La Identidad Oculta
Por Gabriel Santiago
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Gabriel Santiago
Gabriel Santiago was born in Philadelphia, Pennsylvania. He writes many types of books and genres, yet now he has extended to his list of novels and to his career children books as well. Math was a subject Gabriel enjoyed in his academic years.
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La Identidad Oculta - Gabriel Santiago
ÍNDICE
Entre dos mundos
Nueva vida
Encuentro con el pasado
Un caso muy peligroso
Revelando identidades
Trabajando con la tentación en zona peligrosa
Apasionante misión
Mensajes de muerte
Terrible realidad
Se define el tiempo
El misterio
Llamada misteriosa
Buscando pruebas
Peligro
Cuando todo se descubre
La identidad oculta
Revelación
Pasos a la verdad
Las caras se revelan
El código secreto
Los seis unos. Ataque final
Entre dos mundos
En una habitación de un hotel en Nueva York, Aadila Armanjani desempaqueta su ropa, se quita el manto que cubre su cabeza y, soltándose el cabello, se mira en el espejo.
Aadila: Desde hoy voy a ser otra mujer, una nueva persona, nunca más voy a dejar que la injusticia llegue a las vidas de los que amo; pues no quiero recordar mi pasado que solo me destroza el alma.
Mira por la ventana pensativa.
Aadila: Voy a hacer justicia.
Tiempo atrás, en Balad, Irak, Aadila corre hasta llegar al puerto.
Aadila: ¿Dónde estás, Eduardo? Tengo que verte.
Eduardo llega hasta ella por detrás.
Eduardo: Aadila, mi amor.
Aadila: Eduardo.
Aadila lo besa apasionadamente.
Eduardo: Mi vida, ¿ya lo pensaste?, ¿te vienes conmigo?
Aadila: Sí, solo quiero estar contigo y no con ese tal Jummal con quien mi padre quiere casarme.
Eduardo: Entonces te espero el 25 a las doce en punto. Nos iremos juntos. Aquí tengo tu boleto de avión. Ya debo regresar a casa, mis asuntos aquí en Irak han terminado.
Aadila: Debo partir, mi amor.
Eduardo la besa.
Eduardo: Y no te olvides de la sorpresa, te quiero ver donde siempre nos encontramos.
Aadila se va corriendo y le tira un beso, él lo toma y se pone las manos en el corazón.
En su casa, Pakeezah toma un baño mientras se toca el cuerpo muy sensualmente. Quadir la mira por la ventana hasta que decide entrar. Ella no puede evitar un grito.
Pakeezah: ¡Ay, Quadir! ¿Qué te pasa?, ¿no ves que mi esposo puede llegar en cualquier momento?
Quadir: Mi vida, tu esposo está con tu padre. No te olvides que trabajo como soldado para ellos y sé sus horarios.
Pakeezah: Lo sé, pero…
Quadir: Pero nada, mi querida Pakeezah, tenemos la tarde libre.
Quadir la besa.
Pakeezah: Ay, quiero ser toda tuya antes de que llegue mi esposo, ese viejo con quien mi padre me obligó a casarme.
Quadir: Estoy a tus órdenes.
La toma por los hombros y la lleva hacia la recámara. Una vez allí, comienzan a hacer el amor.
En una base militar en Irak, el líder iraquí Rafeek está junto a Rabar y Qutb. Allí se encuentran secuestrados unos soldados americanos. Los Estados Unidos fueron anoticiados de la amenaza de muerte que pesa sobre ellos.
Qutb: Ya mandamos las amenazas, pero tenemos que matarlos, pues no podemos seguir aquí… ya se acercan los soldados americanos para rescatarlos.
Rabar toma el revólver.
Rabar: Está bien.
Uno de los soldados: No, por favor, ten piedad de nosotros.
Rabar se ríe y dispara sin que nada le importe.
En los Estados Unidos, una mujer frente al televisor ve el canal de noticias.
Reportera: Acabamos de recibir unos videos de los secuestrados de Irak y las imágenes son monstruosas y muy tristes. (Enseña las imágenes de los soldados y los disparos).
Catalina apaga las noticias.
Catalina: Ay, padre de los cielos, cuida a mi hijo Eduardo para que pueda llegar con bien. Entra su hija Vanessa.
Vanessa: Mamá, llegó una carta de mi hermano Eduardo.
Catalina: Ábrela, quiero saber lo que dice. Vanessa la abre.
Vanessa: Pues comienza así: «Mis queridas mujeres de mi vida: Les quiero informar que a pesar del tiempo estoy bien, los obstáculos y la guerra me han hecho más fuerte y ya voy a regresar a casa, con ustedes. Sé que aquí muchos amigos han muerto, pero es en honor de pelear por nuestra gente. Mi amigo Francisco también viene conmigo el 25 del mes, las espero en el aeropuerto por mí». Ay, ¡qué bueno que están bien los dos! Catalina la mira.
Catalina: Ay, hija, todavía lo quieres, ¿verdad?
Vanessa: Sí, mamá, y como el primer día, pero ya sé que él nunca se va a fijar en mí.
Catalina: Ay, mi vida, si se lo dices, quién sabe qué puede pasar…
Eduardo está comiendo con Francisco en la base militar estadounidense. Ambos son amigos desde hace un tiempo y ahora comparten como soldados una misión en Irak. En la base se vive la tensión por un posible ataque de los iraquíes, pero Eduardo solo puede pensar en su enamorada, Aadila.
Eduardo: Ya vi a Aadila y ella se viene conmigo el día 25.
Francisco: Amigo, yo que tú me olvido de ese amor, pues ella es de aquí, esta siempre va ser su gente, su costumbre… son de mundos muy distintos los dos.
Eduardo: Aunque seamos de dos mundos diferentes, nuestro amor es el mismo. No me iré sin ella.
