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Fuego en la tormenta
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Fuego en la tormenta
Libro electrónico147 páginas2 horas

Fuego en la tormenta

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Información de este libro electrónico

¡De tener una aventura… a ser una novia ficticia!
Con el corazón destrozado, Becky Shaw se retiró a los Cotswolds para pasar la Navidad. Allí esperaba calentarse delante de la chimenea y no entre los brazos de Theo Rushing, un atractivo italiano millonario. Mientras la tormenta de nieve tomaba fuerza en el exterior, la temperatura comenzó a subir en el interior...
Se suponía que iba a ser un romance de vacaciones, hasta que Theo confesó que necesitaba aparentar que tenía novia y se llevó a Becky a Italia, a conocer su vida de lujo. Para proteger su corazón ella accedió a fingir una relación sin más, pero, cuando estalló la química entre ellos, pronto llegaron a un punto de no retorno.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 sept 2017
ISBN9788491700364
Fuego en la tormenta
Autor

Cathy Williams

Cathy Williams is a great believer in the power of perseverance as she had never written anything before her writing career, and from the starting point of zero has now fulfilled her ambition to pursue this most enjoyable of careers. She would encourage any would-be writer to have faith and go for it! She derives inspiration from the tropical island of Trinidad and from the peaceful countryside of middle England. Cathy lives in Warwickshire her family.

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    Fuego en la tormenta - Cathy Williams

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2016 Cathy Williams

    © 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Fuego en la tormenta, n.º 2570 - septiembre 2017

    Título original: Snowbound with His Innocent Temptation

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-9170-036-4

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo 1

    EN SERIO, Ali, ¡Estoy bien!

    Era mentira. Becky Shaw no estaba nada bien.

    Su trabajo estaba en juego. La consulta de veterinaria donde había trabajado durante los últimos tres años estaba en venta y a punto de convertirse en otro café para atraer a los turistas que llegaban a los Cotswolds durante la temporada de primavera y verano, tratando de capturar su belleza con sus cámaras y comprar artesanía local para intentar llevarse con ellos un poco de su encanto.

    Sus amigas Sarah y Delilah acertaron cuando decidieron convertir su casa en taller y galería. Y no era que tuvieran que hacerlo por necesidad, teniendo en cuenta que ambas se habían casado con hombres millonarios.

    Además tenía el problema del tejado, y estaba segura de que si escuchaba con atención podría oír el sonido de las gotas que caían dentro de los cubos que había colocado estratégicamente en el pasillo del piso superior.

    –¡Siempre te he dicho que eres demasiado joven para vivir atrapada en la mitad de la nada! ¿Por qué no te vienes a Francia? Ven a visitarnos un par de semanas. Seguro que en la consulta pueden prescindir de ti quince días…

    «Dentro de tres meses la consulta podrá prescindir de mí para siempre», pensó Becky.

    Aunque no pensaba contárselo a su hermana. Tampoco tenía intención de irse al sur de Francia a visitar a Alice y a Freddy, su marido. El corazón se le encogió, tal y como le pasaba cuando pensaba en Freddy, y se esforzó para que al contestar a su hermana no le traicionara la voz.

    –No estoy atrapada aquí, Alice.

    –He visto los partes del tiempo, Becks. Siempre los miro en mi teléfono y en los Cotswolds dan mucha nieve para el fin de semana. Estarás aquí atrapada a mediados de marzo, mientras el resto del país espera la primavera. ¡Por favor! Me preocupo por ti.

    –No deberías –miró por la ventana y se preguntó cómo era posible que todavía estuviera allí, en la casa familiar, cuando se suponía que había regresado de forma temporal para lamerse las heridas antes de continuar con su vida. Habían pasado tres años. Desde entonces, dejándose llevar, había aceptado un trabajo en la consulta de veterinaria y había convencido a sus padres para que retrasaran la venta de la casa durante un tiempo. Solo hasta que ella se recuperara. Su plan era pagarles una cantidad mensual hasta que hubiese avanzado en su carrera. Entonces, se marcharía de los Cotswolds y se dirigiría a Londres.

    Sin embargo, allí estaba. A punto de quedarse sin trabajo y en una casa que había que vender porque cada día que pasaba estaba más deteriorada. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que la gotera se extendiera? ¿De veras quería despertarse por la noche con la cama flotando por la habitación?

    Hasta el momento no había mencionado los problemas de la casa a sus padres. Ellos se habían marchado a Francia cinco años antes y, al poco tiempo, Alice y su marido también. Ella sabía que, si lo contaba, toda su familia aparecería en la casa con planes para rescatarla.

    No necesitaba que la rescataran.

    Era una excelente veterinaria. Norman, el hombre mayor que era propietario de la consulta, le haría buenos informes para recomendarla antes de vender y marcharse al otro lado del mundo. Ella no tendría problema para encontrar trabajo en otro lugar.

    Además, las mujeres de veintisiete años no necesitaban que las rescataran. Y mucho menos por una hermana pequeña y unos padres preocupados.

    –¿No debería ser yo la que me preocupara por ti?

    –¿Porque eres tres años mayor?

    Becky oyó su maravillosa risa e imaginó a su hermana sentada en el sofá con las piernas cruzadas y la melena rubia sobre uno de los hombros.

    Freddy estaría haciendo algo práctico en la cocina. A pesar de que, igual que ella, era un veterinario muy trabajador, le encantaba regresar de la consulta, quitarse los zapatos y relajarse con Alice en la cocina. Allí solía preparar deliciosas comidas, puesto que era un magnífico cocinero.

