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El cine malo es mejor
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Libro electrónico208 páginas2 horas

El cine malo es mejor

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Esta novela-disparate es un atentado terrorista contra la dictadura de lo políticamente correcto. Aquí no hay eufemismos. Las cosas son lo que son. Un enano, una gorda, un homosexual, un negro y un extranjero viven presos de sus estúpidos rencores. Liderados por un psicólogo sin escrúpulos ejecutarán la venganza que promete reparar sus cerebros podridos por el rechazo. Una fiesta de horror y violencia. Pero no por eso deja de ser una fiesta.

IdiomaEspañol
EditorialTestigo 13
Fecha de lanzamiento29 abr 2018
ISBN9786124764943
El cine malo es mejor

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    El cine malo es mejor - Javier Ponce Gambirazio

    JAVIER PONCE GAMBIRAZIO

    EL CINE MALO ES MEJOR

    logo_testigo

    El cine malo es mejor

    primera edición, marzo 2018

    Editorial TESTIGO 13 (testigo13@gmail.com)

    © Javier Ponce Gambirazio, 2018

    Av. Ernesto Montagne 135, Lima 18, Perú.

    MAQUETACIÓN DE INTERIORES:

    Juan Pablo Mejía

    DISEÑO DE PORTADA:

    Patricia Noya

    DISEÑO ORIGINAL:

    Ice Guy que se parte la camisa (2005), de Esteban Villalta Marzi

    FOTO DE AUTOR:

    Patricia Noya

    ISBN (impreso) N.° 978-612-00-3239-8

    ISBN (digital) N.º 978-612-47649-4-3

    Digitalizado y Publicado por CreaLibros Perú

    logo_crealibros

    www.crealibros.com

    (+511) 249 4456, Lima PE

    Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, sin previa autorización escrita del autor.

    ÍNDICE

    EL FESTIVAL

    LA PELÍCULA

    LOS PACIENTES

    PRIMERA TERAPIA – JAVIER

    SALA DE ESPERA — I

    SEGUNDA TERAPIA — EDUARDO

    SALA DE ESPERA — II

    TERCERA TERAPIA — ALMUDENA

    SALA DE ESPERA — III

    CUARTA TERAPIA — WESLEY

    SALA DE ESPERA — IV

    QUINTA TERAPIA — ROLANDO

    CIERRE TERAPÉUTICO

    EN COMA

    EL CORTOMETRAJE

    Tenemos el soberano derecho de ser dioses

    y equivocarnos,

    de ser demonios y acertar,

    y también de ser una aceituna rellena

    flotando en una nube de Martini blanco.

    Johnny Torres

    EL FESTIVAL

    Hoy el mundo amaneció con más chinos y menos delfines. Lamento darte esta mala noticia. La verdad siempre duele. Por eso es mejor que volvamos a lo nuestro. Evadir.

    La película que te contaré es de Almudena Sombrero, una directora especializada en rarezas que si no fuera por los festivales de cine independiente, nunca pasarían de las tres funciones para amigos en la sala de una casa. El guionista es un tal Javier Ponce, un escritor desconocido dedicado a estropear su carrera escribiendo sobre travestis y todo tipo de personajes estrafalarios. Según él porque quiere rescatar el lado humano de los marginales. ¿En serio lo del lado humano? ¿Y el otro lado, el que no es humano, qué es?

    Que no rescate nada, mejor. Que nadie quiere cambiar su punto de vista. Y si no va a escribir para burlarse de algo, que no escriba. Para pensar nos sobra con la realidad.

    Para eso no se lee.

    Que se entere este señor.

    Lamentablemente la cinta no tuvo público. Un crítico que nunca en su vida ha estado en un rodaje, ni siquiera sirviendo café, la destrozó antes de verla. Fue demoledor. La prensa que pertenece a esa misma argollita de ovejas negras de familias blancas se sumó a la lapidación y todos repitieron que era la peor película de la historia. Como si el cine de este país tuviera una historia.

