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Ensayos Breves Sobre La Religión
Ensayos Breves Sobre La Religión
Ensayos Breves Sobre La Religión
Libro electrónico223 páginas3 horas

Ensayos Breves Sobre La Religión

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Con los cortos ensayos que presento este libro sobre la religin no pretendo llevar a cabo una discusin teolgica sobre los diferentes aspectos que forman la religin debido a que no parto de la premisa que Dios es un ser supremo realmente existente que ha creado a los hombres y al mundo sino de la premisa contraria: de que la religin, sus postulados bsicos, sus imgenes sobre Dios, a sus relatos, sus cultos y rituales prcticos y preceptos morales, son fenmenos forjados por la actividad sensible y espiritual de los seres humanos; es decir, son fenmenos, como todos los dems socio-culturales e histricos, que los hombres han engendrado. Y a partir de ah trato, entonces, de responder, de manera ciertamente incompleta, insuficiente y limitada, a tres principales preguntas: la primera, por el ser de la religin o ms precisamente por el sentido de su ser como fenmeno de la vida humana, o sea, por el sentido interno que guardan los postulados, las imgenes, los relatos, los cultos y los preceptos morales que la constituyen; la segunda, por los motivos que han llevado a los hombres a forjarlos; y la tercera pregunta, por la pretendida verdad de esos postulados y relatos que la integran. Y al intentar responder a estas preguntas aspiro a contribuir en algo a enriquecer y ampliar la comprensin que necesitamos sobre este fenmeno que ha sido en el pasado y es an en el presente tan importante y significativo en la vida de muchos seres humanos.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento8 oct 2013
ISBN9781463364403
Ensayos Breves Sobre La Religión

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    Ensayos Breves Sobre La Religión - Camilo García

    ENSAYOS BREVES

    SOBRE LA RELIGIÓN

    Camilo García

    Copyright © 2013 por Camilo García.

    Imagen de portada: Marta Santos

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2013914873

    ISBN:            Tapa Dura                           978-1-4633-6442-7

        Tapa Blanda                        978-1-4633-6441-0

                          Libro Electrónico               978-1-4633-6440-3

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    Fecha de revisión: 12/09/2013

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    ventas@palibrio.com

    490139

    Contents

    Nota introductoria

    Sobre el sentido general de las religiones

    La religión y el poder del tiempo

    Sobre los dioses

    La diferencia entre los dioses religiosos y los míticos

    Dios y el lenguaje

    Acerca del sentido del culto y los rituales religiosos

    El consuelo religioso

    Sobre el carácter divino de Jesús

    Sobre la duda y la fe en la existencia de Dios

    La idea religiosa de la inmortalidad del alma

    El cristianismo y la igualdad entre los seres humanos

    El sentido religioso de la pobreza

    El Dios judeocristiano y la justicia

    La idea religiosa de la redención como una fuente de la filosofía marxista de la historia

    Sobre la fuerza y el límite de las creencias religiosas

    Acerca del argumento de Descartes sobre la existencia de Dios

    La religión y la cuestión de la verdad

    Las funciones racionales del Dios judeocristiano

    Sobre el valor de la tolerancia religiosa

    Ilustración y religión

    El islam o la libertad limitada

    Sobre el carácter religioso del budismo

    El hinduismo y el tiempo cíclico

    Religión, vida y norma moral

    ¿Es el Dios judeocristiano garantía de la vida moral de los hombres?

    Jesús y la violencia

    Sobre los orígenes religiosos del arte

    De lo cultural y lo religioso

    La legitimación del poder y la religión

    Religión y sociedad moderna

    Cosificación y religión en la sociedad moderna

    Endnotes

    A Marta mi compañera,

    por su apoyo incondicional

    Nota introductoria

    Con los cortos ensayos que presento este libro sobre la religión no pretendo llevar a cabo una discusión teológica sobre los diferentes aspectos que forman la religión debido a que no parto de la premisa que Dios es un ser supremo realmente existente que ha creado a los hombres y al mundo sino de la premisa contraria: de que la religión, sus postulados básicos, sus imágenes sobre Dios, sus relatos, sus cultos y rituales prácticos y preceptos morales, son fenómenos forjados por la actividad sensible y espiritual de los seres humanos; es decir, son fenómenos, como todos los demás socio-culturales e históricos, que los hombres han engendrado. Y a partir de ahí trato, entonces, de responder, de manera ciertamente incompleta, insuficiente y limitada, a tres principales preguntas: la primera, por el ser de la religión o más precisamente por el sentido de su ser como fenómeno de la vida humana, o sea, por el sentido interno que guardan los postulados, las imágenes, los relatos, los cultos y los preceptos morales que la constituyen; la segunda, por los motivos que han llevado a los hombres a forjarlos; y la tercera pregunta, por la pretendida verdad de esos postulados y relatos que la integran. Y al intentar responder a estas preguntas aspiro a contribuir en algo a enriquecer y ampliar la comprensión que necesitamos sobre este fenómeno que ha sido en el pasado y es aún en el presente tan importante y significativo en la vida de muchos seres humanos.

