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Haunted Mask
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Libro electrónico214 páginas3 horas

Haunted Mask

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HAUNTED MASK cuenta la historia de un asesino en serie que se mueve en América de los años 70 y que firma sus horribles crímenes proclamándose a sí mismo como liberador de las almas de las personas. La característica de este asesino en serie es, de hecho, su manera proverbial de actuar: elige a sus víctimas entre los que sufren el "dolor de vivir" (deprimidos, sin dinero, desempleados, etc.) "ayudándolos" a morir. Afirma hacerlo por puro altruismo.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 nov 2018
ISBN9781547552085
Haunted Mask

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    Haunted Mask - Danilo Puce

    I

    I dream of a black shadow

    Hay muchas buenas razones para matar a un hombre.

    El aburrimiento, el odio, el miedo ... son solo algunas de estas. Pero yo no lo hago por estos motivos.

    Dios mío, ¿por qué no respondes a mis oraciones cuando ese repugnante peso en el pecho se vuelve insoportable, cuando el mundo me parece una orgía de gusanos sin ojos?

    La mía es una misión. Yo soy un superhéroe. En la vida cotidiana me muevo como un hombre común, espero que se ponga el sol. Luego, entro en acción. Yo soy el salvador de la humanidad. Libro a los hombres de la desolacion de sus vidas.

    No tengais miedo, yo os buscare. Ahora haced un profundo respiro. Sentaos. Es inútil escapar, en el fondo tampoco lo quereis. Yo veré la última cara que habreis decidido de dejar en este mundo. Se siente el golpeteo de la sangre en vuestras venas abiertas, como un grifo roto.

    No tengais miedo, estoy caminando hacia vosotros. Yo soy justicia. Yo soy venganza. Yo soy paz. Yo soy ...

    De las notas del diario de Edward Noland.

    Cuaderno # 3

    Hay veces en las que un hombre sabe que la jornada que le espera será solo una inmensa galería de porqueria, y lo sabe desde las primeras horas de la mañana.

    Recuerdo esa mañana y me veo inmerso en este tipo de sueño, vamos a ver si logro recordarlo bien. Estoy en una especie de fiesta pomposa de la nobleza, o algo así, una especie de cóctel party de cabezas lamidas por la brillantina o definidas con afeitadoras eléctricas. En el fondo, un jardín inmenso que atrae mi atención por la frescura de esos hilos de hierba, por ese verde encendido tan intenso, casi antinatural. Hay mesas colocadas una al lado de la otra, recubiertas con un gigantesco y limpio mantel blanco, y encima, cuidadosamente arreglados, una serie completa de alimentos. Las mesas, recuerdo, están colocadas de tal manera que forman una especie de rectángulo claustrofóbico. Los camareros con caras anónimas se mueven con torpes brinquitos, con sus bandejas de plata. Estoy en esta fiesta, pero sin haber sido invitado, de hecho, soy el único vestido como un mendigo: tengo este viejo impermeable azul, gastado y mohoso, y los zapatos y pantalones empapados de barro. No entiendo por qué, dado que ese jardín está muy bien cuidado, inmaculado, y no puedo explicar de dónde viene toda porqueria que me ensucia. Ana está allí, en esa fiesta, sentada en el suelo, inmersa en un vestidote de novia, con una falda tan vaporosa que la hace parecer una pequeña pila de algodón blanco. Parece triste, y me acerco a ella. Probablemente me dice algo, y luego yo, como atrapado repentinamente por un recuerdo, por una certeza, le digo más o menos así:

    - Oye, pero ahora somos marido y mujer.

    Me siento feliz por esto, pero también un poco tenso por alguna razón: de hecho, ella poco despues muestra su dedo, y me hace ver que no tiene el anillo de bodas. La mirada transpira una especie de ira venenosa.

    - Santo Cristo, ¿me olvidé las alianzas? ¿Cómo es posible? ¡Y cómo hicimos para casarnos!

    Ella sigue mirándome con reproche, y me parece escuchar una especie de música de órgano, o algo parecido. Absurdo. Poco después, una sombra gigante cubre a Ana. Me volteo. Una criatura muy alta, un gigante con ojos ovalados y ausentes, envuelto en un abrigo negro, me mira con odio. Al abrir la boca, emite una especie de grito agudo. Estoy paralizado. ¡Esa sombra saca un cuchillo gigantesco y lo clava limpiamente! Mi cabeza vuela como la de una vieja muñeca rota. Ese chillido agudo continúa rebotandome en los tímpanos.

