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Actividad física en niños, niñas y adolescentes: Investigación, teoría y práctica
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Libro electrónico334 páginas9 horas

Actividad física en niños, niñas y adolescentes: Investigación, teoría y práctica

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El movimiento corporal es un rasgo inherente al ser humano y una de las principales características de la población infantil. Paradójicamente, este grupo etario se ve afectado de forma significativa por el sedentarismo. Esta obra es un recorrido conceptual, aplicado y experiencial que aborda las bases biológicas, los procesos de evaluación y prescripción y la complejidad sociopolítica de la actividad física en niños, niñas y adolescentes desde una perspectiva crítica y propositiva.

Este libro es el resultado de procesos sistemáticos de investigación, revisiones documentales y experiencias académicas y profesionales de un equipo interdisciplinario constituido por expertos en las ciencias de la actividad física y el deporte, quienes, con base en un diálogo de saberes, presentan los elementos fundamentales para la enseñanza y el fomento de la actividad física en el ámbito escolar.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 dic 2018
ISBN9789587835731
Actividad física en niños, niñas y adolescentes: Investigación, teoría y práctica

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    Actividad física en niños, niñas y adolescentes - Universidad Nacional de Colombia

    EDITORAS

    Primera parte

    Marco conceptual de la actividad física en niños, niñas y adolescentes

    CAPÍTULO 1

    PROGRAMAS DE ACTIVIDAD FÍSICA EN EL ÁMBITO ESCOLAR. REALIDADES, RUTAS Y RETOS PARA LA ACCIÓN

    Beatriz Mena Bejarano

    Darío Mendoza Romero

    Joaquín Osvaldo Acosta Mora

    Yency Soleydy Cardozo Vásquez

    La felicidad es cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía.

    MAHATMA GANDHI

    El movimiento corporal es inherente al ser humano y es una de las principales características de la población infantil. Paradójicamente, este grupo etario se ve afectado de forma significativa por el sedentarismo. Este capítulo aborda un problema de salud pública en la ciudad de Bogotá que se agudiza de manera preocupante: el sedentarismo y la obesidad infantil. Bajo una perspectiva epidemiológica, se analizan los factores etiológicos, se presentan los principales modelos de salud y se describen algunos programas nacionales e internacionales que han fomentado la actividad física (AF) en la escuela. Para finalizar, se plantean algunos interrogantes con el fin de propiciar la reflexión por parte de los actores del sistema educativo colombiano.

    En la actualidad, se ha observado un incremento alarmante del número de adolescentes y jóvenes que adoptan conductas de riesgo para la salud tales como el hábito de fumar, el consumo de bebidas alcohólicas, el abuso de sustancias psicoactivas, las prácticas y conductas sexuales de riesgo, el sedentarismo, entre otras. Estos comportamientos se han convertido en problemas de salud pública de alta complejidad determinados por diferentes factores como la motivación, el nivel de conocimiento, el ambiente, las condiciones de vida y las decisiones políticas. Entre estas problemáticas, la inactividad física de niños, niñas y adolescentes (NNA) se ha convertido en una prioridad para el país.

    La AF se define como cualquier movimiento voluntario producido por los músculos esqueléticos que conlleva un mayor gasto de energía (1). Cuando un individuo se encuentra en reposo, su metabolismo se reduce a un nivel tal que solo produce la energía necesaria para mantener sus funciones vitales. Cuando realiza un movimiento voluntario, su metabolismo aumenta de inmediato como resultado de la actividad muscular; esto se considera como AF sin importar su duración o intensidad.

    Para López et al. (2), la AF es el conjunto de tareas motoras propias de una persona, que se realizan como parte de su actividad doméstica, laboral, escolar, recreativa y profesional. Así, durante actividades tan simples y cotidianas como caminar, correr, hacer tareas domésticas y montar bicicleta, el cuerpo genera un gasto calórico que indica movimiento. Según esto, la AF es movimiento corporal humano y, desde una perspectiva integral de salud, es la meta y a la vez el medio del desarrollo humano.