    A mí no me pareció mala.

    Un poquito desquiciada tal vez.

    La noche del estreno éramos cuatro gatos. La directora, el guionista, tres barbudos sucios con el mismo corte de pelo y uniformados con la moda de los que odian la moda, y yo. Bueno, cinco gatos.

    Estos eventos culturales son el acuario preferido de todos los poseros fanáticos de adherirse a cualquier causa noble. Odio la nueva amabilidad fundamentalista que nos convierte en personas cada día más indefensas e idiotas. Pero si no repites lo que pregonan, te deportan de una patada a la lista de innombrables de la que no sales más. Por eso me callo y sonrío. Y mi gran dilema es por cuál de los dos lados babear.

    Antes de la función, ofrecieron vino. Si se puede llamar vino a esa agua dulce servida en esas copas que te ponían en el dilema de decidir si daba más asco el vino o la copa. Cuando todavía estaba inmersa en este problema filosófico, abrieron las puertas de la sala.

    LA PELÍCULA

    1.

    Un hombre de unos cincuenta años conduce un automóvil. Parece que tiene prisa porque casi atropella a una señora que lleva el coche de las compras. Caen al suelo tres latas de atún y un apio. Ella grita. Él mira el reloj y acelera. Toma callejuelas estrechas y atajos para evitar los semáforos, esquiva ciclistas, adolescentes patinadores y una enfermera negra empujando una silla de ruedas.

    ¿Está mal que diga negra? Haciendo comillas en el aire con los dedos mientras pronuncio la palabra crítica. En Estados Unidos me obligarían a decir afroamericana. Ridícula manera de protegerse del racismo. Igual sigue siendo una definición a partir del color de la piel. ¿Y si digo que el uniforme de la enfermera es blanco, también estoy discriminando? Lo inconcebible es que cuando un negro rechaza a un blanco, lo llaman racismo al revés. ¿Entonces cuando un blanco discrimina a un negro es racismo en sentido correcto?

    Volvamos a la película.

    El conductor se encuentra en una calle cerrada por obras y no le queda más alternativa que regresar a la avenida y detenerse frente a una luz roja. Chequea de nuevo la hora y tamborilea de manera impaciente sobre el timón. Una gitana se acerca.

    — ¿Le saco la suerte?

    — Si me saca la suerte, me quedo sin suerte.

    — ¿Le tiene miedo a su futuro?

    — Temo que recuerden mi pasado.

    — Le puedo decir cómo va a morir.

    — Mejor diga cómo sigo viviendo.

    El semáforo cambia a verde para los automóviles y rojo para los transeúntes.

    Una mujer con su perro cruza la calle ignorando la señal. El tipo pisa el acelerador. La mujer grita. El perro es atropellado. La mujer sigue gritando. El conductor detiene el auto. Las tripas del perro pintan de rojo el paso de cebra.

    — ¡Asesino!

    — ¡Mujer bestia!

    — ¡Has matado a mi hijo!

    — Es un perro, tarada. A menos que usted sea una perra.

    — ¡Hijo de puta, te voy a denunciar!

    — Yo la voy a denunciar a usted por no respetar el semáforo.

    — Mi pobre Ricardo. Mi Ricardito, por favor no te mueras.

    — Encima tiene nombre de persona.

    — ¡Esto es un homicidio!

    — Será un canicidio.

    — Irás a la cárcel.

    — La única que irá a alguna parte es usted. A sacar dinero, porque me ha arruinado el parachoques con su estúpido animal.

    — ¡Es una criatura!

    — Para la ley es una cosa.

    — ¡Es un ser vivo!

    — Era.

    — Los animalitos son nuestros semejantes.

    — ¿Igual que las cucarachas?

    — ¡Ya verá que pronto cambiarán las leyes!

    — Después de los derechos animales, vendrán los vegetales. Y terminaremos comiendo arena, arrinconados y sintiéndonos culpables de todo.

