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Libro electrónico185 páginas2 horas

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¡El esperadísimo cuarto libro de la Saga de los Secretos Ocultos continúa su viaje con esta deliciosamente única historia sobre hombres lobo, brujas y muertos vivientes!

Los secretos de su pasado han sido revelados, pero la vida de Rouge sigue cubierta de misterio. Ha aprendido muchas cosas y, sin embargo, siente que solo ha arañado la superficie, ya que no paran de asaltarle preguntas a las que debe encontrar respuestas.

Los Grollics la quieren ver muerta, tiene prohibido estar con el chico al que ama, y puede que su hermano – el enemigo – sea el único en el que pueda confiar. Cuanto más hurga en el pasado, más problemas surgen a su encuentro.

¿Puede encontrar respuestas en el antiguo diario que lleva? ¿O está abriendo la caja de Pandora?

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento21 abr 2017
ISBN9781507181713
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Autor

W.J. May

About W.J. May Welcome to USA TODAY BESTSELLING author W.J. May's Page! SIGN UP for W.J. May's Newsletter to find out about new releases, updates, cover reveals and even freebies! http://eepurl.com/97aYf   Website: http://www.wjmaybooks.com Facebook:  http://www.facebook.com/pages/Author-WJ-May-FAN-PAGE/141170442608149?ref=hl *Please feel free to connect with me and share your comments. I love connecting with my readers.* W.J. May grew up in the fruit belt of Ontario. Crazy-happy childhood, she always has had a vivid imagination and loads of energy. After her father passed away in 2008, from a six-year battle with cancer (which she still believes he won the fight against), she began to write again. A passion she'd loved for years, but realized life was too short to keep putting it off. She is a writer of Young Adult, Fantasy Fiction and where ever else her little muses take her.

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    Forzada - W.J. May

    Forzada

    ––––––––

    Saga de los Secretos Ocultos

    Libro IV

    W. J. May

    Capítulo 1

    Miré por la ventana del Jeep observando el paisaje desdibujado, figuras borrosas con diferentes tonos de verde y marrón juntándose con el gris del asfalto de la carretera.

    —Has matado a tu hermano de manada —las palabras salieron lentamente, como si mi cerebro pensase que pronunciarlas a paso de tortuga ayudaría a entender mejor lo que había pasado—. Pensé...

    Robert se dio la vuelta en su asiento y me miró.

    —Lo sé —repitió—. Iba a matarte.

    —Pensé que tú ibas a matarme.

    Mi hermano, que hasta hacía poco no había sabido que existía, se volvió a girar, cruzó los brazos sobre el pecho y asintió hacia Michael, mi novio.

    —¿Es siempre así de lenta?

    —Ha sido un día de locos —dijo Michael encogiéndose de hombros.

    Me empecé a golpear la rodilla con el índice, intentando recordar todo lo que Robert me había contado después de disparar a su hermano de manada.

    —¿Has matado a tu hermano de manada para protegerme?

    Robert se encogió de hombros.

    —Es mi hermano, bueno, era. Tú eres mi sangre. ¿Qué demonios le pasa? —le preguntó a Michael moviendo los labios.

    —Robert, has dicho que eras el sexto. Yo soy la séptima. No sé qué has querido decir con eso.

    Robert suspiró.

    —Soy el sexto hijo, tú eres la séptima. Y me llamo Rob. Solo mi madre me llamaba Robert.

    Rebekah también era mi madre, quise añadir, pero me contuve. Yo era la séptima hija de Bentos, la niña marcada, la que nadie quería. Me incliné hacia delante.

    —¿Significa eso que soy un Grollic? ¿Estás seguro de que Bentos es nuestro padre?

    Robert, Rob, ni se inmutó.

    —Sí. Eres la número siete ¿recuerdas?

    Miré a Michael, con miedo de que nos dejase a Rob y a mí tirados a un lado de la carretera.