Aadila llega a su casa, ve a Aaban en la puerta de su hogar y lo saluda.
Aaban: ¿Dónde estabas? Te estuve buscando todo el día.
Aadila: Estaba afuera, ¿por qué lo preguntas?
Aaban: No me digas, tú fuiste a ver a ese soldado otra vez. ¡No ves que tu padre se va a enojar! ¡Tú te vas a casar muy pronto con Jummal!
Aadila: Sí, pero no por amor.
Aaban: ¿Y por qué no te vienes conmigo…? Sabes que yo te amo. Vámonos lejos de aquí.
Aadila: Pero yo no te amo, Aaban.
Aaban: Sé que amas al soldado, pero siempre seré tu amigo, aunque yo te ame y tú no. Se va caminando.
Aadila: Perdóname, no te vayas, eres mi único amigo.
Él se monta en su carro y se va, ella entra por la puerta y encuentra a su sirvienta Shareen.
Aadila: Ya fui a verlo.
Shareen: Tú me vas a matar un día de estos. Paso mis horas orando por ti, pues es peligroso que tu padre te encuentre con un hombre que no sea Jummal, tu futuro marido.
Aadila: Lo sé yo más que nadie. Sé quién es mi padre: es un asesino que pone a niños en el medio de las balas para que mueran, mata a gente inocente y siempre hace su voluntad. Nunca he querido a ese hombre como a un papá.
Shareen: Ya lo sé y no me explico tu desprecio hacia tu padre que es muy bueno.
Aadila: Me voy a dormir.
Aadila sube por las escaleras hasta llegar a su dormitorio.
Aadila: Ese hombre no es bueno.
Aadila recuerda a su padre Rabar con su madre en un cuarto discutiendo:
Rabar: Tú no te irás nunca de aquí, Maritza.
Maritza: Ya no puedo más de tus abusos, tu maldad… Te has metido con los americanos, mi gente. ¿Cómo es que tú te acoplaste en la guerra para matar a los míos y mandaste hombres con bombas a los Estados Unidos por tus creencias de que mi gente es mala? Me vine contigo porque pensé que eras diferente, pero eres malo. Me has usado. Has puesto todas tus creencias en mí. ¿Cómo quieres que esté con la cara tapada?, ¿no ves que mis hijas sufren aquí, que no están acostumbradas a esta vida? Me voy con ellas y tú no vas hacer nada para impedirlo.
Maritza había tomado la decisión de irse. Aadila mira a escondidas. Rabar saca una pistola y se apunta a sí mismo.
Rabar: Si te vas, me mato.
Maritza: No lo hagas. Intenta tomar la pistola que él tiene entre sus manos. Forcejean peleando por tomarla.
Rabar: Me voy a matar, dámela.
Maritza: Pues mejor, ya me voy. Maritza comienza a alejarse. Rabar toma la pistola.
Rabar: ¡Nunca! Le dispara.
Maritza cae al suelo. Él se acerca a ella.
Rabar: Tú no te irás nunca. La besa y ella muere al instante.
Aadila deja de recordar, lágrimas ruedan por sus mejillas.
Aadila: Mi papá mató a mi madre sin que nada le importara, es un asesino y por eso nunca lo he podido querer y nunca lo voy a hacer. Tengo miedo de lo que pueda llegar a hacerme si sabe que me enamoré de uno de sus enemigos.
Pakeezah está en la sala. Shaista le sirve una copa de vino.
Shaista: Tu esposo Rafeek y tu padre Rabar estaban afuera, pero ya se acercan. Dile a Quadir que se vaya ya.
Pakeezah: Ya se fue, mi querida Shaista, gracias, pero no te preocupes por mí.
Shaista: Mira, es que como sabes, yo quiero a tu familia. Tu madre Maritza era muy especial y me pidió que te cuidara a ti y a tu hermana Aadila.
Pakeezah: Gracias, pero estoy bien y nada malo va a pasarme.
Rafeek entra a la habitación donde conversan las mujeres.
Rafeek: Hola, ¿dónde está la comida?
Shaista: Ya voy por ella. Se retira del lugar.
Pakeezah: Hice tu plato favorito, mi amor.
Rafeek: Qué bueno, pues te he estado velando y veo que te la pasas afuera mucho y eso no es de una mujer de la casa. Yo te amo, pero recuerda que puedo olvidarme de mi amor.
Pakeezah: Ay, amor, ¿por qué dices eso?
Rafeek: Estás muy distante y me dan celos, pues pienso que ya no me quieres.
Pakeezah: Pero, mi amor, yo te amo. Lo besa.
Rafeek: Espero que así sea.
Más tarde, Rabar entra a la casa y encuentra a Shareen.
Rabar: ¿Dónde está mi hija Aadila?
Shareen: Está durmiendo.
Rabar: La voy a ver.
Shareen: Mejor no, estaba muy cansada y no quería que nadie la molestara.
Rabar: Está bien, me voy a dormir también.
En otro lugar de la ciudad, Aadila está con Eduardo, lejos de la mirada de su padre.
Aadila: Te amo tanto, pero le tengo mucho miedo a mi padre, pues él siempre se sale con la suya.
Eduardo: Mira, tu padre no puede impedir nuestro amor, pues tú y yo nos amamos y quiero que ya seas mía.
Aadila: Pero mi padre me quiere casar con otro a quien no amo, por eso me voy a ir contigo. Esta noche quiero ser tuya.
Eduardo: ¿Estás segura?
Aadila: Sí, mi amor, te amo. Lo besa apasionadamente. Él la besa y le quita su manto y su ropa.
Eduardo: Eres muy bella debajo de toda la vestimenta que cubre tu belleza.
Aadila le quita la camisa.
Aadila: Tengo miedo, pues es