MILICIANAS
Tras la sublevación militar del 18 de julio de 1936, y hasta que pudo reorganizarse el ejército, en las filas republicanas reinaba el caos. La descoordinación del gobierno facilitó la creación, por parte de grupos políticos, sindicatos y asociaciones de izquierdas, de milicias populares armadas compuestas por ciudadanos. Entre los voluntarios, la mayoría sin experiencia castrense, hubo muchas mujeres que empuñaron las armas.
La imagen de las milicianas con mono azul, gorro cuartelero y fusil al hombro fue una de las más potentes de la contienda y un icono perfecto para los carteles propagandísticos. Además de estos, también los numerosos artículos que escribieron sobre ellas corresponsales rias de prensa extranjeros ayudaron a su repercusión mundial. Y quedarían en el recuerdo gracias a las fotografías, al poema que Miguel Hernández dedicó a una de ellas, Rosario ‘la Dinamitera’, y, ya en tiempos recientes, a películas como Tierra y Libertad de Ken Loach o Liberta de Vicente Aranda.
Todo ello contribuyó en gran medida a forjar el mito de las milicianas. Pero, pese a su popularidad, estas mujeres terminaron pagando cara su intromisión en uno de los territorios más masculinos. Acabaría imperando el lema “el hombre al frente y la mujer a la retaguardia”, sin importar el protagonismo en combate que habían
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