    —No eres un Grollic, Rouge.

    —¡No, joder! —Se burló Rob—. Y ahora yo tampoco —dejó caer los brazos y se volvió a girar en su asiento—. ¿Puedes arreglarlo de alguna forma? No tengo nada si no puedo transformarme.

    Michael soltó un resoplido.

    —Deberías considerarlo una bendición.

    Los dos parecían listos para luchar y de ninguna manera tendrían suficiente espacio dentro del Jeep.

    —Vosotros dos, calmaos —dije intentando mantener un tono de voz neutro—. Michael, ya que Robert, Rob, no puede transformarse, necesita protección. Has dicho que se lo debías por haberme salvado. Y... —dije poniendo la mirada sobre Rob mientras alzaba la voz—, si no quieres sentirte prisionero, te sugiero que dejes de comportarte como uno. Nadie te está obligando a quedarte. Si quieres, puedo averiguar cómo hacer que te puedas volver a transformar.

    —Tendrás que hacerlo —contestó Rob.

    —No tiene que hacer nada —gruñó Michael, pareciéndose más a un lobo que el Grollic que tenía al lado.

    —Ya lo creo que sí. Tengo que poder transformar —suspiró Rob—. Necesitará todo un ejército de Grollics cuando Bentos la encuentre.

    Capítulo 2

    —¿Qué? —sabía que lo había dicho gritando, pero no pude evitarlo.

    —Te ha estado buscando desde que mamá te escondió. Dijo que habías muerto, pero no la creyó. Ese hijo de puta ha estado intentando cazarte desde que abriste los ojos por primera vez.

    —¿Cómo puede seguir vivo? Tiene que ser un hombre muy, muy viejo.

    Michael parecía infinitamente paciente con mis preguntas constantes. Rob, por otro lado, parecía molesto hasta la saciedad después de llevar una hora dentro del Jeep con ellos.

    —¿No lo habíamos hablado ya?

    —No lo entiendo —mis ojos iban de uno al otro—. Bentos mató a Michael y su hermana.

    —Pues no hizo un gran trabajo  —murmuró Rob—. Muerto es muerto.

    —A menos que seas uno de los gemelos... como yo —añadió Michael sarcásticamente.

    —Me refiero —dije, alzando la voz—. ¿Cuántos años tiene? ¿Qué aspecto tiene? ¿Es que no se hace mayor?

    Rob se encogió de hombros, sin apartar la vista de Michael.

    —Yo lo veo igual que cuando era un niño. ¿Qué dices tú, Cazador? ¿Tu asesino ha cambiado desde la última vez que lo viste?

    —No lo sé, chico. La última vez que lo vi mató a mi hermana delante mío y luego me atacó.

    —Me gustaría decir que me duele en el alma oír eso, pero no es verdad.

    —Lo mismo digo acerca de tu madre —dijo Michael prácticamente al instante.

    El viaje de vuelta a Port Coquitlam se haría larguísimo si seguían con su concurso de machos de a ver quién era más fuerte o más listo o mejor o más lo que fuera.

    —¡Lo conseguimos! —Grité—. Michael no confía en ti, y tú no confías en él. Los dos estáis aquí únicamente por mí —tenían que centrarse en el presente—. ¡Hay una masa de Grollics furiosos que nos están persiguiendo y  es probable que se estén acercando porque os oyen discutir a los dos!

    —¡Y a ti también! —dijeron los dos a la vez.

    Me aclaré la garganta antes de continuar.

    —Bien.

    Bajé la mirada al diario que tenía en el asiento de al lado. Parpadeé rápidamente intentando retener las lágrimas que amenazaban con caer. Llevando consigo todos mis pensamientos del pasado. Las palabras salieron de mi boca, apenas un susurro.

