Del lado del fuego: la paradoja de Bambi: Viaje en la historia del fuego en Cerdeña y Italia
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Este ensayo es una divulgación no exhaustiva sobre los conocimientos actuales del fenómeno de los incendios en el Mediterráneo, de los cambios que han ocurrido (adaptación de la vegetación al fuego; el manejo del fuego en la historia y hoy en día; la ecología del fuego) y, por último, de la actual estructura de la poderosa máquina armada para su extinción. En este ensayo, el autor intenta comparar la evolución de los sistemas de manejo del fuego en Italia y Cerdeña con los sistemas que se han establecido en otros países tecnológicamente más avanzados, como los EE.UU.
A pesar de la ausencia de tolerancia y de la contundente lucha contra todos los fuegos durante más de un siglo, el fenómeno sigue empeorando y no parece parar con el cambio climático: por esta razón hay que pensar en nuevos escenarios de convivencia con el fuego que sean al mismo tiempo necesidad y oportunidad de cambio.
El manejo del fuego es la respuesta a la única, defensiva y desafortunada decisión de luchar a toda costa contra el fuego, considerado un enemigo en lugar de un importante factor ecológico y cultural en nuestras sociedades ex-agrícolas.
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Del lado del fuego - Giuseppe Mariano Delogu
Giuseppe Mariano Delogu
Del lado del fuego
La paradoja de Bambi
Viaje en la historia del fuego
en Cerdeña e Italia
ISBN 978-88-97285-44-1
NOR
Índice
Presentación
1. Introducción
2. El equívoco fuego/incendio
3. ¿Qué es el fuego?
4. Las adaptaciones de las especies y de las formaciones forestales al fuego
5. Ecología del fuego, ¿una paradoja?
6. Un paso atrás: el fuego en Cerdeña
7. Una poderosa máquina de guerra
8. Los dispositivos de gestión de incendios forestales en Italia y en Cerdeña
9. ¿Cuáles son los escenarios de futuro?
10. Convivir con el fuego: una necesidad, una oportunidad
Anexo 1 – Resumen del Gran Incendio Forestal de Muravera – sureste de Cerdeña, 24 de julio 2010
Referencias fotográficas
Bibliografia
El Autor
Gracias
Colophon
Presentación
Me resulta muy grato presentar este libro de mi buen amigo Giuseppe Mariano Delogu. El título ya es poderoso, pero el contenido lo es más aún. Tiene carácter enciclopédico de los pros y contras del uso y control del fuego, a lo largo de la historia de Cerdeña e incide en otras áreas geográficas. He sido conocedor de planteamiento del libro, de su inicio, de su profundo desarrollo y he participado en varias de sus presentaciones. Una de ellas en el marco de masterFUEGO, ya que esto constituyó su trabajo fin de master (Máster de Ciencias en Incendios Forestales; ciencia y Gestión integral).
Trata muchos y diversos temas, con gran elocuencia y conocimiento, pero por brevedad mencionaré solo unos pocos: 1) el uso cultural del fuego, como la limpieza anual con fuego de los olivares en terrazas del municipio de Calci (Pisa), que hasta los años 60 garantizaba la defensa de la misma frente a cualquier incendio procedente de los bosques cercanos. 2) Los momentos cinematográficos de las acciones contra incendios forestales que nos describe. 3)El fuego en la historia de Sardegna. 4) Los cuasi-atrapamientos
y accidentes que posteriormente los analiza en función del protocolo de actuación LACES. Hay que recordar aquí que siempre se deben a una serie de pequeños errores y fallos en la organización del trabajo. Afortunadamente, muchos terminan sin lesiones a personas. 5) La interfaz urbano-forestal que ya se manifiesta, en Cerdeña, en todo su peligro por el abandono al que se ha llegado en los terrenos circundantes a las casas, a la acumulación de residuos de todo tipo, por la falta de adopción de los planes proporcionados por la Protección Civil. Y 6) La necesidad no sólo a la extinción del fuego, sino también y sobre todo de la prevención que lleve al bosque a la resiliencia
, es decir, su capacidad intrínseca de reaccionar y defenderse de la perturbación natural
del fuego. Esto es lo que hemos llamado restauración forestal en verde, antes de que se queme.