    Me levanto sobresaltado, con la boca agria y los ojos pegostosos. El agudo grito del sueño no es más que el teléfono en la vida real, así que yo, tanteando la mano sobre la mesita de noche, empiezo a buscar la corneta del teléfono y me la acerco al oído.

    - Hellfrick ... eres tú, maldito gordo bastardo? Esta amaneciendo, y no conozco a nadie que se atreva a llamarme a esa hora; debo haber dicho, con una voz tan cavernosa, que asusta.

    En el otro extremo, la voz áspera del inspector Hellfrick me responde bruscamente:

    - Mueve tu culo, Noland. Aquí hay algo que absolutamente debes ver . Sumerge la cabeza en el agua gelida porque quiero que estés bien despierto. Escribe esta dirección, 88 de Gaiman Boulevard. Llegamos a catorce.

    Me siento en la cama de repente, el cerebro empieza a girar velozmente:

    - ¿catorce? No estás diciendo que ...

    - Sí, haunted mask golpeó de nuevo!

    Permanezco allí, aturdido por el sueño, despertado de repente por el teléfono, y consciente de que pronto vería algo que me daria nauseas. El día comenzó mal, me digo. Lo que no sé es que sera mucho peor.

    Una hora más tarde estoy en Gaiman Boulevard. Barrio bastante miserable. Esta deberia ser una de las tantas zonas anónimas de nuestra ciudad, pero esas calles llenas de huecos, las paredes de los edificios que caen como las arrugas flácidas en la cara de un nonagenario, el hecho de que la mayor tienda de la zona es un centro de apuestas, hacen que todo sea bastante escualido.

    En la zona, las idas y venidas de los agentes y curiosos, los automoviles parqueados en desorden junto a la acera, las maldiciones de algun policía contra la multitud, dan una idea del hecho de que la voz ya ha corrido, al menos entre la vecindad.

    Hellfrick está frente al edificio, está reganando a uno de los suyos que no llega siquiera a veinte años. Inmerso en su abrigo gris con ese trazo grisaceo de barba descuidada y esa expresión dura y regular, todo da la impresión de estar frente a un viejo lobo nervioso. Tan pronto como me ve entre la multitud, suelta un suspiro de alivio, se acerca a mí con una mano extendida y una sonrisa bonachona, como quien se encuentra  a un amigo de la universidad que no ha visto en siglos. Bastante insolito, dada la circunstancia.

    Espero que me hayas sacado de la cama por una buena razón, le digo como primera cosa.

    - ¿Por qué? ¿Qué coño tenías que hacer hoy, aparte de emborracharte, quiero decir?

    - Gracioso, Hellfrick.

    - De todos modos, sí, la razón es más que excelente, si queremos verlo de esa manera. Hay algo allí que agregará un buen capítulo a tu libro. ¿Estás listo? Sígueme!

    Hellfrick se abre paso, llegamos al último piso del edificio. Sin ascensor, por supuesto, porque esa cosa infame ha decidido dañarse. Sigo a Hellfrick hacia una puerta en donde dice a algunos de los tipos de la científica, que regresen en unos minutos.

    El apartamento es un verdadero agujero, el estrecho corredor de la entrada está ocupado por la mitad de un viejo mueble, cubierto en la superficie por una gruesa capa de bolitas de polvo gris como la lana en una oveja. Las baldosas son de un fastidioso naranja rancio, irregular y rotas en los bordes, y en todo ese lugar se desprende un olor de podrido, como la carne que queda fuera del congelador durante días, incluso meses.

    - Este olor... - digo.

    - Es lo que nos unirá a todos, una vez que estemos allí, querido Noland - me dice Hellfrick con una sonrisa amarga, y luego, suspirando, como quien sabe que está por zambullirse en algo horrible, luego de haberse puesto un pañuelo sobre su boca me conduce a una habitación a la derecha del pasillo.

    Tengo una extraña sensación de deja vu.

