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La literatura testimonial como memoria de las guerras en Colombia: Siguiendo el corte y 7 años secuestrado
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La literatura testimonial como memoria de las guerras en Colombia: Siguiendo el corte y 7 años secuestrado
Libro electrónico294 páginas12 horas

La literatura testimonial como memoria de las guerras en Colombia: Siguiendo el corte y 7 años secuestrado

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En este trabajo se analizan dos libros testimoniales sobre las guerras en Colombia, "Siguiendo el corte" y "7 años secuestrado". Estudiados como memoria, discurso testimonial y narración, se evidencian entre los textos diferencias y puntos de encuentro. Los dos condensan la subjetividad de algunos testigos representativos que, desde diversos lugares de enunciación y ubicaciones temporales, narran su experiencia en medio de diversas guerras. Las obras así analizadas y complementadas con otras referencias testimoniales, periodísticas y académicas, se ubican en otras discusiones "extratextuales" relacionadas con la memoria, el conflicto y la literatura testimonial en Colombia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 ago 2016
ISBN9789588947709
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    La literatura testimonial como memoria de las guerras en Colombia - Jorge Eduardo Suárez Gómez

    25.

    1. Perspectivas teóricas

    En este trabajo se analizan y se comparan 2 libros testimoniales sobre la violencia política en Colombia. Este tipo de textos se pueden estudiar a partir de diversas disciplinas y perspectivas teóricas, ya que, como fenómeno social, es multidimensional. La memoria, el discurso literario, la historia, la narración política, el objeto cultural —entre otras— son los registros a partir de los cuales se desarrollarán los textos.

    1.1. Los binomios de la memoria

    En este texto una de las dimensiones centrales es la memoria. Hay una serie de binomios que dan cuenta de la complejidad de este fenómeno: memoria individual/memoria colectiva, memoria/testimonio, recuperación/usos de la memoria, usos literales/usos ejemplares, producción/recepción, memoria/historia, memoria/olvido, memoria/identidad, políticas de la memoria/memorias de la política, memoria histórica/memoria social, lugares/depósitos de memoria, entre otros. Múltiples perspectivas teóricas pueden intervenir para analizar estas dimensiones: antropología, sociología, ciencia política, filosofía, historia, análisis del discurso.

    De estos binomios —que en ocasiones se convierten en dicotomías— voy a destacar algunos que brindan elementos importantes para el análisis de la memoria en los libros testimoniales.

    1.1.1. MEMORIA E HISTORIA

    Dice Nora Rabotnikof que el debate entre historia y memoria, que pareció agotado en varias ocasiones, se reabre intermitentemente cada vez que se afirma que la historia como historiografía no puede dar cuenta de los acontecimientos traumáticos del pasado, o que la memoria, por su régimen temporal, por el carácter vívido de sus imágenes, por su dificultad de expresión razonada, se opone frontalmente a la historiografía como disciplina especializada.¹ En este debate la historia se ha asociado a la objetividad, la verdad y la ciencia; mientras que la memoria se relaciona con lo emotivo, lo falso y lo subjetivo. Con señalar esto no estoy argumentando desde una posición anticientífica y memorial en contra de las pretensiones de veracidad de la historia.

    Estas diferencias se explican por la forma en que se relacionan cada uno de los términos del binomio con la verdad. Mientras en la memoria el testigo pretende que se le crea porque estuvo ahí, en la historia hay una búsqueda de la verdad que no consiste tanto en revivir el pasado tal y como sucedió sino en explicarlo, en construir verdades parciales y en continuo movimiento, en revisión constante.² La memoria produciría recuerdos y la historia conocimiento.

    Si en el siglo XIX la historia privilegió la fuente escrita, a partir del auge de la historia oral, en la segunda mitad del siglo xx, se revalorizó la memoria como fuente.³ De acuerdo con Allier, esta tendencia pretendía privilegiar los testimonios orales en la escritura de ciertas historias que no parecían contar con otro tipo de fuentes documentales.⁴ Wachtel afirma, al respecto de las relaciones de este binomio, que el uso que le han dado los historiadores a la memoria parece ser, en primera instancia, documental: busca obtener información de testigos vivos para complementar o incluso reemplazar los datos proporcionados por las clásicas fuentes escritas.⁵

