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Cada día fútbol: Cada día fútbol
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Libro electrónico114 páginas1 hora

Cada día fútbol: Cada día fútbol

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Como todo libro te invito a ser parte de una historia, la cual comienza hace varios años perdiendo el miedo al ridículo, soltando los dedos sobre el teclado y dejando fluir una combinación de sustancias, presentes en todas las páginas de este libro.

Primero, un deporte, el fútbol. Añades un elemento, la pelota. Aparece un sentimiento, la pasión y, por último, un regalo llamado vida. Todo ellos se juntan en los relatos que encuentras en estas páginas, reforzando aquella hermosa relación entre la pelota y la vida, que tantos sentimos en cada día que vivimos.

Te encontrarás con cracks de blanco y negro y otro más a todo color, conocerás partidos irrepetibles y gestas que desafían la lógica del más optimista. Historias del corazón, de goles a todo pulmón, de muerte y pena o cargadas de alegría, superación o sueños cumplidos, pero por, sobre todo, de la vida misma y como el fútbol se las arregla para ser una parte más de ella.

Cada uno tiene una historia para contar y aquí encontrarás a varios protagonistas dispuestos a pegarte a las hojas para conocer la suya. Y quien sabe, tal vez, encuentres algo de mía y, porque no, de la tuya.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 jul 2015
ISBN9789564062488
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    Cada día fútbol - Felipe Paredes Dodero

    Pitazo inicial

    La Lazio de las pistolas

    La Lazio cae en los potreros. La serie B albergará a las águilas romanas, luego de una campaña decepcionante, que los condenó a la categoría de plata del Calcio italiano.

    Los directivos decidieron traer un nuevo entrenador, pensando en el ascenso. Tommaso Mastrelli, viejo zorro tano, fue el elegido para emprender la misión retorno y devolver el equipo al lugar al que siempre había pertenecido.

    Mastrelli llega a domar a un grupo de locos, amantes de las pistolas y los revólveres, que luego de cada entrenamiento no encontraban nada mejor que ir a dispararle a latas, botellas o lo que se les cruzara por delante.

    La serie B no fue problema. Entre petardos y balazos obtuvieron el subcampeonato y el ascenso, volviendo al Panteón de los campeones. Sin embargo, las rencillas al interior del plantel mostraban un equipo divido, al punto de tener que usar dos camarines distintos para los entrenamientos. Pobre de aquel que se fuera a equivocar de vestidor.

    En la semana eran dos grupos. Uno guiado por Giorgio Chinaglia, delantero estrella y crack del equipo, y otro por Luciano Re Cicconi, firme y calmo zaguero. Ni en la mesa se cruzaban miradas. Te metías con uno, te metías con su grupo completo. Tal era la rivalidad, que los tiffosis acudían en masa a ver los partidos de entrenamiento, donde las patadas volaban, en vez de cartuchos, al enfrentarse ambos grupos.

    Dos bandos irreconciliables fuera del césped, pero dentro de él, la cosa cambiaba y si había que defender al otro, caían como perros hambrientos a proteger a su compañero. No había diferencias vestidos de corto y con la camiseta celeste en el pecho.

    En su primera temporada en primera quedaron a las puertas de la gloria. En la segunda, Mastrelli no permitió errores y se llevó el primer Scudetto de la historia del club, un 12 mayo en un Olímpico repleto, que no pudo con la emoción e ingresó a celebrar al campo con sus héroes.

    Un equipo célebre por aquellas pistolas que colgaban de los cinturones de los jugadores, así como de un estilo que pisoteó a todos aquella temporada 73-74. Sin embargo, la escuadra lazial sufriría dos pérdidas irremediables, solo unos años después: una, producto de su misma locura por las armas.

    Re Cicconi murió en un confuso incidente, asesinado al simular ser un ladrón asaltando una joyería, y a Mastrelli se lo llevó un cáncer contra el que poco pudo hacer, sellando así el término de su larga carrera como estratega y el fin de una época de locura y desenfreno.

