural que señalamos, sin duda, es el gran patrimonio documental que posee la entidad uno de sus bienes más preciados. Los enormes fondos documentales que custodia el Archivo Histórico del estado dan cuenta de la importancia histórica que tiene San Luis Potosí.

    La principal motivación que tuvimos para la realización del presente trabajo ha sido brindar a los estudiosos de nuestra historia regional y al público en general un encuentro cercano con aquellos personajes estrechamente ligados al origen de nuestra ciudad capital, proporcionarles también algunos pormenores de sólo una parte de los más antiguos vecinos del pueblo y Minas de San Luis Potosí. Este encuentro posibilita, en buena medida, conocer la base sobre la que se fue bordando el inicial tejido de nuestra composición social.

    Un acercamiento –apoyado documentalmente– a los fundadores y más antiguos pobladores de nuestra entidad traerá consigo una revaloración de nuestra historia.

    En el corazón del centro histórico de nuestra ciudad capital, existe

    –frente al Edificio Central de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí– la plaza pública llamada Plaza Fundadores. En ella, en el extremo oriente, un muro ostenta la leyenda: A Los Fundadores Del Pueblo y Minas de San Luis; sin embargo, la inmensa mayoría de los habitantes ignora quiénes fueron los fundadores de esta ciudad capital, de ahí la enorme importancia de la investigación que ahora damos a conocer.

    Es de suma importancia aclarar que el presente trabajo de investigación está sustentado única y exclusivamente en la consulta del fondo documental que generó la Alcaldía Mayor de San Luis. Ésta tuvo características muy particulares dentro del contexto general de los territorios novohispanos; primeramente, su extensión, cuya jurisdicción limitaba con las tribus nómadas del norte, la inmensa mayoría de ellas aún no pacificadas, otras en proceso de pacificación, por lo que su territorio fue colindante con tierra de guerra viva. Fue, pues, una alcaldía de frontera. En segundo lugar, la franca vocación minera de esta región, actividad que fue abriendo paso a un determinado número de empresas productivas en apoyo de ésta, como la ganadería, la explotación de

    recursos forestales para el suministro de leña y carbón. Asimismo, se organizó el muy rentable negocio del transporte; fue así como se consolidó una infraestructura que requería de abundante mano de obra. De ahí la importancia de acudir directamente a los documentos. Este invaluable patrimonio da cuenta de la riqueza cultural que se fue forjando dentro y fuera de los límites de la Alcaldía Mayor de San Luis. No es ocioso insistir en que el voluminoso número de documentos es la materia prima que da cuerpo a esta obra.

    El archivo de la Alcaldía Mayor de San Luis ocupaba un preponderante espacio en las Casas Reales, allí, juntos pero no revueltos, coexistieron los documentos generados por el juzgado; asimismo, los que generó el Oficio Público,¹ de no menor importancia, los administrativos, los relativos a la guerra, como también los volúmenes que fueron formándose con los Acuerdos del Muy Ilustre Ayuntamiento.

    No se incluye en nuestro trabajo material bibliográfico, reiteramos, toda la información aquí vertida se extrajo del multicitado acervo documental.

    El lector comprenderá fácilmente por qué los textos no llevan notas documentales: de haberlas incluido, hubiese sido, además de este ejemplar, otros dos de mayor espesor, donde se hubiesen albergado tales referencias. Sin embargo, no hemos querido dejar pasar la oportunidad para incluir algunas notas explicativas, que ilustran, de manera grata y amable, ciertas aclaraciones o explicaciones muy oportunas, que le proporcionan al lector una mejor comprensión de lo consignado. En algunas ocasiones, estas notas complementan información muy útil para establecer relaciones familiares o contribuyen de manera muy eficaz para aclarar estrechos vínculos de parentesco.

    Es muy oportuno señalar que en la paleografía² de los documentos consultados se han invertido innumerables horas de trabajo. Esta grata experiencia nos brindó la oportunidad de conocer muy de cerca el desempeño del Oficio Público en las Casas Reales, la actuación notarial de diversos escribanos, así como poder constatar de manera muy objetiva el trabajo de varios amanuenses y oficiales de pluma al servicio de los referidos escribanos; por ello, la compleja variedad de caligrafías y su consecuente lectura es un reto constante por superar.

    Siendo tan amplio el número de caligrafías, y en su inmensa mayoría muy complejas, no resultó tarea fácil el registro de algunos apellidos, por lo que optamos por respetar, en la mayoría de los casos la grafía original; en otros, no representaba un problema actualizarla para provecho del lector.

    Otro problema a superar en el curso de nuestra investigación fue el caso recurrente de encontrarnos con homónimos. Después de analizar cronología, vínculos de parentesco y, sobre todo, haciendo uso de suficiente información circunstancial, se procedió a la identificación del personaje.

