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San Pablo, Jesucristo Y El Cristianismo
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Libro electrónico298 páginas8 horas

San Pablo, Jesucristo Y El Cristianismo

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SAN PABLO, JESUCRISTO Y EL CRISTIANISMO
Jesucristo no es dios, ni hijo de Dios, ni siquiera es Jess Nazareno Rey de los Judos; es solamente un personaje de plstico, un personaje de tragicomedia, inventado, creado y hecho realidad por su autor, Saulo de Tarso o San Pablo, avalado por el emperador Constantino I el Grande y estructurado, por obra y gracia de la Santa Madre Iglesia Catlica, Apostlica y Romana, que tampoco es Santa, ni Madre, ni Apostlica, solamente es la Iglesia Romana, la cual subsiste hasta nuestros das como el ltimo reducto del Imperio Romano de Occidente; en cuya estructura, la mxima autoridad es El Sumo Pontfice, ttulo que corresponde nicamente a los emperadores romanos, al cual llamamos Papa para no decirle Pater, como se denominaba a la ms alta dignidad dentro de la gradiente escalafonaria en el Mitrasmo ya que Jesucristo es la continuacin del Dios Solar Mitra.
Todas estas afirmaciones quedan demostradas fehacientemente en este libro, que es necesario que cada persona creyente en Jesucristo debe conocer, pues ms de la mitad de la humanidad durante los ltimos 2 000 aos, han aplicado su buena fe, su dedicacin, sacrificio y devocin a las leyendas y mitos elevadas a la calidad de Sacramentos, sometidos por la adopcin, inconscientemente, de los 44 dogmas de fe impuestas y mantenidas frreamente por el Papa, el cuerpo Cardenalicio y los obispos diseminados por todo el mundo, reunidos en Concilio.
Sera un acto de justicia divina, que toda la humanidad retomara el nico camino que lo encause al verdadero y nico Dios Padre y Creador; que nos espera eternamente con los brazos abiertos.
El verdadero Dios, como el ser humano:
Es Sustancia Espiritual. Es libertad inalienable. Es Entendimiento y Consciencia. Es Amor. Es Voluntad realizadora.
Dios, que es el Espritu y la Mente Universal, est siempre en estrecha comunin con cada uno de sus hijos. Bscalo en tu interior y hblale que l te escucha. No necesitas intrpretes ni abogados.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento20 ago 2012
ISBN9781463337407
San Pablo, Jesucristo Y El Cristianismo

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    San Pablo, Jesucristo Y El Cristianismo - Dr. Jesús Humberto Enríquez Rubio

    Copyright © 2012 por Dr. Jesús Humberto Enríquez Rubio.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Fecha de revisión: 21/02/2013

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    ventas@palibrio.com

    426095

    Índice

    Dedicatoria: Lo que me ll evo a escribir este tema

    Introducción

    Mi caída.

    Mi búsqueda de sentido.

    Breve Analisis Del Status Quo En El Surgimiento Del Cristianismo

    Saulo, El Famoso San Pablo Y El Cristianismo

    Entrevista de Saulo con Caifás, el Sumo Sacerdote de Jerusalén.

    Entrevista de Saulo con Poncio Pilatos, Procurador Romano.

    La Aparición Del Cristianismo

    Surgimiento y Formación del Credo Cristiano y Rituales.

    Saulo decide cambiar de chaqueta.

    Resumen de la vida de Constantino I el Grande.

    Tabla Comparativa Del Mitraismo Y El Cristianismo

    Origenes Del Credo Cristiano

    Evolución del Credo

    Texto Original del credo de Nicea

    Texto del Credo Nicenoconstantinopolitano, como quedó definitivamente.

    PERSONA, PERSONAJE Y PERSONALIDAD DE JESUCRISTO

    PERSONA

    PERSONAJE

    PERSONALIDAD

    ¿Cómo se construyó a Jesucristo?

    LA PERSONA DE JESUCRISTO.

    CÓMO SE CONSTITUYÓ LA PERSONA DE JESUCRISTO.

