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Militares y Guerrillas: La memoria histórica del conflicto armado en Colombia desde los archivos militares, 1958 - 2016
Militares y Guerrillas: La memoria histórica del conflicto armado en Colombia desde los archivos militares, 1958 - 2016
Militares y Guerrillas: La memoria histórica del conflicto armado en Colombia desde los archivos militares, 1958 - 2016
Libro electrónico574 páginas8 horas

Militares y Guerrillas: La memoria histórica del conflicto armado en Colombia desde los archivos militares, 1958 - 2016

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Este libro presenta una memoria histórica del conflicto armado colombiano reconstruida a partir de archivos militares inéditos. El uso de las piezas producidas por las Fuerzas Militares entre 1958 y el 2016, así como de aquellas incautadas a los grupos armados ilegales, permite presentar una versión histórica que aporta nuevas respuestas a viejas cuestiones sobre cuándo y cómo surgió la confrontación armada entre el Estado y los comunistas revolucionarios y, sobre todo, cómo se desarrolló en el tiempo. No se trata aquí de presentar la versión definitiva del conflicto, sino de contribuir desde una perspectiva particular, la que ofrecen los documentos militares, con una narrativa que servirá para complementar otros esfuerzos de memoria.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 dic 2017
ISBN9789587389999
Militares y Guerrillas: La memoria histórica del conflicto armado en Colombia desde los archivos militares, 1958 - 2016

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    Militares y Guerrillas - Juan Esteban Ugarriza

    Militares y guerrillas. La memoria histórica del conflicto armado en Colombia desde los archivos militares, 1958-2016 / Segunda edición

    Resumen

    Este libro presenta una memoria histórica del conflicto armado colombiano reconstruida a partir de archivos militares inéditos. El uso de las piezas producidas por las Fuerzas Militares entre 1958 y el 2016, así como de aquellas incautadas a los grupos armados ilegales, permite presentar una versión histórica que aporta nuevas respuestas a viejas cuestiones sobre cuándo y cómo surgió la confrontación armada entre el Estado y los comunistas revolucionarios y, sobre todo, cómo se desarrolló en el tiempo. No se trata aquí de presentar la versión definitiva del conflicto, sino de contribuir desde una perspectiva particular, la que ofrecen los documentos militares, con una narrativa que servirá para complementar otros esfuerzos de memoria.

    Palabras clave: Conflicto armado, Colombia, Fuerzas Militares, historia, archivos militares.

    The Historical Memory of the Colombian Armed Conflict based on Military Archives, 1958-2016 / Second Edition

    Abstract

    This book presents a historical memory of the Colombian armed conflict as reconstructed from unpublished military archives. The use of written pieces produced by the Armed Forces between 1958 and 2016, as well as of other texts seized from illegal armed groups, allows to provide new answers to old questions about how and when the confrontation between the State and communist revolutionaries began, and above all, how it developed over time. This is not the definitive version of the conflict, but nevertheless a contribution from the particular perspective provided by military documents, which offers a narrative that will complement other efforts to preserve the memory of the Colombian conflict.

    Keywords: Armed conflict, Colombia, Armed Forces, history, military archives.

    Militares y guerrillas

    La memoria histórica del

    conflicto armado en Colombia

    desde los archivos militares,

    1958 - 2016

    Segunda edición

    Juan Esteban Ugarriza

    Nathalie Pabón Ayala

    Militares y guerrillas. La memoria histórica del conflicto armado en Colombia desde los archivos militares, 1958 - 2016 / Segunda edición / Juan Esteban Ugarriza Uribe y Nathalie Pabón Ayala. -- Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2017.

    x, 398 páginas.

    Incluye referencias bibliográficas.

    Conflicto armado -- Historia -- Colombia / Guerrillas -- Historia -- Colombia / Archivos militares -- Colombia / I. Título / II. Serie.

    303.6          SCDD 20

    Catalogación en la fuente — Universidad del Rosario. Biblioteca

    Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995

    ©  Editorial Universidad del Rosario

    © Universidad del Rosario

    ©  Juan Esteban Ugarriza, Nathalie Pabón Ayala

    Editorial Universidad del Rosario

    Carrera 7 Nº 12B-41, oficina 501 • Teléfono 297 02 00

    editorial.urosario.edu.co

    Segunda edición: Bogotá D. C., enero de 2018

    Primera edición: Bogotá D. C., mayo de 2017

    ISBN: 978-958-738-998-2 (impreso)

    ISBN: 978-958-738-999-9 (ePub)

    ISBN: 978-958-784-000-1 (pdf)

    DOI: doi.org/10.12804/tj978958738999-9

    Coordinación editorial: Editorial Universidad del Rosario

    Corrección de estilo: Diego Aristizábal

    Diagramación: Martha Echeverry

    Dirección de arte: David A. Reina

    Ilustración de portada y contraportada: María Isabel Posada

    Infografías y mapas: Liliana Ospina

    Tablas y gráficos: Carolina Gómez Andrade

    Desarrollo epub: Lápiz Blanco S.A.S.

    Hecho en Colombia

    Made in Colombia

    Los conceptos y opiniones de esta obra son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen a la universidad ni sus políticas institucionales.