    — ¡Me hubieras atropellado a mí, maldito!

    — Usted viva no vale nada. Muerta sale carísima.

    — ¡Ojalá se pudra en el infierno!

    — Me cago en sus muertos, incluido el perro.

    La gitana interviene.

    — Si me permite, señor.

    — Déjenos en paz.

    — Le quería advertir que la sangre llama a la sangre.

    — ¡Cállese! ¿No ve que mi niño está muriendo?

    — Veo a un animal y a una dueña irresponsable.

    — Hasta la bruja está de acuerdo conmigo. Ahora comenzamos a entendernos, señora gitana.

    — Cuídese de los que parecen más indefensos. De aquellos que normalmente no vemos.

    — Gracias por la advertencia.

    El hombre impaciente mira su reloj.

    — ¡Mierda!

    — ¿Qué le pasa?

    — No tengo tiempo para esta sandez.

    — No te vayas, por favor.

    — ¡Qué bonito! ¡Cómo cambió el tono de voz! Algo irá a pedir.

    — Necesita ir al hospital.

    — Los animales van a las veterinarias.

    — Ayúdame.

    — No puedo. Y si pudiera, tampoco lo haría.

    — Casi me matas. Yo estoy viva porque Dios es grande.

    — Y la Virgen María también tiene buen tamaño.

    — No tienes corazón.

    — No le he dado permiso para tutearme.

    — ¡Hijo de mil putas!

    — Con una me bastó, señora. Adiós.

    La pantalla se pone negra.

    El ruido de la ciudad continúa.

    Aparece el título:

    TERAPIA ALTERNATIVA

    Una película de Almudena Sombrero

    LOS PACIENTES

    2.

    De espaldas alguien abre una puerta. Cuando se cierra, vemos en primer plano una pequeña placa de acrílico:

    Dr. Julio Auris – Psicólogo Clínico

    El hombre deja las llaves en un recipiente de cerámica, le pasa el dedo a la estantería para ver si la señora de la limpieza hizo bien su trabajo, escupe sobre un cactus y se dispone a revisar la agenda.

    Suena el timbre y antes de abrir la puerta, mira un reloj que tiene escondido entre los libros. Son las diez en punto.

    Un muchacho de unos treinta años se sienta frente a él. No es guapo, tampoco feo. Si hay algo que llama la atención es que está vestido con ropa que ya no corresponde a su edad.

    A un lado de la pantalla aparece su nombre.

    3.

    JAVIER

    — Si estuvieras en mi lugar entenderías que mi vida es un completo desastre. Cada vez que intento quedar con un chico para vernos en persona, sale con las excusas de siempre.

    — ¿Qué excusas?

    — 1. Hoy no, mañana sí, mejor el sábado. 2. Es muy lejos, hay tráfico. 3. Es muy tarde. 4. Hay que conocernos más por aquí, después en persona. 5. Me da miedo. 6. No tengo dinero. 7. Estoy en exámenes.

    — Te lo he dicho mil veces. No puedes reducirte a tu sexualidad, eres más que eso. No te encierres en tu propio culo.

    — ¿Cuál es el problema con mi culo?

    — Tu culo es una parte, no el todo.

    — Pero si no quieren nada, que lo digan directamente, oye me pareces feo, no pasa nada y adiós. Prefiero eso. O si no, te preguntan ¿solo quieres sexo? ¿Les parece poco? Y si al fin uno logra convencerlos, te plantan. Te juro que si no fuera gay, sería homofóbico.

    La cámara da la vuelta y enfoca al psicólogo.

    — No debo hablar de mi familia, pero te contaré que mi abuela decía que se atrapaba más moscas con una cucharadita de miel que con un barril de vinagre.

    — Dile a tu abuela que más las atrae la mierda.

    La cámara gira de nuevo y donde antes estaba Javier, aparece una chica muy gorda de ojos saltones y abundante pelo rojizo. No sé si

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