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El acierto de la victoria: Batallas del Frente Sur Benjamín Zeledón
El acierto de la victoria: Batallas del Frente Sur Benjamín Zeledón
El acierto de la victoria: Batallas del Frente Sur Benjamín Zeledón
Libro electrónico201 páginas3 horas

El acierto de la victoria: Batallas del Frente Sur Benjamín Zeledón

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En 1978 Carlos Fernando Duarte Tablada se integró al Frente Sur Benjamín Zeledón en donde se destacó como combatiente y Segundo Jefe de la columna Eduardo Contreras Escobar. En este cargo, sostuvo combates en El Disparate, El Balsamito, Verdún, Buena Vista, Orosí, y 27 combates en la Cota 155 o Miraflores. Asume la retirada militar estratégica de Miraflores pasando por el Naranjo a Puerto Soley y articula la toma de Peñas Blancas.En su ascenso como Segundo Jefe de Operaciones y enlace con el Estado Mayor del Frente Sur, retiene y defiende el control de La Calera, Sapoá, Cabalceta y también organizó la línea de defensa en el Río Ostayo.Después del triunfo revolucionario organizó la Brigada Gaspar García Laviana en la residencia El Retiro, del ex dictador Somoza. Posteriormente en el Ejército Popular Sandinista, ocupa el cargo en la dirección de operaciones como primer oficial de disposición combativa.Fue trasladado a solicitud del Ministro del Interior al mismo, para reforzar el mando y ser miembro fundador de la Dirección General de la Policía Sandinista. Ejerció el cargo de jefe nacional de tránsito, más tarde fue nombrado jefe del área jurídica de la Dirección General Policía Sandinista. En el año 1989 es retirado de la Policía Sandinista.

IdiomaEspañol
EditorialLibros
Fecha de lanzamiento27 oct 2018
ISBN9780463748817
El acierto de la victoria: Batallas del Frente Sur Benjamín Zeledón

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    El acierto de la victoria - Carlos Duarte Tablada

    El Acierto de la Victoria

    Batallas en el Frente Sur Benjamín Zeledón Rodríguez. Testimonio de la Ofensiva Final. Sub Comandante Carlos Fernando Duarte Tablada Jerónimo

    Dedicatoria

    Dedico estas memorias:

    A todos los caídos en los largos y amargos años de lucha en contra de la dictadura somocista.

    Al Comandante en Jefe de la Revolución Nicaragüense Carlos Fonseca Amador Agatón que aúna los ideales de El Libertador Simón Bolívar, El Apóstol José Martí, El General Benjamín Zeledón Rodríguez, El General de Hombres Libres Augusto Nicolás Calderón Sandino y de EL Líder de Latinoamérica y Jefe de la Revolución Cubana Comandante Fidel Castro Ruz.

    A los que guardaron y lucharon por ideales sandinistas y a los que aún practican esos principios.

    Al pueblo de Nicaragua que, paso a paso, ha logrado avances y soluciones para sus problemas sociales y económicos.

    A todos mis compañeros de armas, con los que dimos los días de mayor brío y tenacidad en la lucha por la libertad y progreso de nuestra querida patria Nicaragua.

    A los compañeros internacionalistas caídos en la lucha por la liberación de Nicaragua y a los que cayeron después defendiendo las conquistas revolucionarias.

    A cada uno de los miembros de mi familia, sabiendo que lo iniciado por nuestros padres lo materializamos nosotros.

    Por último, comparto este testimonio con el pueblo nicaragüense como un deber de militante y sandinista, resultante de una gesta histórica en beneficio de todos.

    Prólogo

    Lejos del fragor de aquellos cruentos combates estaba la victoria soñada. El premio a tantos esfuerzos hechos por décadas tratando de derrocar, por medio de las armas, a una de las dictaduras más antiguas de América Latina, como era la de la familia Somoza en Nicaragua. Carlos Duarte Tablada Jerónimo, era uno más de los muchos nicaragüenses que soñaba con esa victoria dentro de las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Carlos se distinguió como muy pocos en las encarnizadas batallas que se libraron en esa guerra de liberación que costó miles de vidas a lo largo y ancho de la geografía del país. En su caso fue en el Frente Sur Benjamín Zeledón, frente de guerra donde se dieron los combates más cruentos contra el ejército de Anastasio Somoza Debayle.