    Por la misma naturaleza de los documentos antiguos, el lector encontrará, con cierta regularidad, que no fue posible identificar el lugar de origen, nombre o apellido de algún personaje, en ocasiones, por el mal estado de

    conservación del documento, en donde advertimos sobre trazos caligráficos totalmente ilegibles, mutilaciones o faltantes en el documento, o bien, manchas en el papel debidas a múltiples factores, por lo que en nuestro texto lo indicamos con la letra N. Por las mismas causas, cuando no fue posible dar con exactitud la fecha, acudimos al uso de la letra x.

    Uno de los aspectos más importantes en nuestro estudio es el periodo cronológico: 1592-1666.³ Cuando nació la idea del presente Diccionario biográfico, fue nuestra intención delimitarlo dentro de un espacio temporal relativamente corto. Las principales razones para ello fueron: primera, el presentar, aunque de manera sucinta, a los principales personajes estrechamente ligados a la fundación hispánica del pueblo y Minas de San Luis. Segunda, a sólo una parte de los descendientes del grupo inicial, quienes corrieron con la suerte de haber nacido en el pueblo de San Luis y que durante el transcurso de sus vidas les tocó ser partícipes, gestores y testigos del histórico hecho de ver cómo el hasta entonces Real de Minas pasaba, con todas las prerrogativas del caso, recibiendo Título y Armas, a constituirse en la Muy Noble y Leal Ciudad de San Luis Potosí.

    Este Diccionario biográfico se presenta estrechamente limitado. Geográficamente sólo se ciñe al entorno físico ocupado por la población española, no toca a la población indígena, ni en sus pueblos ni en sus barrios. Con la llegada de los tlaxcaltecas, antes de finalizar el año de 1591, el asentamiento humano del primitivo puesto de San Luis estaba ocupado por los pocos guachichiles que se habían dado de paz y por el significativo conglomerado de españoles. Con el descubrimiento de las Minas del Cerro de San Pedro

    –4 de marzo de 1592– se da inicio al proceso jurídico de la fundación hispánica, el que se prolongó hasta el 3 de noviembre. Así, el primitivo pueblo de San Luis quedó sólo para españoles, a los tlaxcaltecas se les mudó extramuros del inicial asentamiento, para pasar a formar parte del pueblo de los naturales de Nuestra Señora de la Asunción de Tlaxcalilla, hoy uno de los siete barrios tradicionales de la ciudad capital. A los guachichiles –pocos, por cierto– se les encontrará más tarde en la doctrina de Santiago y en el pueblo de indios de la Santísima Trinidad, mucho tiempo después Barrio de San Miguelito.

    Tocó al alcalde mayor don Juan de Oñate, ordenar la traza urbana del pueblo español, cuya estampa o plano no ha llegado a nuestros días.

    En nuestro trabajo hemos incluido a un buen número de antiguos pobladores que no necesariamente fueron vecinos del pueblo y Minas de San Luis, por considerar que los datos concentrados en sus respectivas fichas son de gran valor histórico. Otros, porque ofrecen información sumamente valiosa e ilustran procesos de poblamiento, expansión territorial, avances significativos en la evangelización del territorio norteño y, en suma, porque constituyen claros ejemplos de transculturización en el nuevo mundo.

    Nos parece muy necesario aclarar que en la presente obra no se incluyen personajes que ya son ampliamente conocidos y cuyas semblanzas biográficas difícilmente podrán ser, hasta el momento, superadas, tal es el caso del capitán Miguel Caldera, el capitán Rodrigo del Río de Losa, Diego Muñoz Camargo, Juan de Oñate, el capitán Gabriel Ortiz de Fuenmayor y Fernando Sánchez de Zamora, entre otros, a quienes consideramos ya como figuras consagradas en el panorama histórico y geográfico en la parte más septentrional de la Nueva España. Asimismo, no se incluyen en esta obra, salvo alguna excepción, autoridades civiles; es decir, alcaldes mayores, puesto que su presencia en tierras potosinas fue efímera, de tránsito. De igual modo, no se incluyen autoridades pertenecientes al clero secular por las mismas razones. Corren con la misma suerte las comunidades religiosas (conventuales), que por su propia condición reglar, solían generalmente renovarse cada trienio. Del mismo modo, no se incluyen funcionarios de la Real Caja de San Luis, por las mismas razones que los casos anteriores. Sin embargo, no por ello dejan de ser mencionados en las actuaciones notariales de nuestros personajes, como también en una importantísima cantidad de asuntos de carácter administrativo, así como también en las numerosas causas civiles y criminales cuyos documentos, en la mayoría de los casos, integran voluminosos legajos. Esporádicamente incluimos a algunos personajes no vecinos del Pueblo de San Luis, estantes en él, que por algún interés o negocio en particular sus breves estancias generaron documentos de gran valor dentro del contexto social del momento.