    Y adoraba a Alice. Se había vuelto loco por ella desde el primer momento en que la conoció. En esa época ella era una modelo camino de la fama y, aunque Becky nunca había imaginado que Freddy pudiera sentirse atraído por su hermana, una chica orgullosa de no haber tenido éxito académico y que no había leído un libro desde hacía años, se había equivocado.

    Era la pareja mas feliz que se podía imaginar.

    –Estaré bien –Becky decidió que otro día les contaría sus problemas–. No saldré en pijama en mitad de la tormenta de nieve, y si alguien es lo bastante estúpido como para salir con ese tiempo a ver qué puede pillar, no creo que se acerque a Lavender Cottage –miró la vieja cortina de la cocina y sonrió–. En el pueblo todos saben que guardo todas mis pertenencias en la caja fuerte del banco.

    Lo único que tenía en la casa era ropa vieja, botas llenas de barro y herramientas para arreglar todo lo que se rompía… El tipo de cosas que nadie querría robar.

    –Se me ocurrió que podías venir aquí y divertirte un poco antes de que llegue el verano y toda la gente. Sé que viniste para Navidad, pero estábamos tan ocupados con todos los invitados de mamá y papá que tengo la sensación de que hace años que no te veo. Quiero decir, a solas, como cuando éramos más jóvenes y… Bueno, y Freddy y yo…

    –Estoy muy ocupada de momento, Ali. Ya sabes que dentro de poco empiezan a nacer los corderos y hay ovejas que necesitan atención por todos lados… Saldré de aquí lo más pronto que pueda. Lo prometo.

    No quería hablar de Freddy, el chico que había conocido en la universidad y del que se había enamorado locamente. Se habían convertido en buenos amigos, hasta que él conoció a Alice y le propuso matrimonio.

    El chico que le había partido el corazón.

    –Cariño, Freddy y yo tenemos algo que contarte y preferiríamos hacerlo en persona…

    –¿Qué? ¿Qué es? –preguntó Becky preocupada, imaginándose lo peor.

    –¡Vamos a tener un bebé! ¿No es emocionante?

    Lo era. Emocionante. Algo de lo que su hermana había estado hablando desde el momento que pronunció sí quiero, y avanzó por el pasillo con una alianza de oro en el dedo.

    Becky se alegraba mucho por ella. Sin embargo, mientras se acomodaba para pasar la noche de uno de los pocos sábados en los que no estaba de guardia, sintió que el peso de las elecciones que había tomado durante los años recaía sobre ella.

    ¿Dónde estaban las discotecas de las que debería estar disfrutando? ¿Y las relaciones de amor? ¿Los pretendientes? ¿Y los mensajes de texto? Cuando Freddy se decidió por su hermana, Becky le dio la espalda al amor. A diferencia de Alice, ella se había pasado la adolescencia con la cabeza metida entre los libros. Siempre había sabido qué quería ser de mayor y sus padres siempre la habían animado con los estudios. Ambos eran profesores , su padre de universidad y su madre de un colegio de secundaria. Ella siempre había sido una niña buena que trabajaba duro. Alice, una chica guapa y esbelta, había decidido desde muy pronto que estudiar no era lo suyo y, sus padres, liberales y de izquierdas, no habían puesto ninguna objeción.

    Así que, mientras Becky estudiaba, Alice salía de fiesta.

    –¡Todo el mundo ha de ser libre para ser como quiere ser, sin tener que ceñirse a vivir según las expectativas de otras personas!

    A los dieciocho años Becky se había incorporado a la vida de la universidad y se había percatado de que los estudios no eran compatibles con las noches de alcohol y fiesta.

    Había decidido no disfrutar de tanta libertad y, enseguida, se había enamorado de Freddy, que estudiaba el mismo curso de veterinaria que ella.

    Él también había pasado la adolescencia estudiando mucho. Era como su alma gemela y ella había disfrutado de su compañía, pero había sido demasiado tímida como para dar un paso más, así que sucedió lo inevitable.

    Siempre había observado a su hermana desde la distancia, divirtiéndose de ver cómo Alice entraba y salía de las relaciones de amor, sin embargo, ella nunca se había sentido segura de dar el primer paso.

    Y menos mal, porque si lo hubiera hecho la habrían rechazado. El chico al que consideraba su alma gemela, el chico con el que deseaba pasar el resto de su vida, solo estaba interesado en ella como amiga. Becky lo consideraba perfecto para ella. Estable, estudioso, respetuoso, con los pies en la tierra…

    No obstante, él no estaba buscando a una mujer que tuviera esas cualidades.

    Él quería una mujer vivaracha y superficial. Alguien capaz de retirar sus libros a un lado y sentarse en su regazo.

    Él buscaba a una mujer alta, rubia y bella, no a una mujer menuda y pelirroja.

    Cuando al anochecer comenzaron a caer los primeros copos de nieve, Becky se preguntó si retirarse a vivir a los Cotswolds había sido una buena idea. Podía imaginarse dentro de diez años haciendo las mismas cosas, en el mismo lugar. Su hermana pequeña sentía lástima por ella y sin darse cuenta se estaba convirtiendo en una caso de beneficencia, en el tipo de persona por la que la sociedad sentía lástima.

    La casa se estaba cayendo a pedazos.

    En pocos meses dejaría de tener trabajo y estaría obligada a hacer algo con su vida. Tendría que dejar la seguridad que le proporcionaba el mundo rural y sumarse a la vida de la juventud de la ciudad.

    Tendría que empezar a salir con chicos otra vez.

    Al pensar

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