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Historia de una niña emigrante
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Libro electrónico325 páginas4 horas

Historia de una niña emigrante

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Corría el año 1911 cuando abandonaron todo lo que conocían — incluso a muchas de las personas que amaban— para comenzar una nueva vida en un lugar lejano llamado Hawái y después en Estados Unidos. El relato de su emigración es épico y está repleto de tragedias, triunfos, adversidades y amor, de pérdidas y promesas. Estudiar historia de España y diversas fuentes de información sobre inmigración ha contribuido a dibujar un retrato bastante exacto de las personas que emigraron y de las nuevas vidas que comenzaron allí. Esta es la historia de su emigración.
    Manuela, la primogénita de una familia de campesinos de Fuentesaúco, un pueblo de la provincia de Zamora, en el norte de España, llega hasta La Línea y al Peñón de Gibraltar para embarcar en el S. S. Orteric con sus padres, tíos y primos.  Tan excitada como asustada, espera con ilusión afrontar la aventura del viaje y conocer Hawái y, más adelante, Estados Unidos, la tierra prometida.  A pesar de la pena de alejarse de su abuela, se adapta a la vida en el barco, pero llega a desear no haber embarcado jamás. A medida que se desarrollan los acontecimientos, vemos cómo estos influyen en sus pensamientos, en su temprana madurez y en su futuro. 
    Esta es la historia de la abuela de la autora, que narra sus vivencias en España y en Hawái. Es una narración conmovedora sobre la importancia de la familia y sobre los lazos culturales y los valores del viejo mundo que supieron fusionar con los del nuevo mundo para alcanzar el prometido sueño americano.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 jul 2017
ISBN9781507163948
Historia de una niña emigrante

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    Historia de una niña emigrante - Patricia Ruiz Steele

    Table of Contents

    PREFACIO................................................................................17

    PARTE UNO - ESPAÑA, LA PATRIA........................................20

    EL COMIENZO, UNA BREVE HISTORIA DE ESPAÑA..............23

    LA NINE EMIGRANTE ~ FAMILIA SILVÁN .............................31

    FUENTESAÚCO, 1910.............................................................44

    DECISIONES DOLOROSAS.....................................................52

    PREPARATIVOS DE EMIGRACIÓN........................................61

    LA ÚLTIMA DESPEDIDA.........................................................75

    EN EL TREN A SEVILLA............................................................79

    MANUELA SILVÁN TRASCASAS.............................................83

    EL VIAJE EN TREN..................................................................89

    SEVILLA Y EL RÍO...................................................................93

    GRADALQUIVIR Y MÁS ALLÁ.................................................99

    SANLÚCAR Y EL OCÉANO ATLÁNTICO...................................103

    LA CAMINATA LARGO...........................................................107

    EXPLORANDO ROTA Y UNA MISA CATOLICA.....................115

    CAMINANDO POR SIEMPRE....................................................121

    SORPRESAS EN SAN ROQUE...................................................129

    LA LÍNEA Y GIBRALTAR

    PARTE DOS – EL VIAJE POR MAR.............................................142

    LA VIDA A BORDO DEL BARCO................................................153

    FALLECIMIENTOS EN EL ORTERIC.....................................159

    ALOHA, PARAÍSO PROMETIDO................................................165

    CUARENTENA

    MÁS DECISIONES Y PLUMERIA...............................................189

    LAS PLANTACIONES DE CAÑA AZÚCAR.................................193

    LA ESCUELA DE KILAUEA....................................................201

    LA VIDA EN LA PLANTACIÓN

    ERRANTE POR HAWAI

    LA LUCHA DE LAS FAMILIAS SILVÁN, RUIZ, Y SOUZA

    TRADICIONES ESPAÑOLAS EN HAWAI

    LOS CIMIENTOS DE LA EDUCACIÓN DE LOS NIÑOS ESPAÑOLES.233

    LA PRIMERA GUERRA MUNCIAL, UN FUTURA CAMBIANTE237

    AÑORANZAS DE HAWÁI...........................................................243

    SS GOVERNOR – TRAVESÁ A AMERICA...................................249

    PARTE TRES – San Francisco, California, EE.UU.