    Sobre el sentido general de las religiones

    La religión es un conjunto de postulados, imágenes y relatos verbales y/o escritos con sus correspondientes prácticas cultuales y rituales sobre el origen divino de los hombres y el mundo. El sentido general de estos postulados, imágenes y relatos es el de que los hombres puedan unirse, integrarse o enlazarse al ser que alguna vez le dio vida a los primeros hombres, a sus antepasados originales. Y así darles la doble posibilidad de unirse o integrarse a ese ser que le dio vida a sus antepasados y la de integrarse o unirse entre sí como descendientes comunes de esos antepasados originales que fueron creados por Él. Y la mejor manera de vivir integrados a Él es atribuirle una vida permanente o eterna para que pueda estar siempre presente en sus vidas; pues solo si los hombres sienten que está presente en sus vidas, que es real en el curso temporal de sus existencias, pueden unirse a Él. Y al sentir en común esa presencia en sus vidas se unen entre sí a su alrededor; hecho que aseguran, refuerzan y renuevan periódicamente rindiéndole juntos culto en el que le manifiestan su veneración y practicando reunidos también y de manera regular determinados ritos en los que le ofrecen lo mejor de sí mismos o de sus bienes.

    Esto significa que el ser divino original al ofrecerles la posibilidad de integrarse alrededor de Él las da la posibilidad de integrarse a la vida eterna que posee; es decir, les da la posibilidad de suprimir alguna vez de sus vidas lo que les falta para poder vivir, la carencia de las condiciones y de los medios necesarios para asegurar de manera permanente esa vida, y así conservarla indefinidamente en el tiempo. Como es un ser pleno y completo, un ser que carece de carencias debido a que siempre está presente en todos los instantes del tiempo, le ofrece a los hombres la posibilidad de acceder a esa plenitud propia de su existencia. Esta posibilidad que les ofrece el ser divino de integrarse con Él es, entonces, en el fondo, la posibilidad de vivir siempre sin los sufrimientos que naturalmente les provoca esas faltas y carencias que tienen en sus vidas reales, es decir, les ofrece la posibilidad de vivir libres de los sufrimientos que naturalmente nunca desean o anhelan vivir o padecer.

    En efecto, las grandes religiones tienen su lado fuerte, su gran fortalece, en el hecho de que les ofrecen a los hombres un sentido o una razón de ser a sus existencias marcadas por el sufrimiento, por el dolor de sus cuerpos y sobre todo de sus almas; es decir, les ofrece una respuesta a la pregunta que siempre se hacen cuando sufren o ven sufrir a otros de una manera injusta e inmerecida, de por qué sufren, o lo que es lo mismo, por qué pierden o carecen de algo esencial para sus vidas sin merecerlo. Las religiones les proporcionan una respuesta a esta pregunta esencial que se plantean cuando viven experiencias dolorosas. Pues los hombres saben, o por lo menos intuyen, que si encuentran una respuesta satisfactoria y convincente a esta pregunta encontraran la causa o el motivo de sus sufrimientos; y al encontrar esa causa o motivo lograrán aliviar su pesada e indeseada presencia, y sobre todo podrán obrar sobre esa causa para controlarla o suprimirla, y así liberarse del sufrimiento que les ocasionan. Los relatos religiosos al ofrecerles una respuesta o explicación a esta pregunta, es decir, al señalar la causa o motivo de los sufrimientos que padecen les ofrecen, entonces, la posibilidad de creer que pueden liberarse de esos sufrimientos. Y esta creencia se convierte en un motivo esencial que les ayuda a sostener en pie sus existencias marcadas precisamente por la presencia recurrente del sufrimiento. La fuerza o el poder de esta creencia sobre sus vidas es tal que les ayuda precisamente a lograr disminuir la carga del sufrimiento; y al hacerlo así sus vidas adquieren o recuperan la fuerza que necesitan para vivirla.

