Hipócrita de a diario
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Mi hija tiene un diario en el que escribe casi a diario...
Empezamos mal, esto nunca llegará a ser un bestseller.
Arturo, un hombre que olvidó que tenía sentido del humor, comienza a sus 42 años, a escribir un diario con el fin de dar cuerpo a un propósito: enviar a su jefe a la cárcel y restregarle todas las palabras escritas que nunca se atrevió a decirle. Paralelamente a este cometido se da cuenta de que le ha cogido gustillo a la escritura y desarrolla una serie de relatos inspirados en sueños, en las historias de los personajes que van apareciendo en su vida, e incluso en aquellas ideas que le consiguen liberar poco a poco de su hipócrita realidad. Para ello diseña en la última mitad de su diario un desván imaginativo que acabará cargado de la moral, el amor, la furia, la rebeldía, la ironía y el talante, del propio Arturo.
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Hipócrita de a diario - MONICA GARCIA RODRIGUEZ
Título original: Hipócrita de a diario
Primera edición: Agosto 2016
© 2016, Mónica García Rodríguez
© 2016, megustaescribir
Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
CONTENIDO
PRIMERA PARTE
MÍRALA
SEGUNDA PARTE
TERCERA PARTE
PRIMERA PARTE
Me Llamo Arturo, tengo cuarenta y dos años y he pensado que ya tengo edad de comenzar a escribir un diario e intentar poner orden a mi doble vida.
Mi hija tiene un diario en el que escribe casi a diario… Empezamos mal, esto nunca llegará a ser un bestseller. En cuanto a mi mujer… en fin, por los whatsapp que recibo de ella, el de mi mujer tampoco apuntaba a convertirse en un superventas. Ella ya me había hablado alguna vez acerca de tantos recuerdos preservados entre las páginas del suyo, aunque no me lo contó exactamente con esas palabras, sino con otras algo menos poéticas. A ambos nos complace que Mariló escriba en su diario de vez en cuando en lugar de pasar horas muertas con el teléfono móvil, de obsesionarse en disfrazar sus bisoñas facciones, o de evadirse cazando pokemons o cualquiera que sea la presa en boga del momento.
Miércoles 27 de Abril del 2016
Le he comentado a Mariló lo del diario, me ha mirado de reojo, con el labio inferior caído y el mentón retrasado (a veces me planteo si será sólo el mentón) y me ha contestado:
- ¡Papá, que tú eres un tío!
A mí me ha dado vergüenza y sólo le he dicho que tiene razón. Me gustaría que Mariló fuese una niña más estudiosa, responsable y comprensiva, pero son muchas las horas que pasa en el instituto y yo en el trabajo, reconozco que esa combinación complica el proceso de domesticación de la fiera, así que todo el esfuerzo recae sobre su madre que es quien más tiempo pasa con ella.
Sé que al punto donde me encuentro ha llegado el menda solito. Ahora tengo que pagar, apencar, aparentar y tratar de limpiar mentiras en este folio en blanco. Mis mentiras son verdades emborronadas con el yodo de los primeros auxilios que a menudo requerimos en la vorágine de la vida.
Ayer, cuando por primera vez escribí y cerré las portadas de este diario, volví a la infancia y rememoré a mi madre colocándome una tirita en la rozadura recién desinfectada, ambas acciones me hicieron sentir lo mismo: bienestar y resolución.
Soy ingeniero agrónomo, trabajo en la oficina de un vivero, lugar donde siempre huele bien (sólo lo digo por ensalzar mi puesto de trabajo) salvo cuando asoma su culo el apestoso de mi jefe, un ex presidiario que me llama socarronamente Licenciado
. No es que haya estado en la cárcel, es que se lo merece y aspiro a que antes de concluir este diario, lo encierren los años suficientes ó insuficientes, como para que cuando salga, yo aun tenga fuerzas de llegarme por su casa y restregarle estas páginas con la premonición cumplida por las narices.
Lo cierto es que este asunto del diario me está sentando estupendamente.
Ayer llegó al vivero una partida de Prímulas denticulatas y acaulis, las últimas se vendieron en tan sólo una mañana. La primavera altera la sangre de la gente sensible, les saca versos de las venas, algunos llegan chorreando colesterol por sus estrofas. Vienen al vivero a inspirarse y a convertir toda esa poesía en plantas ornamentales antes de que les dé un infarto por congestión. Pocos son los que resisten a llevarse unas acaulis para el alfeizar de la ventana, por eso se vendieron rápido. Las denticulatas también son bonitas, a su manera, de belleza introspectiva y algo dañinas para quien les tiene alergia, el efecto es como el de una mujer susceptible: irrita con que la mires. Las acaulis, por el contrario son las barbies de la familia, finas, elegantes, saben que son bellas y lucen radiantes sobre el porte tímido de su tallo. El caso es que la zona A del vivero se nos quedó prácticamente morada con tanta denticulata. La previsión era que se fuesen vendiendo por colores más o menos homogéneamente, pero se ve que esta primavera el amarillo se había puesto de moda. El ex presidiario salió a la sala de exposición para hacer campaña de venta y quitárselas de en encima lo antes posible, tergiversando, con su charlatanería, la toxicidad de la planta en propiedades medicinales. Hoy por la tarde la zona A ya había tornado del color predominante de la mañana a otro más diversificado, y yo… yo no dije a los clientes ni pio sobre las propiedades toxicinales de las denticulatas.
