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La Senda de la Bestia Negra
La Senda de la Bestia Negra
La Senda de la Bestia Negra
Libro electrónico370 páginas5 horas

La Senda de la Bestia Negra

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Información de este libro electrónico

¡Comienza tus aventuras con Malja en esta fantasía postapocalíptica llena de acción!

En un mundo paralelo destruido por la magia, una mujer lucha contra todas las probabilidades para sobrevivir y encontrar las respuestas detrás de su misterioso pasado.

Malja busca a los dos magos que la robaron al nacer, la entrenaron para ser una máquina asesina, y luego la abandonaron a los diez años. Quiere saber por qué ocurrió eso, y, sobre todo, quién es realmente.

Sin embargo, al enfrentar constantes amenazas como magos enloquecidos, guitarristas asesinos, y bestias mutadas, mantener la mente tan cerrada podría causar la destrucción de todo aquello que ama.

Descubre por qué Fictitious Chronicle llamó a La Senda de la Bestia Negra “increíble e impresionante”, y Workaday Reads “un gran comienzo para una serie; no puedo esperar a ver lo que sigue”.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento5 ago 2017
ISBN9781507185261
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    La Senda de la Bestia Negra - Stuart Jaffe

    LA SENDA DE LA

    BESTIA NEGRA

    Libro 1 de Las Crónicas de Malja

    Stuart Jaffe

    La Senda de la Bestia Negra es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y sucesos que aparecen aquí son producto de la imaginación del autor. Cualquier parecido con alguna persona, ya sea viva o fallecida, establecimientos comerciales, eventos o lugares, es completamente casual.

    LA SENDA DE LA BESTIA NEGRA

    Todos los derechos reservados.

    Copyright © 2011 por Stuart Jaffe

    Portada por Jeff Dekal

    ISBN-13:978-1466321847

    ISBN-10:1466321849 

    Primera edición: Septiembre 2011

    Segunda edición: Septiembre 2013

    ––––––––

    Para Glory y Gabe

    Otras obras de Stuart Jaffe

    Max Porter Paranormal Mysteries

    Southern Bound

    Southern Charm

    Southern Belle

    Las Crónicas de Malja

    La Senda de la Bestia Negra

    The Way of the Sword and Gun

    The Way of the Brother Gods

    The Way of the Blade

    Gillian Boone

    A Glimpse of Her Soul

    El Bluesman

    El Bluesman #1: Asesino de Monstruos

    The Bluesman #2: Tattoo Magic Showdown

    The Bluesman #3: Death House Jam Session

    The Bluesman #4: Hospital Blood Night

    The Bluesman #5: Sacrifice

    The Bluesman #6: Blood Music

    Novelas independientes

    After The Crash

    Real Magic

    Colección de relatos cortos

    10 Bits of My Brain

    No ficción

    How to Write Magical Words: A Writer’s Companion

    Para más información, visita www.stuartjaffe.com

    Agradecimientos

    Si alguna vez has leído una página de agradecimientos, entonces sabrás que muchas personas ayudan a un autor durante la creación de su libro, aunque muchas veces no se dan cuenta. Aquí están algunas de las personas que me ayudaron a que la historia de Malja cobrara vida: Jeff Dekal, Stephen y Amy Ball, Garrett Place, Rich Sigfrit, y Tee Morris, McKenna Donovan, una excelente editora; el equipo de Magical Words: David B. Coe, Faith Hunter, Misty Massey, Edmund R. Schubert, y A. J. Hartley, y, por supuesto, mi esposa e hijo.  Pero, principalmente, no pude haber escrito esto sin los lectores como tú.  Gracias.

    LA SENDA DE LA

    BESTIA NEGRA

    CAPÍTULO 1

    M

    alja había seguido al asesino durante horas. Se había ocultado entre las sombras de los árboles, procurando no llamar su atención con ningún sonido. A pesar de que él actuaba como si sólo estuviera dando un paseo, sus instintos le decían que se acercaba una confrontación.

    El asesino avanzó hacia un claro abierto. Los restos de macadán de una antigua carretera de cuatro carriles desaparecían entre la exuberante maleza y las enredaderas y los insectos deambulaban entre el pasto crecido. Un letrero oxidado que decía PROHIBIDO ATERRIZAR era lo único que adornaba el lugar.