Sin duda, el uso del fuego (el dominio del fuego) puede describirse como una de las esencias humanas que le distinguen de los otros animales. Varios autores (Goudsblom1992, quizá de la manera más brillante) lo singularizan cómo la única característica que nos diferencia de los animales de manera radical y Delogu y yo coincidimos en esa visión. Sin duda es paradójico que como forestales hayamos abandonado (en muchos sitios) la maestría en el dominio del fuego cuando gracias a ese dominio somos culturalmente lo que somos; hemos podido comer más alimentos distintos y más sabrosos, hemos mejorado su conservación, hemos impedido dolencias y enfermedades alimentarias y nos ha permitido tener más tempo libre. Los gorilas (primos nuestros) emplean casi todas sus horas de luz en masticar. Nosotros podemos dedicar pocas horas a comer gracias a la cocina con fuego y con la luz del fuego no son ya tan largas las noches y nos ha permitido socializar más entre humanos y avanzar, esto es, civilizarnos. También Delogu lo trata aquí en profundidad.
Goudsblom habla de la domesticación original de fuego
haciendo un paralelismo (símil) con la acumulación original del capital
de Karl Marx. También señala que esto (domesticación original de fuego) lleva consigo la primera gran transformación ecológica llevada a cabo por el ser humano. La segunda será la agricultura. Goudsblom prosigue haciendo una separación en dos fases en la domesticación del fuego, pero eso ya es otro libro.
Frente a la mitología que nos presenta la incorporación del fuego en la vida de los humanos como un evento puntual (con un héroe o semidios como vehículo), Goudsblom defiende entenderlo como un proceso complejo con muchos pequeños (aunque cruciales) peldaños. No es mi papel aquí citarlos todos y me remito a su trabajo original y brillante. Relato solo alguno de los hechos. El fuego forestal o el fuego de vegetación lleva ya 430 o 450 millones de años en la tierra (Silúrico) y los homínidos usando el fuego solo 400,000 años. Por eso, los homínidos se han tenido que adaptar a ese fenómeno ya existente, para lo bueno y para lo malo. Goudsblom nos cuenta que ya en 1984, un explorador, médico psiquiatra, y antropólogo) alemán en Brasil (Karl van den Steinem), nos describe que no es cierto ese sentimiento de temor extremo al fuego en otras culturas. También Steinem señala que los fuegos han proporcionado muchas oportunidades (como animales ya disponibles y parcialmente conservados por el fuego) que permiten al hombre sobrellevar con creces el temor al fuego por sus ventajas. Goudsblom nos remarca que no debemos confundir los pensamientos de estas sociedades modernas con los que tuvieron nuestros ancestros al domesticar al fuego. Nuestros ancestros no tenían pertenencias valiosas que preservar sino el día a día para alimentarse y el deseo de luz y calor que proporcionaba el fuego. Y posteriormente su valor para preservar la comida. Un trabajo reciente y extraordinario es el documental sobre la alimentación y el fuego Cooked
(Michael PollanDocumentary Series, ‘Cooked’, 2016) basado en el libro de Pollan (2014). En él se argumenta todo esto que he citado de Goudsblom de una manera más gastronómica y práctica que erudita, pero el fondo es el mismo. Nuestra gran diferencia como especie es el uso pro-activo del fuego.
Goudsblom señala que es el Homo erectus quien vemos como primer usuario del fuego hace 400,000 años, en el registro de evidencias fósiles. Pero hay ciertos indicios que podrían probar que va más atrás hasta 1,400,000 o 1,500,000 años. ¿Cómo se pasó de remover en el quemado para encontrar carne asada
a saber cómo prolongar ese fuego aportando madera seca?. Nos dice que es necesario no solo el entendimiento de los requerimientos técnicos (madera seca y otros muchos) sino otros dos aspectos imprescindibles que son 1) la coordinación social (ser capaz de aprender de los mayores y ser capaz de obedecer) y 2) una evolución mental que permita entender la gratificación diferida en el tiempo (trabajar el fuego para comer mejor). También nos habla de que debió existir durante muchos años grupos de homínidos con diferentes niveles de conocimiento y uso del fuego y que eso tuvo cruciales implicaciones. Relata también estas diferencias en tiempos históricos. Como ejemplo resumiré como es la interpretación de Goudsblom del dominio de Israelíes (liderados por Elías) frente a Filisteos por medio de quien conseguía que su dios encendiera antes una hoguera que ambos líderes prepararon. No tiene desperdicio. Ni la cita original en la Biblia ni la interpretación inteligentísima de Goudsblom o de cómo Elías dominaba (y mucho) la técnica del fuego y cómo conocía (probablemente) hidrocarburos que podría haber hecho pasar por agua.