    El contenido de este libro fue sometido al proceso de evaluación de pares, para garantizar los altos estándares académicos. Para conocer las políticas completas visitar: editorial.urosario.edu.co

    Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo escrito de la Editorial Universidad del Rosario.

    Autores

    JUAN ESTEBAN UGARRIZA

    Doctor en Ciencia Política de la Universidad de Berna. Tiene una maestría en Historia de la Universidad de Carolina del Norte. Es profesor asociado de la Universidad del Rosario. En los últimos diez años se ha dedicado a la aplicación de metodologías experimentales para el análisis de la reintegración de excombatientes a la vida civil y la generación modelos de reconciliación con víctimas. Actualmente explora, junto a un equipo interdisciplinario, los sesgos y efectos neurosicológicos del conflicto. Entre 2013 y 2017 fue delegado asesor del Gobierno colombiano para los diálogos con el ELN.

    NATHALIE PABÓN AYALA

    Politóloga de la Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Asuntos Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Miembro funda-dor del grupo de investigación en Seguridad y Defensa de la Universidad Nacional de Colombia. Ha trabajado en temas de investigación como: Fuerzas Armadas, Relaciones Civiles Militares, seguridad internacional, seguridad ciudadana, conflicto y posconflicto en Colombia. Es autora de varios artículos y capítulos de libro relacionados con los temas de seguridad y defensa.

    Agradecimientos

    Agradecemos al Comando General de las Fuerzas Militares y al Ejército Nacional por la disposición de personal en las regiones que hizo posible la revisión de los archivos aquí referenciados. Reconocemos, de igual manera, su respeto total al compromiso de no interferencia en los procesos de revisión, análisis e interpretación de la información recogida, y aceptación de independencia de nuestro trabajo académico. Agradecemos también a Juan Carlos Chaparro por su contribución sustancial en varios capítulos de este libro.

    Introducción

    Gabriel García Márquez escribió en su libro de memorias Vivir para contarla que la vida no es lo que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla. Por algo la memoria no es un recuento detallado de lo que ocurrió, sino de lo que alcanzamos a recordar.

    La memoria humana no es fiable. El cerebro humano no parece haber evolucionado para registrar como una máquina fidedigna los detalles, olores, colores y emociones vividas; más bien guarda y recupera, de manera selectiva, aquellos fragmentos de información que le son más útiles¹. Al momento de recordar, la información es recuperada y, en el proceso, a veces transformada para llenar vacíos y concordar con el pensamiento presente.

    No se trata de un defecto. El cerebro humano es una herramienta fenomenal para planear el futuro, imaginar cursos de acción y tomar decisiones. Simplemente, su función no es recordar, sino usar los recuerdos como un insumo más, maleable y adaptable, para sortear las situaciones de la vida. De ahí que el cerebro altere la memoria del pasado cada vez que intenta recordarlo², e incluso que, sistemáticamente, elimine o bloquee información de manera inconsciente³.

    Lo que recordamos típicamente se asocia a aquello que nos ha generado emociones. Por eso, para bien o para mal, nuevas emociones pueden reconfigurar la manera en que recordamos. De ahí que no solo por la experiencia sensorial externa, sino también por el filtro personal interno, resulte imposible que dos individuos puedan tener memorias idénticas sobre un mismo hecho.

    Estas memorias fragmentarias y subjetivas se reflejan tanto en los testimonios orales como en los documentos que los individuos construyen. Como bien lo saben los historiadores, no hay documentos objetivos. Quien los redacta, no solo refleja ese sesgo involuntario derivado de la manera en que su mente recuerda, sino también otros sesgos generados de manera consciente o inconsciente por sus orientaciones ideológicas, políticas, culturales, etc. Aun aceptando la existencia de ‘realidades incontestables’, las memorias al respecto variarán según qué individuo o qué grupos recuerden. Pero la variación en las formas de recordar no obedece únicamente a procesos meramente individuales. Como lo muestran recientes estudios, los recuerdos pueden ser fabricados e inducidos socialmente, de manera inconsciente para la persona, en forma de falsas memorias⁴.

    ¿Quiere decir esto que las narrativas de quien ha vivido, y los documentos que testifican lo que ha ocurrido, son mentiras? No. Simplemente no reflejan una realidad objetiva, sino la manera en que se recuerdan realidades subjetivas. De ahí que reconocer la existencia de una brecha entre una noción de realidad y una de memoria es indispensable para entender y valorar los alcances de la reconstrucción histórica, dado que, aun con sus limitaciones y de manera más que imperfecta, esta es la forma en que podemos acercarnos a los hechos pasados.

    Memoria, historia y verdad

    Quienes abordan la memoria como objeto de estudio, típicamente tratan de analizar y explicar, enomenológicamente, cómo se produce y cómo opera, y, sobre todo, cómo nuestra propia existencia inevitablemente se ve afectada por la forma en que aprehendemos el pasado, percibimos y vivimos el presente y vislumbramos el futuro⁵.

    El mundo del ser humano es el que percibe, no el mundo hipotético objetivo e incontestable. La forma más evidente en la cual la memoria afecta las percepciones del mundo es la forma como el cerebro obtiene información. Lo primero que hacemos cuando intentamos reconstruir o rememorar un hecho, un acontecimiento o una persona, es acudir al testimonio que nos proporciona nuestra propia memoria. A veces se trata de una fotografía, un objeto, un documento, un libro o una persona, pero usualmente recurrimos a aquello que se ha quedado merodeando en nuestra mente con el ánimo de hacer presente lo que ya pasó.

