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Zum-zum, la mosca, y otras historias
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Libro electrónico59 páginas47 minutos

Zum-zum, la mosca, y otras historias

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Lo peor que le puede ocurrir a una mosca es meterse en una casa... y eso es precisamente lo que le ha sucedido a Zum-zum. Aventuras similares son las que viven los otros personajes: Roko, el camaleón malhumorado; Belino, el pato que no sabe volar; Azul, el delfín que observa a los niños en la playa, y Ñico, el caballo que un día escapó del corral.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones SM
Fecha de lanzamiento26 dic 2016
ISBN9786072424562
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    Zum-zum, la mosca, y otras historias - David Martín del Campo

    M37

    Zum-zum, la mosca

    LAS MOSCAS no tienen nombre. Ninguna puede soñar siquiera en llamarse Melba o Dagoberta. Las moscas tampoco tienen una gracia especial. No saben jugar, le temen al agua y además todas las mamás las odian. Las moscas, sin embargo, son felices volando. Y ésa es la historia de nuestra mosca. Como no tiene nombre, pongámosle uno. La llamaremos, entonces, Zum-zum.

    Zum-zum va donde el viento. Nació esta mañana cuando el sol entibiaba el basurero. Con aquel suave calor ella y sus hermanas, una por una, comenzaron a revolotear. Hay seres que nacen en nidos, otros en capullos y algunos más en una cuna blanda. Zum-zum a nacido, como la mayoría de las moscas, en un basurero. Por esa razón es que todas ellas buscan siempre, como enloquecidas, la felicidad de la basura. De pronto el viento empieza a soplar y Zum-zum es arrastrada lejos de sus hermanas.

    Nada es tan variable como el viento. Un día sopla hacia el Sur, otro hacia el Oriente, otro más hacia el Norte. El viento arrastra casi todo: las hojas de los árboles, el polvo, las nubes. A donde lleva el viento van también los insectos. Con él viajan las mariposas y los mosquitos, las avispas y las libélulas. Por eso, cuando la brisa aumenta, buscan refugio. Se esconden en su panal, entre las ramas, bajo las piedras, donde pueden. Pero Zum-zum, que no sabe nada de esto, se deja llevar por el vendaval.

    Y así, volando muy alto, no sabe adónde va ni cuándo se detendrá. ¡Uuuuy!, quisiera gritar emocionada por las piruetas que da con el viento. De pronto aparece una sombra enorme que se atraviesa en su camino. La sombra tiene alas y está a punto de llevársela con ella. Zum-zum no lo sabe: esa terrible sombra es una golondrina.

    Ya aprendió la lección: no hay seguridad cuando se vuela en lo alto. Zum-zum busca entonces refugio en tierra firme. No le gustaría ser comida por un pájaro. Ahí abajo hay una casa y la casa tiene agujeros cuadrados. La mosca no conoce las ventanas y se lanza a toda velocidad hacia la más próxima. ¡Qué terrible choque! Zum-zum rebota luego de golpear un muro invisible. Qué clase de muralla es ésa, se pregunta al sobarse la cabeza. No se ve nada pero es dura como una piedra. Y otra vez se lanza hacia la ventana.

    A Zum-zum le duele la cabeza y tiene lastimados sus grandes ojos color frambuesa. Ha intentado entrar varias veces pero siempre choca contra ese muro invisible. Qué difícil es meterse en una casa, piensa, y ahí va de nuevo. Esta vez, sin embargo, logra adentrarse. Alguien abrió el cristal de la ventana. Es la hora de ventilar la casa.

    ¡Qué segura es una casa! ¡Qué tibia, qué tranquila, qué agradable! Zum-zum olfatea algo sabroso. Por aquí hay comida, se dice, y vuela hacia el comedor, lleno de cazuelas y sartenes.

    Zum-zum descansa en la superficie de un frutero. Hay que estudiar el terreno antes de atacar. Ojalá vinieran mis hermanas moscas, piensa. Se podrían dar un festín con todo esto. Salta hacia un plato

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