Tiempo de plantar olivos
Por Guadalupe Morfín
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Durante estos periodos y en los espacios libres su sed desembocó en las palabras, de las que comenta "han sido las migajas en el bosque oscuro que me han permitido regresar a casa, a mi propio aliento". A partir de ellas surgen estos poemas que se reúnen en Tiempo de plantar olivos. En esta colección igualmente habita su voz de viajera que reconoce de norte a sur las fronteras como cicatrices, o los silencios lunares y femeninos del desierto mexicano cercano a Ciudad Juárez: paisajes que entran en diálogo con su poética.
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Tiempo de plantar olivos - Guadalupe Morfín
México
Introducción
Entre 1997 y 2009 ocupé tres cargos públicos. Uno —recién al terminar mis estudios de maestría en Literaturas del Siglo XX en la Universidad de Guadalajara— fue como titular de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco, de 1997 a 2001. El segundo, de octubre de 2003 a noviembre de 2006, fue como Comisionada para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Juárez, desde la Secretaría de Gobernación, puesto al que fui invitada al día siguiente de poner punto final a mi tesis de maestría El arte de decir callando, en El día de la lechuza, de Leonardo Sciascia. El último, de febrero de 2008 a agosto de 2009, fue como Fiscal Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas, de la Procuraduría General de la República.
Entre uno y otro, me he dedicado a consultorías, conferencias, escribir en periódicos y revistas, publicar libros, y otras aventuras personales y colectivas.
Con cargo y sin él he vivido cercana a procesos de democracia, derechos humanos, prevención de la violencia contra las mujeres y las niñas, y cultura de paz. Mis informes de gestión han sido públicos y se pueden consultar en las páginas web de las dependencias o en versiones impresas.
Este libro es otra cosa. Nada hubiera podido emprender sin la poesía. Fue y es el portal íntimo donde enciendo el fuego, a solas y en comunión. Las palabras han sido las migajas en el bosque oscuro que me han permitido regresar a casa, es decir, a mi propio aliento.
Escribí a salvo y en el desamparo; en aviones, en hoteles, y en esa hospitalidad transitoria que en tierra ajena se vuelve maná de la comensalidad. En su inmensa mayoría, los viajes que inspiraron los poemas de la sección «Fogatas del viaje» de este libro, fueron viajes de trabajo, y robé tiempo al descanso para escribirlos. Por muchos años, salí de casa los lunes, con mis maletas, y regresé los viernes, para atender mi hogar y estar con los míos. A finales de 2004 publiqué Mansos diluvios, en la misma casa editorial que hoy acoge este nuevo libro, en Guadalajara, con una colección de poemas de corte más íntimo.
Estos versos, que ahora comparto, corresponden a una observación amorosa del mundo, en clave de derechos humanos, a raíz de mis desempeños públicos o de mis faenas personales en el tema. Por eso incluyen tránsitos, traslados, y llevan fechas y lugares. Y cuando no precisan el sitio, es casi seguro que fueron escritos en casa, es decir, en Guadalajara o Zapopan, donde he vivido en Jalisco. Me anima a compartirlos la luz que anida en ellos, no obstante los episodios a veces trágicos que los originan; luz de mirar, luz de desentrañar. Luz de alguien que, en las entrañas de la noche, busca la luciérnaga, el diamante, el filo de la luna que conduce al alba.
Creo que en México es posible ponernos en marcha para respirar un aire fraterno y no fratricida. Un aire hecho de no postergar nuestros sueños, pero también de no imponerlos. La luz de la paciencia, ese preludio humilde de la paz. Esa otra forma de conciencia a la que aludía Antonio Machado.
Doy gracias a quienes me acompañaron en la travesía de escribir estos poemas, en la navegación que los hizo posibles. A todas y todos. Mujeres y hombres. Mi familia amplia, amigos, colaboradores, colegas, médicos, terapeutas, interlocutores diversos, agraviados y víctimas. Pero este libro es de Jesús Soto Romero, y de Jesús Carlos, Daniel y Andrea, mis luminarias mayores.
G.M.
San Juan Cosalá, Jalisco, 31 de marzo de 2010
Ciudad de México, 23 de agosto de 2011
La poesía junta los pedazos del mundo
y abriga en sus tiendas el fuego.
JUAN GELMAN
Conferencia «Poetas, ¿para qué?», Cátedra Julio Cortázar, Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, 7 de diciembre de 2006.
El canto vulnerado
Hay que dormirse arriba en la luz. Hay que estar despierto abajo en la oscuridad intraterrestre, intracorporal de los diversos cuerpos que el hombre terrestre habita: el de la tierra, el del universo, el suyo propio.
María Zambrano
Claros del bosque
Corazón
Si no te conociera
haría casa en el lago que tus ojos anuncian
y un listón rosa pondría en tu cintura
ay, si no te conociera
te exhibiría feliz y ya
como temprano en la playa
cuando sales a buscar caracoles
y tus manos de pirata abrigan
tesoros desenterrados
ay, te sacaría a bailar
quitaría la red que vela tus caídas
la jaula que impide
el aleteo incierto
de tu ser de ave
ay, si no te conociera,
creería que estás a salvo
que el vino dulce triunfó sobre el amargo
que nunca las lilas dejarán de florecer.
Ay, corazón, si no supiera
esta bruma de vísperas
este silbo tuyo aferrado a la fiesta
de los días encantados y seguros
este ciclo que rompe sus amarras
y libera la vieja terca proa
allí donde te hinchas con el viento
y la sangre ayer aligerada
de nuevo pesa y otea
el río de adentro
ese que nunca