    EL PERSONAJE DE JESUCRISTO.

    La constitución de la Iglesia Católica como la religión oficial del Imperio Romano de Occidente:

    El personaje preconciliar de Jesucristo.

    El personaje postconciliar de Jesucristo.

    Personalidad de Jesucristo

    "…¿EL HOMBRE MÁS RICO DE LA TIERRA?

    CREENCIAS Y RITUALES DE LA IGLESIA

    Mi Convicción Final Respecto A Jesucristo, A LaSantisima Virgen Maria Y A La Santa Madre Iglesia Católi ca, Apostóli ca Y Romana

    MITRA

    ATTIS:

    BUDA:

    DIONISIO:

    HERACLES:

    KRISHNA:

    ZOROASTRO:

    OSIRIS:

    MI CREDO

    YO CREO

    Corolarios

    Primero:

    Segundo:

    Tercero:

    Resumen Final y Conclusión

    Dedicatoria

    Dedico este libro a cada una de las personas que poblamos este planeta, muy especialmente a todos aquellos que constituyen la estructura de la Iglesia Católica y las diferentes iglesias derivadas, desde el Papa, que es el Emperador Romano en funciones, hasta el más humilde clérigo.

    Lo escrito en este libro es el resultado fortuito de mis investigaciones en busca de algo que me ayudara a entender aquello que era para mí un enigma inescrutable y que me causaba un gran vacío en el alma, ya que, lo que me lo causaba era en parte el paquete sagrado como lo había recibido de mis antepasados y que, por las experiencias vividas en las mismas actividades religiosas, no checaban mis conceptos de Dios Padre Todopoderoso con el Dios de la Iglesia Católica, a la que yo pertenecía desde siempre, a quien más bien lo mostraban con la personalidad de IAHBE, el dios cruel, justiciero, castigador, vengativo, que ve a sus hijos menos que sabandijas, que necesitan humillarse y arrastrarse ante su presencia para merecer el favor de su perdón.

    Definitivamente entré en un terrible conflicto interior que me obligó a romper con mis conceptos y creencias y me salí de los paradigmas entre los cuales vivía, como la mayoría de los católicos que conozco que ven, oyen y callan y hasta se conmueven con las dramáticas historias y leyendas con las que está hecha la religión, sin importar que sean una gran mentira.

    Cuando por fin averigüé por mis medios, sufriendo mil peripecias y, pude desenmarañar desde la raíz el misterio y que descubrí las formas y métodos con los que la iglesia manipula a media humanidad, no pude menos que tratar de integrar todo en esta modestísima obra y ponerlo a la disposición de toda la humanidad, con la esperanza de que, aquellos hermanos que lo están viviendo, se asomen a la verdad y se liberen de la trampa en donde están sumidos; que busquen y se acerquen al Dios Verdadero, que existe, que nos ama y nos espera con los brazos abiertos; que vive en cada uno de nosotros porque con Él somos una y la misma cosa.

    Introducción

    Lo que me llevo a escribir este tema

    Cuando hablamos con cualquier persona respecto a la realidad de lo trascendente , de inmediato nos damos cuenta que, el común de la gente está acostumbrado a tener por real sólo aquello que percibe por los sentidos, y que lo trascendente es algo nebuloso, impreciso, confuso e irreal. Es decir, sólo concede realidad a lo que impacta a los sentidos , a aquello que se ve, oye, huele, gusta o toca; lo que no, sencillamente, no le concede realidad y hasta duda de su existencia.