    EL SUEÑO AMERICANO...........................................................261

    MANUELA EN CALIFORNIA...................................................265

    DOCUMENTOS ESPAÑOL.........................................................285

    FOTOGRAFIAS ..........................................................................295

    PLANTACIONES DE CAÑA DE AZÚCAR EN HAWAI............300

    BIBLIOGRAFÍA............................................................................ 301

    LIBROS Y LITERATURA RELACIONADA...............................303

    SOBRE EL AUTOR.................................................................304

    ––––––––

    DEDICATORIA

    A mis antepasados españoles y al extenso árbol genealógico que iniciaron hace mucho tiempo. Todo empieza en el pasado y el mío empieza con mi abuelita Manuela y los pétalos que fue sembrando a lo largo de su vida... de los que soy uno entre cientos.

    Le agradezco especialmente a mi hija, Audrie Abernathy, que hiciera las veces de enlace en California. Sin su intensa y generosa participación, no habría conseguido algunos de los documentos incluidos en el libro. Su entusiasmo por este proyecto y sus observaciones sobre información que yo había pasado por alto en algunos documentos han sido impagables.

    Doy las gracias especialmente a mi tía Manuela «Millie» Ruiz Cortopassi, cuyo interés y entusiasmo me animaron desde el principio.

    A mis hermanos, Esteban, que me acompañó en mi viaje por España y actuó como traductor, y Ricardo, por su destreza con la guitarra y sus detalladas explicaciones sobre música.

    Mi hijo, Frank Joseph Zaccone, que lee todo lo que escribo y dice que es mi mayor fan.

    Por último, agradezco su paciencia a mi marido, J. D., que soportó que viviera como una ermitaña en mi despacho durante casi cinco años. De no ser por eso, habría tardado mucho más en escribir este libro.

    RECONOCIMIENTOS

    Doy las gracias a todos los descendientes de los Silván y de los Ruiz, que me han apoyado cariñosamente durante todo este tiempo, tanto los que conozco de toda la vida como los encontrados recientemente a través de Internet. Sin su enorme confianza al compartir documentos, imágenes e historias de la familia, este libro no habría contenido tanta información histórica. Me entusiasma que puedan compartirlo con otros y con sus descendientes que estén por nacer.

    Agradezco sus historias y su ayuda a mi abuela, Manuela Silván Trascasas, mis padres, Michael Silván Ruiz y Neyda Bettencourt, mis primos, Jeff Cortopassi, Robert Ruiz, Vicki Souza Gersey, Alicia Gonzales, Lucinda, Kathy y Christina Silván, su madre, Mary Louise Hutchinson Silván, Lynda Medeiros Ely, Julie Elliot, Cheryl Souza Edwards, Linda y John Hyatt, Theresa Gonzales Sackett, Victorina Gonzales Weber, Rose Marie Dugger, Virginia Gonzales, Bobbie Gonzales Fortunati, John Gonzales, Anna Gonzales Manley, Jenifer Arney, Jerilyn Riorden, Julie Borges-Stuber, Patte Gonzales Kronlund, Linda Gonzales Rhoades, Félix Huckaby, Ángela Ruiz Fernández, Kelly Ruiz, Janet Martin McCooey, Joe Silván, Jr. y Jeri Vance Kurtz.

    Tuve la fortuna de contar con el trabajo de muchos voluntarios y el privilegio de que Steven Alonzo me ayudara en la difícil tarea de traducir los documentos españoles y, de paso, creyera en mi idea todo el tiempo.

    Quiero dar las gracias también a Cristóbal Navas Pérez, cuyos conocimientos de los pueblos de España, nos ayudaron a Steven Alonzo y a mí a transcribir el manifiesto del S. S. Orteric con precisión. Fernando Hidalgo Lerdo de Tejada, un genealogista sevillano, me puso en contacto con un autor español, Nicolás Salas, que a su vez me ayudó a encontrar el barco de Sevilla a Sanlúcar y me explicó los precios y monedas que se usaban en aquel tiempo. José Carlos de Lera Maillo, de la diócesis de Zamora, buscó documentación sobre la familia.