    El libro que tienen en sus manos es testimonio de vital importancia para quienes en el futuro deseen investigar y reconstruir esa cruenta batalla en el sur de Nicaragua a comienzos de 1979. Testimonio que se escribe y aparece casi cuatro décadas después del triunfo revolucionario del 19 de julio de 1979, visto ya por su autor con la serenidad del tiempo transcurrido y tras haber sopesado, a solas, cientos de veces, las situaciones vividas en esos últimos meses de encarnizados combates en ese frente de guerra. Tiene la gran virtud de ser contado por alguien que estuvo en las altas esferas de mando de ese frente guerrillero convertido, al final, en un frente de guerra convencional: cara a cara con el adversario luchando por posiciones estratégicas y no con el pegar y correr clásico de una guerrilla en movimiento.

    No todos los jefes guerrilleros han hecho lo mismo que hace Duarte en este libro y es una lástima, porque son ellos los más indicados para escribir la historia de una manera más atinada, por estar al mando de los combatientes que cambiaron la historia con su arrojo. Igual podríamos decir de la contraparte de este teatro humeante: la Guardia Nacional de Nicaragua (en la que también algo han escrito sus jefes), cuyas tropas élites fueron trasladadas a combatir en el sur del país al frente guerrillero mejor entrenado y apertrechado que estaba llamado a ser, por decisión del alto mando, el que se encargaría de librar las más duras batallas contra los mejores hombres del ejército somocista, liberando así de presión al resto de los frentes de guerra del país. A la postre, fue esta una estrategia que inclinó la balanza hacia el lado guerrillero para lograr su triunfo.

    Como en toda guerra, hay millares de anécdotas, combates, estrategias, nombres, lugares, etc. que no se conocen por quedar en el olvido histórico. En este libro de Duarte hay de todo eso, aunque no en grado suficiente para comprender en toda su dimensión la guerra de guerrillas, posiciones e irregular librada en el sur de Nicaragua. Mas es uno de los mejores, acaso el mejor, testimonio sobre esa gesta y escrito por alguien que vivió la ofensiva final de principio a fin. Nombres de combatientes, de jefes de columnas, de voluntarios internacionalistas, estrategias militares, sitios geográficos, etc., están plasmados en estas páginas para la historia, esperando que algún día se escriba de manera total con ayuda de otros testimonios.

    Este loable esfuerzo merece ser imitado por otros comandantes guerrilleros por el bien de la historia. Y no solo me refiero a los máximos jefes del Frente Sur Benjamín Zeledón, que es el tema central de este testimonio, sino a otros que estuvieron en los distintos frentes de guerra en Nicaragua librando una dura batalla por alcanzar un ideal. Estoy seguro que este libro será leído con avidez por quienes gustan de la historia, pero sobre todo por los que estuvieron dentro de las filas del Frente Sur, símbolo de valentía y determinación en esos duros momentos.

    Miguel Antonio Bolaños Garay

    Masaya, Nicaragua.

    Presentación

    Dentro del contexto bélico del derrocamiento de la dictadura somocista, el Frente Sur Benjamín Zeledón Rodríguez tuvo una importancia estratégica, táctica y fundamental en la guerra de liberación y el Sub Comandante Carlos Duarte retrata literalmente esos momentos esenciales para el triunfo definitivo.

    El Naranjo, La Cota 155 o Miraflores, Peñas Blancas, La Calera, Sota Caballo, Sapoá, Conventillo y El Ostayo, son sitios y nombres donde se libraron las más cruentas batallas de la guerra de liberación nacional.

    Duarte Tablada enriquece su testimonio con fluidez continua, destacando el resultado de la acción en su conjunto sin enfatizar en héroes absolutos, lo hace con fotografías inéditas y precisas, acompañadas de mapas que ilustran las escenas de la guerra, los cuales garantizaban en su momento cumplir a cabalidad las orientaciones dictadas por la Dirección Nacional a través del Cmte. Humberto Ortega Saavedra, quien las transmitía al Jefe de Ejército Sandinista Cmte. Edén Pastora Gómez y éste en sucesión al Jefe del Estado Mayor General del Frente Sur, Cmte. José Valdivia Hidalgo, al igual que al Cmte. Javier Pichardo Ramírez, quien alternaba el mando operativo con el Cmte. Richard Lugo Kautz y Andrés Ferrey Pernudi.