    Me encuentro en una guarida que emana una profunda tristeza. La cama no es más que un colchón deshecho y amarillento arrojado al fondo de la habitación, debajo de la ventana; el escritorio pertenece a alguna colección de muebles antes de la guerra, pero la idea de la antigüedad y la elegancia es ruinosamente ahogada por la pila de platos sucios por alimentos y salsa, con los cubiertos aun arponeando medios bocados de alguna cena anterior, ahora banquete de los insectos. Un mueble desnudo pegado a la pared está lleno de botellas vacías de cerveza apiladas como boliche.

    El propietario de esta ingrata habitación está sentado en el gran sofá cama que reina en el centro de la sala.

    Está sentado, inmóvil, desplomado como un títere a quien le rompieron los hilos de raíz y nos sonríe siniestramente, o mejor dicho su cuerpo muerto ya se ha endurecido en una especie de mueca macabra que ni haciéndolo a propósito parece dirigida a nosotros, como para darnos la bienvenida. Me doy cuenta de que es la cosa más bizarra que yo nunca haya visto. El tipo está en una especie de traje de béisbol, con una sudadera grisácea de los Yankees, en su mano izquierda un guante negro the catcher (esta, por cierto, es la único cosa que parece nueva y bien cuidada en esa habitación) . En la cabeza tiene un apretado sombreruco con visera, bajo las cuales cae una cascada de sangre coagulada y maloliente, que oculta los principales rasgos de la cara.

    Hellfrick, viendo mi reacción sorprendida y disgustada, decide aumentar la dosis y quitar el sombrero frente a mis ojos. Espeluznante, la parte frontal y lateral del cráneo están completamente divididas, y astillas pequeñas como las de un florero hecho pedazos están esparcidas por todas partes en esa pequeña y violácea materia cerebral, dejada podrir al aire libre.

    - ¡Dios mío! - Es lo que sale de mi boca, mientras que desde mi pecho sale un fuerte e irresistible conato.

    Esto es lo que sucede cuando un catcher no usa gorras reglamentarias, dice Hellfrick, volviendo a colocar el sombrero encima de la cabeza de ese pobre hombre.

    Esa cabeza fue masacrada con terrible brutalidad.

    - ¿Qué arma se uso esta vez? Pregunto

    El arma se encontró cerca del cadáver, dice Hellfrick, un bate de béisbol, un Rawlings negro de metal.

    - ¡Jesús, yo también tuve un Rawlings cuando era niño!

    - Lamento haberte arruinado un bello recuerdo de la infancia.

    - No sabía que pudiera romper un cráneo.

    "Yo tampoco, pero la superficie estaba prácticamente doblada hacia adentro. Piensa con cuánta violencia debe haberse infligido a este pobre tipo.

    - ¿Quién es el pobre tipo?

    - Steve Marsici. 37 años. La última persona que lo escuchó, es la hermana, que habló con él anoche. Esta mañana fue encontrado aquí por la casera.

    - ¡Cristo, debe haberse quedado en shock!

    - ¡Pero cielos! ¡Digo yo! - una voz chillona como de gallina me hace girar de repente hacia la puerta. "¿Todavía no se libraron de esa aberración? Por Dios, nunca lograre quitar toda esta porquería, ¡y nunca más podré volver alquilar este lugar!

    Una mujer seca como un clavo, con un rostro ovalado y dos grandes ojos marrones, el pelo de un color rojizo fastidioso y los labios hinchados, se hace camino a través de la habitación, contenida a duras penas por un torpe muchachote en uniforme.

    - Noland, te presento a la casera...

    - Oh, - digo yo, - ¡está realmente consternada!

    - Inspector, ¡espero que ustedes puedan resolver esta situación pronto! ¿Quién es este señor? - Sra. Pinkers, le presento a Edward Noland, un amigo mío, un periodista.

    - Un periodista, y para qué periódico?

    - Oh ... por el Bugle ... - Estoy mintiendo, pero no totalmente.

    - Bueno, Sr. Norton, - ya ha olvidado mi nombre, - ¡escúcheme! Quiero que escriba exactamente solo y solamente la verdad - habla señalando cada palabra con el dedo de manera casi histérica - No quiero encontrarme frente a uno de esos artículos arranca-lágrimas en la que se elogia a la pobre víctima. Marsici era un loco, un criminal. Se había retrasado tres meses con el alquiler, nunca estaba en casa cuando ¡Yo quería cobrarle! ¡La casa desde que él estaba allí siempre olía a vómito! Era un hombre trastornado, piensen que un día rompió un mueble una vez con los puños, y todo por su frustración, ¡y creo que no me pagara los daños ahora que murió! ¡Quiero que la gente lo sepa! ¡Quiero que los jóvenes sepan que al tener una vida de vagabundos, te encontraras muerto por otros vagabundos!