    El asesino se detuvo cerca del letrero y alzó su rostro hacia las nubes. La calurosa estación de krysstaprim casi llegaba a su fin, pero el sol todavía quemaba el suelo.

    ―¿No crees que es hora de hablar? ―dijo. El tono de su piel oscurecía sus ojos cafés bajo su sombrero redondo. Vestía un extraño traje: era completamente negro, justo a su medida, y usaba una camisa negra con botones dorados. Llevaba una guitarra maltratada en la espalda. Era un conjunto extraño, pero no tanto como el abrigo largo y el traje de asalto negro de Malja―. ¿O piensas seguirme para siempre?

    Malja maldijo y se alejó de los árboles. Dejó de andar cuando llegó al borde del claro, se llevó la mano a la espalda, y sacó a Cobra de su funda. La enorme hoz, con su doble filo, era única entre las armas afiladas del mundo.

    ―¿Nos enfrentaremos tan rápido? ―preguntó el asesino guitarrista―. ¿No hablaremos?

    ―Hablaremos. ―Ella escaneó los árboles, en busca de alguna emboscada. La luz y la sombra se esparcieron sobre el suelo. El asesino había elegido ese lugar por una razón―. Mataste a dos personas antes de que pudiera hablar con ellas. ¿Por qué?

    ―Es mi trabajo. ¿Por qué más?

    Malja detectó un movimiento a la derecha... era sólo un pájaro. El guitarrista sonrió, y sacó una elegante y simétrica espada del cuello de su guitarra. La luz del sol destelló en el pulcro filo.

    ―¿Quieres matarme por haberlos matado?

    ―Quiero saber quién te contrató.

    Él rio.

    ―No puedo decírtelo.

    ―Las dos personas que mataste tenían información para mí.

    ―Lo imaginé. Me pidieron que los matara antes de que pudieran hablar contigo.

    Entonces no había sido una coincidencia. La posición del cuerpo de Malja pasó de ser una de cautela a una de pelea con un solo movimiento de su pie, y su agarre en Cobra se volvió más fuerte conforme el enojo invadía su pecho. Sus sentidos detectaron cada detalle: el susurro de las hojas, el movimiento de su espada, el macadán desnivelado, las ramas rotas, el sudor deslizándose por el cuello del asesino y el sol calentando el suelo.

    Con una sonrisa cruel, el guitarrista señaló hacia el borde izquierdo del bosque.

    ―Sal de ahí, chico, ―dijo, con su voz habiendo perdido el tono juguetón de antes.

    La sangre de Malja comenzó a hervir. Un larguirucho chico de unos doce años avanzó dando tres pasos furtivos hacia el claro. Llevaba el cabello rubio desaliñado y sus ropas no combinaban. «Tommy». Malja le había dicho que se quedara en el campamento.

    ―No se parece mucho a ti, ―dijo el guitarrista.

    Malja se dio cuenta entonces del motivo por el que el hombre había elegido ese lugar. Él sabía que el chico los había seguido, y había pensado que ella era su madre. Había recorrido una extraña y enrevesada ruta para que Tommy se alejara de la protección de Malja.

    Miró al chico. A pesar del sol, estaba temblando. Estudió al guitarrista, en busca del ligero movimiento que delataba a un enemigo: un tic en el hombro, cambiar su objeto de atención, o encoger el cuerpo. Cuando lo vio, supo que iba a atacar al chico.

    Al igual que dos lobos que olían la misma comida, Malja y el guitarrista se lanzaron a correr hacia Tommy. El negro cabello liso de Malja, cuya trenza alcanzaba la parte media de su espalda, se movía fuertemente hacia ambos lados. El intenso calor hacía que correr fuera brutal. Las piernas de Malja se movían con fuerza, sólo para avanzar una corta distancia. Su cuerpo le parecía lento y cansado, mientras que el guitarrista parecía deslizarse entre el pasto.

    Tommy no se movió.

    «Cree que voy a alcanzarlo primero, pero se equivoca». Respirando entre el polvo y el calor, Malja reunió suficiente aire para gritar.

    ―¡Tommy!

    La urgencia en su voz destruyó la confianza del chico, y dándose cuenta de su error, corrió hacia ella. Pero ya era tarde. Sólo logró dar unos cuantos pasos. El guitarrista sujetó su brazo, lo estiró hacia él, y puso la espada contra su cuello.

