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Inocencia y poder
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Libro electrónico164 páginas2 horas

Inocencia y poder

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La guapa, inteligente… y empedernida soltera Emily Wood es la directora de Recursos Humanos más joven que ha habido en la empresa en que trabaja. Tan sólo su cínico jefe, Jason Kingsley, parece inmune a sus encantos…
Jason está acostumbrado a que las mujeres caigan rendidas a sus pies, pero no está interesado en las relaciones a largo plazo. Emily cree en el amor, así que no entiende por qué está empeñado en utilizar su indiscutible poder de seducción con ella...
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ago 2011
ISBN9788490006863
Inocencia y poder
Autor

Kate Hewitt

Kate Hewitt discovered her first Mills & Boon romance on a trip to England when she was thirteen and she's continued to read them ever since. She wrote her first story at the age of five, simply because her older brother had written one and she thought she could do it, too. That story was one sentence long-fortunately, they've become a bit more detailed as she's grown older. Although she was raised in Pennsylvania, she spent summers and holidays at her family's cottage in rural Ontario, Canada; picking raspberries, making maple syrup and pretending to be a pioneer. Now her children are enjoying roaming the same wilderness! She studied drama in college and shortly after graduation moved to New York City to pursue a career in theatre. This was derailed by something far better-meeting the man of her dreams who happened also to be her older brother's childhood friend. Ten days after their wedding they moved to England, where Kate worked a variety of different jobs-drama teacher, editorial assistant, church youth worker, secretary and finally mother. When her oldest daughter was one year old, she sold her first short story to a British magazine, The People's Friend. Since then she has written many stories and serials as well as novels. She loves writing stories that celebrate the healing and redemptive power of love and there's no better way of doing it than through the romance genre! Besides writing, she enjoys reading, traveling and learning to knit-it's an ongoing process and she's made a lot of scarves. After living in England for six years, she now resides in Connecticut with her husband, an Anglican minister, her three young children and the possibility of one day getting a dog. Kate loves to hear from readers.

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    Inocencia y poder - Kate Hewitt

    Capítulo 1

    PARECE que me he perdido la fiesta. Emily Wood se volvió, sorprendida. Creía que ya se había ido todo el mundo. Stephanie se había marchado hacía una hora, muy animada y con miles de planes en la cabeza para su boda, que se celebraría en un mes. LLos demás empleados se habían ido poco después, dejando tan sólo unas cuantas mesas llenas de migas, platos y vasos vacíos en la sala de reuniones de la oficina.

    –¡Jason! –exclamó al ver al hombre que se hallaba en el umbral de la puerta–. ¡Has vuelto!

    –Mi avión ha aterrizado hace una hora –Jason miró a su alrededor–. Esperaba llegar al final de la fiesta, pero veo que estaba equivocado.

    –Pero has llegado justo a tiempo para la limpieza –replicó Emily en tono desenfadado mientras cruzaba la habitación y se ponía de puntillas para besar a Jason en la mejilla–. Qué alegría verte –el aroma de su loción para el afeitado era más penetrante de lo que habría esperado para el estoico y recto Jason, el muchacho que la había protegido, el hombre que se fue de Highfield para progresar en el mundo de la ingeniería civil. Era su jefe y un viejo amigo de la familia, aunque no estaba claro si era «su» amigo. Viendo su expresión, recordó que Jason siempre parecía desaprobarla un poco.

    Al apartarse de él captó un gesto prácticamente imperceptible de sus labios. Resultaba asombroso, pero casi pareció una sonrisa.

    –No sabía que ibas a volver a Londres –como fundador y director de Kingsley Engineering, Jason viajaba todo el año. Emily no recordaba la última vez que lo había visto. exceptuando alguna vez que se había cruzado con él en el vestíbulo o habían coincidido en alguna reunión familiar. Y nunca había ido a verla a ella en concreto.

    Pero en realidad no debía haber ido a verla, pensó mientras empezaba a recoger. Tan sólo se había perdido la fiesta.

    –He pensado que ya era hora de volver a casa –contestó Jason mientras volvía a mirar a su alrededor–. Parece que la fiesta ha sido todo un éxito, aunque no habría esperado otra cosa.

    Un éxito, pensó Emily, no «divertida». Típico de Jason.

    –¿Por qué lo dices? –preguntó, arqueando las cejas.

    –Porque sé que te encantan los acontecimientos sociales, Em.

    Emily pensó que aquello no había sonado precisamente como un cumplido. Que le gustara disfrutar de una fiesta no la convertía en una chiflada por las fiestas. Y le había sorprendido que la hubiera llamado Em, su apodo de la infancia, apodo que sólo él solía utilizar. «Pequeña Em», solía llamarla mientras le tiraba de las coletas, sonriente. Pero no podía decirse que la conociera en la actualidad; a pesar de que trabajaba para su empresa hacía cinco años, apenas lo había visto, y ni siquiera recordaba la última vez que la había llamado «Em».