    Por supuesto, las personas con experiencias individuales de personas con elementos comunes, expuestas a situaciones similares, van a encontrar que sus memorias, aunque no sean iguales, se parecen. La conjunción de la memoria nuestra y la de los otros es lo que le da sustento y contenido a eso que llamamos memoria colectiva. Podemos hablar de memoria colectiva cuando evocamos un hecho que ocupaba un lugar en la vida de nuestro grupo y que hemos planteado o planteamos, ahora en el momento en que lo recordamos, desde el punto de vista de [un] grupo⁶. Se requiere para esto que al unir las memorias individuales haya bastantes puntos en común entre una y otras para que el recuerdo que nos traen pueda reconstruirse sobre una base común⁷. De ahí que la memoria colectiva se configure a partir de experiencias vividas y compartidas por un grupo de personas en un momento dado, y que pueden rememorarse en virtud del significado colectivo que tienen para los miembros del grupo. Sin embargo, las versiones de memoria colectiva de diversos grupos humanos pueden claramente divergir entre sí.

    Lo que llamamos memoria histórica, en el contexto de las sociedades que superan experiencias traumáticas de violencia, es por definición una construcción social, una elaboración que parte de lo que recuerdan los individuos, así como de documentos, y aspira a ser reconocida de forma colectiva. La memoria histórica se basa en elementos comunes de aquello que vivieron los individuos para intentar luego la reconstrucción de un mundo intersubjetivo; es decir, construido y tejido alrededor de la subjetividad de las memorias parciales. En la práctica, esa memoria histórica se construye con lo que varias fuentes corroboran, como en el periodismo, y en algunos casos se usan testimonios escritos u orales de testigos de excepción. A pesar de que el producto final estará relativamente cerca de la memoria de cada individuo que participa, no representa completa y perfectamente la memoria de todos.

    ¿La memoria histórica es entonces imaginaria? La memoria histórica es una forma de memoria colectiva, que no reemplaza la memoria subjetiva individual. Sin embargo, al igual que esta, se encuentra impregnada de subjetividad y es fragmentaria; por tanto, no puede valorarse como ‘la verdad’ de lo que pasó.

    El gran peligro de la construcción de memoria colectiva es pretender que su producto final sea un consenso de todos los miembros de una sociedad. Inevitablemente, la memoria histórica es la construcción de una versión de los hechos a partir de lo que recuerda un grupo de personas. Y, en ocasiones, las memorias compartidas por grupos de personas son contradictorias entre sí. Aun logrando crear memorias colectivas de grupos sociales, pretender que esas memorias se negocien para lograr un consenso global es absurdo. Por eso, los ejercicios de memoria histórica serán exitosos, no en la medida en que construyan una memoria colectiva única de consenso imposible, sino conforme puedan reflejar distintas versiones, algunas complementarias y otras contradictorias, de lo ocurrido.

    Esta memoria es claramente una construcción y un artefacto cultural. Por ello, podemos entender la memoria histórica como un producto cultural que, como resultado de una práctica social, contribuye a producir aquello que se llama pasado. Recordar, desde esta perspectiva, es un proceso de producción de aquel fragmento del pasado que responde a los intereses sociales, políticos, culturales, identitarios muy particularmente del sujeto individual y, preferiblemente colectivo, que recuerda. Un proceso que tiene forma narrativa, por la palabra, y también conmemorativa. Aquí las palabras son parte de los rituales codificados en los que participa la comunidad de memoria⁸. Con la realización de ese ejercicio, la memoria no solo se dota de nuevos sentidos, sino que se convierte en una herramienta transformadora del pasado y del presente, en cuanto resignifica esos dos momentos, e incluso modifica, o por lo menos trastoca, la mirada que se tiene del futuro.

    Por eso, memoria histórica no es lo mismo que verdad. Ni científica, ni judicial, ni no judicial. Las verdades científicas son siempre relativas y, sobre todo, provisionales. Nuevos descubrimientos llevan a revaluar lo que se da por sentado y cada tanto cambian los paradigmas de la ciencia. Lo que es válido hoy, no lo es mañana, y el valor de la verdad científica es contingente. La verdad judicial, por su parte, es una emanación del poder político. Quienes gobiernan hacen leyes que derivan en un sistema judicial, y los jueces establecen responsabilidades basados en ese sistema. Por eso, en el caso de las postguerras y postconflictos armados, el vencedor nunca es culpable: solo el vencido. Pero esta verdad judicial tampoco es inmutable. Cuando cambia el equilibrio de poderes en la sociedad, también cambia la verdad judicial. Es lo que hemos visto con decisiones judiciales de punto final, obediencia debida, perdón y olvido, entre otras, en las cuales los estatus de culpabilidad son revisados con el paso de los años.

    La verdad no judicial, como complemento, trata de escapar de la contingencia de las relaciones de poder, tejiendo un consenso más amplio y, en lo posible, más duradero. Por ello involucra fuerzas sociales más allá de los jueces para equilibrar la toma de decisiones. Pero las verdades no judiciales, usualmente, se materializan en esfuerzos únicos que no se repiten. Normalmente, no hay dos comisiones de la verdad. Y el riesgo es creer que un único ejercicio de verdad no judicial equivale a la verdad definitiva.

