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Remedios naturales para el equilibrio emocional
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Libro electrónico327 páginas5 horas

Remedios naturales para el equilibrio emocional

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La salud emocional y el bienestar psicológico son aspectos fundamentales de nuestra vida que nos permiten enfrentarnos a los cambios, contratiempos o problemas que aparecen en nuestra vida. La autoestima, base de todo equilibrio emocional y mental, es un aspecto que podemos trabajar y fortalecer si ponemos algo de nuestra parte. Pero además, cuando aparecen problemas o trastornos relacionados con nuestro bienestar psíquico, la naturaleza y las terapias alternativas nos ofrecen todo un abanico de recursos para sentirnos mejor.
IdiomaEspañol
EditorialIntegral
Fecha de lanzamiento15 nov 2016
ISBN9788491180272
Remedios naturales para el equilibrio emocional

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    Remedios naturales para el equilibrio emocional - Jordi Cebrián

    INTRODUCCIÓN

    La salud emocional, el bienestar psicológico y el equilibrio psíquico son aspectos fundamentales de nuestra vida que nos permiten enfrentarnos a los cambios, contratiempos o problemas que aparecen en ella. Sin esa salud, sin ese equilibrio, se añade una dificultad más a la hora de saber encontrar soluciones a las vicisitudes o prepararnos para los cambios que inevitablemente ocurren a lo largo del tiempo.

    La autoestima, base de todo equilibrio emocional y mental, es en muchos casos deficiente debido a cómo nos han afectado los mandatos y las circunstancias del pasado, pero también puede verse afectada por acontecimientos inesperados o porque las cosas no nos salgan como nosotros esperábamos. Sin embargo, la autoestima es un aspecto que podemos trabajar y fortalecer si ponemos algo de nuestra parte. La primera parte de este libro está dedicada a exponer diferentes técnicas o reflexiones que pueden ayudarnos a sentirnos mejor con nosotros mismos.

    Los sentimientos de bienestar o «felicidad» están asociados, según estudios científicos, a una hormona que nuestro cerebro fabrica y que se denomina endorfina. Las endorfinas, tema al que está dedicada la segunda parte de este libro, tienen la capacidad de ayudarnos a soportar mejor el dolor, están presentes en los momentos de euforia y felicidad, y muchos científicos las asocian también al amor. Existen diversas maneras de generar endorfinas en nuestro organismo a través de diferentes prácticas, como una correcta nutrición, el deporte o la búsqueda de actividades gratificantes.

    El estrés es una respuesta natural de nuestro cerebro a situaciones de riesgo, en la que están implicados diferentes procesos neurológicos.

    En el mundo actual, en el que los riesgos a los que nos enfrentamos son pocas veces objetivables o físicos (es poco frecuente tener que huir del ataque de un animal salvaje, como les ocurría a nuestros ancestros, o enfrentarse a una catástrofe meteorológica), nuestros miedos, temores y pánicos son la mayoría de las veces psicológicos. El temor a no llegar a tiempo para entregar una tarea, ir corriendo de arriba para abajo todo el día para llegar a todas nuestras obligaciones, o el miedo a perder nuestro puesto de trabajo debido a la crisis son, en la actualidad, los fenómenos que mayoritariamente impulsan la respuesta de estrés. La naturaleza nos ofrece una gran variedad de remedios que pueden ayudarnos a controlar estas situaciones de nervios, ansiedad o estrés, y también podemos contar con diferentes técnicas de entrenamiento mental. A todo ello está dedicada la tercera parte de esta obra.

    La depresión es otro de los grandes males de nuestro tiempo. En algunos casos puede ser el resultado de un estrés incontrolado, que hace que nuestro cerebro se agote, que nuestros recursos neurológicos no den para más, y entonces caigamos en un letargo, una apatía y una desilusión generalizada por nuestra vida. No hay que confundir depresión con tristeza. La tristeza es una emoción natural y necesaria que aparece en momentos de duelo, cuando nos sentimos impotentes ante una injusticia o simplemente cuando empatizamos con un ser que está sufriendo. La depresión es un estado patológico que va mucho más allá y que debe ser diagnosticado por un especialista.