Jueves 28 de abril del 2016
Mi hija me ha vuelto a preguntar, así como de pasada, por el diario. Le he contestado como un padre:
- ¡Anda ya! ¿Crees que tendría tiempo para esas tonterías?, no me captas las bromas, hija.
- No sé, papá, tampoco es tanta tontería. Es una manera de desahogarte soltando todo lo que los demás no suelen estar dispuestos a oír, a veces incluso… ni uno mismo.
Sinceramente, mi Mariló me dejó con el mentón retrasado.
Se está organizando en el vivero una fiesta de primavera, que no es más que el tacón de la puta: más vistosidad, más ventas.
En el momento que lo anuncié en casa, mi mujer se fue directa al armario a seleccionar el vestuario… tacones incluidos. Catrina es una mujer muy hermosa (me quedé con la mejor de por aquel entonces), me importaban bien poco las faltas de ortografía de su diario y todos mis amigos y colegas eran perfectamente capaces de leer sus trazos curvos, sin faltas. Por aquel entonces me sentía muy orgulloso de haber sido yo quien la conquistara.
La fiesta sería un plagio a las de años anteriores, camuflada con pequeñas y atrayentes innovaciones: talleres para niños, regalos para sus padres, manuales informativos, eslóganes de curiosidades. El apestoso soltó sobre la mesa de mi despacho un presupuesto del que debía de extraer el máximo jugo. Esperaba que me pidiera organizar los talleres de poda, así como los de trasplante e injerto, pero el ex presidiario prefería pagar cuarenta euros un sábado a un jardinero que ochenta a un licenciado, me lo dijo él mismo, pero lo que no le confesé es que yo lo hubiera hecho gratis, se habría ahorrado cuarenta euros como mínimo, ochenta como máximo. Ya no, no lo iba a hacer aunque me lo pidiera y sé que debería habérselo confesado, pero no…, no soy tan cruel.
Viernes 29 de abril del 2016
Y al fin acabó la semana. Mariló se empeña en no ir a la fiesta de primavera del vivero, y yo lo que quiero es que ella tenga contacto con otras actividades que difieran de la moda, de su teléfono móvil y de sus seguidores en facebook. Le he prometido volverla a llevar a casa en cuanto me lo pida, pero acudir tendrá que acudir. Catrina está demasiado ocupada con sus cosas, peluquería, accesorios, manicura, láser (otro modo de peinarse)… Le gusta ser mi mejor adorno en los actos oficiales. Seguro que es culpa mía, debería decirle lo guapa que está por las mañanas al despertar, sí, se lo diré el día que la pille despierta.
Hoy ocurrió algo en el trabajo que tuvo su origen hace varios años, cuando el resto del cuerpo del culo del apestoso se puso manos a la obra con el negocio, y decidió que como según la ley, podría prescindir de uno de los aseos de los dos que disponía el antiguo comedor social que él convertiría en vivero, anexaría el otro junto al cuarto de basuras, y lo equiparía para oficina, mi oficina. Es por esto que yo, técnicamente hablando, trabajo diariamente frente a los bajantes de un wáter. El caso es que llevaba ya casi dos horas entre tuberías y papeles, cuando al poco de que abrieran la tienda al público oí golpes en la puerta del único aseo, la cual se encuentra a escasos diez centímetros de la de mi oficina, es decir, que cuando el baño no está ocupado me puedo ver en el espejo sin levantarme de la silla. Presté atención, y efectivamente los golpes venían de allí. Me acerqué −un poco más− y pregunté:
- ¿Hola? ¿Va todo bien? ¿Necesita ayuda?