    Así las religiones monoteístas judía y cristiana que se fundan en el libro de la Biblia explican los sufrimientos que padecen los seres humanos sosteniendo que son resultado o consecuencia de que los primeros hombres desobedecieron un mandato esencial que Dios su padre creador les había dado: el de no comer la fruta del árbol del bien y del mal en el paraíso terrenal en el que vivían. A causa de haberlo desobedecido Dios decidió, como se sabe, castigarlos expulsándolos de ese sitio en que vivían plenamente felices. Y al perder la posibilidad de seguir viviendo en ese sitio del paraíso comenzaran a tener faltas o carencias esenciales, como la de tener a la mano o de tener acceso directo a todos los bienes necesarios para conservar sus vidas, que los comenzaron a hacer sufrir. La respuesta, entonces que ofrece este relato religioso judío a la pregunta que se hacen los hombres de por qué sufren es la de decir que sufren porque los primeros hombres creados por Dios desobedecieron un mandato esencial que les había dado; desobediencia que lo obligó a castigarlos arrojándolos fuera del lugar donde eran plena y completamente felices debido a que vivían sin ninguna carencia y en plena armonía entre sí y con la naturaleza que los rodeaba. De ahí que la única posibilidad que tienen de recuperar la felicidad completa para sus vidas, es decir, la de liberarse de los sufrimientos a que los condenó y por supuesto no desean vivir, es la de obedecerle sin reservas a las restantes órdenes que les ha dado. Y las principales órdenes que les dio después de comenzar sus existencias terrenales sufrientes fueron órdenes normativas de carácter moral que Moisés escribió en las tablas de ley en el monte Sinaí como la de amarlo por encima de todas la cosas, la de no matar, la de no robar, la de no codiciar los bienes ajenos, la de honrar a los padres o la de no jurar en vano su nombre. Si los hombres, entonces, obedecen en el curso de sus vidas estas normas morales que les da y les manda podrán después de sus muertes vivir plenamente felices de nuevo, libres de cualquier sufrimiento, en el paraíso celestial junto a Él. De tal manera que Dios les prometió liberarlos de los sufrimientos padecen en sus vidas reales en la tierra si cumplen esta condición que les pone, si obedecen estrictamente estos mandatos normativos-morales que les dio. Promesa de felicidad que se convirtió en portadora de un sentido esencial para la vida de todos los hombres que creen en ella.

    La religión monoteísta musulmana, por su parte, cuyo contenido esencial fue elaborado y formulado por Mahoma siguiendo el contenido de los mensajes que Dios (Alá) le envió a través del arcángel Gabriel en el libro del Corán concibe los sufrimientos de los seres humanos también como de los castigos que Él les impone por desobedecer o no respetar los mandatos normativos que les dio y que están contenidos en este libro. Castigo que consiste en impedirles entrar en el paraíso -lugar al que llegan todos aquellos que se han sometido en sus vidas de modo completo a Él y a su voluntad normativa- después de sus muertes, y condenarlos a vivir bajo el fuego inextinguible del infierno, es decir, condenarlos a sufrir eternamente después de sus muertes. Mandatos normativos-prácticos muy numerosos (70) dentro de los que se han destacado siempre los siguientes como los más importantes: 1- Adorarlo solo a Él como único Dios, 2- No asesinar a quienes les ha prohibido asesinar, 3- No practicar la hechicería o la magia, 4- Orar y bendecirlo diariamente (Salat), 5- Darle limosna o ayuda económica a los pobres y necesitados (Zakat), 6- Ayunar en el período del Ramadán, y 7- Ir al menos una vez en la vida en peregrinación a su casa para rendirle tributo, 8- No practicar la usura, 9- No dar falsos testimonios ni mentir, y 10- Y no huir el campo de batalla en tiempos de guerra.

    Por su lado, la religión hindú contenida originalmente en los 4 libros de Los Vedas, concibe o explica los sufrimientos que padecen los seres humanos como consecuencia o resultado de las malas acciones que realizaron en sus vidas pasadas. Las faltas y/o pérdidas que lo hacen sufrir son debidas a las faltas que provocó en otros seres humanos en su existencia o existencias previas que los hicieron sufrir. Este es el karma que cada ser humano lleva dentro de sí mismo. Solo cuando viva por sí mismo estas faltas que lo hacen sufrir y no vuelva a obrar mal contra los demás ese ser humano podrá deshacerse de este karma; y por lo tanto, liberarse de la necesidad de volver a nacer o encarnarse en otro ser vivo de la naturaleza o en otro ser humano; es decir, podrá salvarse de seguir sufriendo en su existencia terrenal y física al unir de manera definitiva su alma o Atman al dios esencial Brahmán. Es el estado supremo del nirvana en la que alma del ser humano que logra la armonía serena, completa y definitiva consigo mismo y con la divinidad que lo libera de los sufrimientos propios de su existencia.¹