    Tommy gruñó y luchó, pero el guitarrista lo sujetaba con fuerza. Malja llegó hacia ellos y se colocó en una pose de combate. Tommy la vio y se quedó quieto y en silencio. Para la sorpresa de Malja, su mirada bajó hacia el tatuaje con forma de relámpago que tenía en el antebrazo.

    «No, no lo hagas».

    ―Me encantaría matarte, ―dijo el guitarrista, sudando.

    ―Deja ir al chico y puedes intentarlo.

    ―Desafortunadamente, no está en lo que me ordenaron, y debo seguir mis órdenes. ―Una expresión de auténtica decepción atravesó el rostro del hombre―. Aunque, claro, si realmente eres quien dices ser: la mismísima Malja, tal vez decida romper las reglas.

    «No lo hagas, Tommy. Puedo manejarlo».

    El guitarrista reajustó su agarre en Tommy, rompiendo la concentración del chico por un momento, y un destello aterrador iluminó sus ojos.

    ―¿Sabes? Si realmente eres ella, entonces sé cómo puedes obtener lo que quieres. O tal vez debería decir: a quien quieres, ¿eh?

    A pesar de intentar evitarlo y como si fuera una enfermedad, el impacto recorrió el cuerpo entero de Malja.

    ―Mientes, ―logró articular finalmente.

    El guitarrista meneó la cabeza con superioridad.

    ―Estás buscando a dos magos. Son hermanos. Sus nombres son Jarik y Callib.

    A Malja se le encogió el pecho.

    ―Cualquiera que me conozca un poco sabe que voy a matar a esos dos idiotas.

    ―No es una bonita forma de llamar a tus padres.

    ―Se me ocurren formas peores. Me separaron de mi madre, sólo me enseñaron a pelear, y luego me abandonaron porque no era lo que ellos querían. Me dejaron en el bosque para que muriera. Yo tenía diez. ―Tommy estaría listo en cualquier momento. Si lo lograba, ella no tendría otra opción más que atacar―. Ahora dime lo que sabes, o muere.

    ―Esa será una amenaza vacía mientras tenga al chico.

    ―Jamás he hecho una amenaza vacía.

    El guitarrista midió sus palabras con diversión.

    ―Tal vez hablé demasiado. Terminemos con esto de la mejor manera posible. Cada quién se irá por su lado. Tú puedes volver a tu campamento, y yo me iré en otra dirección. Enviaré al chico en cuanto esté a salvo. Y luego, tú...

    Una bola chispeante de electricidad apareció ante el guitarrista. «No, aún no», pensó ella mientras el hombre miraba, confundido por su súbita aparición. Cuando entendió, frunció el ceño con enojo. Miró a Tommy.

    Pero antes de que pudiera cortar el cuello del chico, la bola de electricidad impactó contra él y unas violentas sacudidas lo hicieron retroceder unos pasos, provocando que Tommy cayera hacia un lado. Malja quería correr hacia el chico al ver que su cuerpo también se sacudía, pero no podía hacer nada por él. Sin embargo, sí que podía hacerle muchas cosas al guitarrista.

    Atacó tan rápido como otra bola de electricidad. Cortó hacia arriba de la rodilla, por el antebrazo, y a través del cuello. Hizo tres cortes distintos en una fluida maniobra mientras avanzaba. Terminó a un paso del guitarrista y escuchó como si fuera un animal esperando algún otro ataque, y sólo se relajó cuando escuchó su cuerpo caer al suelo en varias piezas.

    Con cuidado y controlando sus movimientos, sacó un pedazo de tela manchada de su bolsillo, y limpió a Cobra. Mientras lo hacía, su pulso se relajó. Cuando terminó, sacó una manzana.

    A Malja le encantaban. Había crecido comiéndolas, y para ella, eran la comida perfecta. Igual que su arma. Tenía que estar afilada y engrasada, pero servía, y podía cortar a más personas de las que se atrevía a pensar. Era más fácil pensar en las manzanas. Cada mordisco la calmaba y le hacía olvidar el animal en el que se había convertido.

    Lanzó el corazón hacia un lado, y colocó a su arma en su funda especial. Caminó hacia Tommy, que se hallaba sentado en el pasto, jugando con una roca.