    Hoy en día, la AF se reconoce como una necesidad para mantener estados de salud óptimos y prevenir enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) en individuos y colectivos. Según Keating et al. (3), «la literatura sugiere que la participación en la actividad física en forma regular es uno de los principales factores en el mantenimiento de una buena salud en la sociedad moderna» (p116). También repercute de forma favorable en el estado de ánimo y, según una amplia evidencia, es efectiva para la prevención de enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad, hipertensión, osteoporosis y cáncer (4). La AF regular tiene considerables beneficios para la salud física y mental.

    Se cree que un estilo de vida saludable en la edad adulta está arraigado en hábitos que se adquieren en edades tempranas, en su mayoría durante la infancia y la adolescencia (5). Sin embargo, diversos estudios han demostrado que la AF disminuye de forma considerable entre la adolescencia y la edad adulta. Esto puede explicarse por el hecho de que la práctica de una AF se vuelve voluntaria cuando las personas abandonan la escuela y comienzan a trabajar o estudiar en la universidad (6,7).

    En el mundo, cada año mueren cerca de 58.5 millones de personas como consecuencia de ECNT. Las causas primarias de dichas defunciones son enfermedades cardiovasculares (30 %), cáncer en sus distintas manifestaciones (13 %), enfermedades respiratorias crónicas (7 %) y diabetes (2 %). En suma, estos factores ocasionan el 52 % de la totalidad de muertes por año en el mundo, lo que plantea un importante reto para la salud pública en países desarrollados y en vías de desarrollo (2,3). Algunos estudios han relacionado de manera directa estos perfiles de morbimortalidad asociada a ECNT con la presencia de factores predisponentes, siendo los altos niveles de inactividad física, el sobrepeso, el tabaquismo y el estrés los más importantes (8).

    La Organización Mundial de la Salud (oms) reporta que en la actualidad la inactividad física es el cuarto factor de riesgo de la mortalidad global con un 6 % de las muertes registradas en todo el mundo. Asimismo, se considera que es la causa principal del 21-25 % de los cánceres de mama y de colon, del 27 % de los casos de diabetes y del 30 % de la carga de cardiopatía isquémica. Durante los últimos años, se ha observado que la prevalencia que afectaba en su mayoría a la población adulta ha aumentado en la población infantil (9-11). Además, se estima que su costo oscila entre el 2.4-5.0 % del costo total de los sistemas de salud en países de altos ingresos y en algunos países de medianos y bajos ingresos (12).

    En este contexto, la AF ha sido utilizada de manera exitosa como estrategia de promoción de la salud por sus efectos positivos y su bajo costo. Los estudios epidemiológicos realizados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) demuestran con suficiencia sus efectos positivos en la disminución de la mortalidad de enfermedades cardiovasculares (13), cáncer (14), diabetes no insulinodependiente (15), osteoporosis (16), obesidad y sobrepeso (17). Además, se han reportado sus beneficios en la salud mental y la calidad de vida de distintas comunidades en Estados Unidos (18). Por todo esto, la AF regular se ha convertido en uno de los factores protectores de la salud más importantes y de mayor impacto.

    Desafortunadamente, la tasa de inactividad física en nna está en aumento. La prevalencia de obesidad, sobrepeso, conductas sedentarias y hábitos inadecuados de vida se está consolidando en este grupo etario. La población en edad escolar está siguiendo los mismos patrones epidemiológicos de sus padres y familiares, lo que aumenta su probabilidad de padecer enfermedades crónicas en edades cada vez más tempranas.