    De tal manera que para la religión hindú los sufrimientos que padecen los seres humanos son resultado de sí mismos; es decir, son en el fondo autores de sus sufrimientos en la medida que éstos son consecuencia de las malas o inmorales acciones que realizaron alguna vez en sus vidas pasadas. La falta moral o la mala acción que un hombre realiza contra otro u otros hombres dominado por pasiones dañinas como la lujuria, la codicia o el egoísmo no solo les hace daño sino que también termina haciéndose daño a sí mismo; esta es la consecuencia final de su mala acción. Esta explicación ofrecida por la religión hindú del sufrimiento de los seres humanos se diferencia de manera fundamental de la que ofrecen las religiones monoteístas judía, cristiana y musulmana que en vez concebirlo como resultado de un castigo que Dios les propinó -el de expulsarlos paraíso terrenal en el que vivían felices al comienzo de sus vidas o de impedirles entrar al paraíso celestial después de sus muertes, condenándolos a un eterno sufrimiento- por desobedecerle sus mandatos, lo consideran como consecuencia necesaria, natural e inevitable de las malas e inmorales acciones que han realizado; las consecuencias de esas malas acciones tarde o temprano se devuelven contra sí mismos haciéndolos sufrir. Esta diferencia entre estos religiones, sin embargo, se esfuma en gran medida cuando se constata que el castigo que el Dios judío, cristiano y musulmán le propina a los hombres y que los hace sufrir obedece a que han desconocido o desobedecido los mandatos normativos que les ha dado por ordenar los actos de deben cumplir con respecto a Él como ser supremo trascendente y entre ellos mismos, es decir, responde al hecho de que ante sus ojos han obrado mal. Para estas religiones, entonces, la fuente principal de los sufrimientos que padecen los seres humanos radica en los castigos que reciben de la propia naturaleza de la vida o de Dios por haber obrado mal.

    Y por su parte, el budismo como una religión sin Dios también ofrece una respuesta-explicación significativa y reveladora a la pregunta que los seres humanos siempre se hacen sobre los sufrimientos que padecen. Una respuesta que, sin embargo, es sustancialmente diferente a la que ofrecen las religiones deistas y que consiste en sostener, como se sabe, que los hombres no sufren porque hayan cometido una falta moral, porque hayan realizado una mala acción en algún momento de sus vidas, sino porque ignoran o les falta el conocimiento sobre la característica más importante de todos los seres y cosas que existen en la realidad del mundo que los rodea o en el que viven: su impermanencia o transitoriedad. De tal manera que los hombres al ignorar esta característica central de los seres y cosas del mundo real les surge el deseo poderoso de poseerlas para siempre o de modo permanente, el intenso deseo de obtenerlas y aferrarse a ellas como si fueran permanentes. Este deseo poseer de manera permanente los seres y las cosas que son en realidad impermanentes constituye, entonces, la principal razón que hace sufrir a los seres humanos porque será siempre un deseo insatisfecho, será un deseo que nunca podrán realizar. Por esa razón si los hombres quieren o desean dejar de sufrir o no sufrir -deseo natural poderoso que tienen los hombres en tanto que seres sensibles que hacen parte de la naturaleza- tienen que superar su ignorancia, tienen que aprender a reconocer esta condición transitoria de todos los seres y las cosas del mundo. Y así alcanzará el estado supremo del nirvana, estado supremo de quietud y serenidad del alma, que lo liberará para siempre, como también lo sostiene la religión hindú, de la necesidad de que se alma se reencarne después de su muerte física en la existencia de otros seres vivos o humanos en los que se prolongarán esos sufrimientos.

    Las religiones, entonces, al proporcionales a los hombres una explicación o una respuesta a la pregunta que se hacen siempre de por qué sufren les muestran o les enseñan, al mismo tiempo, algunas condiciones que deben cumplir para evitarlo o para liberarse de su pesada e indeseada presencia: la de respetar y obedecer las normas prácticas de vida que Dios les ha dado, la de no obrar mal dejando regir los actos de sus vidas por pasiones como la lujuria, la codicia o el egoísmo, o la de aprender a ver y captar tal como es la realidad en que están situadas sus existencias. Si los seres humanos creyentes o no en los mensajes de estas religiones cumplen estas tres condiciones que establecen pueden ciertamente evitarse muchos sufrimientos, pueden disminuir su pesada presencia en sus vidas. Pues el valor de estas respuestas-explicaciones que ofrecen las religiones sobre los sufrimientos humanos radica en que se ajustan en gran medida a la realidad de sus vidas; son explicaciones que captan algunos de los motivos reales y principales que

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