    Wachtel señala que frecuentemente los textos de historia oral empiezan aclarando las dudas que se ciernen sobre la credibilidad del documento oral y manifestando las condiciones que la memoria puede y debe llenar a fin de satisfacer las demandas de la historia científica.⁶ Esta necesidad de justificación indica, para este autor, que la memoria sigue pareciendo una herramienta problemática desde el punto de vista de los criterios científicos. Desde esta perspectiva, solo es posible usar la información brindada por la memoria con la condición de que sea sometida a un examen cuyo principio no es fundamentalmente diferente al de la crítica tradicional: crítica textual, confrontación con otra evidencia y otros tipos de documentos.⁷

    Este carácter inadecuado que sigue teniendo la memoria para la historia se explica, según el historiador francés, porque tiene una cualidad particular que la distingue de todos los demás documentos: su carácter retrospectivo y fluido. No produce datos fijados definitivamente en un momento del pasado, que se han mantenido absolutamente intactos [...] No hay memoria pura, solo recuerdos: la memoria siempre parte del presente para retroceder en el tiempo.

    Por el camino de la incorporación de la memoria como fuente se llega a procesos interesantes para la historia, como el surgimiento de una historia de la memoria. Rabotnikof afirma que la historia oral, los relatos de vida, y la palabra de los actores han sido revalorizados en la práctica de la historiografía. Tal vez, su valor cambia: de la importancia en el establecimiento de hechos se pasa a valorar la narración de una experiencia o incluso, en forma más elaborada, como una contribución a la historia de la memoria.⁹ De la descripción de algunas de las tensiones entre este binomio, resalta la caracterización que se hace de la memoria: retrospectiva, fluida, sin fijación, producida desde el presente. Esto, a diferencia de la historia, que situé en el lugar de enunciación de la ciencia.

    1.1.2. MEMORIA Y TESTIMONIO

    El proceso de valorización de la historia oral y las historias de vida que se inicia en la segunda mitad del siglo XX, se relaciona con otro de los binomios que se han planteado para decantar las características de la memoria. Me refiero al auge de los testimonios y de la memoria que caracteriza la cultura global contemporánea.

    Tal es la importancia que se le concede actualmente a los testimonios de hechos extremos, que algunos hablan de la era del testigo. Huyssen afirma que la cultura de la memoria se intensificó en Europa y en Estados Unidos a comienzos de la década de 1980, impulsada principalmente por la discusión pública sobre el Holocausto. Para finales de la década de 1990, este autor habla de un proceso de globalización del discurso del Holocausto, suceso que ha devenido en "tropos universal del trauma histórico".¹⁰ Según este autor, tal es el auge de la memoria que puede hablarse de una obsesión cultural de monumentales proporciones en el mundo entero.¹¹ Los indicadores más visibles de este fenómeno serían la preocupación por el patrimonio, los monumentos, los museos, las conmemoraciones, entre otros.

    El auge de esta cultura surgida en Europa y Estados Unidos no es el único factor que fomenta la obsesión memorial contemporánea. América Latina también fue epicentro y punto de recepción de otros auges testimoniales en la segunda mitad del siglo XX. Puede citarse el que surge a raíz de la necesidad de tramitar el pasado violento después de dictaduras militares y guerras civiles, centradas inicialmente en el Cono Sur y Centroamérica. Este auge memorial se presentó inicialmente en medio de procesos de transición a la democracia, adquiriendo una inflexión más explícitamente política que el giro hacia el pasado.¹²

    En este proceso latinoamericano, los testimonios no reproducían completamente el tropos universal. Este auge memorial transicional surgió en momentos en que el discurso del Holocausto apenas comenzaba a globalizarse —década de 1980— por lo que su influencia no es tan grande aún. Estos discursos de la memoria en el fondo siguen ligados a las historias de naciones y estados específicos.¹³

    La primera experiencia de este tipo fue en Argentina, y en ella es clara la inflexión política y el carácter nacional que adquieren los testimonios recolectados por la CONADEP,¹⁴ en la medida en que los testimonios sirvieron para conformar una ‘memoria colectiva’ sobre el pasado reciente que pudiera ser compartida y discutida en el espacio público; [...] para escribir la historia de la pre-dictadura y la dictadura. En un tercer momento, los mismos testimonios han servido como base para los juicios iniciados contra los militares.¹⁵

    Dutrénit y Varela hablan del caso argentino como la transición inaugural, en la que se dieron una serie de decisiones atinentes a los delitos de lesa humanidad con repercusiones de mediano o largo plazo en los otros países del Cono Sur [...] hasta convertirse en uno de los referentes más trascendentes a nivel internacional sobre el tema —ya no el de los juicios de Núremberg y Tokio.¹⁶ La experiencia particular que se llevó a otros contextos locales no fue la del trauma del Holocausto, sino la de la transición a la democracia.

