Poeta que no entiende futbol: El principio del final
Por Adriana Bernal
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Poeta que no entiende futbol - Adriana Bernal
Previo al partido
(Entre el calentamiento y el vestidor)
Silencios. Palabras. Acciones. Pensamientos. Una cancha vacía. Un vestidor ordenado con el uniforme listo. A modo. Los vendajes y el masaje. Podría ser ésta la historia de la espera. Al silbatazo inicial. Al silbatazo final. El vuelco. A la vida. A un torneo. A una Copa. A un Mundial. Fantasmas en las gradas. Casualidad que se hizo historia. Luego memoria. Que se niega a ser olvido. Recuerdos de un instante. Instantáneas de un recuerdo. En la duda. En la poesía de una jugada. Su mirada. Pasión. Vestido en las ropas de su cuerpo, el mío, insaciable y trémulo, deambula entre el tiempo y el espacio. Pasto y cal. Sin sonido local. Pasos en falso. Chanfles. ¿Puede nombrarse lentamente la pasión? ¿Pronunciarse? Repetir su nombre. Cadencia y melodía. Ritmo. Buscarle. Como se busca al Gol. Su grito. Y desfogue. Delirio y deseo. En el mundo que es redondo. De amores y amantes. De estrategias y tácticas. Menos Benedetti y más Valdano. Las esferas. Los balones. Ciclos. Escapes. Tiempo regular. Tiempo cumplido. Tiempo extra. Penalties. Y entonces el futuro en un volado. El mundo gira y lo mueve una pasión: el futbol. El placer. La pelota que se escabulle al terreno de juego. Galeano. Árbitros. García Galiano. Banderines. Juan Villoro. Tarjetas amarillas o rojas. Pérez Gay. Senderos que se abren que bifurcan, que desaparecen. En una frase. En una caricatura. En la trama de un cuento breve. Fontanarrosa. El gran Fontarrosa. O ciertas voces incompletas. Frustraciones. Dolores. Triunfos que a poco saben, pero mitigan. El fraude del mejor. La pulsión del triunfo. El amor a una camiseta. Sacheri. Frases a medias. Hacerle el amor a la pelota. Hacerle el amor a la vida. En sentido de amar. Levantar la Copa. Esa que se mira y no se toca. Alcanzar el gran amor. La alineación ideal. De 11. De 12. Porque el hincha o aficionado, suma. Cuenta. Descuenta. La alineación ideal. De a dos. Con dos. El vínculo. Posible y deseable. O Desvincularse. O desmarcarse. Con noventa minutos por delante. O sin éstos. Dos pensamientos. Dos vidas. Dos nombres. Dos rivales. Dos equipos. Una cancha. Uno que otro villamelón. La vida. Distintas formas de reventar un balón para meterlo en el arco. El placer dolorido de vivir. Jugar de local o de visitante. Butragueño. A diario, nos jugamos el partido de nuestra vida. Maradona. Hasta endiosarlo. A veces, apenas y se ha hecho el reconocimiento de cancha. De pronto el recuerdo. Otra vez, recordar que recuerdo. La estética estática de este presente que me lleva a buscarle. Al balón. A la pasión. Al grito en las gradas. A su sonrisa. Ahí entre símiles. ¿Es la experiencia vivida un partido amistoso? No saber leer las jugadas del equipo rival o ignorarlas, nunca ha ido para bien. Ni del juego. Ni del negocio. Ni del aficionado. Ni de los jugadores. Apenas y se es capaz de trazar algunas jugadas de pizarrón. ¿Funcionarán? ¿Será apropiada la cancha? ¿Tiene claro el timing ? A veces, el partido ha acabado ya. Y ni se ha enterado uno. Dijo alguien, nunca jamás. Hugo Sánchez. Labor de equipo. Genialidad. Messi. Encuentro. Desencuentro. Escribir. Dibujar una historia en el papiro de tu cuerpo. Trazar una jugada en el césped natural. Con la hume-dad necesaria para que corra el balón. Driblar. Ir hacia la media cancha. Bailar el esférico. Entregártelo. La pelota está ahí, al centro. La pluma está ahí, sobre el papel. Nervios e inspiración. Deseo. Aficionados protagonistas. Un poeta que entiende futbol. Al menos un instante. Un momento de vida. Una ráfaga que atraviese desde un cuarto de cancha. Sin barrera. Directito al segundo palo. Imparable. Ir hacia el gol. Pensar en otro tiempo. Han pasado cuatro años. De espera. De ausencia. De sequía. Emoción efímera. Colectividad. Compañerismo. Se llora el triunfo. Se goza. Se llora la derrota. Se goza. La del rival. Y viceversa. Con la víscera. Para volver a casa. Juntos. Casualidad que hace historia. Memoria. A la espera. A la espera del marcador final que nos dé, por fin, el pase a la siguiente ronda. ¿Para qué vive si no, un aficionado, si no es para vivir el siguiente Mundial? Éste es mi Mundial. O no.
El Chilaquil
Bolaños
Él sabe que ha perdido el toque. En un futbolista puede considerarse el principio del fin. Peor que un esguince de tobillo pasado por alto. Sí, el bajo rendimiento, no cooperar en los triunfos del equipo, y una larga lista a raíz de este hecho, en el inmediato se traduce en pocos minutos en el terreno de juego –cada vez menos– hasta llegar a la no alineación; ésta, da pie a charlas complejas con la Directiva, entrenamiento con el equipo B, castigos de los patrocinadores, baja en