    El hipérico o hierba de san Juan es una planta que ha demostrado ser de gran ayuda en estados depresivos, lo cual está corroborado por numerosos estudios científicos. La última parte de este libro es una guía para la correcta utilización de esta planta, así como de otros remedios que también pueden ser útiles para tratar la depresión.

    TÉCNICAS PARA MEJORAR LA AUTOESTIMA

    Cuántas veces hemos debido enfrentarnos al dilema de una evaluación personal o pública para llegar a la conclusión de que no hemos sido capaces de hacer realidad los propios objetivos o que no estuvimos a la altura de las expectativas que nuestro entorno social tenía puestas en nosotros.

    La autoestima no es una condición biológica predeterminada ni una fórmula mágica que solucione los problemas e inconvenientes de una vida en sociedad. La autoestima es un recurso psicológico que puede ser desarrollado por la familia o ganado a pulso día a día por los individuos y que permite llevar –gracias a una mente autónoma y lúcida que no duda de su verdadero poder y también al constante ejercicio de la voluntad– una vida sin angustias exacerbadas ni tampoco miedos al fracaso paralizantes.

    Este soporte anímico se construye sobre los siguientes pilares: superar el rechazo hacia uno mismo; desarrollar la capacidad de sentirse a gusto en la propia piel; aprender a diferenciar entre lo que es verdaderamente criticable u ofensivo; percibir las cosas que pueden potenciar la reafirmación en las propias creencias; comprender que los demás también son falibles; evitar las comparaciones directas con referencias ajenas o con modelos impuestos por la moda, la mercadotecnia o valores ajenos a los de uno; no identificarse con el medio ni dejarse amilanar por las reacciones adversas a nuestros gustos, percepciones o sentimientos; desgranar el trigo de la paja, y convertir aquellas diminutas parcelas de la personalidad en floridos, exóticos y productivos cultivos.

    En una sociedad que permanentemente está en guardia frente a los constantes desafíos vitales y emocionales, donde la envidia, la competencia y la intolerancia alimentan las relaciones interpersonales, no es de extrañar que los individuos desarrollen con facilidad patologías erosionantes de la autoestima, que conjugan fantasmas como la indiferencia ajena, el miedo al ridículo, las frustraciones profesionales y una larga cadena de sensaciones e imágenes distorsionadas que minan la capacidad de las personas de gozar plenamente de una conciencia equilibrada; es decir, de poder disfrutar de todos los ricos matices que dan forma e iluminan nuestra realidad.

    En muchas ocasiones, la autoestima va ligada a la felicidad y esta puede conseguirse por medio de una concepción realista de los límites y posibilidades de cada uno, una actitud reflexiva ante los conflictos emocionales o mediante técnicas de desarrollo mental.

    Cada persona tiene su propio camino y, si bien este puede discurrir de forma paralela a la de muchos otros, no hay dos caminos iguales, ya que son las propias vivencias y emociones las que lo definen, y en ello radica realmente uno de los principales sentidos de la vida: estar a gusto con el propio cuerpo, aprender a disfrutar de nosotros mismos y dejar constancia de nuestras valiosas singularidades.

    Cuando alguien critica los defectos de otro, no lo hace porque se sienta molesto o se crea inmune a ellos; en realidad se trata de un mecanismo de defensa que manifiesta los propios temores a identificarse con características propias que se rechazan.

    También cabe preguntarse si todas las alabanzas en torno a una alta autoestima no forman parte del limitado mensaje que lanza el insensible interlocutor omnipresente de los medios de comunicación, desde el cual se bombardea a la ciudadanía con mensajes de éxito y liderazgo rápido y fácil, mientras que todo lo contrario es considerado propio de perdedores. Por ello, cabe advertir que un exceso de autoestima conduce a la vanidad, la soberbia y la pérdida de contacto con la realidad, haciendo al individuo indulgente con sus propios defectos.

    Muchos se preguntarán si no son las personas con una autoestima poco acentuada las que con su actitud prudente y modesta preservan valores de tolerancia y paciencia en un entorno dominado por la ambición desmedida, la prepotencia, el egocentrismo y la consecución de bienes materiales. Siempre se ha dicho que todos los extremos son desaconsejables, ya que contienen la misma esencia de desequilibrio.

    No dejarse dominar ni intentar controlar a los demás quizá sea el mejor consejo para poder llevar a cabo una vida armoniosa que se haga eco de las palabras que salen de nuestro más profundo interior.