    Otra tendencia en la que puede identificarse la centralidad que adquirió el testimonio, es en la historia oral. De acuerdo con Wachtel, la historia oral es algo más que una nueva técnica. Para Wachtel, el objetivo de este tipo de historia es "salvar el mundo de la gente común —los dominados— del olvido, con la ayuda de testimonios orales: ya que ‘la iniquidad persiste más allá de la muerte en la iniquidad de la conservación de los recuerdos’".¹⁷

    En cuanto a los orígenes de esta tendencia, dice Joutard que los historiadores estadounidenses fueron los primeros en rehabilitar el documento oral¹⁸ en 1934-1935. De Estados Unidos la historia oral emigra en la década de 1970 hacia el resto del mundo, generando asociaciones y programas académicos en Canadá, Australia, Israel, México, Argentina, Brasil y Perú.¹⁹

    La historia oral en América Latina devino en literatura testimonial. De esta se puede decir que es un discurso donde existe una relación estrecha entre un suceso histórico de naturaleza popular, su respectiva narración a través de un ‘protagonista ‘fiable’, y la presencia y función del ‘gestor’ del discurso.²⁰ Algunos ubican a Cuba como impulsadora de esta tendencia en la región. El escritor cubano Miguel Barnet, además de hacer literatura testimonial, sistematizó sus reflexiones y propuso unos lineamientos que, de acuerdo con García, fueron seguidos por la mayoría de los críticos de la literatura de testimonio.²¹

    1.1.3. MEMORIA INDIVIDUAL, MEMORIA COLECTIVA

    Esta discusión está asociada contemporáneamente al nombre del sociólogo francés Maurice Halbwachs, que fue discípulo de Durkheim y Bergson. Hasta antes de su trágica muerte en el campo de concentración de Buchenwald en 1945, Halbwachs logró llevar el debate de la memoria al campo de la sociología, es decir, fue más allá del problema bergsoniano, y freudiano, del inconsciente psicológico individual, al convertirlo en una memoria colectiva de grupos actuales: una memoria o consciencia colectiva que surge con lo que él denomina como ‘pensamiento social’.²²

    El sociólogo francés no negaba la facultad humana de la memoria individual, sino que hacía énfasis en su proceso de constitución social, por eso afirmaba en sus últimos escritos que en la medida en que el individuo se encontraba en presencia de varios grupos sociales, su memoria individual se hallaría en consecuencia en la confluencia de varias memorias colectivas.²³ Desde esta perspectiva, solo se recuerda como miembro de un grupo social.²⁴

    Es interesante cómo lo colectivo está asociado a grupos que no son tan amplios como la nación. De acuerdo con Halbwachs, si bien los individuos participantes en memorias colectivas pertenecen sin duda a ese grupo amplio que es la nación, los grupos intermedios actúan ‘mucho más directamente sobre la vida y el pensamiento de sus miembros’ que la nación, cuya historia sólo tiene algunos puntos de contacto con la historia de los individuos.²⁵ De la distinción entre colectivos sociales y nación, se desprende para Halbwachs la diferencia entre historia y memoria. Mientras la primera es una al igual que la nación, la segunda es múltiple, por eso puede haber tantas memorias como grupos.

    De acuerdo con Halbwachs, esta memoria colectiva está constituida por una corriente de pensamiento continuo, de una continuidad que no tiene nada de artificial, ya que del pasado solo retiene lo que aún queda vivo de él.²⁶ Lo contrario afirma de la historia: el historiador ‘puede realizar su obra solo a condición de colocarse deliberadamente fuera del tiempo vivido por los grupos que asistieron a los acontecimientos, que tuvieron contacto más o menos directo y que pueden recordarlos’. La historia [...] forja ‘una duración artificial que no tiene nada de realidad para ninguno de los grupos de los que se tomaron prestados los acontecimientos’.²⁷ La historia para Halbwachs está circunscrita a un pasado, mientras que la memoria lo estaría al pasado presente. Esta diferencia explica que la memoria de una sociedad se extienda hasta donde puede, es decir, hasta donde alcanza la memoria de los grupos que la componen, lo que casi siempre está limitado a la duración de la vida humana.²⁸ Cuando se extinguen los colectivos ya no hay quien mantenga viva esa corriente, por lo que se pierde su memoria.