    Gracias a Robert Rodríguez por corregir mi español. Y a Ricky Pinheiro, un genealogista, que me ayudó a encontrar a Felisa Silván, cuyo nombre americano es Alice. Mi gratitud para Frances Alva Pugliese y su hija, Judy Aguilar Pugliese, cuya familia estaba también en Fuentesaúco. Por su relación de amistad, conocí historias de una de mis primas Silván. El secretario del juzgado de Toro pagó de su propio bolsillo el envío de documentos sobre la familia Trascasas. Mi prima Mercedes Trascasas Casares me encontró en www.mundia.com y me dio información sobre otras tres generaciones de Toro.

    Agradezco a las autoras de Angel Island, Erika Lee, de la Universidad de Minnesota, y Judy Yung, de la Universidad de California, Santa Cruz, así como a Marisa Louie, de los Archivos Nacionales de San Francisco en San Bruno, California, su rápida respuesta. Sin sus investigaciones y aclaraciones, nunca hubiera encontrado la respuesta a muchas dudas.

    A todos los que me han ayudado y cuyo nombre no figura en esta lista, les debo también toda mi gratitud.

    Los orígenes de los apellidos españoles tienen sus raíces en la Edad Media, en el siglo XII. Debido a que cada niño español tiene dos apellidos y a que las mujeres conservan sus apellidos cuando se casan, muchas de las personas que rellenaban los manifiestos de los barcos y los formularios de inmigración, cometían errores al inscribirlos. En cualquier caso, el primer apellido es el primer apellido del padre y el segundo, el primer apellido de la madre. En Estados Unidos, muchos españoles conservaron su segundo apellido como segundo »nombre», es decir, lo escribían entre el nombre de pila y el primer apellido.

    ––––––––

    Celestino Pedro Silván Dovales ~ Agustina Hernández Martin

    Felipe Silván Hernández - Desconocido

    Los Hijos y Las Hijas:

    Agapita Silván Hernández 1864 - Desconocido

    Matías Silván Hernández 1867 - Desconocido

    Victorino Luciano Silván Hernández 1868 – 1925

    Casado en la iglesia de Santa María del Castillo de Fuentesaúco el 30 de mayo de 1896 con Romana (Ramona) Martin Lorenzo 1874 - 1955

    Teodora Silván Martin 1899-1991

    Felisa Silván Martin 1904-1991

    Jacinto Silván Martin 1906-1911

    Celestino Silván Martin1906-1983

    Edmundo Silván Hernández – 1870 – Desconocido

    Ángel Silván Hernández – 1873 - Desconocido

    Juan Francisco Silván Hernández -1875 – 1945

    Casado en la iglesia de Santa María del Castillo de Fuentesaúco el 23 de abril de 1900 con Eustoquia Rita Trascasas Marzo 1880 - 1953

    Manuela Silván Trascasas 1901-2001

    Agustín Silván Marzo 1908-1994

    José Silván Marzo 1910-1979

    María Silván Trascasas 1914-1997

    Juanita Silván Trascasas 1918-1981

    Celestino Silván Fernández[2] 1919-1973

    Ramona Silván Trascasas 1922-1922

    Gerónimo Silván Hernández -1877 – Desconocido

    Casado en la iglesia de Santa María del Castillo de Fuentesaúco con

    Joaquina Bragado Vicente 1876 – Desconocido

    Lorenzo Silván Hernández - 1880 - Desconocido

    Crescéncia Silván Hernández 1884 - 1946

    Casada en la iglesia de Santa María del Castillo de Fuentesaúco el 6 de mayo de 1906 con Félix González Hernández 1881-1963