    SEDENTARISMO EN NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES

    Las cifras relacionadas con obesidad, sobrepeso, conductas sedentarias y hábitos inadecuados de vida en NNA son cada vez más alarmantes. Las estadísticas afirman que la obesidad se duplicó entre 1980 y 2008, siendo mayor en la región de las Américas. Para el año 2010, el 10 % de los niños del mundo en edad escolar (5-17 años) presentaba exceso de grasa a nivel corporal y una cuarta parte de ellos sufría obesidad (19,20).

    Según la revisión sistemática de Rivera et al. (21), la prevalencia estimada de sobrepeso en niños menores de 5 años en Latinoamérica fue de 7.1 % de acuerdo a la clasificación de la OMS 2006 de peso por altura. En Colombia, las prevalencias combinadas de sobrepeso y obesidad según la clasificación de la OMS de 2007 oscilaron entre 18.9-36.9 % en niños con edad escolar (5-11 años) y entre 16.6-35.8 % en adolescentes (12-19 años). Se estima que 3.8 millones de niños menores de 5 años, 22.2 a 25.9 millones de niños en edad escolar y 16.5 a 21.1 millones de adolescentes tenían sobrepeso o eran obesos. En general, entre 42.5 y 51.8 millones de niños de 0-19 años se vieron afectados; es decir, alrededor del 20-25 % de la población (21). Las investigaciones sugieren que esto se debe a que dicha población sigue los mismos patrones epidemiológicos de sus padres y familiares.

    La Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia (Ensin) 2010 señaló que el exceso de peso en la población adolescente, adulta y gestante del país tiende a aumentar en un porcentaje mayor al 25 % durante los últimos años. Uno de cada seis niños y adolescentes presenta sobrepeso u obesidad y esta relación incrementa en proporción al nivel socioeconómico y educativo de la madre (9.4 % en madres con nivel educativo bajo vs. 26.8 % en madres con educación superior) (22). La Ensin 2010 también indica que la prevalencia de ver televisión y jugar videojuegos aumentó un 4.4 % en la frecuencia de 2-4 horas al día. El tiempo excesivo invertido en estos pasatiempos aumenta con la edad, es más frecuente en los adolescentes y está asociado al sobrepeso y la obesidad. La prevalencia de estas actividades sedentarias en personas de 5-17 años es más frecuente en las ciudades de Bogotá, Cali y Medellín, en las zonas urbanas y en los hogares con mayor nivel socioeconómico (22). Según Piñeros y Pardo (23):

    Los adolescentes y particularmente aquellos que son estudiantes, conforman un grupo poblacional de gran interés para la promoción de actividad física por varias razones. Así como la obesidad en la niñez se relaciona con la obesidad en la vida adulta, también se ha encontrado que un mayor nivel de actividad física en una edad temprana se asocia con una mayor práctica de la misma en la edad adulta. Adicionalmente, se ha determinado que los comportamientos adquiridos en esta edad suelen mantenerse y se cuenta con evidencia de intervenciones exitosas en el ámbito escolar para incrementar la actividad física (p905).

    La OMS diseñó la Encuesta Mundial de Salud a Escolares (GSHS, por su sigla en inglés) como una estrategia de vigilancia y control para evaluar los factores de riesgo y factores protectores en jóvenes de 13-17 años. Se desarrolla a través de un cuestionario autoadministrado sobre factores protectores en relación con las principales causas de morbilidad y mortalidad en niños, niñas y adultos en el mundo. Su objetivo es brindar una base sólida para la implementación de programas de salud escolar, estrategias de monitoreo y estudios sobre la prevalencia de estos factores en cualquier ciudad y país (24).