    ―¿Estás bien? ―preguntó.

    Tommy la miró entrecerrando los ojos por el sol, golpeteó su pecho dos veces, y se llevó una mano a la frente, haciendo un saludo militar. Su expresión era de valor, pero Malja notó el temblor en sus manos. También vio el tatuaje en su brazo. A veces intentaba olvidar que Tommy era un mago. La mayor parte del tiempo sólo veía a un buen chico que había sufrido por la crueldad del mundo, pero cuando veía ese tatuaje, podía apreciar su otra cara.

    Los magos llevaban un tatuaje por cada hechizo que dominaban, y lo usaban como un punto focal. Algunos decían que la magia provenía del tatuaje. Si eso era cierto, entonces Tommy jamás podría deshacerse de ella. Al notar su mirada, el chico se bajó la manga.

    ―No vuelvas a hacer eso, ―le dijo―. Si se hubiera dado cuenta de que estabas conjurando, te habría matado. Casi lo hizo.

    Con una dulce sonrisa, Tommy señaló a Malja.

    ―No puedes saber si voy a ganar. Puedo equivocarme.

    El chico se levantó de un salto y se dirigió hacia el cuerpo. A pesar de haberlo cuidado durante varios meses, a Malja todavía le molestaba su conducta. Quizá fuera por su duro pasado, o porque tenía sangre mágica, o porque necesitaba que lo protegiera... sin importar cuál fuera la razón, él parecía encontrar consuelo en su violencia.

    Mientras se aproximaba al guitarrista, Tommy llamó su atención. Sostenía el viejo instrumento, y señaló el golpeador. La palabra Bluesman estaba escrita con una letra elegante.

    ―No significa nada para mí. Y todavía no te perdono. No más magia, ¿entiendes?

    Tommy saludó, pero su lenguaje corporal decía que dudaba de ella.

    Para ocultar su frustración, Malja inspeccionó los trozos del cuerpo. El traje fue lo primero que llamó su atención. Al estar cerca, notó que estaba bien hecho y cuidado; y parecería casi nuevo, de no ser porque estaba en pedazos y cubierto de sangre. Ya nadie hacía ropa como esa.

    Tiempo atrás, quizá hace siglos, antes de la Devastación, todos usaban esos trajes. El mundo progresaba bajo la influencia del éxito y la civilización. Los magos proporcionaban energía ilimitada, abundantes cosechas, y toda la potencia bruta que se necesitaba para alimentar a la industria y la tecnología. Sin embargo, algunos magos se volvieron demasiado poderosos. Explotaban su magia e intentaban dominar a las personas en lugar de ayudar a la sociedad, buscando los secretos que los convertirían en dioses. Entonces la Devastación niveló las cosas, y convirtió a las personas en carroñeros y sobrevivientes durante generaciones. Otro regalo de los magos.

    El guitarrista pudo haber encontrado restos de un traje en alguna de las muchas ciudades en ruinas, ¿pero un traje de sastre, impecable y limpio? Eso no era posible. Sin embargo, estaba ahí. La única respuesta en la que pudo pensar fue magia; aunque ésta sólo funcionaba de manera natural. Un mago podía conjurar una planta de algodón o un rebaño de ovejas lanudas, pero alguien siempre tendría que hacer la ropa y confeccionar el traje.

    Pero Jarik y Callib habían conjurado su traje de asalto, y sin duda, eso había sido magia. Lo usaba desde que podía recordar. Había crecido con ella, amoldándose siempre a los cambios en su cuerpo. Se mantenía fresco en el calor de krysstaprim, cálido en las frías lluvias de korstraprim, y le permitía moverse con libertad y tranquilidad.

    ―Mira esto, ―dijo, extendiendo el traje del Bluesman. Ajustado en el cinturón, Malja encontró una pequeña pistola; una reliquia de tiempos anteriores a la Devastación. Encontrar munición sería difícil, pero en las manos correctas, un buen disparo podía acabar con una pelea rápidamente. El cañón de la pistola estaba limpio. La superficie del arma era de madera, y sólo tenía una pequeña grieta en uno de sus lados. Pero no tenía gatillo. Por eso no la había usado.