    —Pensé que mi madre me había abandonado, pero me escondió para protegerme. Tengo un hermano, un Grollic, que está dispuesto a protegerme y acabo de bloquear su habilidad de transformarse. Mi padre mató a mi novio y mi mejor amiga unos cien años atrás. Tendrían que estar muertos, pero en vez de eso están vivos como un vampiro que no necesita sangre. Todo esto pasó hace mucho tiempo y, sin embargo, mi padre sigue vivo y es probable que no haya envejecido ni un solo día. Tiene poderes como de Vudú, los cuales me transmitió. ¿Y crees que todo eso es culpa de algún estúpido número?

    —Es el número. Siete. Séptima Marca. Bentos es la Séptima Marca. Tú también la tienes... y más cosas. —La voz de Rob estaba teñida de una inesperada simpatía.

    —No la tiene —lo cortó Michael.

    —Sí que la tiene. No has mirado. O has evitado verla a propósito. Sabes que está allí.

    Mi hombro empezó a arder en cuanto mencionaron la marca. Por alguna razón no quería hablar de la marca allí, delante de Rob. Tenía que estar a solas con Michael.

    —No puedo transformarme en Grollic ¿verdad?

    Sacudió la cabeza y luego asintió.

    —No tengo ni idea. La leyenda dice que tú controlas a la bestia, no eres una de nosotros. Te relacionas con los de su tipo —dijo, señalando a Michael con la barbilla—. No tengo ni idea de lo que eres capaz de hacer.

    —¿Qué más sabes acerca de Rouge? —Michael avanzó a un coche que se movía con lentitud y siguió conduciendo por encima del límite de velocidad.

    —Tiene razón con lo del número. Excepto que no es solamente siete.

    —¿A qué te refieres? —pregunté cogiendo el diario e intentando sacar fuerzas de él. Pareció funcionar.

    —Sacas tu habilidad de ser el séptimo hijo, pero también tienes la fuerza de tres.

    No tenía ni idea de lo que había querido decir con eso.

    —¿Perdón? —Miré a Michael a través del retrovisor—. ¿Sabes lo que significa?

    —No lo sé, Rouge.

    Rob reclinó su asiento y se acomodó para el trayecto.

    —Por cierto, ¿por qué escogiste Rouge en vez de Jamie? ¿O es que ni siquiera sabías que te llamas Jamie?

    —No lo sabía. Rouge era el nombre que ponía en mis papeles de acogida y cualquier otro tipo de identificación que tenía. Se deletrea R-O-U-G-E.

    Rob resopló.

    —Como rojo en francés —se inclinó hacia delante y cerró los ojos—. Como un maldito cuento de hadas. La Caperucita Roja y el gran lobo malo y, por supuesto, están todos los sietes y treses. Es ridículamente irónico.

    —Palabras mayores viniendo de un chico que vivía en la parte chunga de la ciudad —dejé el diario abierto sobre mi regazo—. No te olvides de lo de la brujería. Al parecer llevo el libro de hechizos de Bentos.

    —Harás que me maten —Rob intentó sonar molesto, pero vi como levantaba las comisuras de los labios. Estaba deseoso de tener, por fin, la oportunidad de ir a por Bentos.

    —¿A qué te refieres con la fuerza de tres?

    Rob abrió un ojo y miró a Michael.

    —¿No se lo has contado?

    De nuevo, mi cabeza fue de uno a otro como si estuviera viendo un partido de tenis.

    —¿Por qué Michael tendría que saberlo? —Dije inclinándome de nuevo—. Actuáis como si os odiarais y al segundo siguiente es como si os conocieseis de toda la vida.

    Rob soltó un bufido y cerró los ojos. Se sacó la gorra de béisbol del bolsillo trasero de los pantalones y se la tiró encima de la cara.

    —No conozco a Michael personalmente. Pero sí que conozco a los suyos y él está del lado del comemierda de Caleb. Michael sabe muchísimas más cosas de las que te cuenta. Quizás primero tendrías que preguntarle qué está pasando y luego hablar conmigo —dijo antes de bostezar desde debajo de la gorra—. Ahora me pondré a dormir. No he podido hacerlo desde el maldito día que os presentasteis delante de mi casa.