    Al no existir la posibilidad explícita de revisión, como con las verdades científicas, quien se rebela contra las verdades oficiales no tiene vías para canalizar su divergencia y, en demasiados casos, hemos visto cómo sociedades enteras quedan partidas entre distintas versiones de lo que pasó. La imposición de una verdad oficial, a pesar de intentar ser inclusiva, contribuye a la fragmentación de las sociedades.

    Si se retira la pretensión de inmutabilidad a las verdades científicas, judiciales y no judiciales, se abre el camino para preguntarse cuál es el tipo de verdad, así sea imperfecta, que puede contribuir a la superación del conflicto. Es decir, qué tipo de verdad es útil para superar el pasado de violencia, sin generar más traumas ni dividirnos profundamente; lo cual implica tomar decisiones pragmáticas sobre si queremos conocer el detalle de lo ocurrido, o reconocer de manera genérica, pero sin ambages, la existencia y las responsabilidades de los hechos. Y esa verdad será un insumo para la construcción de memorias, memorias históricas e historia.

    A la larga, se trata de crear insumos para escribir la historia. Cualquier memoria histórica, entendida como un ejercicio de historia sobre la memoria, podría escribirse con más serenidad en la medida en que quienes la construyen puedan tomar distancia. En particular, los historiadores usualmente señalan la importancia de que haya una distancia temporal, que permita que las coyunturas y los protagonistas directos tengan menos oportunidad de afectarla con su sesgo. Pero la memoria histórica en contextos de superación de conflictos es, en muchos casos, una urgencia, debe hacerse pronto, demasiado cerca aún de los acontecimientos. Al igual que los ejercicios de historia, eso no la inmuniza de la revisión permanente: la historia que contamos hoy no será igual a la de mañana, ni siquiera la que contarán nuestros hijos o nuestros nietos. Lo que escribamos hoy es un inicio y un legado, pero será revisado.

    De qué se trata este libro

    Al no tratarse de un libro de historia, sino de memoria, no existe un gran argumento sino una serie de narrativas y explicaciones parciales de por qué el conflicto armado en Colombia se desarrolló como lo hizo. Agrupando estos testimonios y explicaciones, este libro presenta dos perspectivas.

    La primera perspectiva es la de las Fuerzas Militares. En pleno proceso de profesionalización y transformación doctrinaria, los gobiernos de los años cincuenta las obligaron a convertirse en fuerzas contrabandoleriles. Fue un proceso de doloroso aprendizaje que, finalmente, les concedió una victoria estratégica. Sin embargo, el bandolerismo no era el único producto de la violencia crónica del país desde hacía décadas; simultáneamente aparecieron desafíos de grupos armados liberales, conservadores y comunistas. Las Fuerzas Militares entendían la existencia de una guerra de alcance mundial de carácter militar-ideológico, la guerra anticomunista, que se desarrollaba en Colombia sobre todo en niveles táctico y operacional. Es decir, por décadas, el Estado persiguió el fin del conflicto en el terreno sin una estrategia global militar ni político-social que incluyera, por ejemplo, la reducción de la exclusión social y política.

    En los años sesenta, diferentes intentos de plantear dichas estrategias comprehensivas fueron truncados, como fue el caso del Plan Lazo, y solo fueron recuperadas parcialmente a finales del siglo XX: primero, en los años ochenta, con una estrategia que incluía un componente político y social limitado —diálogo y Plan Nacional de Rehabilitación— y un componente militar también limitado —ofensiva contra el M-19 y el EPL—, desconectados entre sí.

    A finales de los noventa, hay una recomposición de una estrategia integral, todavía con un componente político y social limitado —de nuevo diálogo y política social—, pero con uno militar amplio y reconectado: el esfuerzo militar entendido como una estrategia para obligar a las guerrillas a sentarse a negociar. Esta estrategia dio frutos a principios del siglo XXI, y logró que las Fuerzas Militares les cerraran a las guerrillas revolucionarias la opción de la vía armada para la toma del poder.

    La segunda perspectiva que se desarrolla en este libro es la de las guerrillas. Los primeros capítulos describen una serie de grupos armados que nacen como unidades concentradas en lo táctico, nivel en el que son derrotados inicialmente. A partir de las derrotas tácticas, las guerrillas inician un ciclo de aprendizaje revolucionario, en el que mientras hay una sofisticación táctica progresiva también empiezan a diseñar estrategias para ganar la guerra. Las Farc, por ejemplo, mostraron al resto de guerrillas cómo alcanzar mayores niveles de sofisticación táctica —el uso simultáneo de autodefensa comunista y guerrilla, por ejemplo— y operativa — planes para sobrevivir y asestar golpes— que les permitiera enfrentar sistemáticamente a las Fuerzas Militares.

