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Erik
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Libro electrónico125 páginas2 horas

Erik

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Cada tragedia tiene una causa, cada monstruo su origen.
Todos conocen la historia del famoso fantasma de la ópera, que es capaz de matar a cualquiera que sea un obstaculo para su amor por Christine. En 1909, la pluma de Gaston Leroux creo una de las mejores novelas del siglo XX, reinterpretado muchas veces en películas y series, y que alcanzó la popularidad gracias al musical homonimo de Andrew Lloyd Webber en 1986.
Pero pocos conocen los origenes de este "monstruo". Erik es un joven que ha crecido en un espectáculo de fenómenos itinerante, marcado por la malformación que le desfigura el rostro. El dueño del circo humano, Roland De La Mortre, exhibe al chico como si fuera una bestia, describiendo su aspecto como 'diabólico' por la piel amarillenta y de apariencia derretida que le cubre el rostro casi esquelético. Un día, una mujer asiste al triste espectáculo. Conmovida se acerca el joven muchacho y... Una trágica historia de amor, llena de acción y aventura que conmoverá y responderá a tantos por qué de aquella épica novela.   
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 ene 2019
ISBN9781547566433
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    Erik - Robert Steiner

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    "La belleza no está en el rostro.

    La belleza es una luz en el corazón."

    Khalil Gibran (poeta, pintor y filósofo libanes)

    1.

    En 1867, Napoleón III deseaba que la Exposición Universal se realizara en París para promover un mejor entendimiento entre naciones, gracias a lo mostrado en los pabellones. Con la ayuda del joven ingeniero Gustave Eiffel, se construyó un Pabellón Imperial en los Campos de Marte, atrayendo, en sólo siete meses, otros once millones de visitantes, que visitaron, también, los diversos parques de diversiones establecidos en los espacios adyacentes a la exposición. Terminada y desmantelada la Exposición Universal, muchos de estos parques permanecieron abiertos al público para el disfrute de los más pequeños. Atracciones, concursos, payasos y muchos caramelos: droga en su estado puro para los parisinos de la Belle Époque, que hacían interminables filas para entrar ahí donde los más pequeños podían realizar sus sueños, y los más grandes revivirlos.

    Y es justo aquí que inicia nuestra historia.

    En 1870, el parque de diversiones de los Campos de Marte recibe por primera vez en su breve historia, el Espectáculo de fenómenos de Roland de la Mortre. En aquella época, era en estos espectáculos donde se exhibían rarezas biológicas como el hombre pequeñísimo, la mujer camello, el hombre con tres piernas, el hombre león y muchos, muchos otros, que antes que vivir vidas de penurias como marginados, preferían exhibir sus propias malformaciones, ya que a menudo eran bien recompensados económicamente. Originaría de América, esta forma de espectáculo se volvió muy popular en Europa y el Espectáculo de Fenómenos de Roland de la Mortre fue la joya de la corona del parque de diversiones.

    ¡Damas y caballeros, acérquense por favor! grita el hombre con el megáfono en la mano, mientras una pequeña multitud se forma frente al ingreso de la carpa. Directo desde las costas de Oriente, los bosques de Sudamérica y las montañas del Tíbet, están aquí hoy y sólo para ustedes, las abominaciones más espantosas que la Madre Naturaleza nos ha dado y que en Nueva York fueron nombradas ¡Los monstruos del siglo diecinueve!. Y hoy, sólo por dos francos podrán ver a sus peores pesadillas, ¡encarnadas enfrente de ustedes!.

    La multitud enloquecida se aglomera entorno a una enana que vende los boletos. Asustados, los niños buscan los brazos tranquilizadores de sus padres, mientras estos, en cambio, saborean ya el horror que dentro de poco podrán admirar perversamente.

    Se forma una larga fila frente al ingreso. Seguro de tener casa llena, De la Mortre da la señal a un dependiente de permitir el acceso a la carpa.  Como endemoniados, los clientes se apresuran a entrar para poder acaparar los mejores lugares. Los recibe una minúscula pista circense rodeada de empinadas gradas, como si fuera un anfiteatro. Los cuatrocientos lugares se llenan rápidamente y se cierra el ingreso. Se respira en el aire el deseo morboso de ver y, si se es afortunado, de tocar con la mano a aquellas abominaciones de la naturaleza.

    Usando la tradicional casaca roja con bordados y botones dorados y después de haber bebido un sorbo de su elixir preferido, Roland hace su entrada en la pista, recibido por una lluvia de aplausos. También los niños, curiosos y al mismo tiempo temerosos, lo reciben con entusiasmo. El hombre hace una solemne y larga reverencia, después, alza la mano para acallar al público.

    Damas y caballeros, dentro de su inmensa variedad y generosidad, la Madre Naturaleza nos regala una infinidad de razas y formas de vida. A veces las crea sublimes y fascinantes., dice mientras observa a una atractiva joven sentada en las primeras filas. La joven se sonroja. Otras veces, en cambio, se ensaña con algunas de ellas, confiriéndoles aspectos nada agraciados. Para su entretenimiento, yo, Roland de la Mortre, he recorrido el mundo entero buscando a estas abominaciones y las he arrancado de sus tristes destinos para traerlas aquí ante ustedes.