Transcurrieron unos chocantes segundos de silencio absoluto cuya causa luego comprendí, y entonces una voz femenina contestó:
- ¿Le importaría empujar la puerta? Se ha quedado atrancada
Me quedé extrañado, pues aunque el interior del aseo era minúsculo y la puerta quedaba lateral y muy cerca del inodoro, ésta nunca había dado problemas a pesar de que en frente hubiera un lavabo tan pequeño que sólo permitía lavarse los miembros de uno en uno mientras una toalla colgada en ella te iba secando la espalda. Empujé la puerta varias veces hasta que se abrió. Lo que vi ante mí requería que alguien diera una explicación lógica a mi desbocada imaginación, ¡no pudo haberse lidiado una guerra de indios en ese cuartucho y ser esa preciosa chica, la recién rescatada hija del jefe! El suelo estaba lleno de tierra, cactus desperdigados por metro y medio cuadrado de solería, jirones de tela esparcidos aquí y allá, pinturas de guerra en su rostro…
- Esto tiene una explicación…
Se excusó la mujer hablando pausadamente cuando vio mi anonadada expresión. En realidad mi yo interior se estaba partiendo de risa al ver lo que una minúscula, dulce y frágil persona había liado en cuestión de minutos. Comenzó a hablar aturrullada, lógicamente ella sabía lo que pasaba por mi cabeza pues uno no va al baño a hacer alpinismo… va a lo que va.
- ¿Ve esos trozos de tela de seda?
Asentí
- Era mi pañuelo, lo llevaba al cuello, el conflicto lo provocó el hecho de necesitar acudir al baño después de efectuar la compra, tuve que entrar al aseo con las dos macetas, cuando me agaché para ponerlas en el suelo uno de los extremos de mi pañuelo quedó atrapado entre las espinas del cactus, y el otro en la falleba de la puerta. Cuando…. Bueno, cuando me dispuse a prepararme para hacer lo que fui a hacer casi me ahogo, las macetas se volcaron, yo caí de boca, las lágrimas se me saltaron, el rímel se me corrió y para colmo la puerta quedó atrancada
- Creo señora, o señorita, que mi historia es tan verosímil como la suya.
Le conté lo de los indios y los dos destensamos el momento. Tuve que apañarle otro par de macetas, a la empresa no le iba a costar recuperar el prolífero cactus que seguro que si se queda un minuto más en el cuarto de baño, agarra y gema entre las baldosas. Ella se negó a que le sustituyese la compra, le dije que mi jefe era un potencial ex presidiario y este gesto de la empresa por el cliente serviría para expiar parte de sus pecados e ir reduciendo los años de futura condena. Susana volvió a relajarse. Hablamos un poco más y me contó que aun era enfermera. No entiendo, le dije, a lo que ella me aclaró que tras varios años trabajando como tal, la conciencia le había pedido más, necesitaba hacer más por los pacientes, así que a día de hoy le queda un año y medio para terminar la carrera de medicina. Me alegré por ello, nos despedimos y santas pascuas.
¿Es extraño el día o me siento como un extraño al que le han dado a probar algo corriente? Risa y conversación. Algo muy corriente que hace tiempo que extraño.
Sábado 30 de abril del 2016
Yo trabajo de lunes a viernes, por lo que a la fiesta de hoy voy, como aquel que dice, de invitado. Llevo a Mariló refunfuñando. Catrina sin embargo está en su salsa, siempre contenta, es la pura imagen de esposa feliz, risueña, bien vestida, cariñosa, generosa, extrovertida… y ciertamente, ella hace lo que le gusta, cuando le gusta y con quien le gusta, siempre en boca la frase que uno quiere oír. La verdad es que todo el mundo la admira y la piropea, y ella no escatima en afectos. Hoy a la fiesta llegamos juntos del brazo, pero enseguida la corriente y su personalidad la posicionaron charlando con uno y con otro, hasta creo que me puse algo celoso cuando sus manos rozaron las de alguno de esos conocidos mientras gesticulaban, o cuando, rodeando sus cuellos, saludaba a otros plantándoles dos besos. Era imposible que esa laca de uñas y esos labios rojos pasasen desapercibidos, en realidad nada en ella pasaba desapercibido, Catrina es un pedazo de mujer.
A las dos horas de llegar tuve que disculparme y devolver a Mariló a casa, se lo prometí. Cuando regresé no veía a Catrina y me entretuve con el jardinero en el taller de injertos. Me encontraba bastante distraído con sus tinos y errores cuando oigo desde atrás lo que me pareció un saludo apache:
- Jau
Lo corriente volvió a azotarme, los indios contraatacaban. Me di la vuelta y devolví el saludo:
- Jau−
La frescura de Susana dio un vuelco a mi resignado estado de ánimo, y añadí:
- Tu rostro está hoy mucho más pálido… y limpio.
- Y veo que tú has dejado el uniforme yankee en casa. ¿Dijo algo el enemigo acerca de la venta frustrada?
- No te preocupes, al ex presidiario fue fácil sobornarlo
Me daba la impresión de que la chica decía lo que quería decir y no lo que debía, y la verdad es que volví a sentirme extraño ante la