    El EPL, por su parte, planteó la primera estrategia para ganar la guerra y tomar el poder, la guerra popular prolongada, que buscaba involucrar a las masas en todo el territorio nacional como contexto favorable para la vanguardia militar. El M-19 refinó ese planteamiento de guerra popular al proponerlo como un esfuerzo combinado en distintos escenarios —político, social, jurídico, cultural—, con base en un plan ideológico-militar —la guerra revolucionaria—, que se desarrollaría tanto en el campo y la ciudad, con una perspectiva continental. Parte del éxito del M-19 fue darle preeminencia a lo político sobre lo ideológico para hacer llegar su mensaje a grandes sectores de la población, aunque, al final, fue derrotado militarmente, junto con el EPL, a finales de los ochenta.

    En los años ochenta, el ELN consideró, en principio, aplicar la receta prescrita por el Che Guevara para generar una insurrección de masas. Luego, en los noventa, al igual que las Farc, empezó a creer en la posibilidad real de la toma del poder por la vía militar, pero su debilitamiento a principios del siglo XXI lo hizo retornar a una estrategia con preeminencia de lo político y lo ideológico.

    Las Farc, que no fueron derrotadas militarmente en los ochenta, sino que acumularon fuerzas durante la década, daban prioridad a lo ideológico —creencias y visiones del mundo que no son negociables— y a lo militar sobre lo político —entendido como el trámite y la toma de decisiones colectivas sobre la agenda de lo público—. Luego de superar en iniciativa a las Fuerzas Militares, las Farc sufrieron en el siglo XXI una derrota estratégica que les obligó a transformarse en una organización política sin armas, decisión desatada en parte gracias al cambio de liderazgo interno.

    Este libro presenta la interacción de estas perspectivas. No se trata de legitimar las acciones, sino de entender la manera y los porqués de la forma en que desarrollaron el conflicto armado. Y esa forma, tal como se describe aquí, implicó un daño de grandes magnitudes a la población civil, la degeneración de los métodos, la contaminación con el narcotráfico y la proliferación de ejércitos privados.

    Diseño de la investigación

    Si bien otros trabajos de memoria han descrito la afectación a la población civil en el marco del conflicto armado, aún no existe un recuento sistemático de las lógicas internas de las Fuerzas Militares y las guerrillas que ayuden a explicar por qué ocurrió esta afectación. Explicar los actores armados no es justificarlos, sino ayudar a entender el conflicto que permitió que todo tipo de afectaciones sucedieran y por qué, al parecer, se han ido acabando.

    Desde el punto de vista metodológico, este es un ejercicio de memoria histórica porque reconstruye la historia como la vivieron los combatientes. En las páginas de este libro se refleja lo que ellos vieron, percibieron y recuerdan y, por eso, solo es un fragmento de memoria. En particular, describimos los hechos como son percibidos desde los archivos de las Fuerzas Militares. Para los soldados, su mundo es el de las narrativas oficiales de la institución y el de sus adversarios, las guerrillas. Por eso privilegiamos el uso de documentos que pueden ser atribuidos a la institución, más que la producción individual de miembros de las Fuerzas Militares que no refleja, necesariamente, el ambiente institucional.

    Es importante dejar claro que no somos militares contando la historia, sino terceros académicos. Esto nos permite construir una versión sin pretensiones ideológicas, pero, a la vez, nos limita en la capacidad de reflejar el sentir y la vivencia de los combatientes.

    Las hipótesis que guiaron este trabajo giran alrededor de qué factores explican la manera en que las Fuerzas Militares y las guerrillas desarrollaron su conflicto. En esa medida, exploramos cinco factores: dos endógenos, es decir, las decisiones de nivel táctico, operacional y estratégico de las Fuerzas Militares por un lado, y de las guerrillas por otro; y tres factores exógenos: el contexto político-legal; las relaciones de los actores armados con la población civil —el intento de los actores por usar a la población dentro de su estrategia, y la disposición o no de la población con relación a ellos—; y los elementos dinamizadores del conflicto como el narcotráfico, los ejércitos privados y algunos contextos socio-económicos regionales específicos.

    El valor principal de esta reconstrucción es el uso profuso de fuentes primarias inéditas, particularmente documentos militares oficiales y otros incautados a los grupos guerrilleros, todos provenientes de los archivos de las Fuerzas Militares. Si bien somos conscientes de los problemas metodológicos que cualquier trabajo con un archivo documental trae consigo, las piezas analizadas permiten reconstruir un universo de discursos y visiones en el cual los combatientes estaban inmersos. Así el acceso a estos archivos no fuera el ideal, dados los problemas de pérdida de material, incendios, inundaciones, caos archivístico e incluso recelos por parte de los encargados de los archivos, es histórico en sí mismo poder acceder y presentar una versión de la memoria histórica a partir del material revisado. De esta manera, y queremos hacer énfasis en esto, el peso principal de este libro reposa en el uso de documentos de archivos, con la inclusión de testimonios que los complementan.

    Como método de recolección de datos, hicimos una preselección de casi cuatrocientos hechos relevantes del conflicto armado, que nos permitían delimitar temporalmente y cualitativamente el tipo de archivos que era necesario buscar. Posteriormente, la estrategia de análisis consistió, en un primer momento, en la reconstrucción histórica de los hechos más relevantes del conflicto mediante los datos recabados en documentos; luego, en una discusión interdisciplinar sobre cuáles son los momentos donde hay un cambio cualitativo del contexto del conflicto armado; y finalmente, en la identificación de los elementos políticos, poblacionales, de seguridad, operacionales e históricos particulares que caracterizaron cada una de las fases del conflicto. En cuanto al estilo, hemos privilegiado, en lo posible, las voces que emergen de los documentos y algunas entrevistas recabadas, tejiendo un relato casi cronológico que narra y analiza el desarrollo del conflicto desde la perspectiva de los combatientes.

