“No creo que sea una versión nueva de mí mismo”
L a vida de todo hombre, sea este héroe o villano, goce de la bendición de las gentes de su generación o del desprecio de su tiempo, tenga éxito o fracaso en el empeño vital que el destino le ha concedido, es una montaña rusa. Es una sucesión inabordable de drama y comedia, de momentos gloriosos y desastres personales, de ilusiones y decepciones, de victorias y derrotas. ¿Qué pasaría si todo ello se agolpara de repente en un instante fugaz (pongamos, cinco milisegundos), si la biografía del hombre en cuestión se condensara en un lapso similar a dividir el tiempo que dura un segundo entre 200? ¿Y si eso ocurriera una y otra vez, golpe tras golpe, día tras día...?
Sesudos estudios físicos y biomecánicos han venido a confirmar que una pelota de tenis lanzada en el circuito profesional está en contacto con la raqueta en cada golpe entre uno y cinco milisegundos. En ese instante fuera del alcance de los sentidos humanos, el tenista (el hombre, el héroe) debe decidir qué ocurre con el resto de su vida. Se trata de un microscópico fragmento de la historia en el que el hombre (el héroe, el tenista) recoge el peso de su biografía en forma de bola de caucho y fieltro rellena de gas presurizado que se deforma de manera imperceptible hasta convertirse en una especie de pastilla plana y vuelve a recuperar su forma para rebotar a decenas de kilómetros por hora. La vibración del golpe, cargada de pensamientos, de sucesos, de dudas, de éxitos, de dolores, recorre la cuadrícula de cuerdas de tripa, el mástil de grafito de la raqueta, los músculos de la muñeca, los extensores del