    Lo curioso e interesante es que, esas mismas personas tienen un legado de conocimientos y conceptos transmitidos por las generaciones mayores que, sin ser tangibles las dan por realidad, y forman parte de su cultura; todo este bagaje de conceptos y creencias, lo recibieron como un paquete sagrado y, aunque no las comprenden del todo, tampoco las discuten, pues en él están contenidos los personajes y los principios constitutivos de la propia personalidad que lo determinan; de su religión, creencias y todo lo relacionado con la vida espiritual. Y precisamente, porque no las comprenden, las tienen dentro de su muy especial mundo de realidad subjetiva, la cual sustenta su fe y su modo de entender la vida; a veces imagina, sueña y hace abstracciones. La mayoría de las personas son propensas a tener muy en alto el concepto de su propio entendimiento, fundamento de su fe, pues es lo que llena su realidad personal, a ser tenaces y apasionados en la defensa de las opiniones y creencias que profesan y, sin embargo, la mayoría de ellos se rigen por el entendimiento y por las creencia de otras personas, la mayoría desconocidas y lejanas y no por las suyas propias; por lo cual puede decirse con verdad que más bien han adoptado que concebido sus convicciones. Pero esas creencias e ideas también, porque les fueron transmitidas con autoridad y porque carecen de realidad tangible, forman parte de su mundo subjetivo y de su realidad fantástica.

    Si uno pregunta a alguien: ¿Usted es un espíritu o, usted tiene un espíritu?, la respuesta procede de los conceptos que les han sido trasmitidos, porque pocos son los que se han detenido a pensar y a estudiar estos temas y se guían únicamente por lo que dice su ministro, sacerdote, mentor, abuelos, etc.; y también por lo que hay en su paquete sagrado trasmitido por sus padres desde muy temprana edad, casi invariablemente la respuesta inmediata tiene este trasfondo. Si se les pregunta respecto a sí mismos, afirman que tienen un espíritu, pero no acepta ser un espíritu, y aún razonando en grupo, se siente la resistencia a cambiar de opinión, aunque casi siempre durante el proceso de este ejercicio cambian las formas de su razonamiento.

    Usted, amigo lector, haga la prueba y podrá comprobar estas respuestas, aunque es más rico y evidente cuando este ejercicio se hace en grupo ya que, generalmente se desata una sabrosa discusión, porque algunos afirman: soy mi cuerpo y en él vive mi espíritu mientras que otros, los menos, afirman "ser un espíritu que vive en ese cuerpo, que es de su propiedad". Algunos otros afirman que el espíritu, Dios y esas vaciladas son una mera invención del hombre y que en realidad no existen, que sólo somos un accidente biológico, es decir, afirman: Yo soy sólo materia organizada, muy evolucionada, pero materia al fin.

    Para calentar la discusión, pregunte a uno por uno de los presentes: Tú ¿Eres un cuerpo que tiene un espíritu? o, ¿Eres un espíritu que vive en ese cuerpo? Y, empiezan los titubeos. Algunos dudan y dicen: Soy un cuerpo o… no, no, espérame, soy un espíritu… no, no, tampoco; y continúa la confusión, mientras unos sostienen una tesis, otros la otra, y tratan de convencerse entre sí de una o la otra cosa. En ese momento haga la siguiente afirmación: Yo soy lo que soy y tengo lo que tengo, pero no soy lo que tengo es decir, yo soy una persona y tengo una camisa, la camisa es mía pero yo no soy mi camisa; tengo una casa, pero no soy mi casa, tengo una mano, pero no soy mi mano, etc. tengo, tengo, tengo, pero yo soy yo, independientemente de lo que tengo. Y, "si soy un cuerpo que tiene un espíritu, luego entonces mi espíritu es mío pero yo no soy mi espíritu. Si me extirpan un brazo… ¿soy menos persona? Y, si me quitan los dos brazos, y las piernas y me cambian el corazón por otro que era parte de otra persona, y el hígado y, suponiendo que me pueden cambiar todas las partes de mi cuerpo, entonces ¿Que de lo que queda soy yo? o ¿Dejé de ser y ahora soy otro? y, cuando mi cuerpo muere, ¿Con él me extingo yo? Y, el espíritu que yo tenía ¿También muere conmigo? o ¿A dónde se va? ¿Cuál será su destino? Y, lo peor de todo: ¿Qué sentido tenía para mi haber tenido ese espíritu conmigo? Si, por el contrario sostengo ser un espíritu que tiene un cuerpo al cual usa como medio de relación en este mundo material, entonces, aunque me quiten partes o me las cambien todas o mi cuerpo se muera, ¿Sigo siendo yo aunque inmaterial? Luego entonces ¿Qué o quién soy yo?