    El propósito central de este libro es presentar una memoria histórica del conflicto armado colombiano que refleje la manera en que soldados y guerrilleros lo vivieron, y contribuya a explicar el porqué se desarrolló como lo hizo. De esta manera, tratamos de entender las estrategias, operaciones y tácticas empleadas por las Fuerzas Militares y por las guerrillas para intentar derrotar a su adversario en el conflicto armado; indagamos cómo se articuló la acción de las Fuerzas Militares con las directrices políticas y marcos legales en el ámbito nacional; cuál fue el papel de la población civil en el conflicto; cuáles fueron las particularidades de la acción de los grupos armados ilegales en las regiones; en qué condiciones estaban las Fuerzas Militares para enfrentar la situación de conflicto; y qué factores históricos regionales o dinamizadores, como narcotráfico y los ejércitos privados, afectaron la acción de las Fuerzas Militares y las guerrillas. En la exploración de respuestas parciales a estas preguntas, este libro pretende contribuir a la resolución de un problema fundamental de la memoria histórica del conflicto: la inexistencia de un recuento que incorpore de manera sistemática las fuentes documentales militares y las ponga sobre la mesa.

    El punto de partida es el año 1958, en plena época de pacificación, cuando la guerra parecía amainar y el país entraba a un nuevo escenario de gobierno civil. Es obvio que el conflicto ya existía entonces, y eso nos obliga a remitirnos a elementos claves que preceden a esa fecha. Dos documentos encontrados en archivos militares nos dan luces sobre un momento clave: el día en que el Partido Comunista decidió definitivamente confrontar militarmente al Estado, situado por sus protagonistas en 1947. Aquel es el año del cambio cualitativo para los enemigos enfrentados, pues por primera vez uno de los bandos acude al uso sistemático de un aparato militar para el avance de su estrategia —la toma del poder e instauración del comunismo—, y el otro de manera automática responde mediante el uso de la fuerza legal para restaurar el monopolio estatal de la violencia, ya en desafío.

    Este libro no describe en detalle el inicio de la insurrección comunista contra el Estado colombiano, organizada desde la segunda década del siglo XX, o las dinámicas de las diferentes violencias organizadas desde entonces por otros actores —guerrillas del Llano, por ejemplo—, sino que retoma aquellos factores claves configurados en la primera mitad del siglo XX y que contribuyen a explicar la dinámica del conflicto armado entre guerrillas comunistas y las Fuerzas Militares desde el retorno de los gobiernos civiles a finales de los años cincuenta.

    A partir de entonces, los archivos permiten reconstruir una memoria del conflicto armado en la que antiguos guerrilleros deciden volver a tomar las armas contra el Estado, esta vez bajo la bandera comunista, en tanto que las Fuerzas Militares inician un lento aprendizaje estratégico, operacional y táctico de cómo enfrentar el escenario de guerra irregular desatado en los años sesenta.

    Muchas cosas quedan por decir: la descripción del costo humano de los combatientes y sus familias; la manera en que individuos y colectivos entendieron y asimilaron el contexto aquí descrito y actuaron de acuerdo con ello; y, sobre todo, el detalle de las maneras, alcances e implicaciones de la acción de soldados y guerrilleros que abiertamente decidieron en algún momento desafiar la manera de hacer las cosas, y con ello provocaron cambios decisivos en la confrontación.

    Quisiéramos que futuros trabajos pudieran acercarse con más detalle a testimonios y memorias individuales, y que enriquecieran con ello el verdadero sentir de los combatientes. Después de todo, no es este el ejercicio definitivo de memoria histórica desde la óptica de militares y guerrillas, pero es un trabajo que captura elementos que aún no están sobre la mesa. Nuevos ejercicios revisarán las tesis aquí sugeridas y en el proceso crearán nuevas memorias.

    Notas

    ¹ Véase Klein, Stan B.; Robertson, Theresa E. y Delton, Andrew W. 2010. Facing the future: Memory as an evolved system for planning future acts. Memory & Cognition 38(1): 13-22; y de los mismos autores 2011. The future-orientation of memory: Planning as a key component mediating the high levels of recall found with survival processing. Memory 19(2): 121-139.

    ² Wimber, Maria; Alink, Arjen; Charest, Ian; Kriegeskorte, Nikolaus y Anderson, Michael C. 2015. Retrieval induces adaptive forgetting of competing memories via cortical pattern suppression. Nature Neuroscience 18, 582-589.

    ³ Anderson, Michael C.; Bjork, Robert A. y Bjork, Elizabeth L. 1994. Remembering can cause forgetting: retrieval dynamics in long-term memory. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition 20, 1063-1087.

    ⁴ Patihis, Lawrence; Frenda, Steven J.; LePorte, Aurora K.R.; Petersen, Nicole; Nichols, Rebecca M.; Stark, Craig E.L.; McGaugh, James L. y Loftus, Elizabeth F. 2013. False memories in highly superior autobiographical memory individuals. Proceedings of the National Academy of Sciences 110(52): 20947-20952.

