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Diario de un español en Estados Unidos
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Libro electrónico49 páginas44 minutos

Diario de un español en Estados Unidos

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En este capítulo del diario de un español por el mundo descubrimos Estados Unidos desde la perspectiva de un estudiante español. Fraternidades, cheerleaders, la asociación del rifle y muchos otros tópicos que no pueden pillar más desorientado a nuestro protagonista. Una instantánea de la vida universitaria estadounidense y sus peculiaridades en el estado de Texas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 nov 2016
ISBN9781370121229
Diario de un español en Estados Unidos
Autor

Juan Sepulveda Sanchis

(Valencia, 1982): Máster de Literatura española (Universidad Complutense de Madrid) y Executive MBA (Universidad Cardenal Herrera). Es el autor de la serie de cómics "Six faces of dice" publicada por la editorial canadiense Studiocomix Press y el libro homónimo "Las seis caras de un dado". Su último trabajo has sido el guión de cine “El Violeta” y el cortometraje "Lily Polanski" que escribió y dirigió.

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    Diario de un español en Estados Unidos - Juan Sepulveda Sanchis

    DIARIO DE UN ESPAÑOL EN ESTADOS UNIDOS

    Published by Juan Sepúlveda Sanchis at Smashwords,

    Todos los derechos reservados.

    En el 2004 me encontraba disfrutando de una beca de intercambio con la Universidad de Texas (UT) en Austin. En concreto, vivía en Taos, una residencia o co-op, como la llamaban allí, por tratarse de una cooperativa de estudiantes. Según la Wikipedia, una cooperativa «es una asociación de personas que voluntariamente cooperan social, económica y culturalmente para su propio beneficio». Una definición que traducida al mundo de los estudiantes y en concreto a esta residencia quiere decir que todos los beneficios que se obtenían después de pagar los alquileres de las habitaciones se gastaban en fiestas y compras caprichosamente geniales (billares, máquinas recreativas, un futbolín y cosas así).

    Taos es un edificio compuesto de dos bloques. La fachada es de piedra caliza y el resto está cubierto con cemento pintado de marrón. La entrada está protegida por un toldo que en mi época solía ser de color verde abeto y ahora es rojo. Junto a la puerta que da a la calle Guadalupe hay una gran cristalera que permite observar a los transeúntes desde dentro sin ser visto. Es habitual que en las mesas que hay dispuestas junto a la ventana haya estudiantes tomándose un café y charlando mientras observan a la gente pasar. Y arriba, haciendo las veces de tejado, hay una terraza donde recuerdo haber asistido una vez a la fiesta hawaiana épica que se organiza cada verano. Piscinas hinchables, djs, cerveza y una gran barbacoa con crawfish, mazorcas de maíz y hot dogs.

    Unas manzanas calle abajo están los jardines y la biblioteca del campus, donde es habitual ver un trasiego de estudiantes. Dada la climatología tejana, la mayor parte del año van en camiseta y pantalones cortos y a la hora de comer los puedes ver tumbados a la sombra de un árbol o sentados en un banco repasando apuntes.

    En otoño e invierno la cosa cambia, y las ramas de los viejos álamos languidecen hasta casi tocar el suelo. Se deshacen de sus hojas dejando un manto de hojarasca que cubre por completo la hierba. El campus pierde entonces todo rastro de artificialidad y gana la solera y autenticidad de los viejos recintos universitarios.

    En este campus y en esta residencia concreta fue mi primer desembarco en América. Allí tenía alquilada una pequeña habitación, como otros cien estudiantes más, por lo que os podéis imaginar el número de historias de las que fui testigo en ese edificio.

    Un poco para contextualizar el momento histórico en que sucede todo esto, he de deciros que un año antes, en el 2003, Estados Unidos había organizado en las islas Azores un concurso de tontos. La respuesta de los ingleses no se había hecho esperar. Habían comunicado que mucho antes del imperio estadounidense existía ya el inglés. Y que ellos llevarían a su tonto particular para ganar el concurso. No tardó, por supuesto, en pronunciarse España, apostillando que mucho antes del inglés existía el imperio español, donde no se ponía el sol. Y mandaron también a su tonto, que iba muy bien entrenado, porque había estado «trabajando en ello». El concurso, tras horas de deliberación de los jueces, acabó en un empate técnico. Aquellos tres grandes idiotas y otros más que no llegaron ni a encontrar las islas organizaron la guerra de Irak, que tuvo como consecuencia más guerras y conflictos.

    Por lo que se refiere a nuestra residencia, en Taos había una televisión muy grande en el salón adyacente a la cocina, con más de doscientos canales disponibles. Cuando te aburrías de estar en la habitación, podías pasarte por

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