    Malja consideró guardar el objeto, aunque la experiencia le decía que el arma no volvería a servir. Lo mejor sería conseguir una nueva, pero nadie, a excepción de los magos, las fabricaba. Como muchos otros secretos, la Devastación había erradicado ese arte.

    ―Este hombre, ―dijo ella―, era un asesino con un traje que sólo pudo ser conjurado, y los únicos magos que sé que pueden hacer eso son Jarik y Callib. Ellos lo contrataron. Evitaron que pudiera encontrarlos, ¿pero no me mataron? Quizá sienten algo por mí, después de todo. ―Tommy gruñó y meneó la cabeza―. ¿No? No necesitarían contratar a un asesino. Entonces, ¿quién contrató a este hombre?

    Tommy sacó la mano del bolsillo interior del Bluesman y levantó una moneda de oro para que Malja la viera. Había un nombre grabado en ambos lados: NOLAN.

    Malja dejó escapar un suspiro de decepción.

    ―Perfecto.

    CAPÍTULO 2

    D

    espués de la emoción matutina, ni Malja ni Tommy querían avanzar más por el bosque, así que en silencio decidieron pasar el resto del día frente a su fogata. Tommy jugueteaba con algunas ramas, miraba a los pájaros, y cuidaba el fuego. Malja sacó un libro maltratado de su mochila y se acomodó para leer.

    Aunque sólo quedaban una rota portada y ocho páginas (numeradas de la 127 a la 134), el libro siempre capturaba la atención de Malja. Se titulaba Maravillas Astronómicas. Una imagen de dos páginas de extensión se apreciaba en el centro del texto, mostrando el sistema solar. El libro explicaba que las estrellas en el cielo oscuro eran enormes bolas de fuego, y que las personas habitaban un planeta que giraba en torno a dicha bola de fuego. El planeta, Geth, era el segundo de su estrella y uno de los cuatro que había en el sistema, pero cada estrella tenía planetas.

    Malja escudriñó la oscuridad. Por mucho que quisiera creerle al libro (coincidía con lo que le habían enseñado al crecer), le parecía difícil de entender. Corlin era uno de los cinco enormes países del mundo, y se preguntaba por qué si Geth podía ser lo suficientemente grande para contener a cinco países, el universo no podía ser tan grande como sugería el libro.

    Dejó el libro a un lado. La hacía sentirse pequeña e insignificante. Algunas veces eso era algo bueno, pero no cuando mataba. No quería pensar que quitarle la vida a alguien significaba tan poco.

    Sacó la moneda de Nolan de su bolsillo, y conforme las horas pasaron, Malja jugueteó con la moneda de oro entre sus dedos.

    ―Teala Nolan, ―dijo, apenas levantando una ceja. Pateó la tierra hacia la dirección del chico, asustándolo―. Casi mueres hoy. No te quiero en otra situación como ésa, ¿entiendes? Si decido enfrentar a Nolan... ―Tommy inclinó la cabeza y gruñó―. Bueno, cuando enfrente a Nolan, será porque yo lo decida. Pero estás conmigo, y no está bien que te expongas tanto al peligro por mi culpa. La violencia me sigue. Tú no necesitas eso.

    Tommy se levantó la camiseta para mostrar el patrón entrecruzado de cicatrices que los latigazos le habían dejado.

    ―Ése es mi punto. Ya has visto suficiente. Esos imbéciles que te usaban para impulsar su bote, encadenándote en esa pequeña habitación... ―Se calló conforme recordó la sangre hirviendo en sus venas, la intensa tormenta, y su decisión de salvar al chico. Hizo a un lado el recuerdo, y habló―. No podía dejarte ahí, pero no soy tu madre, y ésta no es una forma de crecer.

    Tommy se dirigió hacia Malja dando zancadas, con el entrecejo fruncido. Le arrebató la moneda de Nolan y comenzó a empacar su equipaje. Malja cerró los ojos por un momento, sin saber si debía sentirse agradecida o triste.

    ―He estado sola la mayor parte del tiempo. No soy buena en hacerme responsable de otros.

    Tommy puso sus manos en su cintura y volvió a fruncir el ceño. La señaló con un dedo, luego a sí mismo, y después juntó los dedos.