Por todo esto, afirmo, que creo firmemente que lo que más nos distingue del resto de seres vivos es el uso del fuego. El haber dominado el fuego es nuestra esencia. Es por ello, tremendamente erróneo tanto que los forestales no usen el fuego en la gestión forestal como que el fuego prescrito no sea el mejor entrenamiento de nuestros bomberos forestales. De estas y otras cosas que ya he citado anteriormente versa este libro maravilloso de mi amigo Giuseppe Mariano Delogu.
Prof. Domingo Molina Terrén, cattedratico dell’Università di Lleida e coordinatore del Master in Ciencia y Gestión de Incendios (Masterfuego)
Pollan, M. 2014. Cooked: A Natural History of Transformation
Goudsblom, J. 1992. Fire and civilization. London: Allen Lane.
1. Introducción
1.1. Acabamos de pasar el cuarenta y cuatro aniversario del gran incendio forestal que, a finales de agosto de 1971, durante la celebración de la Fiesta del Redentor, destruyó el Monte Ortobene, lugar sagrado para los nuorenses, mis conciudadanos.
Rememorar aquel acontecimiento me resulta útil como un breve reclamo personal para redescubrir las causas que me llevaron a elegir mi carrera como técnico forestal encargado de incendios.
Entonces tenía 18 años e iba al colegio, el Instituto Secundario Clásico de Nuoro. Igual que muchos colegas, para escapar de las cálidas tardes de verano me encantaba buscar alivio del frescor bajo la vegetación que rodeaba la Estatua del Redentor, izada encima de una roca en 1901 por el artista Vincenzo Jerace. Desde aquel momento el 29 de Agosto se convirtió en día de fiesta religiosa y popular, que cuya fama es muy notoria fuera de nuestras fronteras regionales.
Me encantaba transcurrir mis tardes en esos lugares: me daba mucho gusto el alivio de la hierba fresca (ese era el único lugar verde en el que escapar durante los tórridos veranos en mi pueblo) para dedicar un tiempo al estudio y también para estar con los amigos.
A veces pasaba que llegase ahí andando, desde los altos pinares que rodean la iglesia de la Soledad. Caminaba a lo largo de los caminos que se sumergían en un monte de encinar oscuro, que de vez en cuando se abría a los montones caóticos de rocas de granito, redondeados por el tiempo, muy duras y poderosas. Sólo después de una hora de camino la mirada podía moverse libremente hacia el este, en frente del vasto valle de Oliena, rodeado por los guardianes dolomitas de Monte Corrasi.
Desde 1934 la montaña era administrada por el Cuerpo Forestal de l’Estado, que hizo obras de ordenación hidráulico- forestal para la reconstitución de la vegetación natural y para la regulación adecuada del agua, en tierras que hasta entonces fueron manejadas según antiguas tradiciones agro- pastorales.
De alguna manera, la modernidad del siglo XX llevó a descubrir la manera para cambiar no sólo la sociedad sino también la percepción que la sociedad tenía sobre su propio espacio. De ahí, el granito cubierto de arbustos y núcleos de encina nativa, asociados con maquis densos, que habían pertenecido a las cabras y a las familias pastorales del antiguo barrio de San Pietro, y que en la antigüedad tal vez acogió pueblos desaparecidos como el de Morimenta, se convirtió en el bosque de la montaña de la nueva ciudad de Nuoro, recientemente elevada al rango de capital provincial. La nueva burguesía deseó darle importancia a las tierras de familia, sustituyendo los animales domésticos por los pinos. En aquel tiempo, yo no tenía ni idea de lo que era el Corpo Forestal, y tampoco sabía mucho de bosques y fuego. De los árboles había conseguido reconocer las cortezas y las hojas, en el pequeño bosque comunal que estaba justo enfrente de la casa de mi abuela paterna en Pattada (Sassari), en la que, cuando era pequeño, solía transcurrir los días construyendo barcos con corteza de pino marítimo (P. pinaster) y que tenían hojas de castaño como velas. Ese bosque, hoy en día, ha sido dedicado a la memoria de Salvatore Pala, sargento forestal muerto en el incendio de Curraggia en 1983. Empecé a tener una ligera percepción de los incendios pastorales y sus efectos cuando, después de las primeras lluvias en los meses de septiembre y octubre, al salir de la escuela iba con los compañeros en un destartalado Citroën Dyane a buscar las muy apreciadas setas Pleurotus eringyi en los pastos abiertos de Nuoro y Bitti. Sobre los terrenos recorridos por el fuego el verano anterior sólo se podían recoger setas comunes o, a lo mejor, setas de Cistus (Boletus sspp.), mientras que en los pastos en que el ciclo del fuego tenía al menos tres o cuatro años de retraso, se podía llevar a casa un buen stock de refinado tunniu ‘e ferula
(seta de ferula), recogido en la base del tronco de Ferula communis, la cual, según la tradición, fue utilizada por Prometeo para robar el fuego a las divinidades y por esta razón fue castigado. Por supuesto, no podía imaginarme que el fuego poseyera una fuerza tan violenta y que, en muy poco tiempo, consiguiera – con la energía de una erupción volcánica- transformar el bosque, objeto de mi interés (sujeto de derechos, diríamos hoy en literatura forestal [AISF 1996]), en un montón de ceniza.