    Desde esta perspectiva, no son necesariamente hechos los que se fijan en la memoria, sino formas de ser y de pensar, que son llamados por Halbwachs marcos sociales. Explicando estos dice: los marcos colectivos no se reducen a fechas, nombres y fórmulas, representan corrientes de pensamiento y experiencia en las que solo encontramos nuestro pasado porque ha sido atravesada por ellas.²⁹

    Es interesante, en la propuesta de Halbwachs, cómo introduce en los debates de la memoria la dimensión espacio-tiempo. Incorporando esta perspectiva, los marcos sociales son una especie de medio artificial, ajeno a todos estos pensamientos personales, que los engloba, un tiempo y un espacio colectivos, y una historia colectiva. En estos marcos es donde se unen los pensamientos de los individuos, lo cual supone que cada uno de nosotros dejaría de ser él mismo por un momento.³⁰ Presentada así, es visible en la propuesta teórica del francés una fuerte influencia de Durkheim y su idea de consciencia colectiva.

    1.1.4. RECUPERACIÓN Y USOS DE LA MEMORIA

    Otros binomios útiles para destacar son recuperación/usos de la memoria, usos literales/usos ejemplares. Contemporáneamente, la memoria tiene mucho prestigio. Cuando se habla de recuperar la memoria de las víctimas de totalitarismos, dictaduras militares, gobiernos autoritarios o guerras civiles, muy pocos discuten la conveniencia del derecho a la memoria.

    Todorov dice al respecto que cuando los acontecimientos vividos por el individuo o por el grupo son de naturaleza excepcional o trágica, tal derecho se convierte en un deber: el de acordarse, el de testimoniar.³¹ Es célebre la experiencia de Primo Levy, sobreviviente de los campos de concentración y posteriormente escritor, quien acuña el concepto de deber de memoria para explicar la necesidad psicológica y moral de hablar en quienes habían compartido una parte de experiencia con los que no habían sobrevivido: los ‘salvados’ debían rendir tributo a los ‘condenados’.³² Recordar es importante, además, porque de ahí dependen nuestras convicciones, sentimientos e identidades —individuales y colectivas. Este sería el primer paso de la memoria.

    Lo que se dice del primer paso de la memoria no es tan sencillo de formular frente al segundo momento de la memoria, es decir, su utilización y en consecuencia, del papel que el pasado debe desempeñar en el presente.³³ Hay deber de recuperación pero no de uso, ya que sus posibilidades son variadas. Este segundo proceso de la memoria está sometida a la voluntad de los testigos: las víctimas-sujetos determinan los usos de la memoria.³⁴

    Todorov habla de diversas formas de reminiscencia:

    El acontecimiento puede ser leído de manera literal o de manera ejemplar. Por un lado, ese suceso [...] es preservado en su literalidad (lo que no significa su verdad), permaneciendo intransitivo y no conduciendo más allá de sí mismo [...] O bien, sin negar la propia singularidad del suceso, decido utilizarlo, una vez recuperado, como una manifestación entre otras de una categoría más general, y me sirvo de él como de un modelo para comprender situaciones nuevas, con agentes diferentes. [...] Se podrá decir entonces, en una primera aproximación, que la memoria literal, sobre todo si es llevada al extremo, es portadora de riesgos, mientras la memoria ejemplar es potencialmente liberadora.³⁵

    El uso literal convierte en insuperable el acontecimiento del pasado y es el que cotidianamente se conoce como memoria. El uso ejemplar, en cambio, permite utilizar el pasado con vistas al presente y aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas para luchar contra las que se producen hoy día.³⁶

    En los testimonios de las guerras colombianas, insertas en la literatura testimonial, puede vislumbrarse la dialéctica entre usos literales y ejemplares propuesta por Todorov.

    1.2. La configuración de las memorias de la guerra

    1.2.1. IMPRESIÓN DE LOS FACTORES SINCRÓNICOS Y LOS EFECTOS DIACRÓNICOS EN LAS MEMORIAS DE LA VIOLENCIA

    Desde esta perspectiva, puede entenderse cómo se imprimen en la conciencia e influyen en la rememoración, diversos elementos que no impiden que el testigo pueda imprimirle a sus palabras múltiples sentidos. Factores sincrónicos, efectos diacrónicos a los hechos extremos y sentidos explícitos o mimetizados, son elementos que constituyen el acto de narrar recuerdos extremos del pasado.