    En primera línea estaba Jerónimo como coordinador de las grandes y pequeñas unidades de combate, existiendo así, un completo orden descendente que siempre prevaleció en el Frente Sur, con una ofensiva en dos fases de desarrollo combativo, aun así armado de valor, coraje y anhelo, se enfrentó a un ejército pretoriano al servicio de una sola familia, con armamentos sofisticados y apoyo logístico del imperialismo norteamericano.

    Cabe destacar que en la Nicaragua liberada de los años ochenta, el Sub Cmte. Carlos Duarte, fungiendo como segundo jefe de la Dirección General de la Policía Sandinista, logró crear el área de Auxilio Judicial con ayuda de otros compañeros provenientes de otros frentes de guerra.

    Darwin Ramírez Tapia

    Capitán en Retiro EPS

    Masaya, Nicaragua.

    Introducción

    La historia de Nicaragua del siglo XX en todas sus dimensiones de hechos transcendentales en contra de nuestro pueblo, tuvo como uno de los mayores ejecutores a la dinastía somocista, impuesta por los Estados Unidos durante cincuenta años como símbolo de recompensa a la traición hecha al general Augusto C. Sandino, guerrillero heroico de América en 1934.

    Corría el año 1954, una élite de oficiales académicos formados profesionalmente y ajenos en el tiempo a la ignominiosa traición, veían en Somoza García fundador de la dinastía sangrienta, un peligro para la democracia y junto a opositores del régimen conspiraban en contra del dictador.

    Mi padre, el Teniente Primero Guillermo Duarte Pérez (1918-2005) fue segundo jefe del aeropuerto Las Mercedes, actualmente nombrado Gral. Augusto César Sandino, fue también uno de esos militares progresistas de pensamiento crítico, razón por la cual, cuando la conjura del 4 abril de 1954 se develó y fracasó, se vio obligado a buscar asilo y lo hizo en la embajada de El Salvador, donde logró salvoconducto de exiliado político. Con desconocimiento de la familia, mi padre junto a otros militares exiliados, confabulaban y creaban condiciones para el posterior adiestramiento del poeta Rigoberto López Pérez, quien fue el único en tomar la decisión de ajusticiar a Anastasio Somoza García, según Manuel Gómez Flores, Joaquín Cortés, Adolfo Alfaro, Guillermo Marenco, Luís Felipe Gabuardi, Rafael Valle Roa, Julio Alonzo Leclaire, Noel Bermúdez, Raúl Jiménez Argüello, el periodista Augusto Miranda Montes y los opositores al régimen Guillermo Suárez Rivas y Virgilio Vega Fornos.

    Tenía apenas diez años, cuando comencé a vivir el significado de la dictadura somocista, la tiranía más sangrienta de América Latina. En 1956 mi madre, Isaura Tablada Mora (1923-2005) mis hermanos y yo, nos trasladamos a El Salvador para reunirnos con mi padre, a causa de la persecución política desatada por las imposiciones de Somoza García. Mi madre acababa de salir de la cárcel en la que estuvo detenida junto a doña Soledad López, madre de Rigoberto López Pérez, a quienes se les imputaba supuesta implicación en la muerte del tirano.

    En1960, heredero de un pensamiento y acción revolucionaria, regresé a estudiar a Nicaragua convocados por Jorge Guerrero Gómez por sugerencia de Daniel Ortega Saavedra, quien conformó un grupo en el que estaban compañeros tales como: Francisco Moreno, Roberto Calderón, Santos Medina, Fernando José Núñez, Reynaldo Hooker, Jorge Guerrero Gómez, Guillermo Mejía Cardenal y Roberto Reyna hermano de Carlos Reyna, caído en Pancasán. Sosteníamos largas y serias conversaciones sobre los movimientos guerrilleros en el norte y la preocupante situación de los presos políticos, cuyos derechos humanos eran sistemáticamente violentados.

    El grupo aumentó y recuerdo a los compañeros Selim Shible, Harold Solano y otros que apoyamos recolectando ayuda económica para sostenimiento del movimiento denominado Juventud Patriótica.

    La mayoría de veces hacíamos las reuniones en casa del poeta Ildelfonso Solórzano IldoSol y en la cafetería La India. Permeados de pensamientos revolucionarios, llevamos a cabo dos acciones de cierto riesgo provocativo sin mayor trascendencia, un incendio parcial en el taller de mecánica de la Academia Militar de Nicaragua, que se ubicaba en el costado oeste al Campo de Marte, y otra de igual naturaleza en casa de la tristemente célebre Nicolasa Sevilla.