1.2. En el agosto de 1971 esa montaña que aún no había conocido daños importantes- a menos que no se quiera dar crédito a lo que se dice en el Diccionario de Casalis: " Si en el pasado el fuego no hubiera hecho daños tan grandes estas selvas [Lughèlis y Ortovène] darían frutos a muchos más animales, casi diez veces más- fue embestida por la que ahora llamamos
ola de calor" procedente de África subsahariana, con niveles muy bajos de humedad atmosférica, temperaturas que se acercaban a o superaban los 40° C, vientos convectivos locales canalizados y que tenían una velocidad de casi 50-60 km/h. Un par de episodios anticiparon el desastre [TATTI, 1997]: el 18 de julio se quemaron 3 hectáreas de pinares en Valverde; el 25 de julio, el 2 y el 3 de agosto, 25 hectáreas de pinares y 13 de maquis; 8 más el 15 de agosto en las laderas orientadas al noroeste.
El 26 de agosto, hacia a las 13.35, en la ladera meridional, la que majestuosa mira a la ciudad, pero en el mismo tiempo está expuesta al calor del siroco, vio el inicio de varios focos de llamas que comenzaron a avanzar ávidamente hacia lo alto en un canal que amplificaba su fuerza exponencialmente.
En tres horas la ladera sur de la montaña se había quemado. Pero no fue sólo esto: en asociación con los cambios de viento y turbulencias relacionadas con la morfología de la montaña, en el lado noroeste, justo en el área que ahora alberga una base táctica de helicópteros antincendios, el incendio fuera de control provocó la muerte de Francesco Catgiu, un pastor de 68 años que había intentado en vano defender a su ganado. Al final del día, después de cinco horas de intensos combates, se habían quemado 800 hectáreas. La ciudad estaba traumatizada. ¡Y cuantos debates, controversias y soluciones improvisadas y milagrosas inflamaron la vida política del invierno posterior!
Muchos cuestionaron el uso del pino en la fase de recuperación, muchos opinaron sobre el dimensionamiento de los cortafuegos y sobre utilizar- que se convirtió en realidad poco después – los helicópteros en la lucha activa; y también hubo quien, como dijo un pariente mío, refiriéndose a la tradición agrícola de los massajos (campesinos), sugirió "prantare fundos de mendula" (plantar almendros), con una idea silvicoltural bastante ingenua que simplemente expresaba la seguridad de que la planta con densos bosques de pino traería de vuelta el fuego mientras que un cultivo arbóreo, como los almendros habría animado a los ciudadanos a mantener el suelo limpio.
De ese asunto habló también el antropólogo francés Maurice Le Lannou en un artículo en «Le Monde» del 3-4 de octubre 1971¹, citando a Grazia Deledda y su cuento El fuego en el olivar.
1.3. Ese acontecimiento dejó muchas cicatrices en mí, y sin duda marcó mi vida profesional. Al año siguiente llegó el momento de elegir mi carrera universitaria: la alternativa estaba entre las opciones normales entonces de moda (medicina, derecho, ciencias políticas), o entre las novedades del momento, como la facultad de ciencias económicas de Siena.
Afortunadamente para mí, encontré a un amigo que me hizo saber de la existencia en Florencia de la Facultad de Ciencias Forestales,