    ⁵ Al respecto véase la primera de las tres partes que componen la obra de Ricoeur, Paul 2010. La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

    ⁶ Halbwachs, Maurice 2004. Memoria colectiva. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 36.

    ⁷ Ibídem, 34.

    ⁸ Juliá, Santos 2011. Elogio de historia en tiempo de memoria. Madrid: Fundación Alfonso Martín Escudero. Marcial Pons Historia, 132-133.

    PARTE I

    1958-1978

    INSURRECCIÓN,

    BANDOLERISMO

    Y GUERRILLAS

    1964

    Durante meses, las Fuerzas Militares prepararon la retoma de los territorios de la autodefensa regular comunista del sur del país. Esperaban desarrollar una operación que se extendería hasta por cinco años. Sin embargo, la activación del Plan de Operaciones Número Dos, denominado Soberanía Gama¹, y el desarrollo de sus distintas fases, fueron acelerados debido a sucesos previstos llevados a cabo por las cuadrillas de bandoleros que venían operando a su libre capricho en estas tierras desde tiempo pasado. Las acciones que habrían precipitado la operación eran un ataque alevoso y muerte de tropas del Ejército, el asalto y muerte de oficiales de las Fuerzas Militares que cumplían una operación de rescate, el secuestro de civiles e imposición de rescate en dinero, la amenaza abierta a la institución militar, desafiándola para impedir su acción en esta zona, y el desconocimiento total de las autoridades legítimas e incitación a una pseudo-autonomía de la región, que tomó el nombre de ‘República Independiente de Marquetalia’².

    Situada en la cordillera central, el área conocida como Marquetalia se ubicaba en una porción de territorio en Planadas, Tolima, entre los ríos Ata y Rioclaro³. El área de influencia de este sitio se extendía a varias inspecciones de Tolima y Huila⁴. Según entendían las Fuerzas Militares, los graves problemas de salud de los habitantes de la zona habían sido mitigados en meses anteriores por la llegada de puestos de salud a Rioblanco y Planadas. Igualmente, persistía un déficit de educadores en las escuelas y un inapropiado abastecimiento de alimentos y víveres, los cuales, si se conseguían, resultaban costosos por el difícil acceso. La economía local se sostenía esencialmente con el cultivo de café, yuca y plátano, y la práctica de la ganadería de pequeña escala. Además de los nativos campesinos, vivían en la zona indios paeces provenientes del Cauca, que recibieron a cientos de familias desplazadas en los años cincuenta desde las zonas de Sumapaz, Génova y Villarica, incluyendo unos cuantos antiguos guerrilleros liberales y algunos descendientes de prófugos de cárceles de antiguos penales ubicados al sur del río Ata, que buscaban alejarse de las autoridades del Estado⁵.

    Precisamente, el Estado tenía poco control sobre ese territorio. Según el Ejército, la influencia de los grupos armados en la zona se traducía en que solamente pueden ejercer su acción aquellas autoridades que cuentan con el directo respaldo de la Fuerza Pública. Quien no lograba asegurar tal protección, muchas veces prefería no actuar apareciendo como un cómplice de los antisociales⁶.

    El trabajo de Manuel Marulanda⁷ y el Partido Comunista en la zona había inculcado en los habitantes apatía hacia el Gobierno y sus Fuerzas Armadas, haciéndoles ver que eran sus peores enemigos y que la única persona en quien deberían confiar era el bandolero y su fusil. Además, si a esto agregamos el continuo proselitismo y adoctrinamiento comunista mediante conferencias y propaganda muy bien dirigida, tenemos como resultado una masa con mística cimentada difícil de sustraer de su arraigado sentimiento revolucionario⁸.

    Cerca de Marquetalia, los movimientos agrarios de Riochiquito (Cauca), El Pato (entre Huila y Caquetá), y Guayabero (entre Meta y Caquetá) ya habían constituido también autodefensas armadas que desconocen totalmente la autoridad del Estado y actúan directamente bajo las órdenes de individuos de reconocida filiación comunista⁹.

    Para abril de 1964, los militares consideraban que la autodefensa comunista de Manuel Marulanda, en la zona de Marquetalia, había asumido ya una actitud ofensiva. En el área de Rioblanco, Tolima, la baja de tres miembros de autodefensas en febrero fue respondida con un ataque guerrillero a una patrulla motorizada. En abril, la banda comandada por Pedro Antonio Marín, alias ‘Marulanda’ o ‘Tirofijo’, asumió la ofensiva de manera abierta a través de una serie de actos criminales que culminaron con asalto a un helicóptero de rescate, asesinato de dos oficiales y secuestro de un piloto civil. Por contraste, en Riochiquito la autodefensa comunista de Ciro Trujillo mantenía aparente inactividad¹⁰.

    Dados esos alarmantes antecedentes, el Gobierno y el alto Mando Militar decidieron afrontar el problema para hallar la solución más favorable. La Operación Marquetalia contra la autodefensa de esa zona del sur del Tolima se describía como una acción ‘cívico-militar’, enmarcada dentro del plan general conocido como Operación Soberanía, el cual buscaba lograr la represión de los violentos y el acercamiento pacífico y ayuda proporcionada a las necesidades reinantes [de la población]¹¹.