    Me quedé mirando al hermano que nunca había sabido que existía. Mi instinto me llevaba a confiar en él. Con los tiempos que corrían, seguirlo parecía lo más sensato.

    —¿Qué está pasando, Michael?

    —Nada —dijo sin apartar los ojos de la carretera que tenía enfrente.

    —¿Qué es lo que no me estás contando?

    —No estoy escondiendo nada —tragó saliva y vi como su nuez de Adán desaparecía y volvía a aparecer en su perfecto y fuerte cuello—. No estoy ocultando más cosas que tú.

    Era una frase cargada de significado. Él sabía que yo también estaba escondiendo algo. Michael dijo que sabía más que yo, mientras que yo sabía más de lo que le había contado a él y Robert sabía mucho más de lo que nos había contado a los dos. Opté por ignorar el comentario de Michael. No quería discutir con él ese día, especialmente en compañía de Robert dentro del Jeep.

    En algún momento, los tres tendríamos que dejar de discutir y empezar a compartir. O ninguno de nosotros detendría a Bentos. Íbamos a necesitarnos los tres, junto con un ejército entero de Grollics y Cazadores para detener a ese bastardo.

    —Si Bentos sigue vivo y me está dando caza ¿por qué aun no me ha encontrado? —tenía un millón de preguntas. Saqué el diario que había comprado para escribir y empecé a anotarlas todas en la primera página en blanco que encontré. Todas esas preguntas necesitarían ser contestadas.

    Michael apretó los labios con fuerza e inspiró por la nariz.

    —No lo sé.

    Rob volvió a resoplar bajo su gorra. El hecho de que no se creyera nada de lo que Michael decía empezaba a ser molesto.

    —Es porque aún no habías adquirido tu poder. Cuando cumpliste los dieciocho, incrementó tu búsqueda. Podía notar tu existencia. Cuando usaste tu habilidad por primera vez, notó que su fuerza flaqueaba. Cuanto más aprendas a controlar tu don, más control va a perder él sobre el suyo.

    —¿En serio?

    —Se supone que debería estar durmiendo. Sois vosotros los que deberíais discutirlo hasta llegar a una conclusión —Rob suspiró—. Ni en sueños.

    Se sentó bien y se puso la gorra encima de la cabeza. Me lo quedé mirando. Era muy atractivo. Estaba empezando a ver algunas líneas y curvaturas en su cara muy similares a las mías. Su pelo era lo mejor de todo. Sonreí. Tenía un hermano.

    —Ahora Bentos puede sentirte. Tienes el don, así que cuando vuelva a Niagara Falls, lo cual hará, sabrá que estuviste allí. También fue por eso que tuve que matar a Marcus.

    —¿Qué? —Me vino a la cabeza una imagen de Marcus con la camiseta manchada de sangre.

    —Si lo hubiéramos dejado con vida, Bentos le habría sacado toda la información —dijo suspirando—. No puedes interrogar a los muertos, no pueden decir mentiras y no les puedes obligar a decir la verdad.

    Me odié a mí misma por haber obligado a Rob a escoger entre todo lo que tenía y alguien a quien apenas conocía, yo.

    —Cuando todo esto termine, podrás volver con tu manada y contarles lo que pasó.

    Yo lo había provocado, era por mi culpa que se había tenido que fugar. Rob se mantuvo en silencio, con la vista clavada en la ventana.

    —No puede volver, Rouge —dijo Michael con calma como si no le importara demasiado.

    —¿Por qué no?

    —Se ha vuelto contra la manada. Ha matado a un hermano. Eso no es exactamente algo que una manada de Grollics vaya a perdonar fácilmente. No lo recibirían con los brazos abiertos.

    —Es su Alfa. Puede explicarles...

    —¿Explicarles

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