    Con gran interés dimos inicio a la investigación documental para la formación del presente Diccionario biográfico, sabedores de que en nuestra patria existen pocos estudios de esta naturaleza. En contrapartida, existen, por fortuna, numerosos trabajos que reseñan con extraordinaria calidad académica semblanzas biográficas; otros, pulcros catálogos que constituyen valiosísimos instrumentos de consulta, en su mayoría muy útiles para un puñado de historiadores e investigadores sumamente eruditos. Un claro ejemplo de ello es la venerable obra de Beristáin y Sousa o la de Juan José Eguiara y Eguren; o bien, la obra de don Joaquín García Icazbalceta, la impecable obra de Fernández de Recas, Aspirantes Americanos a Cargos Del Santo Oficio,

    la monumental hazaña de Edmundo O’Gorman: Catálogo de Pobladores de la Nueva España, 1941-1944. Asimismo, las valiosas aportaciones que dejó en sus obras el padre Mariano Cuevas. No podríamos dejar de mencionar el enorme esfuerzo que representa la actualización del Diccionario Porrúa de Historia, Biografía y Geografía de México.

    De nuestro querido terruño ponderamos la invaluable Nueva Hemerografía Potosina, del padre Rafael Montejano y Aguiñaga, como también de él la Biobibliografía de los Escritores de San Luis Potosí, entre otros muy valiosos ejemplos. Sin embargo, retomamos nuestro dicho, conocemos pocos diccionarios biográficos, siendo éstos más raros cuanto más antiguas son sus fuentes documentales, de ahí el gran interés y entusiasmo en la preparación de éste.

    Con especial afecto por la cercanía geográfica e histórica, ponderamos el Diccionario Biográfico de Nuevo León, en dos tomos, obra erudita y docta del humanista cabal don Israel Cavazos Garza. Otro valioso ejemplo lo constituye el Diccionario Biográfico de Puebla, de don Enrique Cordero y Torres, en dos tomos, publicado en 1972-73. Asimismo, digna de todo elogio es la obra que está desarrollando el joven investigador alemán, radicado en la ciudad de Zacatecas, Thomas Hilerkuss, con su Diccionario Biográfico del Occidente Novohispano, del que lleva ya publicados cuatro volúmenes: Vol. 1 A-C, Vol. 2 D-G, Vol. 3 H-I, Vol. 4 J-L.

    No debemos dejar pasar por alto el encomiable esfuerzo que han realizado en México muchísimos genealogistas. A lo largo de los últimos treinta años, con la creación y apertura de los archivos históricos, se han visto incrementados notablemente los trabajos en esta materia.

    Tenemos la firme convicción de que el presente Diccionario biográfico será de gran interés para la investigación histórica regional, que al referir a los más antiguos pobladores y vecinos de un territorio como lo es el de nuestra patria chica, una entidad que surgió y alcanzó su desarrollo, gracias al poderoso interés económico de la minería, nervio económico de la Nueva España, y por ende, cabecera de una Alcaldía Mayor que se caracterizó por su franca vocación minera.

    Rafael Morales Bocardo

    Ciudad de San Luis Potosí, abril de 2011

    Tenemos un estudio aún en proceso sobre el Oficio Público en San Luis Potosí.

    La paleografía, la genealogía y la heráldica son ciencias auxiliares de la Historia.

    En algunos personajes se extralimita la cronología señalada, con el fin de enriquecer la información de los mismos.

    Abeytua, Marcos de

    A

    Abarca, Manuel de

    Originario del Puerto de Santa María, Andalucía, en los Reinos de Castilla. Vecino del pueblo y Minas de San Luis. Nació hacia 1604.

    El 12 de julio de 1645, ante la fe del escribano de la guerra Gabriel de Otace, se enlistó voluntariamente en la compañía del Capitán Juan de San Martín y Vértiz para servir a su majestad en la defensa de este dicho pueblo sus fronteras y jurisdicción con su persona y armas. Fue descrito con una señal (cicatriz) en el ojo izquierdo y cariaguileña.

    Abeytua, Marcos de

    Originario de la Villa de N. en el Señorío de Vizcaya, en los reinos de Castilla. Hijo legítimo de Melchor de Abeytua y de Doña Juana N (ilegible en el documento). Uno de los más antiguos pobladores. Vecino del pueblo y Minas de San Luis. Casado con Doña Gerónima de Carbajal.¹ Estante en el Cerro de San Pedro. Minero.

    En el Cerro de San Pedro Potosí, el 24 de abril de 1623, ante la fe de José Veedor, junto con otros vecinos y mineros acudió al exhorto que les hizo el alcalde mayor Don Juan Cerezo Salamanca, para que en la medida de sus posibilidades cooperaran en auxilio a las urgentes necesidades del rey, como lo informó el propio alcalde al haber hecho de público conocimiento a todos los mercaderes, vecinos, habitantes y estantes en este pueblo de San Luis, y haberles leído la real cédula del rey (Madrid, 28 de junio de 1621) –en la que pide ayuda económica– como también

    la carta del excelentísimo Señor Virrey el Conde de Priego, Marqués de Gelvés; para que, como fieles y leales vasallos de su majestad, le ayuden; en tal ocasión su cooperación fue de 20 pesos. El 14 de julio, Juan Caro, teniente del Cerro de San Pedro, le extendió recibo por los metales secos y plomosos con que voluntariamente cooperó con el Rey.