    Entre febrero y abril de 1964, las Fuerzas Militares alistaron sus unidades de choque¹², efectuaron desplazamientos de tropa y apuraron un plan de reentrenamiento intensivo¹³. El 5 de abril de 1964, un sobrevuelo militar sobre Chaparral, Ataco, Planadas y la zona cercana a Marquetalia sería el preludio a la ofensiva que estaba por venir¹⁴. Previendo el inicio de una operación militar en su contra, Manuel Marulanda inició el reclutamiento de elementos jóvenes en toda el área de influencia y se abasteció de víveres y elementos de toda necesidad, utilizando el dinero que pagó Avianca por los pilotos secuestrados. Así mismo, se dedicó a la preparación del terreno, incluyendo [la] construcción de fortificaciones, campos minados y caletas en el interior de la selva¹⁵. En mayo, el dispositivo de tropas estaba listo para bloquear el movimiento de los comunistas en las áreas de Marquetalia y Riochiquito¹⁶.

    El Plan Soberanía Gama debía conducir a la captura o muerte de los principales jefes guerrilleros comunistas que operaban en esa región del sur del Tolima; es decir: Jaime Guaraca, Hernando González, Isauro Yosa (Mayor Lister), Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda), Isaías Pardo, Darío Lozano, Ciro Trujillo, Rigoberto Lozada y otros más que desde tiempos de la guerra en Villarrica se habían asentado en esa escarpada y húmeda región ubicada sobre la cordillera central, en el sur del departamento de Tolima. Los avances efectuados hacia la zona habían estado acompañados de enfrentamientos armados y de consecuentes bajas para ambas partes. Aunque altamente entrenados en la guerra contraguerrillera, y a pesar de contar con ametralladoras, fusiles, carabinas, granadas de mano, morteros y abundante munición, los militares no conocían el terreno en el que se movían, y ello sin duda jugaba en su contra. Por esa misma razón, y en tanto que la movilización por tierra había resultado agotadora para los militares, los comandantes de la operación decidieron incursionar por vía aérea. Efectuaron un masivo y sorpresivo desembarco de tropa valiéndose de los helicópteros que pocos años antes habían adquirido los militares y de algunos aviones que se encargaron de efectuar ametrallamientos sobre la zona, con el fin de que los guerrilleros no les dispararan a los soldados cuando estos pisaran el terreno¹⁷.

    Las tropas de cada uno de los batallones involucrados fueron entrenadas minuciosamente en patrullaje, control del área, censo de población y otras tantas cuestiones que revestían especial interés para el desarrollo de la misión. El Ejército había acopiado información diversa relativa a las guerrillas que operaban en la zona, y con base en ella había diseñado varios planes con el ánimo de contrarrestar el accionar de los insurgentes¹⁸. La concentración de las tropas en sus respectivas jurisdicciones y áreas de operaciones debía efectuarse con toda rigurosidad, y los comandantes de todas las unidades debían verificar previamente la situación de salud, moral y entrenamiento de los soldados¹⁹.

    Para mayo, el Ejército calculaba que en el área de Marquetalia se distribuían de trescientos a cuatrocientos combatientes de autodefensa comunista al mando de Manuel Marulanda y el Mayor Lister, repartidos en unos siete grupos, armados con fusiles, ametralladoras, subametralladoras, carabinas, pistolas, revólveres, escopetas, granadas y bombas caseras. Para asegurar que todos sus hombres estuvieran preparados, Marulanda esperaba la llegada de setenta fusiles, y había comprado raciones de fríjol, panela y maíz. Además, la inteligencia del Ejército calculaba la presencia de unos 225 combatientes en la zona de Rioblanco, otros 150 en Riochiquito, al mando de Ciro Trujillo, y cien más en las zonas de El Pato y Guayabero, al mando de Richard, Diamante y Camargo²⁰. El Ejército calculaba que Ciro Trujillo y su grupo podrían mantenerse al margen de una operación en Marquetalia siempre y cuando la región sea objeto de un tratamiento adecuado por parte del Gobierno en lo que hace relación con construcción de vías, puestos de salud, escuelas y en general de todas aquellas de beneficio común. En su concepto, la actitud asumida por Riochiquito puede inclinar la balanza favorable o desfavorablemente con relación a la operación Marquetalia²¹. Pese a este diagnóstico, los grupos de El Pato y Guayabero se decantaron por un apoyo irrestricto a Marulanda en caso de ataque, e incluso propusieron intentar una intervención armada inmediata que evitara que, después de Marquetalia, las Fuerzas Militares se volcaran sobre ellos²².

    La alimentación de los miembros de estos focos armados comunistas, evaluaba el Ejército, es muy pobre, a base de carne seca, plátanos y yuca. Últimamente han adoptado el sistema de llevar alimentos enlatados, especialmente sardinas, leche en polvo y carnes. A pesar de esto son de una gran resistencia física y están acostumbrados a vivir en la intemperie en caletas que ellos mismos construyen²³.

    La Operación Marquetalia tenía cuatro etapas: concentración de tropas; aislamiento del objetivo asignado; cerco y destrucción de este último; y consolidación final. Para ello, las Fuerzas Militares esperaban desarrollar acciones de inteligencia y

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