    En 2007, la GSHS fue aplicada en cinco ciudades colombianas con el fin de evaluar la prevalencia de los diversos factores protectivos y de riesgo para ECNT (23). Se encontró que para el 9-19.8 % de la población entre 13-15 años, la AF es un factor protector, siendo mayor en el sexo masculino. El 50.3 % de los jóvenes indicó que no realizaba AF para desplazarse a su colegio y el 50.3 % pasaba 3 o más horas diarias frente al computador o el televisor. Así, se puede concluir que los hábitos de vida de esta población se inclinan cada vez más hacia el sedentarismo, lo que repercutirá a largo plazo en la prevalencia de ECNT en el país (23). Por su parte, en 2011, el Observatorio de Nutrición de la Universidad Nacional de Colombia en asociación con la Secretaría de Educación del Distrito Capital (SED) realizó un censo de peso y talla a 49 000 niños y niñas de grado primero. Los datos obtenidos evidenciaron que el 16 % de la población infantil censada presentaba sobrepeso, cerca del 6 % obesidad y 1 de cada 10 niños retraso en el crecimiento (25).

    Aunque muchos estudios se han ocupado de registrar y medir con métodos objetivos los niveles de AF de las personas, no existe suficiente evidencia sobre la efectividad de los programas de intervención en el ámbito escolar. Una revisión de 50 estudios publicados entre 1971 y 1997 para evaluar la AF diaria en niños y adolescentes concluyó que las mediciones realizadas por cuestionarios fueron menos precisas que aquellas hechas con métodos más objetivos. Las correlaciones reportadas oscilaron entre 0.49-0.87 con acelerómetros, 0.88-0.92 con monitores cardiacos, 0.02-0.38 con monitores lsi y 0.93 con podómetro. Sin embargo, esta revisión no valoró la efectividad de las intervenciones (26).

    Este panorama ha motivado cada vez más iniciativas de promoción de la AF en el ámbito escolar. Programas implementados alrededor del mundo como take 10!, VERB, y SPARK han demostrado tener un impacto positivo sobre la población estudiantil. Aunque en Colombia son escasas estas iniciativas, en los últimos años han tenido un aumento progresivo. Cada día más instituciones reconocen la necesidad de implementar con urgencia estrategias y políticas que disminuyan la prevalencia de actividades sedentarias antes de que se agudice la situación actual. La evidencia señala que promover la AF y la alimentación saludable desde temprana edad ayuda a prevenir e incluso disminuir la ocurrencia de enfermedades cardiovasculares, sobrepeso y sedentarismo en el adulto. En este sentido, se puede afirmar que el sedentarismo se ha convertido en una prioridad de salud pública en el país.

    ENFOQUES DE LA ACTIVIDAD FÍSICA EN ESCOLARES

    Varios países han formulado programas de AF en la escuela que han involucrado a diferentes actores de la comunidad educativa (directores, docentes, padres de familia, voluntarios) y agentes comunitarios externos a las instituciones. La mayoría de estos programas tuvo en cuenta las recomendaciones emitidas por los CDC, que, junto con la Asociación Nacional para el Deporte y la Educación Física (NASPE, por su sigla en inglés) de Estados Unidos, elabora consensos nacionales de manera permanente para cubrir las brechas investigativas en esta área de la salud (27).

    En Estados Unidos, los Estándares Nacionales para la Educación Física Adaptada (apens, por su sigla en inglés) recomiendan que los NNA realicen 60 minutos de AF al día sin limitarse a un espacio ni reemplazar la educación física (28). Para la oms, la AF en niños con 5-17 años debe incluir juegos, deportes, desplazamientos, actividades recreativas, educación física y ejercicios programados en el contexto de la familia, la escuela y la comunidad. Así pues, con el fin de mejorar las funciones cardiorrespiratorias, fortalecer el sistema muscular, preservar la salud ósea y reducir el riesgo de ECNT, se recomienda que:

    •Los niños y jóvenes de 5-17 años inviertan como mínimo 60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada-vigorosa. La educación física en la escuela es solo una de las estrategias para incrementar la AF en esta población, que si se realiza por un tiempo superior a 60 minutos diarios reportará un beneficio mayor para la salud.

    •La actividad física diaria sea, en su mayoría, aeróbica. Convendría incorporar como mínimo tres veces por semana actividades vigorosas que refuercen, en particular, los músculos y los huesos. La primera población que se espera impactar son los estudiantes de básica primaria. Para ello, en varios países se ha planteado como primera medida la capacitación de docentes de Educación Física que luego liderarían la formación de sus pares (29).