    El 20 de abril de 1636, en la hacienda de La Pila, ante la fe de Pedro de Ávalos, escribano real otorgó carta de dote en favor de

    su esposa por la cantidad de 11 000 pesos

    de oro común del valor de esclavos, mulas, caballos y yeguas y un horno de fundir y otro de afinar, ubicados allí mismo en La Pila, con todas sus instalaciones, herramientas y pertrechos, aguas y abrevaderos, partes de minas en el Cerro de San Pedro, incluyendo indios naboríos. En una cláusula se apuntó: Item. Una tienda [labrada] de piedra que está en el Cerro de San Pedro Potosí, linde con las casas del dicho capitán [Sebastián Mejía], que la puerta mira al oriente y jacales de la cuadrilla, que saliendo de la tienda a la calle, a mano izquierda queda la puerta de la casa principal; y a mano derecha la iglesia mayor apreciada en mil pesos de oro común. Mas dio él por la limpieza y honra de la dicha Doña Gerónima dos mil pesos de oro común en calidad de arras protonupciales, lo que hizo un monto total de trece mil pesos. Fueron testigos de este instrumento público: Diego López, el padre Baltasar Mejía, religioso de la orden de San Agustín, Don Pedro N. Chávez y Lázaro Miguel.

    El 1º de noviembre de 1639 Pedro de Ávalos en su nombre manifestó 120 cargas de metal del Cerro de San Pedro para fundir en la hacienda de beneficio perteneciente a Fernando de Meza. Era dueño de tres pares de casas en el Cerro de San Pedro.

    El 15 de mayo de 1649, ante la fe de Pedro de Ávalos, escribano real, junto con Alonso Ruiz y Cristóbal Barzallo de Quiroga fungió como testigo del poder para testar que otorgó María Martín, viuda de Juan Martínez de Quezada.

    El 4 de enero de 1652, ante Pedro Díez del Campo, escribano público, su nombre quedó asentado en el Quaderno de las manifestaciones hechas ante el Señor Castellano Don Alonso de Guzmán, capitán general y alcalde mayor de este pueblo de plata del diezmo y rescate² de diferentes reales de minas, por estar contratada antes de la publicación de la Ordenanza del Excelentísimo Señor Virrey Conde de Alba. Manifestó diferentes tejos marcados procedentes de las Minas de Mazapil, Nuevo Reino de León y Charcas en la Nueva Galicia.

    Aboytes, Martín

    Vecino del pueblo y Minas de San Luis. Nació hacia 1583. Hijo legítimo de Juan de Aboytes y Doña María Sánchez de Avendaño, originarios que fueron de Galdacano en el Señorío de Vizcaya en los Reinos de Castilla, posteriormente vecinos que fueron en el Cerro de San Pedro.

    El 25 de junio de 1613, siendo mayordomo de Juan de Zavala fue presentado como testigo en la probanza y descargo que hizo Gabriel de Ibáñez en la causa que a este último se le seguía de oficio de la real justicia por la muerte de Mateo Pérez oficial de sastre.

    El 30 de diciembre de 1618, ante la fe de Pedro de Espinosa otorgó su testamento, en él pidió ser sepultado en la Parroquia de este pueblo, dejó ordenadas por su alma 600 misas rezadas: 100 en la Parroquia, 100 en el convento de San Francisco, 100 en el convento de San Agustín, 50 en el convento

    de Tlaxcalilla, 50 en el hospital de San Juan de

    Dios y 200 en el convento de Santa Teresa

    de Carmelitas Descalzos de Querétaro. Dejó ordenado un legado de 3 000 pesos de oro común a Martín de Azpurgua, vecino del Cerro de San Pedro para que se cumpla lo tratado entre él y el padre Fr. Pedro de San Juan, religioso de la orden del Carmen, su confesor, con quien dejó tratado el descargo de su conciencia. Dejó ordenado que lo asentasen por cofrade en todas las cofradías fundadas e instituidas en este pueblo de San Luis. Dejó ordenada la entrega de una limosna de 50 pesos para los santos lugares y el Santo Sepulcro. Dejó ordenado un legado de 50 pesos para la cofradía de la Santa Veracruz. Dejó ordenado un legado de 200 pesos para el convento del Carmen de Querétaro. Dejó un legado de 100 pesos de oro común al convento de San Francisco. Otro igual al convento

    de San Agustín, otro igual al hospital de San Juan Bautista y un legado de 20 pesos al convento de San Francisco de Tlaxcalilla. Dejó ordenado un legado de 100 pesos de oro común para un cáliz para la iglesia del Cerro de San Pedro. Dejó ordenada una limosna de 100 pesos para 4 o 6 mujeres españolas pobres. Dejó ordenado dar 50 pesos de oro común al Lic. Lorenzo de Córdova, presbítero, para que lo encomiende a Dios. Señaló sus deudas; entre ellas, 500 pesos de oro común al Capitán Gregorio de Solorzano, 130 pesos de oro común al Capitán Loren-