    ―Somos un equipo, ¿eh? Tienes que confiar en tu equipo. Sabes que no quiero que uses magia. Es peligroso, y yo puedo luchar bien por mi cuenta. Así que, si quieres que seamos un equipo, tienes que empezar por escuchar al líder y confiar en sus decisiones. Y yo soy la líder.

    Tommy se cruzó de brazos y soltó su característico gruñido. Eso no sólo significaba que no estaba de acuerdo con ella; también añadía una connotación de «Vamos. Intenta vivir sin mí. Yo sólo me quedaré aquí».

    El chico era valiente; Malja tenía que admitirlo. Podía soportar la idea de enfrentarse a Nolan o a cualquier amenaza sin dudarlo. Además, podía enfrentarla, y aunque ella quería protegerlo, tenía que admitir que, para sobrevivir en ese mundo, había que ser valiente y fuerte. La manera más segura para que Tommy lograra eso era a su lado. Sin ella, podría salir lastimado o morir, y ella no había tenido tantos problemas para salvar su vida sólo para dejar que el mundo acabara con él.

    ―Bueno, ―dijo―. Pero vas a escuchar a tu líder.

    Tommy continuó empacando sus cosas después de hacer otro alegre saludo.

    * * * *

    Se detuvieron frente a la puerta de acero. La llovizna no había ayudado a borrar los cuatro agotadores días que habían pasado caminando hacia la mansión de Nolan. Las antorchas brillaban en sus candelabros que se hallaban en ambos lados, apenas dando luz y calor. Cuatro konapoles del norte les gruñeron. Eran una versión más pequeña del konapol salvaje, pero al igual que sus parientes, tenían un pelaje delgado y gris que resaltaba unos músculos bien definidos, unas fuertes patas delanteras, y unas graciosas caras arrugadas que ocultaban unos dientes poderosos. Parecían unos ancianos regordetes, deseosos por despedazar a cualquier tonto que decidiera acercarse a ellos. A pesar de que estaba cansada y malhumorada por el hambre, Malja obligó a su mente a permanecer alerta.

    Mientras la puerta se abría, el sonido del viejo metal se perdió entre el lodoso suelo. Apareció un hombre. Vestía una vieja túnica adornada con una banda blanca; era un intento de uniforme.

    ―¿Qué quieren? ―preguntó, visiblemente molesto por tener que recibir visitas nocturnas en la lluvia.

    Malja le mostró la moneda. El guardia entrecerró los ojos, se aclaró la garganta, y se alejó, para luego meter a los konapoles del norte en dos jaulas.

    ―Vengan, ―gritó sobre su hombro―. No pienso cargarlos.

    Mientras se adentraban en el territorio, Malja observó con cuidado, identificando las salidas y los sitios de emboscada. En todos los lugares a los que miró, vio los milagros de la civilización que habían desaparecido del mundo desde la Devastación. El camino que llevaba hacia la casa no había sido hecho de concreto recolectado, sino que había sido cuidadosamente fabricado con ladrillos rojos y cafés, alternados en un ingenioso y elegante patrón. Cuatro enormes columnas, útiles para la defensa, salían desde el suelo y llegaban hasta el alto techo, tres pisos más arriba. El vestíbulo no tenía rastro alguno de deterioro o descuido, sino que demostraba el cuidado del personal residente que trabajaba diariamente con meticulosidad. Incluso en la enorme habitación principal en la que se encontraban, los candelabros de araña zumbaban con el fuego, probablemente obra de los magos; tal y como en los tiempos de antaño. Habían conjurado una ostentosa y pálida luz en las paredes de piedra.

    Tommy dirigió su interés hacia una estatua de mármol que se hallaba en un rincón. Dos canales en el suelo llevaban algo de agua hacia el centro de la habitación, y el chico saltó entre ellos, como si fuera un juego de niños. La estatua que había llamado su atención tenía la forma de un hombre calvo y robusto, cuya barba le llegaba hasta los pies. Era el profeta Galot, quien había aprendido la voluntad de Korstra, el hermano dios de Kryssta, y la había llevado a los iluminados. Era todo lo que Malja sabía de la historia. Jamás había necesitado la religión.