    Después de este tipo de ejercicio que usted puede enriquecer con sus propios argumentos y experiencias, crece el bando de los que afirman ser un espíritu que vive en ese cuerpo, que ve por esos ojos, oye por esos oídos; poseedor de una supercomputadora que es el cerebro del cuerpo en que habita; que controla todas las funciones corporales, guarda aprendizajes, piensa y se relaciona. Pero, de inmediato surgen otras interrogantes, como: ¿Qué es el espíritu? ¿Cuáles son las funciones del espíritu y cuáles las del cuerpo? ¿El espíritu piensa? ¿Razona? ¿Conoce? Entonces… ¿Cuáles son en sí las funciones del cerebro? Y así como estas, otras muy interesantes cuestiones.

    Es en este punto donde las cosas se complican, y darles respuesta y explicación, es uno de los objetivos que me propongo al escribir la presente obra, que no es otra cosa sino la síntesis de mis hallazgos a través de los estudios que como autodidacta he efectuado durante la mayor parte de mi vida, con total apertura, sin paradigmas, expuesto simplemente a mi experiencia, a mi capacidad de razón y de juicio, en cuyos caminos me perdí y, gracias al apoyo y exquisita sensibilidad de mi esposa y a la comprensión de cada uno de mis hijos, pude navegar durante años sin encontrar el piso donde apoyar mis pies pero, al fin creo haberme encontrado, aunque lo mismo creí otras veces. En mi proceso formativo, a tientas, sin guía, me he equivocado muchas veces y he tenido que rectificar e investigar nuevamente sobre aquello hasta encontrar poco a poco los apoyos sólidos que me han ido sustentando cada vez con mayor firmeza, eso creo.

    Mi caída.

    El porqué me inicié en este tema, eso fue un asunto que se dio estrictamente dentro del ámbito de mi persona y, lo encontrado tiene validez sólo para mí. Por el hecho de compartirlo con todas las personas que se atrevan a leerme, de ninguna manera pretendo que acepten como verdadero lo que en mi aventura aprendí. En el mejor de los casos, abrigo la esperanza de que todos y todas (porque ahora se habla por sexo y no género; pero, por favor, cuando se me escape la palabra hombre o alguna forma de lenguaje que pareciera excluir a la mujer, recuerden que yo todavía me refiero al género humano y no al sexo de las personas) Les recomiendo que se tomen el riesgo y busquen su propio camino y encuentren sus personales respuestas. Yo, al romper los paradigmas que regulaban mi vida, al romper mi paquete sagrado que determinaban los límites y los puntos de referencia para mis criterios, la base de las normas morales que regían mi conducta, al exponerme a vivir en la incertidumbre de los acontecimientos, tuve que navegar a la deriva. Dicho sea de paso y con toda honestidad, esto fue algo que no me propuse buscar, sino que me ocurrió como un accidente; sin advertirlo caí en un bache, en una crisis existencial en la que, de pronto se me vino encima todo el peso del cielo y no supe qué hacer con él, fue algo así como un ataque de misticismo, el cual me acarreó una serie de sentimientos encontrados, casi todos relacionados con la culpa en mi relación con Dios; me sentí culpable por la muerte del Hijo de Dios, de mis pensamientos, palabras y acciones irreverentes, del descuido vivido hasta entonces con todo lo relativo a la religión católica, a la que yo pertenecía por herencia y tradición de la familia de la que soy solo un elemento más; de mis comportamientos y de tan abrumadores pensamientos que, seguramente me desquiciaron. Cualquier médico diría que me psicoticé y, tal vez hubiera tenido razón; pero el hecho es que este fue un mar que tuve que atravesar y ahora creo haber llegado felizmente a la otra orilla, o por lo menos creo estar en el remanso de la playa, en una abrigadora ensenada. Para mí, lo dramático fue que, en ese estado tuve que seguir trabajando como médico, esforzándome día a día para atender mi consulta en la Institución para la cual trabajaba, donde tuve que afrontar no pocos conflictos pero, gracias a la ayuda de mi familia, como ya lo mencioné y, quizás también al afecto, amistad y comprensión de mis compañeros de trabajo y a la tolerancia de mis jefes y autoridades, a quienes ahora ofrezco mi más profundo reconocimiento y gratitud, pude llegar a buen cobijo. De esto han pasado ya muchos años, (casi 50), las aguas tomaron su cauce, levanté nuevos paradigmas, nuevos muros de contención y reordené mi mundo interior y mis comportamientos, mis relaciones y mis actividades y, lo más valioso, ¡Estoy en Paz con Dios, con el mundo y conmigo mismo!