    Así fue como la Lazio de las Pistolas, un equipo de locos, salvajes y sentimentales, pistoleros y amantes de los juegos de azar, pasó a la historia. Dejó una estela de humo entre los disparos que cada jornada salían de sus cargadores, para convertirse en una escuadra que aún da de qué hablar en los cafés de la capital romana.

    La gesta del Leicester

    Comenzaron la temporada entre polémicas. Aquel viaje a las tierras asiáticas había provocado la salida del técnico Nigel Pearson, salvador de la temporada anterior al evitar un descenso que parecía inevitable luego haber vuelto a la Premier en 2014.

    Los dirigentes del club seleccionaron al italiano Claudio Ranieri como el elegido para guiar a un equipo que pagaba cinco mil a uno en caso de ser campeón de la Premier League. No debían haberlos subestimado.

    Con una base de jugadores poco conocidos, el equipo de los Foxes comenzó sólido la temporada, ganando partidos y acumulando puntos, y empezó a llamar la atención por su buen juego y el ascendente rendimiento de sus figuras.

    Poco a poco los nombres de Jamie Vardy, N’Golo Kante, Rihad Mahrez o Kasper Schmeichel, entre otros, se hicieron comunes en los resúmenes del fin de semana que mostraban las continuas victorias de los dirigidos por el italiano, quien humildemente mantenía el bajo perfil ante la buena racha de resultados. Algo se urdía en el King Power Stadium.

    Llegó la fecha 23 y el Leicester se afianzó en la punta para no soltarla más. Solo el Arsenal, equipo que les propinó su única derrota como local, pudo romper su racha de victorias. No obstante, fue incapaz de parar la ruta al título de los azules, en medio de una afición que se ilusionaba cada vez más con un triunfo solo conseguido en sueños.

    A tres fechas del final y luego del empate entre Tottenham y Chelsea, todo un pueblo salió a celebrar lo que había sido un milagro. Los Foxes eran campeones de la Premier League, una de las ligas más complejas del planeta fútbol, rompiendo el esquema predominante de equipos armados a base de pases millonarios.

    Un campeón que rompió los moldes y nos hizo volver a creer que no existen imposibles en este deporte. Un equipo que juntó un grupo de luchadores, algunos llamados fracasados, jugadores de segunda o tercera categoría, para alzarse con la máxima corona inglesa.

    Un relato épico que se robó las miradas del mundo del fútbol, para posarlas en aquel puñado de cracks que tocaron el cielo creando un hito que cada año aparecerá en TV y sacará uno que otro hincha a la calle, para celebrar y gritar el nombre de sus ídolos a los cuatro vientos.

    Un partido legendario

    No hay estadios en las Islas Feroe, así que la UEFA determinó que la recién ingresada selección debía hacer de local en Suecia, en su debut oficial ante la mundialista Austria.

    El encuentro fijado para el 12 de septiembre se disputó en Landskrona, un pueblo costero, con un estadio con capacidad para diez mil espectadores. Sin embargo, aquella noche poco más de mil almas fueron las privilegiadas de una noche espectacular.

    En medio de las pocas banderas feroesas que surcaban el cielo en las tribunas, los austriacos eran amplios favoritos, con un equipo que venía de disputar el Mundial de Italia y que esperaba comenzar con el pie derecho su camino a la EURO de Suecia. Qué mejor que hacerlo con la cenicienta del grupo; ese equipo que todos debían golear para asegurar los dos puntos.

    Egil Nervik, colegiado del encuentro, hace sonar su silbato. Austria, vistiendo de rojo, manejando el balón contra un equipo de obreros, de amateurs, que pelean cada pelota con el alma, alentados por los pocos aventureros que arribaron a Suecia con su selección.

    Cada aproximación al arco de Jens Knudsen se sufre en el banco feroés, pero Polster, Linzmaier, Herzog y compañía son incapaces de romper el cero que se prolonga con el caer

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