En el año 2020 una oleada de incendios arrasó en Australia más de 18 millones de hectáreas —unos 186,000 kilómetros cuadrados—. Ardieron miles de casas y perdieron la vida al menos 34 personas y 1,000 millones de animales. En Siberia, 43,000 hectáreas de bosque fueron pasto de las llamas en 2019. En la Unión Europea un promedio de 3,900 kilómetros cuadrados se queman cada año, pero este año fue prácticamente el doble. Con estas cifras y las recurrentes noticias que las ilustran, es fácil llegar a la conclusión de que el planeta está en llamas a causa del calentamiento global. En llamas es justo el título de un libro publicado en 2019 por Naomi Klein. Tras No logo y Esto lo cambia todo, libro en que urgía a actuar añte el cambio climático, la periodista y activista canadiense llamaba la atención sobre uno de sus efectos: el fuego. Y no le faltan motivos para hacerlo. No es un peligro inminente: es una amenaza real, ya presente. Pero lo cierto es que, si damos un paso atrás y observamos las cifras globales, nos encontramos con una realidad más compleja y sorprendente: en realidad, hoy hay menos incendios que en ningún otro momento de la historia de la humanidad. Y arde menos superficie que nunca. Pero eso no es una buena noticia.
Un artículo publicado en la revista en 2017 ponía cifras a este declive flamígero: el área quemada a nivel global se ha reducido en un 24.3% en las dos últimas décadas.