    A raíz de esa caída, se apoderó de mí una terrible necesidad de saber, ¿Qué hay con Dios y el Hombre? ¿Dios es realmente alguien existente per se, o es tan solo producto de la imaginación del Hombre? ¿Es un personaje ficticio a quien le atribuimos todo aquello que no comprendemos, incluyendo el fenómeno humano mismo? ¿Lo inventamos solamente porque necesitamos apoyar nuestras debilidades en alguien superior, que nos proteja de todo mal? ¿Creamos a alguien a quien los ojos volver en nuestras aflicciones? ¿O, es realmente ese ser superior, omnipotente, omnipresente, omnisciente, como dice el credo autorizado por el Emperador Constantino, en el Concilio de Nicea, en el año 325 de nuestra era: por quien todo fue hecho?

    Cuando esto me ocurrió, era yo esposo y padre, seguramente tan inadecuado como cualquiera otro de mi época, pues todas las mujeres esposas de mis amigos se quejaban de lo mismo, actitudes machistas, dominantes, irresponsables, a veces hasta prepotentes. Se quejaban, también de su permanencia obligada en el hogar, su vida monótona y de abandono porque, en esa época el varón proveía y la mujer administraba ese era el mandato de la santa madre iglesia y de Don Melchor Ocampo, que ni siquiera casado fue. Aunque, dicho en términos callejeros, el hombre se las ingeniaba para acarrear y la mujer se las tenía que ver, para hacer alcanzar lo que le podíamos dar, más bien poco, porque a la mujer ni todo el amor ni todo el dinero, según conseja machista de mi crianza, para mantener la hoguera, adquirir el pan y todavía vestir, calzar y educar a una prole, casi siempre generosa. Nuestra familia estaba afiliada a la grey católica, es decir, matrimonio por la iglesia, bautismo, confirmación, primera comunión de los niños y niñas; las visitas a la iglesia, aunque fuera solamente en los días terribles, es decir, de grandes festividades, en cuanto a las litúrgicas, casi ni en semana santa, ya que en esos días había que estar de guardia para ganar un poco más, o ir con la chiquillada a invadir algún balneario o a depredar el bosque cercano. Así transcurrían nuestras vidas, mucha obligación, poca vida social y muy escasa diversión. Allá, por Corpus y San Juan, un cine; el teatro sólo cuando lo invitaban los contadísimos amigos con dinero, porque eso era un poco más caro y casi nunca se podía despilfarrar.