    Para analizar la efectividad de un programa de AF en población escolar, se debe considerar su perspectiva de salud, su enfoque interdisciplinario e intersectorial, la participación de docentes de la institución educativa, el acompañamiento de personal experto en AF y nutrición, la participación de las familias de los estudiantes, el apoyo institucional brindado al programa, la población objeto, la duración y las estrategias de intervención empleadas (información, educación, comunicación). A continuación, se describen de forma general algunos conceptos que permitirán un análisis comparativo de los programas de AF en población escolar más conocidos a nivel nacional e internacional.

    Modelos de salud

    Todas las disciplinas y ciencias aplicadas plantean formas de abordar y comprender sus objetos de estudio. Según Rodríguez-Villasante y Garrido (29), estos «valores» pueden ser más o menos compartidos. Sin embargo,

    El problema consiste en hacer operativos estos valores, estos principios éticos, porque dependerá de las distintas «escuelas», entendiendo por «escuela» el conjunto de pensamientos, filosofías de la vida, formas de ver el mundo e influencias teóricas que llevan a una persona a concebir y ejercer de una determinada manera su profesión. La definición que se da de los problemas, de los hechos significativos y de las soluciones posibles es la que demarca una «escuela», lo que distingue las distintas concepciones de ver el mundo que llevan, a su vez, a distintas maneras de trabajar (29, p45).

    En este capítulo, los diferentes enfoques sobre la salud se han clasificado en cuatro modelos generales que denotan lógicas particulares y tienen implicaciones prácticas específicas (22,31), como muestra la figura 1.1.

    Figura 1.1. Modelos de salud.

    Modelo biomédico

    Este modelo concibe la enfermedad individual como un daño biológico o malestar psicológico que implica una reposición de actividad y promueve una interpretación clínica de la misma (atomización, asociación de factores, acción sobre partes). En términos prácticos, este enfoque entiende la terapéutica individual como mercancía y, por tanto, tiene un nexo profundo con el sistema de práctica privada y las industrias de medicamentos e insumos. Asimismo, hace énfasis en los hábitos de las personas y sus intervenciones se centran en modificar las conductas de las personas, que se asumen como responsabilidad única de estas.

    Modelo multicausal

    Está basado en el modelo tetrafactorial desarrollado por Lalonde y Blum en 1974 (citado por 29), en el que se reconoce la presencia de equilibrio o desequilibrio biológico según: a) factores genéticos (herencia biológica), b) servicios de salud, c) ambiente natural y social y d) estilos de vida o comportamiento de los individuos. En la práctica, este modelo reconoce la importancia del sistema de salud, tiene en cuenta algunos aspectos del medio ambiente y continúa enfatizando los comportamientos de las personas.

    Modelo de determinantes sociales

    Se fundamenta en la epidemiología social anglosajona y surgió del debate sobre las desigualdades en salud, que considera los contextos sociales, económicos y políticos como determinantes de la salud de los individuos y define una estratificación social según las diferencias en educación, ubicación laboral, ingresos y cohesión social. Este modelo establece que el análisis de la determinación social específica permite reducir inequidades, siendo necesaria la participación de quienes la sufren. Según este modelo, solo las alianzas estratégicas entre Estado y sociedad civil permiten, desde la voluntad política, la transformación de las inequidades (30).

    Modelo de la determinación en la epidemiología crítica

    Este modelo propone un continuum de la trayectoria vital en el que los individuos son sujetos políticos, los aspectos sociales pertenecen a un nivel de organización superior a los biológicos en el orden humano y existen mediadores entre los niveles que configuran modos de vida (30,31). En este modelo, los sujetos políticos son quienes transforman su propia realidad y debe aplicarse una perspectiva intersectorial desde las necesidades y su determinación en diferentes niveles de acción y responsabilidad, entendiendo que el ejercicio de poder es también desigual (Estado, instituciones, familia, sujetos, organizaciones de base) (30-33).