    - Sra. Pinkers, - pregunto, ¿por qué su inquilino tiene todo este equipo deportivo? ¿Era un jugador de béisbol?

    - ¡Jugador de béisbol! - Clama ella como si se tratara de la propuesta más cómica de este mundo. - ¡Cómo no! ¡En el campeonato de los medio tramposos, o los bueno para nada! Que Dios me perdone. Lo único que entrenaba fue su estómago, llenándolo con cerveza. No hizo nada bueno, nunca hizo nada, ni lo hubiera hecho, ¡jamás hubiera sido jugador profesional!

    - Sra. Pinkers, -le contesto tratando de calmarla con mi mejor tono de voz, - Creo que el asesinato del Sr. Marsici es atribuible al trabajo de un maníaco serial conocido con el nombre de Haunted Mask. El asesino enmascarado del que hablan todos los periódicos.

    No me importa, chilla ella con esa voz estrangulada, quiero que usted escriba exactamente qué tipo de vagabundo fue este... Hellfrick, mientras tanto, hace un gesto al torpe joven de uniforme, en la entrada.

    - Lo siento, señor, llegó como un tornado, y no pude detenerla.

    - Tranquilo, chico. Sra. Pinkers, ahora disculpe, pero debemos continuar con nuestra investigación. Quédese tranquila, que el Sr. Noland escribirá exactamente cuál es la situación. Ah, - luego dice dirigiéndose al joven, - tráeme el hallazgo que se encontró en la boca de la víctima.

    - Sí señor.

    - ¿Se encontró un hallazgo... en la boca de la víctima? - Pregunto, mientras que el asunto adquiere rasgos realmente impactantes.

    - Si, así mismo. Un pedazo de papel apretado entre los dientes de esta bella sonrisa congelada. Creo que lo encontrarás muy interesante...

    Así, un trozo de papel dentro de un sobre de plástico llega a las manos de Hellfrick y me lo entrega. Abro la hoja con el corazón en la boca, y de inmediato me encuentro frente a una caligrafía muy familiar:

    Estimado inspector Hellfrick,

    Quiero ayudarlo a usted y a sus descerebrados agentes que lo acompañan, facilitando su investigación. No busque, como móvil, un robo o algo así, fui yo quien mató a Steve. Antes de matarlo, nos regalamos un buen momento, él y yo, y estuvimos bien. Le ofrecí su último buen juego. Él no sufrió, está feliz de haber sido liberado. Pero usted no puede entender. Usted, inspector Hellfrick, no piensa en nada más que ponerse guapo como un pavo real frente a los micrófonos. Lo vi en el Tg a última hora de la tarde de anteayer tenía un buen sombrero. Dijo que las investigaciones continúan y que han descubierto muchas cosas sobre mí. Mentiras. ¿Por qué burlarse de quién mira televisión, inspector? Sin embargo, la tele cámara lo engorda y a usted lo hace ver uno de esos tipos con aliento a café al que le gusta golpear duro durante los interrogatorios. Piense bien en la imagen que usted pretende dar.

    Sr. Noland, referente a usted, sé que está escribiendo un libro sobre mi caso, y me siento halagado por su interés, pero detesto a los entrometidos, mida las consecuencias. Steve murió feliz, lo liberé, y nada más. Ustedes no pueden juzgarme. El buen Dios puede, y espero que pueda velar por mí, por ustedes y por las almas de mis pequeños liberados.

    Saludos,

    H.M.

    Mi mano tiembla, una mezcla de miedo e ira. Qué bastardo..., lo único que puedo decir.

    Un cuarto de hora más tarde estamos afuera, Hellfrick está con su culo apoyado en el capó de un auto, me habla en voz alta en medio del caos de los periodistas. Tuvo la amabilidad de advertirme a tiempo, antes de que esos chacales de mis ex colegas se presentaran en masa, ansiosos de poder titular su propia historia con el famoso nombre HAUNTED MASK.

    Un agente me hace el favor de traerme un café con leche caliente, que en realidad no hace más que sacudir un estomago con malestar. Hellfrick fuma un cigarro, su mirada perdida. Es la primera vez que veo

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