    Creer en uno mismo es la base principal para edificar una autoestima perdurable.

    A qué llamamos autoestima

    La baja autoestima puede desencadenar una secuencia de pensamientos obsesivos que poco a poco vayan alejando al individuo de sanas gratificaciones de orden social y mundano, y den lugar a una depresión más o menos encubierta, donde los pensamientos de soledad, alienación e impotencia sean la ineludible fuente de las emociones.

    Sin embargo, detrás del muro de estos poderosos y recurrentes pensamientos perturbadores, donde el miedo es el verdadero protagonista capaz de acallar la genuina personalidad, hay una dimensión poco frecuentada en la que aflora la expresión de todas aquellas capacidades apenas conocidas, que casi resultan ajenas pero siempre han conformado la unidad irreductible de nuestro ser.

    Simplemente se trata de abandonar todos aquellos hábitos de pensamiento autodestructivo y entregarse con el mismo fervor a la otra cara de nosotros mismos, más comunicativa, intuitiva, inteligente, generosa, sensible, capaz de disfrutar del entorno y dispuesta a sacar siempre ventaja de cualquier situación, por adversa que esta sea.

    La mejora de la autoestima trae consigo un notable fortalecimiento de la personalidad, mediante la cual se aprende a discriminar entre lo verdadero y lo falso, rompiendo así una de las cadenas más perversas del orden social, donde la manipulación de los instintos más básicos o de la ingenuidad es aprovechada por otros.

    Uno de los pilares del desarrollo de la personalidad es la confianza en uno mismo, en las capacidades de cambio y en el disfrute del momento presente, sin postergar a un futuro incierto la recompensa de saberse capaz de afrontar los desafíos.

    Este proceso de mejora de la autoestima, así como el desarrollo de la concentración en la conciencia, lleva a un enriquecimiento de la personalidad, donde, como una fresca cascada imparable, muchos aspectos mejoran, desde la sexualidad hasta la capacidad de imponer las propias ideas.

    Cómo creer en uno mismo

    Las personas con baja autoestima actúan igual que el pesimista del dicho: siempre ven la botella medio vacía.

    Esta manera de interpretar los hechos supone que este grupo de personas concentra toda su atención en los aspectos negativos o deficientes de su personalidad, de manera que, como resultado, incrementan el grado de malestar o de conflicto interno.

    Tomemos el siguiente ejemplo: una mujer se define como una divorciada, amargada porque asume que toda su vida matrimonial ha sido un error y que a sus treinta y tantos años largos ha perdido un valioso tiempo, ya que ahora se encuentra sola y con dos hijos, a los que apenas ve porque trabaja a destajo para llegar a fin de mes. Esta misma mujer, si contara con una mayor autoestima, se definiría como una mujer valiente, capaz de poner fin a un matrimonio que la hacía infeliz, que se encuentra en la plenitud de su vida y educa a sus dos hijos con gran entereza, trabajando intensamente.

    También podría sacar la conclusión de que toda esta experiencia le sirve para aprender muchas cosas, como dejar de pensar en sí misma, ser más madura o desarrollar una conducta más altruista, recompensada en último término por el amor de sus hijos.

    El primer paso para recuperar la autoestima es empezar a conocerse, tomar conciencia de las propias capacidades y límites. Este proceso puede variar de forma notable la foto fija que esta persona tiene de la propia imagen, donde pueden aparecer matices inesperados que refuercen la confianza en sí misma. Para ello es aconsejable autoevaluarse de forma realista y justa, preguntar a las personas de su entorno qué opinión tienen de usted, saber encajar las diferentes versiones que su personalidad puede suscitar, expresar las propias opiniones y deseos aunque no concuerden con los de los demás, así como empezar a desenterrar y dar a conocer facetas inéditas, capacidades, conocimientos y talentos ocultos.

    Todos estos pasos previos forman parte del incesante proceso de búsqueda que le llevará a un punto de autorrealización sin retorno. Es entonces cuando su personalidad se volverá atractiva tanto para usted como para los demás.