    Por aquel tiempo se puso de moda una actividad de la Iglesia Católica, el Movimiento Familiar Cristiano, (cuyas siglas MFC algunos socarrones decían que significaba Modo Fácil de Cenar), pues la mecánica de estudio consistía en formar equipos de 6 parejas matrimoniales que se reunían en la casa de alguno de los miembros del equipo y, ese día la cena corría a cargo del matrimonio anfitrión, aunque a veces por debajo del agua se le echaba la mano con algún platillo o bocadillo, sobre todo si eran de los más pobres del grupo, y uno podía despreocuparse por la cena de las restantes cinco sesiones semanales. Pero lo importante del asunto era que había surgido una actividad común para las parejas, pues por las noches, ya cuando estaban dormidos los hijos había algo que hacer, que no fuera ver la televisión, discutir o bronquearse por los acontecimientos del día o de la semana pasada; sino que, había que estudiar en pareja los temas de la siguiente reunión y practicar el famoso "dedereco" o sea el "deber de reflexión conyugal". Lo importante es que ya no estábamos tan aislados como familia, los hijos de todos, más o menos en edades similares se relacionaban como primos y, entre las parejas miembros del grupo se fue dando una amistad profunda, sincera y muy de buenas, casi como de hermanos afectuosos. Puedo decir que, entre las personas de mi mayor estimación, hasta la fecha, son aquellos compañeros, hermanos que, aunque el destino nos ha dispersado, cuando no algunos hasta han pasado a mejor vida, los recuerdo con cariño. El grupo primero fue de seis parejas, pero junto con otros cinco grupos iguales al nuestro formábamos una zona con sus respectivos coordinadores, financieros y el indispensable Señor Cura, lo cual sumaba de 36 a 40 matrimonios con los que nos reuníamos varias veces al año y que también pasaron a formar parte de nuestros afectos y núcleo social. Cada año cambiábamos de grupo, zona, etc. en tal forma que, en los nueve años que formamos parte de esta agrupación, conocimos y nos relacionamos afectivamente con un gran número de familias de todos los estratos sociales y niveles socioeconómicos y, eso vino a cambiar nuestro mundo, porque nuestras mujeres dejaron de estar solas y aisladas, nuestros hijos tenían muchos primos con quienes convivir y jugar. Pero, y aquí está el origen del problema que vino a trastornar mi vida personal. Junto con esta forma de vida tan grata, había que asistir a otras actividades de la iglesia, como eran los retiros, siempre con temas religiosos que le movían a uno el tapete, especialmente los Cursillos de Cristiandad que me partieron el queso y no solo a mi sino a más de tres que yo conocí y frecuenté por mucho tiempo, que los soltaron viendo fijamente al piso, las manos en los bolsillos acariciando a su crucifijo y chutando piedritas. Otra actividad que para mí fue la puntilla, fueron los famosos retiros espirituales donde le daban a uno unas masajeadas espirituales criminales. Dentro de los jerarcas del clero hay oradores excelentes pero, por lo que yo viví y por los efectos causados en mi, son tremendamente peligrosos, por desquiciantes. Ya no recuerdo sus nombres, pero todavía vibran no sólo en mis oídos, sino hasta en lo más profundo de mi alma aquellas frases terriblemente emotivas donde el orador, frente a un enorme crucifijo con lacerantes y sangrantes heridas del Cristo agónico diciéndole con toda la emoción y vehemencia de que era capaz y, miren que si era muy capaz: Cómo te odio Jesús, cómo te odio, (y estas palabras en boca de respetables y reconocidos jerarcas eclesiásticos le sacudían a uno el alma, por tremendas e irreverentes), como te odio porque siendo quien eres, permites que te destrocen. Cómo te odio Cristo porque siendo Dios has permitido las vejaciones, las burlas y el escarnio al que nosotros miserables humanos te hemos sometido Como te odio porque aún sufriendo en tu divina persona la incomprensión del hombre, miserable criatura a la que tanto amas, para lavar sus culpas te ofreces al Padre en holocausto, a fin de lavar sus culpas y salvarlos de la condenación eterna. Con estas y otras frases igualmente torturantes para un rebaño de novatos e indefensos feligreses en sesiones que se prolongaban por horas, en las cuales salía uno y entraba otro, no menos torturante, se fue formando un auditorio deprimido, casi abatido, no era raro ver a uno que otro cuate con semejantes lagrimones y apagados sollozos, acariciando a su crucifijo de bolsillo, sintiéndose el más vil de los mortales, el mayor culpable por la tortura y muerte del Nazareno. Algunos quizás haciendo de tripas corazón se mordían uno y conservaban la compostura, pero a cuántos nos dejaron pisando sobre algodones de cuyo estado no era fácil y mucho menos, pronto reponerse.

