¿De dónde nació su afición por el fútbol?
Toda la vida fuimos gente de futbol. Desde muy niños, mi padre nos llevaba al estadio; no existía el Azteca todavía. Jugamos futbol prácticamente toda la vida. Yo tuve la suerte de entrenar una época con un equipo en Pumas que se llamaba la Reserva Especial; después dejé de jugar porque entendí que no era por ahí. En ese momento yo tenía 19 años y ya había sido aceptado en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). Entré en 1976 a la universidad y al poco tiempo me inscribí en el curso de arbitraje al que me invitó Arturo Yamazaki, una gloria del arbitraje de aquel tiempo. A la mitad del curso nos pusieron a arbitrar en ligas muy difíciles. Yo debuté en una liga que se llama la Invernal de Guadalupe; le decían la Infernal de Guadalupe. Imagínate la clase de concurrencia; y a partir de ese primer partido, de ese primer roce con el fútbol amateur, que me fue muy mal, estuve a punto de dejar de arbitrar porque me dio mucho coraje, mucha rabia. Posteriormente me propuse aprender a arbitrar; no sé si lo logré, pero ya de ahí en adelante me eché 22 años.
■ Durante tu formación como estudiante de Derecho en la unam, ¿tuviste algún acercamiento con el Derecho deportivo?
No. En esa época mi obsesión era terminar la carrera de Derecho y mi carrera de árbitro, que duró un año. Después empecé a arbitrar a nivel profesional y a trabajar, porque en aquel tiempo yo hacía esas tres cosas: trabajaba en un despacho de Derecho laboral, arbitraba en segunda o tercera división, de banderita en primera, y aparte tenía el deseo de convertirme en abogado. Entonces no tuve ningún acercamiento con el Derecho deportivo, ni creo que estuviera en boga en aquel tiempo; si en la actualidad es complicado encontrar atisbos de Derecho deportivo, en aquel tiempo prácticamente estaba en pañales.
■ Tu debut como árbitro fue en 1983. ¿Cómo te sentiste?
Uno llega con mucha ilusión, pero también habiendo pasado por un montón de cosas. En aquel tiempo se tenía una gran ventaja: el árbitro debía ser especialista en árbitro central y juez de línea o asistente. Prácticamente durante cuatro años yo salía de asistente de juez de línea en un partido de primera división. A lo mejor el viernes en el Azteca y el domingo en Veracruz pitaba un partido de segunda división, que era una liga muy brava, lo que me permitía tener un gran bagaje, pues salía con