    El público aplaude con entusiasmo.

    Y con gran placer me gustaría presentarles al primero de estos monstruos, un hombre que por sí solo ha logrado construir una casa entera a mano y sin usar ninguna herramienta. Sus manos son tan grandes que son capaces de clavar los clavos con la fuerza de uno solo de sus puños. Sus dientes son tan resistentes que pueden romper una mesa de nogal. Sus brazos lo suficientemente poderosos como para poder levantar otros 400 kilos. Señoras y señores, reciban con un gran aplauso, ¡al hombre de acero!

    Acogido por un fuerte aplauso, entran un hombrón de casi dos metros de alto, cuyos brazos se parecen a los muslos de un cerdo. Si bien al primer impacto pareciera un hombre de complexión grasa y flácida, pronto los espectadores descubren su equivocación y reconocen que en efecto se trata de músculos, aunque resguardados debajo de una espesa capa de grasa. Cuatro asistentes traen pesas que el hombre carga encima de una plataforma de madera, cuyos cuatro ángulos están atados a otras tantas cadenas. Sobre cada uno de los pedazos de metal se lee el peso. Un asistente le da uno de estos a un señor que se encuentra sentado en la primera fila y lo invita a levantarlo. Con gran dificultad, el hombre logra moverlo, desatando la risa del público. El hombre de acero termina de cargar la plataforma y después de subirse a dos cajas, coloca las enormes cadenas que colgaban, en sus hombros.

    Y ahora, damas y caballeros, les pido el máximo silencio mientras el hombre de acero levanta 430 kilos.

    El público guarda silencio para disfrutar el evento. Un tambor acompaña el momento de suspenso en el que hombre comienza a levantarse tensionando la cadena. Los nervios del cuello se tensan y parece que quisieran explotar. El rostro se pone rojo y el busto tiembla, pero milagrosamente, la plataforma se eleva lentamente del pavimento. Finalmente, con un grito sobrehumano, el hombre de acero logra enderezas las piernas y tener suspendida la plataforma, por al menos tres segundos, antes de dejarla caer precipitadamente a tierra. El público lo ovaciona. Siempre serio, el hombre hace una reverencia.

    ¡El hombre de acero!, grita De La Mortre.

    La ovación continua por algunos segundos, durante los cuales el armario humano llama a algunas personas a que cuelguen de sus brazos, desatando el regocijo de los más pequeños. Finalmente, el hombre sale y el público se tranquiliza de nuevo.

    "En Bolivia la llamaron ‘mujer de primates’, es decir, ‘la mujer chango’, ya que la Madre Naturaleza le cubrió el cuerpo de tanto pelo, que incluso Charles Darwin tendría dificultades para explicar su existencia en nuestros días.

    El público ríe.

    Creció en el pequeño pueblo de Perotó, donde la familia la usaba como perro de guarida. Pero yo la he encontrado y traído aquí para su entretenimiento. Damas y caballeros, con ustedes, la mujer simio.

    Se escucha el estruendo de la multitud, mientras entra a la pista una señora, totalmente desnuda, cuyo sexo se distingue sólo gracias a la redondez de sus senos, aunque también éstos están cubiertos por una densa capa de vello. La mujer gira sobre sí misma para mostrar su cuerpo cubierto de pelo. Después, se acerca al público para dejar que le jalen los mechones y comprueben que no se trata de prótesis, ni de un disfraz. Tras ser recibida como una estrella, la mujer hace una larga reverencia y sale de la pista.

    De La Mortre retoma la palabra. Cada uno de nosotros conoce sus propios límites para soportar el dolor y esto es porque, como dice la ciencia moderna, nuestros cuerpos están llenos de terminaciones nerviosas. Pero hay un hombre que no posee estas ramificaciones, resultando inmune al dolor. Él tiene, además, una rara malformación del tejido adiposo que lo dota de una piel elástica, tan elástica que puede ser estirada hasta veinte centímetros. Damas y caballeros, ¡denle una calurosa bienvenida al hombre de goma!

    La gente celebra la llegada del hombre, con el torso desnudo, delgado y de apariencia frágil, se para al centro de la pista y dos asistentes traen consigo una mesita llena de largas agujas metálicas.

    Uno de los hombres tiene en la mano una varita que le entrega a De La Mortre. Esta vara mide exactamente veinte centímetros.

    Roland se acerca al hombre que tiene un brazo alzado, le pellizca la piel y comienza a estirarla. Como si fuera magia, ésta se aleja del brazo y da la impresión de que nunca fuera a dejar de hacerlo. El público aplaude estupefacto y admirado, mientras De La Mortre mide con la vara los veinte centímetros que, en efecto, es capaz de separarse la piel del cuerpo del hombre de goma.

    De La Mortre se aleja y el hombre

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