    –No sabía que te mantuvieras al tanto de mis actividades sociales –dijo, medio en broma medio en serio.

    –Dada nuestra historia, estoy moralmente obligado a ello. Además, has aparecido lo suficiente en las páginas de sociedad de la prensa como para no fijarse.

    –¿Y tú lees las páginas de sociedad? –preguntó Emily, sonriente.

    –Espero anhelante los periódicos cada mañana.

    Emily se echó a reír, porque pensar en Jason interesándose por las páginas de cotilleo de la prensa resultaba ridículo, aunque tampoco esperaba que bromeara al respecto… o sobre cualquier otra cosa. En más de una ocasión se había preguntado si le habrían extirpado quirúrgicamente el sentido del humor.

    –La verdad es que es mi secretaria quien echa un vistazo a esa sección de la prensa por mí –dijo Jason en un tono serio, casi severo–. Necesito saber qué se traen entre manos mis empleados.

    Aquél era el auténtico Jason, el que Emily conocía y recordaba, siempre dispuesto a echarle una regañina o a dedicarle una mirada severa.

    –Como verás, ésta ha sido una fiesta realmente salvaje –dijo con una sonrisa radiante–. Tarta, serpentinas, y creo que alguien ha traído un equipo de karaoke. Escandaloso.

    –No olvides el champán.

    –¿Cómo has adivinado que había champán?

    –Porque me ocupé de enviarlo.

    –¿En serio? –Emily no ocultó su sorpresa.

    –En serio –Jason esbozó algo parecido a una sonrisa y apoyó un hombro contra el marco de la puerta–. Tampoco soy un tirano tan severo. Y es cierto que he intentado llegar a la fiesta a tiempo. Stephanie lleva en la compañía más de cinco años.

    –Ah. Así que ese era el motivo. ¿Y piensas regalarle una placa honoraria?

    –Ésas sólo las doy cuando los empleados llevan diez años de trabajo en la empresa –contestó Jason, y Emily se quedó boquiabierta.

    Al captar un revelador destello en su mirada, comprendió que estaba bromeando. Dos bromas en un día. ¿Qué le habría pasado en África?

    Sorprendida, dejó de recoger un momento para mirar a Jason con calma; vestía un elegante traje de seda gris con camisa blanca y corbata azul. Tenía los ojos color castaño, al igual que el pelo, que siempre llevaba corto. Al margen de elegante, resultaba distante e intocable, con una leve sonrisa de superioridad que nunca le había gustado, pero que siempre había aceptado como una parte de lo que era Jason, el cuñado de su hermana, doce años mayor que ella.

    Nunca tomó parte en sus juegos infantiles. Jack, el hermano menor de Jason, su hermana Isobel y ella, siempre andaban metiéndose en líos, y era Jason quien se ocupaba de sacarlos de los apuros y de sermonearlos luego con su innato sentido de la autoridad.

    Hacía meses que no lo veía, y habían pasado años desde la última vez que habían hablado.

    Cuatro años antes, cuando Emily llegó a Londres en busca de trabajo, Jason le dijo que hablara con Stephanie, por aquel entonces jefa del Departamento de Recursos Humanos. Tras colocarla como secretaria, voló a Asia para ocuparse de un proyecto de construcción. Desde entonces, tan sólo lo había visto en las oficinas, donde mantenía una fría distancia profesional con ella, y en Surrey, en alguna reunión familiar, donde era lo que siempre había sido: Jason, mandón y tal vez un poco aburrido, pero, en esencia, Jason, una parte esencial del paisaje de su vida.

    –¿Has vuelto para mucho tiempo? –preguntó mientras seguía recogiendo.

    –Espero que para unos cuantos meses. Tengo algunos asuntos de los que ocuparme aquí.

    –No sabía que la empresa tuviera algún proyecto local –como ingeniero de caminos, la especialidad de Jason era la dirección de proyectos relacionados con la distribución del agua en los países del Tercer Mundo.

    –No tiene nada que ver con la empresa.

    –¿Se trata de un asunto personal? ¿De algo relacionado con la familia? –Emily pensó en el taciturno padre de Jason, en su juerguista hermano, que se había convertido en su cuñado. ¿Tendría problemas alguno de ellos?

    –Veo que estás llena de preguntas –Jason volvió a esbozar una sonrisa–. No, no tiene nada que ver con la familia. Como ya te he dicho, es algo personal.

