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Insolente e insólita
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Insolente e insólita
Libro electrónico158 páginas2 horas

Insolente e insólita

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Estamos ante una obra nada brillante que conserva el estilo apresurado y retorcido de la autora y que obliga al lector a retroceder y esforzarse para poder hilvanar una historia diseñada sin patrones clásicos.

Belinda vive insolentemente resignada a moverse en silla de ruedas.

La reciente muerte de su padre la arrastra a conocer a un grupo de aficionados al teatro en cuyas vidas intentará hurgar con el fin de evadirse de su injusta situación.

Un inexplicable accidente y la sospecha de que ninguno de ellos es quien dice ser, le hacen ver que no es la única minusválida del grupo.

La sátira y la ironía son sus muletas cuando tiene que enfrentarse a ese nuevo y prohibitivo sentimiento llamado amor.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento9 may 2017
ISBN9788491129394
Insolente e insólita

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    Insolente e insólita - MONICA GARCIA RODRIGUEZ

    Insolente e insólita

    filigrana

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Insolente e insólita

    Primera edición: abril 2017

    ISBN: 9788491128137

    ISBN e-book: 9788491129394

    © del texto

    Mónica García Rodríguez

    © de esta edición

    , 2017

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España - Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Insolente e insólita

    Mónica García Rodríguez

    caligrama

    ¿Cuál es el germen de los sueños?

    El tiempo y las personas

    No hay sueño sin el YO, ni historia sin circunstancia

    Insolente e insólita

    Marrón y verde, como la selva que juega con la luz y los colores… atrapándolos… haciéndolos huir. Todo lo que la atraviesa deja una mácula, un fulgor… Es el matiz en los ojos de Belinda.

    De la noche a la mañana Belinda salió de la vida de un hipócrita. Cuando Fabio, su padre, murió, y tras escapar de la charca de ginebra que este había rellenado con vómito propio conformando su maravilloso núcleo familiar, ella pudo dar rienda suelta a sus otras vidas. Las vidas ajenas eran un filón.

    A los veintidós años la anosmia ya no era total, pero la invalidez que a los siete le había canjeado el virus de la poliomielitis a cambio de continuar viviendo, seguía tal cual. Las sesiones de fisioterapia tan solo ralentizaban el avance de la atrofia muscular. Paradójicamente su tronco aumentaba de tamaño de manera exponencial. Susana era su fisioterapeuta y Samule el entrenador físico.

    Capítulo 1. La costurera

    A Paulino le habían hablado de una buena sastrería en el antiguo barrio de Herradores, zona que, tras años de esfuerzos y pestilencias, ahora se erigía como uno de los núcleos más cotizados de la ciudad. Hubo un tiempo en el que los descendientes de los que una vez calzaron bestias pasaron a poseer los primeros vehículos a motor.

    A pesar de aquella recomendación Paulino tenía en mente a la viuda de Fabio Taconi y a su hija, sabía que las cosas no les iban demasiado bien, hacían frente a las deudas que su padre había dejado y las iban solventando según conveniencia.

    Preguntó por el paradero de ellas dos a su prima Lucía, quien a día de hoy dirigía el vivero donde había comenzado hacía unos años a trabajar como chica-para-lo-que-de-la-maña y gracias a cuya maña no le costó localizar los datos de Fabio Taconi entre los antiguos archivos del vivero.

    Su viuda e hija vivían en un barrio no tan eminente pero relativamente cercano al de Herradores. El agente Paulino llamó a la puerta con los nudillos, pues el timbre estaba tan grave como Fabio justo antes de morir y ni aunque la situación del cable rojo y el azul hubiese sido la correcta, hubiera querido tener algún contacto con él… a no ser que fuese oficialmente necesario.

    Esperó unos minutos hasta que un lejano sonido de ruedas se hizo cercano. Abrieron la puerta, y al bajar la vista dos selváticos ojos llenos de fuerza lo miraron desde un cuerpo átono.

    —¿Eres… Belinda? —Preguntó Paulino maldiciendo para sí la insensatez de las acciones del progenitor de la muchacha.