    zo de Aldana, 30 pesos a Diego Serrato, vecino del Cerro, a Gabriel Ibáñez hasta 100 pesos de oro común y a Diego Márquez. Declaró por sus bienes 3 500 pesos de oro común que debe el Capitán Martín Ruiz de Zavala. Declaró tener, en el Cerro de San Pedro, en compañía con Juan del Puerto una tienda en que ha invertido 300 pesos de oro común. Declaró que Diego de Tovar le debe 600

    pesos. Entre otros bienes señaló sus vestidos, ropa blanca, objetos de plata, plata labrada, espada, daga y arcabuz, un estilete y silla de montar. A su amigo y vecino Gaspar de Agoitia le dejó un caballo bayo, con su silla y freno. Dejó ordenado entregar a Martín de Azpurgua un salero grande dorado que está en un baúl por la mucha amistad que le tengo. Remitió y perdonó las deudas a Gaspar de los Reyes y Antonio de la Cerda, sus criados. Declaró tener 8 indios trabajando en sus minas, de los cuales 2 los cede a Gaspar de Goitia, 2 a Marín de Azpurgua, 2 a una ahijada suya hija de Diego de Tovar y Mónica de Bribriesca y 2 a otra ahijada hija de Diego Serrato y Teresa Gómez Arechegui. Dejó ordenado un legado de 40 pesos de oro común para la Cofradía de San Nicolás fundada en el Cerro de San Pedro. Dejo instituida una capellanía de misas rezadas por su alma, las de sus padres y abuelos en el convento del Carmen de Querétaro. Nombró por albaceas al Capitán Martín Ruiz de Zavala y al padre Fr. Francisco de San Juan O. C. D. Por heredera, a su alma. Fueron testigos de su otorgamiento: Juan de Eguía, Gabriel Ibáñez, Diego Serrato, Pedro Ochoa Lavarte y Juan de Elorza.

    En septiembre de 1626, por ausencia del alcalde mayor, se desempeñaba como justicia mayor.

    Aboytes, Miguel de

    Vecino y minero en Cerro de San Pedro. Minero. El 14 de septiembre de 1609, ante Don Alonso de Oñate, alcalde mayor, y la fe de Francisco de Cárdenas, escribano real, registró una mina a la que puso por nombre San Juan, en las descubiertas por Julián Hernández en el nuevo descubrimiento del cerro que puso por nombre San Hipólito.

    Abrantes, Hernando de

    Uno de los más antiguos pobladores. Vecino del pueblo y Minas de San Luis. Nació hacia 1570. Mercader.

    El 26 de febrero de 1603, fue visitado en su tienda por Juan de Frías Salazar, justicia mayor, en razón de haberse pregonado por éste un auto prohibiendo la venta de vino a los indios. Fue denunciado por Francisco Salazar, dio fe de la visita a su tienda Matías Pardo, escribano real.

    Ábrego, Francisco de

    Vecino del pueblo y Minas de San Luis. Minero.

    El 9 de septiembre de 1609, ante Don Alonso de Oñate, alcalde mayor, y la fe de Francisco de Cárdenas, escribano real, registró minas en el nuevo descubrimiento, entre ellas Santo Domingo y San Lázaro.

    Ábrego, Hermenegildo de

    Vecino del pueblo y Minas de San Luis. Nació hacia 1597. Mercader.

    El 9 de febrero de 1613, ante la fe de Simón Pascua, escribano real fue presentado como testigo en el proceso que de la real justicia se les seguía al alférez José Cortés Pichardo y a Lamberto Berumen, por pendencia y cuestión que tuvieron con un mozo que se decía marín (cantor), quien resultó herido en un brazo.

    Ábrego, Juan de

    Vecino de las Minas de Guanajuato. Posteriormente vecino del pueblo y Minas de San Luis. Nació hacia 1536. Casado con Doña Susana Juárez. Posteriormente poblador en las Minas de Guadalcázar, en donde, por 1614, se le mercedaron tierras de labor y para la crianza de ganado; más tarde, involucrado en la minería levantó una hacienda de beneficio. En el actual municipio de Guadalcázar (San Luis Potosí) existe una población llamada Ábrego, que debe su nombre a este personaje. Minero, labrador, criador de ganado y dueño de carboneras.

    El 30 de noviembre de 1608, ante la fe de Francisco de Cárdenas, escribano real, junto con Francisco Sánchez y Juan Pascual, fungió como testigo en la escritura de compra-venta de la mitad de una estancia de ganado menor que compró Domingo Gallegos a Francisco Gutiérrez, vecino de la Villa de San Miguel.

    El 14 de enero de 1609, ante la fe de Francisco de Cárdenas, escribano real, junto con Francisco Sánchez Correa fue poderhabiente del poder especial que otorgó Domingo Gallegos para la cobranza de adeudos y la administración de haciendas. El 11 de marzo, ante la fe de Simón Pascua, vendió a Francisco Sánchez Barragán una casa habitación que hubo y compró al Lic. Ginés de Herrera, colindante, por una parte, con casas del propio

    Sánchez Barragán, y por otra parte, ... frente de solar que edifica Manuel de Rojas..., en precio de 315 pesos de oro común.