    En la segunda acción no se logró el objetivo, no se pudo quemar la casa de habitación de la fanática somocista, debido a la presencia permanente de más de diez guardias nacionales vestidos de civil y armados que siempre la custodiaban.

    El amargo saber de la caída del Gral. Ramón Raudales, fue mitigado por el triunfo de la revolución cubana y un aliciente para el pensamiento y actuar político revolucionario en nuestro país, aceleró el proceder patriótico y sandinista de otras organizaciones con una serie de movimientos, entre ellos: el de la columna Manuel Blandón del Frente Revolucionario Sandino, el Movimiento Nueva Nicaragua, Raití y Bocay, El Chaparral, Manuel Díaz y Sotelo, Olama y Mollejones, la fundación del FSLN, Jinotepe y Diriamba, entre otros.

    Puedo decir que siempre y sin descanso, colaboré con la guerrilla sandinista. No podría olvidar que la Mauser Parabellum de 9 milímetros, con la que combatió hasta su muerte el Gral. Raudales, la conseguí a través de un colaborador que la sustrajo de la casa del ex dictador de Honduras, Gral. Tiburcio Carías Andino, en Tegucigalpa, un día en el que le celebraban el cumpleaños. Posteriormente, esa pistola ametralladora Mauser Parabellum, se la entregué a doña Genoveva López. Ella y su hija Flor de María Velásquez López recibían la ayuda para el movimiento que encabezaba el General Raudales y por cierto en la actualidad, doña Genoveva es la viuda del Cmte. Julio Velásquez del Valle, lugarteniente del Cmte. Julio Alonzo Leclaire. Todos vecinos en el barrio Jazmín, centro histórico de Tegucigalpa.

    Nuestro sustento familiar en el vecino país consistió en el comercio de metales no ferrosos. Compra y venta de valores numismáticos, pinturas al óleo y arte colonial. También poseíamos una pequeña granja avícola y porcina, la cual atendía y administraba personalmente. Siempre fue motivo de reflexión el hecho de que nuestra fuente de ingresos sustentó no sólo a mi familia, sino también a los pequeños grupos de los diferentes movimientos revolucionarios.

    Nuestro hogar y centro de trabajo en donde se compraba y se acopiaban en una bodega metales, sirvió de hogar para compañeros pertenecientes a diferentes movimientos políticos, compañeros que estuvieron luchando en distintos períodos contra el régimen somocista, los cuales ofrendaron su sangre y enriquecieron con su heroísmo las montañas segovianas.

    También nos visitaban asiduamente a nuestra casa los amigos de mi padre y confidentes de todos los actores revolucionarios de esa activa época de movimientos armados, Aldo Díaz Lacayo se fue al Chaparral y posteriormente el periodista mártir Manuel Díaz y Sotelo quien era el jefe del Movimiento Revolucionario Sandinista tiempo después le entregó un documento a mi padre.

    También convivieron con nosotros Julio García Puerto Rico, quien asesoró la primera toma de Orosí; Silvio Parodi, Tobías Gadea Medina (partícipe en la mayoría de combates que dirigió Julio Alonzo, inseparable de Julio Velázquez), Juan del Carmen Rosales, Selim Shible, Gustavo Vílchez, Roberto Pasos Pasito, Carlos Díaz Bravo, Roger Cervantes, Lenin Frixione, Luciano Vílchez El León del Dorado y Victoriano Vílchez, estos dos últimos, al igual que otros compañeros, quedaron conviviendo con nosotros por mucho tiempo. Escuché sus hazañas de combate, vi y entendí que cada combatiente es dueño de su propia historia y decide cómo contarla, razón que me hace evocar a mi padre y al Cmte. Julio Alonzo Leclaire, quienes con sus capacidades militares me instruían sobre el contenido de los libros de uso táctico y de armas que la Escuela de Las Américas de Estados Unidos había editado, así como también era objeto de estudio y debate el libro De La Guerra, escrito por el militar y filósofo alemán Carl Von Clausewitz, cuyo contenido son las estrategias y tácticas militares. Esa fue mi primera academia en teoría militar. No faltaron los libros de Gregorio Selser, Sandino General de Hombres Libres, El Pequeño Ejército Loco,

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