    De ahí me quedó la necesidad de saber, como lo dije antes: Qué hay entre Dios y el Hombre y qué con Jesús de Nazaret, y con la iglesia, y con todas las iglesias y con la religión y con todas las religiones y, ahí empezó mi calvario de cuyos resultados ahora estoy hablando.

    Mi búsqueda de sentido.

    Lo que tenía a la mano y que mal que bien nos habían enseñado a estudiar era la Biblia, no tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, pero por ahí empecé. Yo ya la había leído por lo menos una vez en mis épocas de estudiante y, aunque no la entendí sino como la historia del pueblo hebreo, como una obra histórico-literaria, más o menos amena y, a veces, bastante aburrida redundante, confusa y hasta contradictoria; pero jamás se me ocurrió aceptarla como el libro de la revelación divina. Con eso empecé, ahora sí con la intención de desenmarañar tan complicada madeja, ya que si la Biblia era el libro de la revelación divina, pues era el mejor camino, solamente habría que entenderlo; y la leía y releía tratando ya no de descubrir sino de integrar algo coherente; acudí a otras iglesias cristianas no católicas, buscando los puntos y razones de divergencia, pero en todas eran lo mismo, un chismorreo fenomenal, pleitos por diferencias en la interpretación de tal o cual aspecto de otras y, de todo esto lo que saqué en claro fue que había un error de fondo en mis medios de estudio, que por ese camino jamás iba a lograr nada. Mientras no saliera de lo mismo ahí andaría solo dando vueltas como mayate atado al hilito, que no me dejaría avanzar y, en un acto de valor decidí prescindir de mis principios religiosos, sociales, culturales y todo aquello que no estaba ya dispuesto a aceptar por el sólo hecho de que me fueron enseñados por mis mayores, ni de religiosos que empezaban a perder sustancia y peso en mi ánimo, sino que los veía parciales, tratando de tapar fallas y sostener a pulso algo que ya intuía endeble; Tomé entonces la decisión de no aceptar nada procedente de la propia iglesia, sino que yo tenía que pasar todo por el tamiz de mi razón, y empecé de nuevo, desde cero.

    A partir de entonces y con mi nuevo propósito, ya sin carga emocional angustiosa encima, sin sentimientos de culpa ni remordimientos, pues había decidido guardar temporalmente mis creencias y no complicarme la vida, por el momento; empecé a buscar información respecto a las otras religiones que no fueran cristianas para eludir el conflicto. Lo más cercano al cristianismo, al menos así me pareció, fue el Budismo por ser monoteísta y por tener muchas similitudes con el Cristianismo, pero que luego encontré que hay diferencias fundamentales como el antropomorfismo de Dios en el cristianismo; que el budismo parece ser más bien una forma de vida que una religión, pero el hecho es que me dediqué a leer y a conocer todo lo que estuvo a mi alcance pero, solamente Budismo, no quise abarcar demasiados campos a la vez.

    Otro tipo de filosofía teológica que me impactó fue la Egipcia, no el panteón egipcio sino particularmente, las enseñanzas de Hermes Trismegisto, y la relación de esta con la cultura Griega, los filósofos base de la cultura occidental, principalmente Platón y Pitágoras. Con la cultura y tradiciones Hebreas, como probable maestro indirecto de algunos de los patriarcas hebreos y con Moisés, que fue creado y educado como príncipe egipcio, en virtud de haber sido adoptado por la hija del Faraón, cuando lo rescató de las aguas del Nilo. La gran influencia hermética en todos los pueblos de medio oriente, y hasta la India, China y Japón. Estudiar a Hermes no ha sido tarea sencilla porque hay muy poca literatura, casi todos los conocimientos se transmiten de los labios del maestro al oído del discípulo y son guardados herméticamente. Como las enseñanzas herméticas son tan profundas, muy difíciles de entender y sobre todo de explicar, prefiero remitirlos a EL

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