    El 29 de febrero de 1612, ante la fe de Simón Pascua, escribano real, fungió como testigo en el inventario de bienes que quedaron por fin y muerte de Pedro de Landaida.

    El 7 de febrero de 1614, ante la fe de Simón Pascua, escribano real, junto con su esposa vendió a Pedro Arizmendi Gogorrón, vecino y minero de este pueblo un esclavo negro herrado en el rostro con una S, nombrado Juan Bautista, de edad de 25 años, poco más o menos, en precio de 450 pesos de oro común; en el cuerpo de la escritura señalaron: el cual hemos habido y criado durante [el tiempo] de nuestro matrimonio, que ha sido cuatro años después de que nos casamos, y velamos por él según orden de nuestra Santa Madre la Iglesia Romana. Fueron testigos instrumentales: Pedro Enríquez de Rivera, Roque de Sosa y Esteban de Acevedo.

    El 18 de enero de 1616, ante la fe de Pedro Díez del Campo, escribano real, otorgó testamento cerrado; en él declaró estar enfermo pero no en cama; sin embargo, estar ya muy viejo. Pidió ser enterrado en San Agustín y amortajado con el hábito de dicha orden. Pidió que el día de su entierro acompañasen su cuerpo cuatro religiosos de San Agustín, cuatro del Hospital de San Juan de Dios, cuatro de San Francisco y el cura beneficiado de este pueblo. Dejó ordenado, por su alma, un novenario de misas rezadas en el convento de San Agustín. Y después de éste, otro de honras fúnebres, ofrendadas de pan y vino y con su vigilia. Dejó ordenadas por su alma diez misas en el convento de San Francisco. Dejó ordenadas diez misas rezadas por su alma y las de sus padres en la iglesia mayor (la Parroquia). Dejó ordenadas, por su alma, cien misas rezadas en el altar del Perdón de la Catedral de México. Dejó ordenadas, por su alma, las de sus padres y antecesores y por las ánimas del purgatorio, cincuenta misas rezadas, repartidas por iguales partes en San Francisco, San Agustín, la iglesia mayor y el convento de San Francisco de Tlaxcalilla. Dejó ordenado un legado de pesos de oro para la fábrica de la iglesia mayor de este pueblo. Dejó ordenado un legado de veinte pesos de oro común para el convento de San Francisco; y otros veinte para el R. P. Fr. Gerónimo de la Torre, su confesor. Dejó ordenado un legado de ochenta pesos al convento de San Agustín, para ayuda a la obra arquitectónica, con la condición de que se digan por su alma veinte misas en el altar de Nuestra Señora. Dejó ordenado un legado de seis pesos de oro común al Hospital de San Juan de Dios. Declaró ser casado con Susana Juárez tiempo ha de más de treinta años. En una cláusula señaló: Item. Mando a mi nieta Doña María de

    Burgos, cien pesos en reales que se paguen

    de mis bienes. Declaró sus bienes; entre ellos, las casas de su morada ubicadas frente al convento de San Agustín, colindantes, por una parte, con casas de María Manzano, y por la otra, con casas de Diego Moreno, sastre. Asimismo, declaró por sus bienes varios esclavos. Señaló a sus acreedores y deudores, varios de ellos vecinos de San Luis y otros de las Minas de Guanajuato. Declaró no tener hijos con la dicha Susana Juárez y que cuando contrajo dicho matrimonio él tenía por capital aproximadamente 8 000 pesos

    y su mujer aportó al matrimonio una casa y

    otras cosas cuyo monto no pasó de 1 200 pesos, y la susodicha y sus hijos debían muchas deudas que montaron más de dos mil pesos los cuales pagué a Luis de Figueroa vecino de México, y a otras muchas personas de cuyos nombres no me acuerdo en las Minas

    de Guanajuato, por haber pasado más de treinta años y por esta causa no otorgué carta de dote. Nombró por sus albaceas a Francisco Gascón y Hernando López de Prado, por

    tenedor de bienes a Francisco Gascón. Dejó por heredera universal a su hija natural Juana de Ábrego, residente en la ciudad de México o, en su defecto, a sus nietos, hijos de Juan de Ábrego (hijo natural). En la última cláusula añadió: Item. Mando para la obra de la sacristía de San Agustín otros cien pesos. Por no poder firmar, a su ruego lo hizo Fr. José de Galarza, religioso de San Agustín.Falleció el día 31 de agosto, el mismo día el P. Fr. Francisco Conde, religioso de la orden de San Agustín, acudió ante el Castellano Pedro de Salazar, alcalde mayor, a dar noticia del fallecimiento para que se abriese el testamento cerrado. El alcalde mayor proveyó auto para citar y comparecer ante sí a los testigos que se hallaron presentes en el otorgamiento, que lo fueron: Gonzalo de Salazar, Diego Ramírez, Diego de Echagoyán, Pedro Urrutia y Antonio Álvarez.

    Ábrego (el Mozo), Juan de

    Vecino de las Minas de Guanajuato. Posteriormente vecino del pueblo y Minas de San Luis. Hijo natural de Juan de Ábrego. Minero, labrador, criador de ganado y dueño de carboneras.

