Abajo, para siempre

Por Sebastián Lalaurette

Una de las historias más extraordinarias producidas por la humanidad, la epopeya de Gilgamesh, continúa en este relato que tiene lugar en Irkalla, el inframundo, adonde van los muertos según la creencia sumeria. ¿Y si la búsqueda de la inmortalidad hubiera rendido frutos? ¿Y si los antiguos dioses sumerios siguieran viviendo entre nosotros? ¿Y si la Casa del Polvo fuera el sitio del desenlace del viejo poema mitológico?

Gilgamesh, el rey guerrero, se reencuentra con Enkidu, su amigo y compañero de aventuras. El reencuentro no será amable: han quedado cuentas pendientes, rumiadas a lo largo de 5000 años en el infierno. Después de la gloria, después de la tragedia, después de la larga búsqueda, ambos hombres se enfrentarán en el mundo subterráneo gobernado por Nergal y Ereshkigal, los dioses oscuros.

Con una introducción en la que se relata brevemente la historia mitológica original, precedente de los relatos bíblicos del Génesis y el Diluvio, lanzamos en formato ebook el cuento que se alzó con el 2° premio en el certamen "La Revelación" 2010 de Ediciones Evohé y que ya fue publicado en versión papel, poniéndolo al alcance de más y nuevos lectores.

• Idioma: Español
• Editorial: Ediciones Irkalla
• Fecha de lanzamiento: 20 nov 2016
• ISBN: 9781370366972

Sebastián Lalaurette

Escritor y periodista argentino. Autor de libros infantiles y de notas de parrilla. Ganador de premios literarios en la Argentina y en España. Neurótico, patadura, lobo con piel de durazno. Escribo de noche.

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INTRODUCCIÓN

Los días antiguos se han trocado, ¡ay!, en arcilla.

—Ishtar

La historia escrita más antigua que ha llegado a nosotros es también una de las más extraordinarias. Hablamos del Poema de Gilgamesh, una narración épica sumeria en doce tablillas, de las que han sobrevivido varias copias en diversos estados de conservación. El texto es fascinante porque, en su brevedad, cuenta una atrapante historia de aventuras, revela mucho sobre la visión del mundo que tenían los sumerios, anticipa la historia bíblica del Diluvio Universal, plantea la pregunta por lo que nos hace humanos y nos diferencia de las bestias, entrega un panorama perturbador del infierno y nos enfrenta a la idea incómoda de la mortalidad a través de una búsqueda imposible, la de no morir, en la que también se atisba el germen de otra historia bíblica, la de la serpiente que roba la vida eterna y aleja al hombre del favor divino.

Es mucho, más que mucho, para una narración tan escasa. Sobre todo teniendo en cuenta que la historia se narra más bien en once tablillas, mientras que la duodécima parece tener poca relación con las otras y los expertos la consideran un probable producto de añadidos posteriores.

Hay que decir, primero, que existió realmente un rey Gilgamesh en Sumer, y muy probablemente haya tenido algunas características del personaje de la leyenda. En aquellos tiempos los reyes se declaraban divinos y se rodeaban de un entramado de historias gloriosas, en el cual es difícil desentrañar lo que pueden ser hechos históricos de lo que resulta pura fantasía (una victoria militar puede adquirir ribetes irreales, la derrota de un monstruo puede representar acaso la caída de un enemigo importante.) Para nosotros, hoy, el poema es leyenda, pero en aquellos tiempos acaso se contaba como una historia real.

Gilgamesh, el protagonista del poema, es un rey guerrero, que en la época en que transcurre la historia está en la cima de su poder. A él le pertenecen las vidas y posesiones de todos los súbditos de Uruk, la ciudad-Estado que gobierna (se cree que no es otra que Erech, una ciudad mencionada en la Biblia); él dispone del ganado, de la fuerza de trabajo, de las mujeres. Sus súbditos, cansados, piden ayuda a los dioses, y éstos deciden crear una criatura guerrera que pueda enfrentarlo y vencerlo. Esa criatura con forma humana, pero no espíritu humano, es Enkidu, creado a partir de arcilla, que aparece un día vagando por la tierra, desnudo y pelilargo, más animal que hombre. Pero una mujer, una prostituta enviada por Gilgamesh, se acerca a él, lo contiene, lo ama, lo educa, lo humaniza. Cuando Enkidu entra