    Ambos sabían de la existencia de cada cual pero nunca estas existencias se habían visto las caras.

    —Sí. ¿Qué desea?

    Desconfiada, sagaz, rebelde, misteriosa. Así la definió Paulino en un instante. Belinda se lo había dejado todo a su mente pues su propio cuerpo no era digno de confianza. Él, que inevitablemente estaba acostumbrado a analizar perfiles, solía calarlos al vuelo.

    —Soy… Paulino, el primo de Lucía, —Belinda entornó los ojos haciendo un esfuerzo por recordar y el hombre prosiguió con más pistas— Soy el policía a quien tus amigos confiaron sus sospechas sobre el asesinato de tu padre.

    A Belinda le cambió la expresión. La muerte de su padre había devuelto la vida a su madre, Susana, Samule y Arturo arriesgaron, sólo por hacer justicia, lo más valioso que tenían: las suyas.

    —¡Claro! ¡Paulino! Disculpa mí desmemoria, lo usual es que primero pregunten por mi madre. ¿Qué te trae por aquí? —Sus ojos brillaron ante la perspectiva de poder inmiscuirse en un enrevesado lance policial.

    —No te disculpes, es lógico.

    Verás, el caso es que… además de pertenecer al instituto armado de la Guardia Civil, pertenezco al AAT y necesitaría… algunas cosas. Vine a preguntar si tu madre estaría dispuesta a colaborar…

    Paulino inmediatamente añadió:

    —¡Pagaríamos por sus servicios evidentemente!

    Belinda lo miró confusa.

    —Pero si mi madre sólo sabe coser…

    —¡Por eso mismo! , AAT es la Asociación de Amigos del Teatro, necesito un traje de camaleón para una representación que tenemos prevista hacer el día internacional del niño. Además, en la obra tomarán partido otros animales que también requerirán de lo que tu madre sabe hacer. —dijo en tono burlón— ¿Crees que podrá?

    Belinda contuvo una espontánea carcajada intentando no faltarle el respeto al resto del reparto. Paulino lo apreció.

    —No te preocupes. Ríe libremente. Hacer teatro infantil nos place tanto como hacer comedia.

    —Me alegra que lo digas, nunca sé cómo comportarme ante la autoridad y tiendo a ser exageradamente correcta. De hecho, cuando caí en la cuenta de quién eras, estuve a punto de saludarte con la mano apoyada en la sien.

    —¿En serio? —preguntó Paulino extrañado.

    —¡Claro que no, hombre! Desde la muerte de mi padre he dejado de temer y dudar. La pasma me la suda. Ahora soy libre del yugo de tener que esconder a nadie.

    Belinda lo dijo con júbilo y Paulino esquivó la sombra de su propio gesto antes de responder.

    —Señorita, tenga cuidado con lo que dice ante un representante de la ley. ¡Nosotros los camaleones de peluches podemos ser tremendamente peligrosos!

    —Jajajaja Me has acojonado tanto, Paulino, que mira: ¡tengo las piernas hechas gelatina!

    La chica, tras ser cruel consigo misma, prosiguió:

    —Anda pasa. Te presentaré a mi madre y tú mismo le preguntas lo de los animalitos.

    —De acuerdo ¡Pero media por mí si se resiste! El resto del zoológico espera impaciente un sastre, y confían ciegamente en mi gestión.

    La madre de Belinda aceptó a la segunda. No quería un compromiso a contra reloj aunque el trabajo le iba a reportar un ingreso seguro… a contra reloj.

    —Perfecto mamá, yo creo que podrías tomarle ya las medida. ¿De qué longitud querrías la cola, Paulino?

    Preguntó Belinda con sarcasmo mirando hacia la entrepierna del guardia civil.

    —¡Belinda! —Exclamó su madre.

    Los dos más jóvenes se echaron a reír y la viuda no pudo menos que sonreír azorada.

    Capítulo 2. Esencia animal.