    ―Tiene unos dos mil años de antigüedad, ―dijo Nolan, entrando a la habitación. Llevaba un vestido carmesí, como si fuera la anfitriona de un gran baile. Las líneas en su rostro sugerían que había estado esperando mucho tiempo. A pesar de su dura y fría personalidad, tenía una voz simpática y encantadora―. Lamento no darles una buena bienvenida, pero mi personal está durmiendo. Trabajan duro para mí y mantienen este lugar como está, así que les ofrezco un techo y comida. Aunque, si los presiono mucho, probablemente se irían.

    ―Sospecho que la gente soporta mucho para vivir aquí, ―dijo Malja.

    La señorita Nolan juntó las manos y habló.

    ―Así que tú eres la gran Malja. Casi esperaba que te salieran llamas de los ojos.

    ―Eso es nuevo. Generalmente, mido tres metros y tengo la musculatura de un bretón.

    La boca de la señorita Nolan se abrió en una horrible sonrisa.

    ―Las historias sobre mí también son... exageradas. ¿Qué es lo que quieres?

    ―Me gustaría saber por qué intentas que me maten. ―Malja no pretendía ser tan cortante, pero la mujer tenía algo que la hacía actuar así. ¿Podría ser magia? Además de los cuentos de hadas, jamás había escuchado sobre ningún hechizo que controlara la mente, pero muy pocas personas conocían los verdaderos límites de la magia y sus usos.

    La señorita Nolan pareció confundida.

    ―Te aseguro que no te deseo la muerte. No tengo razones para eso.

    Malja se llevó una mano atrás y sujetó a Cobra, pero un pensamiento la detuvo de sacar el arma. Nadie la había registrado. Tampoco le habían pedido entregar sus armas. Malja volvió a desear haber escuchado a Gregor, su padre adoptivo. Había intentado enseñarle algo acerca de los magos, pero a su corta edad y después de haber sido abandonada por los imbéciles magos Jarik y Callib, Malja no tenía ganas de aprender sobre ese tema.

    ―¿Por qué crees que quiero matarte?

    Malja le mostró la moneda de Nolan.

    ―Encotré esto en el cuerpo de tu asesino.

    ―Ya veo, ―dijo la señorita Nolan, frunciendo el ceño de forma desagradable―. Por favor, sígueme.

    Ambas mujeres caminaron a través de un salón lleno de pinturas del campo de Corlin. Tommy caminó de un lado a otro entre ellas, sin apartar sus ojos de Malja por mucho tiempo. Por esa ocasión, le agradaba tener toda la atención. Significaba que el chico no notaría las cabinas construidas en las paredes. Nunca había visto una cabina de concentración antes, pero había escuchado de ellas en cada una de las ciudades famélicas que había visitado.

    Antes de la Devastación, las personas ricas tenían colecciones privadas de magos que les proveían electricidad, comida, calor, y todo. Esas crueles habitaciones eran donde los magos vivían como esclavos. Tenían un fácil acceso para los amos, y estaban fuera de la vista de las visitas. La puerta de una de las cabinas estaba cerrada. Malja pensó que la señorita Nolan estaba por comentar algo sobre eso, pero cerró la boca cuando vio a Tommy. Notó el tatuaje.

    ―Estoy aquí, ―dijo, y abrió una enorme puerta en la que se hallaba grabado el símbolo korstriano. Eran cuatro líneas cruzadas que formaban una M. O al menos, eso era lo que pensaba Malja.

    La señorita Nolan dio un paso adelante, se detuvo, y encaró a Malja con una mirada de preocupación que resultaba más perturbadora que su sonrisa contorsionada. ―La llamamos la Habitación Seca. Tal vez, ―dijo, golpeteando sus labios como si fuera una abuela preocupada―, el chico debería esperar aquí.

    ―Vendrá conmigo.

    ―Entiendo, pero en esta habitación...

    ―Vendrá conmigo, ―dijo Malja, perdiendo la paciencia.

    ―Muy bien.

    Cuando Malja entró, vio la horrible razón por la que la señorita Nolan quería que Tommy se quedara afuera. Una demacrada mujer se aferraba a los gruesos barrotes de una jaula. Ésta tenía la forma de un gran huevo y tenía picos de madera adentro y afuera. La mujer no podía escapar, y nadie podía ayudarla. Estaba loca. Aulló como si se dirigiera a la luna y acompañó el triste sonido con una tos desagradable. Luego, arrancó un trozo de tela gris de su despedazado vestido y tosió una secreción

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