    –Lo siento. No insistiré –replicó Emily con una sonrisa, decidida a mantener el ambiente ligero, aunque se sentía realmente picada por la curiosidad. ¿Qué clase de asunto personal ocuparía a Jason Kingsley? Siempre se había especulado mucho en la oficina sobre la vida del jefe, pues cuando estaba en Londres siempre aparecía con una mujer diferente en los acontecimientos sociales a los que asistía, mujeres normalmente glamurosas y superficiales que Emily consideraba totalmente inadecuadas para él. Sin embargo, nunca se le había visto con una novia formal.

    Tras unos momentos de silenciosa especulación, Emily se encogió de hombros y dejó a un lado el tema. Los asuntos personales de Jason no tenían nada que ver con ella. Probablemente, se trataría de algo totalmente aburrido, como el cobro de una vieja deuda, o algún problema físico menor. Al pensar en Jason tumbado en la camilla de un médico, no pudo evitar imaginarlo vestido tan sólo con una de aquellas ridículas batas de papel de los hospitales. La imagen mental resultaba a la vez absurda y extrañamente fascinante, pues su hiperactiva imaginación parecía tener una idea bastante clara del aspecto que tendría el pecho desnudo de Jason.

    Un inesperado brote de risa la hizo llevarse la mano a la boca. Jason la miró y movió la cabeza.

    –Siempre has sido capaz de ver el lado más ligero de la vida, ¿no?

    Emily apartó la mano de su boca y le dedicó su sonrisa más radiante.

    –Es uno de mis mejores talentos, aunque hay que esforzarse demasiado para sacarlo a relucir en determinada oficina.

    Jason entrecerró los ojos y Emily ensanchó su sonrisa. Sabía que Jason desaprobaba su despreocupada actitud. Aún recordaba la mirada de escepticismo que le dedicó cuando acudió a Londres para pedirle un trabajo, dando por sentado que tendría algo para ella.

    «Estás aquí para trabajar, Emily, no para divertirte», le dijo, dejando claro que dudaba de sus aptitudes.

    Emily esperaba haber demostrado durante los cinco años transcurridos desde entonces que se le daba bien su trabajo. Estaba preparada para convertirse en la directora de Recursos Humanos más joven que había tenido nunca la empresa… a pesar de que lo cierto era que sólo había habido otros dos antes que ella, y de que, según Stephanie, había sido el propio Jason quien había sugerido su ascenso.

    Sin embargo, la mirada que le estaba dedicando Jason en aquellos momentos la hizo sentirse como la jovencita atolondrada que fue en otra época. A pesar de haber sugerido su ascenso, parecía seguir pensando que era la de antes.

    –Así que Stephanie va a casarse dentro de un mes –murmuró Jason–. ¿Qué tal es el tal Timothy?

    –Es encantador –contestó Emily sin dudarlo–. De hecho, yo tuve algo que ver con el hecho de que acabaran juntos.

    Jason arqueó una ceja con expresión escéptica.

    –¿En serio?

    –Sí –replicó Emily, ligeramente picada–. Tim es un amigo de un amigo de Isobel, y ella me dijo que Annie le había dicho…

    –Parece una historia bastante complicada.

    –Para ti, tal vez –dijo Emily–. A mí me pareció bastante sencilla. Annie dijo…

    –Resume, por favor –interrumpió Jason, y Emily puso los ojos en blanco.

    –Muy bien. Invité a ambos a una fiesta organizada para obtener fondos para niños en estado terminal. Se conocieron allí y…

    –Y surgió entre ellos el amor a primera vista, ¿no? –interrumpió Jason en tono burlón.

    –No, claro que no. Pero nunca se habrían conocido si yo no hubiera arreglado las cosas. No se puede hacer amar a la fuerza, por supuesto, pero…

    –Imagino que no.

    Emily miró a Jason con curiosidad, pues había captado en su voz un tono sorprendentemente sombrío.

    –El caso es que se casan dentro de un mes, de manera que todo salió muy bien.

    –Desde luego –Jason recorrió el espacio que los separaba y, al sentir el calor que emanaba de su cuerpo, Emily sintió un extraño cosquilleo por sus brazos desnudos y su espalda. Estaba realmente cerca–. Tienes un poco de glaseado en el pelo –dijo, y alzó la mano para retirar un pegajoso mechón de pelo de su mejilla.

    Emily se hizo repentinamente consciente de lo desarreglada que debía estar, con el pelo revuelto y una mancha de café en la falda.

    Rió con ligereza a la vez que apartaba otro mechón de pelo tras su oreja.

    –Sí, estoy hecha un desastre, ¿verdad? Sólo tengo que terminar de recoger todo esto.

    –Podrías dejarlo para la mujer de la limpieza.

    –¿Alice? Se ha tomado el día libre.

    –¿Sabes cómo se llama? –preguntó Jason, sorprendido.

    –Estoy a punto de convertirme en directora del Departamento de Recursos

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