    Paulino describió, en una nota, los trajes que cada uno de los actores llevaría, y correlacionó a estos con su personaje en la obra. Catalina debería hacer aparecer a partir de unos trozos de tela: a un camaleón, un ciervo, un chivo, un rinoceronte, un león, una tortuga y una hiena.

    Paulino iría de CAMALEÓN y representaría al príncipe Hamlet.

    Antonia sería un CIERVO haciendo de Ofelia, su amada.

    Eugenio con aspecto de CHIVO sería Polonio, padre de Ofelia.

    Santiago, el armado RINOCERONTE representaría al fuerte Laertes, hermano de Ofelia.

    Samanta por su estructura y dotes, vestiría traje de LEÓN y emularía al Espectro del rey muerto.

    Al viejo Aniceto solo habría que sustituirle su fino bastón de roble por un caparazón para convertirlo en TORTUGA, adoptando el papel de Gertrudis, la madre de Hamlet.

    Hipólito, el sacerdote, emularía a una HIENA y haría de Claudio, rey de Dinamarca.

    —Y… ¿Qué pasa con los demás personajes? —preguntó Belinda curiosa.

    —Bueno, no tenemos intención, ni tampoco voluntarios suficientes para representar los cinco actos de la tragedia. Los niños crecen demasiado rápido… —Paulino sonrió y añadió: —¡Sus padres no serían capaces de reconocerlos al final de la función! La verdad es que los chicos no lo soportarían, y lo que pretendemos es hacerles llegar esa gran obra mientras pasan un rato divertido.

    Una vez cerraron el acuerdo y fueron tomadas las medidas de las futuras alimañas, Paulino dejó a Catalina dinero más que suficiente para los gastos.

    A la mañana siguiente madre e hija salieron a comprar los paños y los accesorios más previsibles. Mientras la costurera elaboraba los patrones, Belinda, inmersa en sus fantasías, ordenaba e hilvanaba las telas.

    A los pocos días la sala de estar de la vivienda había tomado un colorido bastante variopinto con las felpas destinadas a confeccionar el vestuario de la versión animalada del Hamlet de Shakespeare, quien si levantara la cabeza dudaría si volverla a enterrar por no emular a otra bestia más.

    La muchacha había hallado un yacimiento para su usual huida de la realidad:

    Supongo que el de ciervo es mi disfraz. Indefenso; presa de todo depredador; de carne blanda a puntas de lanza y diente. No..., no me pondré el disfraz de la dócil Ofelia. Hoy quiero tener la oportunidad de ser alguien más resistente, menos desvalido, quiero ser quien nunca imaginaría: el chivo Polonio.

    Probaría. Ya lo tenía decidido, Belinda comenzaría probándose al chivo, a Polonio, al chambelán, al padre de Ofelia, a la persistencia como desvirtud. Quería probar la perseverancia por la consecución de un objetivo fueran cuales fuesen los medios y las personas a utilizar.

    ¿Se encontraría con el animal?, ¿con Polonio?, ¿con el propio Eugenio tal vez? o, quién sabe, pudiera ser que con el mismísimo Williams.

    Se llevó el traje hilvanado a la cara y cubriendo esta por completo inhaló profundamente:

    EL CONSEJERO

    Eugenio, un operario de máquinas de las que trabajan por control numérico (CNC) ha terminado su turno, se quita el mono y va directo a la puerta del despacho del agente de ventas. Ha descubierto algo que para todos los que, como él, no tienen medios de elaborar un estudio, seguramente el invento se quedaría en hipótesis. Está convencido de que funcionará, pero nadie oirá lo que tiene que decir un vulgar trabajador que en diez años se ha quedado estancado en la cadena de producción, primero ensamblando ordenadores personales y posteriormente lubricando cabezales y comprobando husillos. Ocho horas de lo mismo dan a una mente inquieta para volar lejos, incluso para dedicarse a la interpretación en los ratos libres.

    Toc toc toc.

    —¡Pase!

    Buenas tardes.

    —Buenas tardes. Usted ¿es?

    Eugenio parece tímido,

    —Soy Eugenio, de la cadena de producción. Yo…

    Antes

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