    Entre los factores sincrónicos, Koselleck habla de las vivencias inmediatas de las guerras, que pueden ser tantas como personas. Estas vivencias presentan puntos comunes que cabe clasificar como situaciones típicas. Dice el historiador alemán que en todas las vivencias hay semejanzas y aspectos comunes que generan disposiciones similares de conciencia. Se puede hablar entonces de acontecimientos estructurados o de estructuras de acontecimientos que llevan a configuraciones de conciencia semejantes.³⁷

    Factores sincrónicos también son, de acuerdo con Koselleck, las numerosas condiciones de socialización que influyen en la conciencia, ya desde el periodo anterior a la guerra. Actúan como un filtro previo a los acontecimientos y vivencias propios de la guerra.³⁸ Se puede decir que existen configuraciones similares de la conciencia en vivencias comunes asociadas a la guerra, pero la conciencia tiene influencias anteriores por motivos de pertenencia a una comunidad lingüística, a una religión, a una cultura, a una ideología, a una unidad política, a un grupo de edad y/o a una determinada clase social.

    Además del tipo de vivencias anteriormente señaladas, Koselleck distingue aquellos factores específicos condicionados por la guerra, aquellos que únicamente se han podido experimentar en la guerra. [...] Por ejemplo la conciencia se ve afectada de distintas maneras según haya estado dominada por funciones de mando o de obediencia.³⁹

    Teniendo en cuenta todos estos elementos sincrónicos, el autor se pregunta cuáles tienen más peso: de lo que se trata es de determinar la diferencia que existe entre la influencia de las experiencias bélicas y el peso de las condiciones sociales, en la configuración de la conciencia de la guerra, que, para este trabajo, se plasma en testimonios escritos.

    Cuando las guerras terminan quedan vivos sus efectos. Desde esta perspectiva, las consecuencias de la guerra [...] conforman, condicionan y canalizan la propia memoria de la guerra, en definitiva, pueden modificarla.⁴⁰ Como ejemplo de esto está la distinción entre vencedores y vencidos, que supone una clara diferencia que canaliza de manera distinta la capacidad y el proceso de la conciencia. Existe una gran diferencia entre morir por una causa perdida o por la victoria, también para los supervivientes.⁴¹

    Lo anterior permite concluir a Koselleck que los factores que configuran la conciencia pueden ser, por tanto, variados: proceden del período prebélico, de un pasado anterior o también de las consecuencias de la guerra que continúan modificando la conciencia.⁴²

    Estas diversas configuraciones de la conciencia de la guerra generan la posibilidad de que se presenten memorias de distinto tipo y con distintos sentidos, con respecto al mismo hecho. Pero también dan la posibilidad de que se presenten ciertas repeticiones. Aunque se podría decir que hay cierta autonomía para la elección de los usos de la memoria, hay algunas influencias que se convierten en estructuras de repetición que se expresan en el lenguaje. De esta forma, se podría argumentar que las personas están contenidas o instaladas, en estructuras previas que se repiten, sin ser jamás idénticas a estas estructuras previas.⁴³

    El análisis sobre los factores que influyen en la configuración de conciencia de la guerra —y su expresión en el testimonio— permiten entender cómo el discurso de los testigos se convierte en un nexo entre lo individual y lo colectivo, y entre pasado y presente. Esto lo explica Jelin cuando se refiere a la relación entre hechos traumáticos y la capacidad de representarlos: al tener este fundamento discursivo, y al depender de marcos narrativos existentes en una cultura, la cuestión del testimonio vuelve a un plano donde lo individual y lo colectivo se encuentran. La memoria —aún la individual— como interacción entre el pasado y el presente, está cultural y colectivamente enmarcada, no es algo que está allí para ser extraído, sino que es producida por sujetos activos que comparten una cultura y un ethos.⁴⁴

    La memoria entonces, aunque se presenta como individual, tiene un carácter colectivo, el cual se refuerza por la mediación del lenguaje, como lo destaca Blair: Si entendemos la memoria como un proceso que debe estar mediado por el lenguaje, esto es, a través de recuerdos y olvidos que se ponen en palabras para crear la memoria, sólo sería posible pensar la memoria como proceso colectivo y social.⁴⁵ Si antes se habló con Halbwachs de memoria colectiva, habría que adicionarle el adjetivo de discursiva.

    Los elementos sociales discursivos presentes en

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