    Teniendo en cuenta que la escuela es un espacio de construcción social, resulta un ambiente apropiado para realizar intervenciones sobre las condiciones de vida de niños, jóvenes y padres de familia. La escuela ha sido escenario de diversos programas con enfoques que van desde la biomedicina hasta la medicina social. En su revisión sistemática sobre el diseño e implementación de programas de AF en el contexto escolar durante los últimos 10 años, Fernández (34) observó que 7 de los 22 estudios utilizaron modelos de promoción de la salud con diferentes enfoques. Entre los modelos individuales se describe el modelo transteórico; en los interpersonales, el modelo cognitivo social de Bandura y el modelo de Kolbe; y en los comunitarios, los modelos ecológico y multinivel (35). La aplicación de programas desde diferentes perspectivas ha permitido reconocer las barreras para la práctica de la af, que está determinada por factores psicológicos, sociales, demográficos, medioambientales y fisiológicos. El éxito de los proyectos radica en involucrar a la comunidad, la familia y el Estado (27,36).

    PROMOCIÓN DE LA ACTIVIDAD FÍSICA EN SALUD

    Desde una perspectiva integral, la promoción de la salud se entiende como el conjunto de acciones que generan un estado de acción social con condiciones simbólicas y propician la integración de las posibilidades de conciencia, lenguaje y transformación de las personas para afianzar hábitos que posibiliten el ser (crecer) con otros desde la cotidianidad. En las dos últimas décadas del siglo XX, la OMS organizó cinco conferencias internacionales —desde Ottawa 1986 hasta México 2000— y múltiples grupos de trabajo con el fin de identificar estrategias y acciones que favorecieran el progreso hacia la salud para todos. La última conferencia sobre la promoción de la salud se llevó a cabo en Shangai en el año 2016 bajo el nombre de Promover la salud, promover el desarrollo sostenible: salud para todos y todos para la salud (34).

    La Carta de Ottawa para la Promoción de la Salud (37), quizás el documento más conocido sobre este tema, propuso cinco estrategias complementarias para lograr este fin: a) la elaboración de políticas saludables, b) el fortalecimiento de la organización y la participación comunitaria, c) el desarrollo de habilidades personales, d) la creación de ambientes saludables y e) la reorientación de servicios de salud hacia la equidad, calidad y prevención. Según González Molina (38), estas estrategias se han aplicado en programas que promueven la educación para la salud con un enfoque integral, la comunicación en salud, la movilización social, el empoderamiento y la abogacía o defensa de la salud (figura 1.2).

    Por su parte, la iniciativa mundial Escuelas Promotoras de Salud de la OMS (39) busca fortalecer la educación en salud en todos los niveles escolares y espacios en que los miembros de la comunidad educativa aprenden, trabajan, juegan y conviven. Su misión es mantener ambientes físicos y psicosociales adecuados y desarrollar habilidades para lograr estilos de vida saludables en la comunidad académica. Promover la salud en el ámbito escolar es una prioridad impostergable. Mediante la capacidad creadora y productiva de los jóvenes, las instituciones educativas deben generar un futuro social y humano sostenible. Para lograrlo, son necesarios espacios físicos limpios, higiénicos y estructuralmente adecuados con entornos psicosociales sanos, seguros, libres de agresión y violencia verbal, emocional o física.

    Figura 1.2. Principales estrategias desarrolladas en los programas de promoción de salud.

    Se requiere establecer métodos para desarrollar la capacidad de cada escuela de crear y mantener ambientes y entornos que refuercen la salud de quienes aprenden, enseñan y administran. La promoción de la salud en la escuela debe incluir acciones para el estudiantado, el personal docente, los trabajadores administrativos, las asociaciones

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