    No es de extrañar que este proceso de autovaloración pueda ayudar a revitalizar ideas algo enmohecidas, a las cuales no ha sabido dar salida en su vida cotidiana y que al estancarse contribuyen a la frustración y al envejecimiento moral, pero que a partir de una nueva perspectiva pueden ser una guía valiosa en esta nueva etapa de su vida.

    Tampoco hay que olvidar que afianzar una autoestima naciente pasa por la aceptación incondicional de uno mismo como un ser único y valioso que puede cometer errores, pero que, en vez de dejar que estos se acumulen de forma culpabilizadora, es capaz de aprender de ellos, y de integrarlos como experiencias de la vida.

    Finalmente, no hay que confundir la autoestima con los mecanismos de autodefensa e intolerancia, donde se desarrolla una rígida mirada del mundo y del yo, una mirada egocéntrica, competitiva y desequilibrada, que en realidad encubre miedos e inseguridades personales.

    Las personas con una autoestima desarrollada son ante todo muy sinceras consigo mismas, sostienen un sano diálogo interno, reconocen sus debilidades e intentan superarlas; son personas de una gran flexibilidad psíquica y moral, ya que la afirmación de la propia identidad elimina muchos temores innecesarios y muchas dudas superfluas que limitan la interacción con el mundo y distorsionan la realidad.

    Reconocer una baja autoestima

    Una persona con baja autoestima se culpa constantemente a sí misma por errores en que ha incurrido o por aquellos que erróneamente piensa que ha cometido. Esta actitud le lleva a sentirse siempre como una víctima de las «maquinaciones» ajenas, o a percibirlo todo como un complot contra sus intereses. Esta persona pierde el tiempo intentando defenderse de hipotéticos sufrimientos o dolores, en lugar de permitir que la aprecien o la amen. De ahí la necesidad de establecer con uno mismo vínculos de afecto y no de rechazo, ya que los demás perciben este menosprecio que sentimos hacia nosotros y nos tratarán del mismo modo, mermando las pocas defensas que nos quedan.

    Otra de las características que revelan una baja autoestima es la tendencia, fomentada por un sentimiento de incompatibilidad social, a ocultar esta carencia inventándonos papeles y creando una autoimagen distorsionada, como la del ama de casa obsesivamente perfecta (para justificar una no pertenencia al mundo de la mujer profesional), el estudiante sin aptitudes para las matemáticas (para justificar su pereza ante los estudios) o la chica que hace todo lo posible por gustar a los chicos equivocados (para justificar su miedo al rechazo).

    Cuando uno ha decidido ser otro representante más de la baja autoestima, sobre todo por una imperiosa necesidad de ser aceptado, se prepara meticulosamente desde joven para fracasar, renuncia voluntariamente al éxito, ya que alcanzar metas elevadas supone tener control, y ello exige a su vez una gran responsabilidad, que hace que el miedo y la ansiedad acaben por dominar todo anhelo de superación.

    Esto lleva a que la persona defienda su baja autoestima con uñas y dientes y a negar que hay algo que no funciona bien en nosotros, como en el caso de una esposa maltratada que no quiere aceptar la verdadera situación minimizando el despliegue de violencia de su pareja, o el de un alcohólico que se refugia en causas injustificadas para no reconocer que tiene un problema con la bebida.

    La baja autoestima provoca que la persona tienda a hacerse invisible para evitar así tener que enfrentarse con los demás y mostrarse débil; que a menudo desarrolle sentimientos de orfandad, de soledad, de no ser comprendido o de haber sido abandonado por la suerte, que arrastrará toda la vida, a no ser que tome medidas que atajen estos procedimientos erosionadores de la confianza.

    La dependencia es otro de los factores que nos hunden en los lodos de la baja autoestima. Hay muchas clases de dependencias, que por lo general parten de la vinculación a los padres y están motivadas ya por nuestro temor a crecer, ya por la actitud paterna de no querer vernos como adultos sino siempre como niños. Este tipo de dependencia se trasplanta luego a la pareja e incapacita para establecer una relación equitativa.

    También está la dependencia del admirador de ídolos inconsistentes como estrellas de Hollywood, cantantes de música ligera, o el aficionado a deportistas de moda, pasión artificialmente promovida por los medios de comunicación vinculados a una banal cultura de masas. La persona cae en esta adulación de forma irreflexiva, sin pensar que él o ella podrían estar perfectamente en el lugar de sus ídolos, lo que se traduce en un esfuerzo unilateral, que delega el sentido de su vida a las nimiedades del admirado personaje público.