    El 10 de julio de 1619, ante la fe de Juan de Trujillo, escribano real, junto con Francisco de Briones y Juan Ventura fungió como testigo en la escritura de reconocimiento de adeudo que otorgó Simón Ponce en favor

    de José de Echagoyán.

    El 2 de septiembre de 1632, el alcalde mayor de las Minas de Guadalcázar, Don Marcos Lazo de la Vega, ante la fe de Bartolomé de la Banda, escribano, le dio y metió en posesión de un sitio donde asentar hacienda de beneficio y asimismo le dio posesión de un ojo de agua, de que fueron testigos Esteban de Acevedo, Gonzálo Álvarez de Herrera, Don Jacinto de Rojas y Andrés Hernández.

    Abreo, Alonso

    Uno de los más antiguos pobladores y vecino del pueblo y Minas de San Luis.

    El 13 de septiembre de 1604, ante la fe de Simón Pascua, escribano real, fungió como testigo en el inventario que se hizo de los

    bienes que quedaron por fin y muerte de Luis Navarro.

    Abreo Barreto (Lic.), Andrés de

    Vecino del pueblo y Minas de San Luis. Nació hacia 1584. Presbítero. Cura beneficiado de la Parroquia de San Luis.

    El 30 de junio de 1618, fungió como testigo y comprador en el inventario y almoneda pública que se hizo de los bienes que quedaron por fin y muerte de Juan Monzón, maestro de sastre, quien falleció estando en casa y compañía de Juan Bautista de Medina. El 3 de septiembre, ante la fe de Juan de Trujillo, su nombre aparece, entre otros, como comprador en la almoneda pública que se hizo en los bienes que quedaron por fin y muerte de Pedro Pardo.

    El 16 de julio de 1622, ante la fe de Juan de Trujillo, escribano real, en su calidad de albacea y tenedor de bienes hizo el inventario de bienes que quedaron por fin y muerte de Lucas González Barreto (ciego), en dicha diligencia se halló presente Mateo González Barreto, hijo legítimo del difunto. Los días 17, 18 y 19 se hizo la pública almoneda de dichos bienes.

    El 9 de julio de 1623, ante la fe de Simón Pascua, escribano real, como albacea testamentario hizo la pública almoneda de los bienes que quedaron por fin y muerte de Juan Gómez Ramos.

    El 12 de junio de 1624, ante la fe de Pedro de Espinosa, escribano real, en su calidad de albacea hizo el inventario y pública almoneda de los bienes que quedaron por fin y muerte de Pedro Martín.

    El 28 de julio de 1643, ante la fe de Pedro de Espinosa, escribano real fue presentado como testigo por Juan Tristán Díez, maestro platero, para reunir suficiente información para probar éste su limpieza de sangre e hidalguía ante el alcalde mayor el General León de Alza, declaró favorablemente ser el cura beneficiado de la Parroquia de San Luis y ser mayor de sesenta años y firmó.

    Acevedo, Esteban de

    Uno de los más antiguos pobladores y vecino del pueblo y Minas de San Luis. Nació hacia 1580. Minero en el Cerro de San Pedro y en las Salinas del Peñón Blanco. Casado con Doña Mariana de la Cruz. Poblador en las Minas de Guadalcázar, donde se le mercedaron tierras.

    El 9 de febrero de 1601, su nombre aparece, entre otros, como comprador en la pública almoneda que se hizo de los bienes que quedaron por fin y muerte de Catalina de Tapia, mulata libre.

    El 21 de noviembre de 1608, ante la fe de Simón Pascua, escribano real fungió como testigo de la escritura pública de compra-venta de un solar que Diego Alonso Compró a Pedro Hidalgo de León y a Juana de Mendoza, su mujer.

    El 29 de enero de 1609, ante la fe de Francisco de Cárdenas, escribano real, junto con Alonso Dávila y Luis de Santacruz fungió como testigo de la escritura que otorgaron Pedro Hidalgo de León y su esposa, en favor del médico Dionisio de Torres Cabeza de Moro. El 11 de marzo, ante la fe de Pedro Díez del Campo, junto con un indio llamado Juan Bautista, en calidad de descubridores, en

    el nuevo descubrimiento de San Antonio, en la veta Nombre de Jesús hizo el registro de una veta en el Cerro de San Pedro, a la que puso por nombre Nuestra Señora de

    Montserrat, y otorgó escritura pública

    de donación de las siguientes varas de mina: Pedro Hidalgo de León, 20 varas; Juana de Mendoza, su mujer, 10 varas; Esteban Ponce, 15 varas; Ana Sánchez, su madre, 5 varas; Pedro Arizmendi Gogorrón, 20 varas; Juan Bautista, 20 varas.

    El 26 de abril de 1615, en el Cerro de San Francisco (Cerro de San Pedro), fungió como testigo de la escritura de donación de varas de mina en el nuevo descubrimiento

    de San Francisco que otorgaron Sebastián Gómez Altamirano, Esteban Ponce, Juan Bautista Galán y Pedro Hidalgo de León en favor de Francisco Marín Manzano.

    El 26 de enero de 1616, ante el Castellano Pedro de Salazar y la fe de Pedro de Espinosa, escribano real, en el Real de Guadalcázar y minas de San Francisco del Valle

    de Extremadura, registró solar para sitio de

    casas de vivienda, molino, cuadrilla, lava-

    deros y todo inherente para fundar hacienda de

    beneficio. El 11 de noviembre, como vecino

    de las Minas de Guadalcázar, ante la fe de Simón Pascua, escribano real, otorgó escritura de

    reconocimiento de adeudo por la cantidad

    de 300 pesos de oro común, en favor del Capitán Gonzalo de Solórzano, adeudo que se comprometió a pagar con plata del diezmo³ de estas Minas de San Luis en barra ensayada, fungió como su fiador Francisco Rodríguez Jordán.

    El 17 de abril de 1618, ante la fe de Juan de Trujillo, escribano real, otorgó escritura de

    reconocimiento de adeudo por la cantidad de 300 pesos en favor de José de Echagoyán siendo su fiador Francisco Rodríguez Jordán.

    En septiembre de 1632, junto con Sebastián Gómez Altamirano y Andrés Hernández se le mercedaron tierras en el real de Guadalcázar, siendo alcalde en dicho real Marcos Lazo de la Vega y ante la fe de Bartolomé de la Banda.

    A principios de 1652, como vecinos de las Minas de Guadalcázar, su esposa, junto con Gregorio de Acosta, actúan como sus albaceas testamentarios.

    Acevedo, Rodrigo de

    Antiguo poblador en la jurisdicción de San Luis. Vecino del pueblo y Minas de San Luis. Padre de Luisa de Acevedo. Minero.

    El 1º de febrero de 1619, ante Don Alonso Guajardo Mejía, alcalde mayor, y la fe de Simón Pascua, escribano real, conforme a las Reales Ordenanzas registró minas por él descubiertas en un cerro que tiene vetas y minerales que está como a diez y seis leguas, poco más o menos de este pueblo de San Luis y seis leguas poco más o menos de las Minas de Sierra de Pinos en la serranía Del Fuerte; señaló que en ellas hereda su hija Doña Luisa de Acevedo.

    Acosta, Álvaro de

    Originario de Lagos en los Algarves,⁴ en los Reinos de Castilla. Hijo legítimo de Manuel de

    Acosta y Doña Beatriz Juárez. Vecino del pueblo y Minas de San Luis. Casado con Doña Luisa Barbosa, padres legítimos de: Ana, Gaspar y Mariana Barbosa. Maestro tocinero. Mercader.

    En enero de 1652, ya actúa su viuda.

    Acosta, Antonio de

    Vecino del pueblo y Minas de San Luis.

    El 9 de julio de 1617, ante el Castellano de Pedro de Salazar, alcalde mayor aparece, entre otros, como deudor en el inventario de bienes que quedaron por fin y muerte de Guillermo Comte por la cantidad de 159 pesos de oro común.

    Acosta, Gerónimo de

    Vecino del pueblo y Minas de San Luis. Estante en el Real de los Pozos.

    El 7 de febrero de 1639 junto con otros vecinos y estantes en el Real de los Pozos, presentó al alcalde mayor solicitud de asiento de carnicerías, por la mucha necesidad que el vecindario padecía en el abasto por parte de los obligados del pueblo de San Luis; argumentaron en su solicitud haber mucha población así de españoles, negros, mulatos, mestizos e indios, como haber mucha gente de servicio, arrieros, carboneros y contar el dicho real con más de 6 haciendas gruesas del beneficio de sacar plata; asimismo, ser muchos los pobres y enfermos que no pueden comer carne a precio elevado.

    Acosta, Gregorio de

    Originario de la Villa de Setubar en los Reinos de Portugal. Vecino del pueblo y Minas de San Luis. Nació hacia 1583. Mercader y maestro zapatero.

    El 19 de mayo de 1615, ante la fe de Simón Pascua fue visitado en su tienda por el alcalde mayor Pedro de Salazar, denunciado por Francisco Sánchez, teniente de alguacil, de vender vino a los indios, negros y mulatos; fue penalizado al pago de 6 pesos de oro común.

    El 8 de junio de 1618, ante el Castellano Pedro de Salazar y la fe de Simón Pascua,

    escribano real, en compañía del alguacil mayor fue visitado en su tienda; declaró vender vino a todo el que se lo solicitaba, el día 23 fue condenado al pago de 8 pesos de oro común.

    El 3 de enero de 1619, ante la fe de Juan de Trujillo, escribano real, se constituyó en fiador en la escritura de reconocimiento de adeudo que otorgó Juan Alonso de los Hinojos en favor de José de Echagoyán.

    El 29 de diciembre de 1620, ante Don Alonso Guajardo Mejía, alcalde mayor, y la fe de Pedro de Espinosa, escribano real, junto con Diego de Matos, Juan Rodríguez y Antonio de Escamilla fue presentado como testigo en la información que se ordenó reunir a petición de Manuel

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