    La negligencia a la hora de saber establecer límites nos hace vulnerables a toda crítica, inseguros con nuestras propias capacidades, con una necesidad constante de ser reafirmados, de obtener la atención de los demás o de delegar pasivamente nuestras vidas en figuras simbólicas de aquello que deseamos pero no nos atrevemos a ser.

    Si la baja autoestima es un problema, ¿por qué entonces la gente se deja enredar en sus trampas y perpetúa comportamientos patológicos? La razón de ello es la necesidad de hacer realidad y mantener a ultranza esa idea de fracasadas que las personas con baja autoestima tienen de sí mismas, para confirmar así sus predicciones más pesimistas que, aparentemente, las protegen de peores sentimientos, lo cual a sus ojos, en sí, ya representa un éxito.

    DIARIO DE PENSAMIENTOS

    Para conquistar un buen nivel de autoestima uno debe comenzar por conocerse a sí mismo, así como por desenmascarar e identificar los pensamientos perturbadores que desgastan el ánimo y no permiten avanzar en una dirección creativa. Un método eficaz para conseguirlo es escribir, a modo de diario, una relación lo más detallada posible de las imágenes o sensaciones asociadas a situaciones que desencadenan inseguridad y angustia. Este paso es de gran importancia, ya que una vez conocidos estos pensamientos, se puede iniciar un proceso de revisión y crítica de estas creencias infundadas, con el fin de conjurar su poder sobre nuestra vida.

    Se debe relativizar todo aquello que no hace más que iniciar un ciclo de preocupaciones paralizadoras, en el que la propia imagen se ve seriamente infravalorada y a la vez distanciada de sus fuerzas creativas y regeneradoras.

    Cabe destacar que gran parte de las emociones de preocupación y minusvalía, por muy reales y angustiosas que parezcan, no son nada más que proyecciones inmateriales de la mente, que no poseen una correlación real en la vida material. Es por ello que, por medio del método de identificación de pensamientos y situaciones angustiosas, uno puede repasar racionalmente, a la luz de los hechos, cuál es el grado de veracidad de estos temores, cómo surgieron y por qué se perpetúan en la mente en una cadena de pensamientos autodestructivos, de forma que el individuo se ve a merced de una adicción, donde la impotencia y la autocompasión limitan el potencial real de las fuerzas personales.

    Finalmente, hay que remarcar que todo empeño por restaurar una autoimagen deficiente va seguido de un proceso de revisión y desapego de viejos valores enquistados, de una meticulosa exorcización de pensamientos destructivos y de la identificación de las situaciones donde nuestra herencia vital, los traumas infantiles y las experiencias que han hecho mella en nuestro ánimo surgen en forma de inseguridad, miedo o angustia.

    Restaurar la belleza oculta de una envejecida obra de arte conlleva tiempo y un gasto de recursos materiales; restaurar algo tan inmaterial como la personalidad es un duro pero gratificante trabajo dirigido a disipar la pátina añeja que empaña el autoconocimiento con juicios irreales, irracionales, catastrofistas, y voces de reproches que obstruyen el natural fluir de la verdadera identidad, que puja por salir como una mariposa de su capullo.

    DOMINAR LA VOZ INTERIOR NEGATIVA

    La voz crítica interior es una voz patológica que le acusa y le compara con los otros. Busca un grado de perfección imposible de satisfacer, que alimenta con imágenes de ansiedad y le juzga constantemente. Es una voz que se distingue del resto de pensamientos porque merma la autoimagen y le limita de sus verdaderas capacidades. Es una voz que solo contiene distorsiones de la realidad y pensamientos falsos, la cual se pone en marcha para mitigar la tensión ante la frustración, la culpa, la desesperanza o la insuficiencia. Esta voz crítica es universal. No obstante, en personas con baja autoestima está demasiado desarrollada y puede convertirse en la única estrella del escenario mental, transformando la realidad en un espejismo angustioso.

    Deshacerse del enemigo interior

    Tras descubrir las formas de actuar de una autocrítica negativa, tanto mediante el autoanálisis a partir del diario de pensamientos, como a partir de una ayuda terapéutica, será posible

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