    Alejandro González Silván 1909-1975

    Juan González Silván 1910-1961

    María Gregoria González Silván 1912-2004

    Cristina Barceliza González Silván 1915-2003

    Agustina González Silván 1916-2005

    Victorina González Silván 1917-

    Ascensión Alfredo González Silván[3]  1919-1999

    Teresa González Silván 1921-

    Eusebio Félix González Silván 1923-2004

    Agustín Silván Hernández  1887 – Desconocido

    PREFACIO

    Esta historia está hecha de experiencias humanas. Trata de personas, no de hechos ni de cifras. Este libro habla de un viaje, de una familia y de la búsqueda de un futuro mejor.  Durante mi investigación tenía la sensación de estar andando por un terreno escarpado, como una cabra que brinca entre rocas y piedras, intentando no perder pie mientras trata de seguir el camino adecuado. Pensaba en toda la gente corriente que, al igual que mis antepasados, llegó a América. También había montones de niños. ¿Quiénes eran? Me preguntaba si les iba tan mal en España como para irse y navegar durante dos meses en un barco infecto y mugriento para dirigirse a un lugar desconocido. 

    No puedo decir con certeza cuándo empezó esta pasión por seguir los pasos de mi abuela. Cuando mis hijos eran pequeños, estaba demasiado ocupada. No se me ocurrió preguntar en vida de mi abuelita[4] o de mi padre[5], pero tomé nota de muchos de sus relatos. Después de varios viajes, algunos cursos de genealogía y mucha investigación, he conseguido comprender un poco cada aspecto del viaje de mi abuela y ahora puedo imaginármelo.

    Los sueños sobre la lejana España han acudido a mi mente desde secundaria, pero no fue hasta medio siglo más tarde que ese anhelo dio sus frutos. Cuando quise aprender castellano, pedí ayuda a mi hermano Steven y a nuestra prima Ramona. Sabía que el poco conocimiento de español que había acumulado sería insuficiente en mis primeros momentos en España. Ramona, que es profesora de español, me sugirió que usara tarjetas y viera películas españolas. Nuestro padre había enseñado a Steven a pronunciar bien las ces y las setas. Las cecea cuando en espanglish las habría seseado. Seguramente yo habría aprovechado también las lecciones de nuestro padre, pero ya no está entre nosotros.

    Cuando comencé a escribir la «Historia de una niña emigrante», me esforzaba por comprender el mundo del que procedían y por seguir el transcurso de sus vidas hacia una existencia imposible de imaginar, muy alejada de lo que habían conocido hasta entonces, para ir a un lugar descrito en un folleto. Algo que empezó como un ensayo sobre la vida de mi familia se convirtió en una historia de proporciones gigantescas. Me sumergí en muchas páginas de la historia de España con la intención de determinar qué les había impulsado a abandonar su patria en 1911.

    Mientras investigaba y rebuscaba en los hechos históricos, también recurrí a amigos y parientes españoles para recopilar un cúmulo de evidencias que dieran forma a la vida de mis antepasados. Entonces resultó evidente: lo que había empezado como un sencillo relato familiar no era tan sencillo. Examiné la cultura española de 1911 y 1912 con escrupulosa ecuanimidad para observar los miedos y alegrías, la música y la comida, las costumbres y las relaciones familiares.

    A través de los ojos de mi abuelita, la historia de su vida se desplegará a medida que abro la ventana de su memoria. Tengo la esperanza de que mis descendientes se sientan enriquecidos al leer una historia auténtica sobre la búsqueda de una vida mejor. Aunque no puedo saber realmente cómo fue la niñez de mi abuelita a no ser que retroceda en el tiempo para imaginarla a partir de la mujer madura que recuerdo, sí puedo rememorar su melancolía y lo que sentía por haber dejado el único hogar que conoció, basándome en mi propia experiencia. Cuando yo era una niña, se me antojaba que Oregón estaba en el otro extremo del mundo. A pesar de que nos fuimos de California cuando tenía nueve años, memoricé cada rincón de la casa de Northwood Drive, en Woodland (California), y me prometí a mí misma volver algún día. No quería dejar a mi familia y amigos, estaba tremendamente apenada... Igual que debía estarlo mi abuela cuando salió de España hacia un futuro incierto, con lágrimas que empañaban sus esperanzas.

    Quería que la gente pensara en la historia que nuestros antepasados palparon y respiraron. Con los hechos históricos en mente, me adentré en la vida de Manuela Silván Trascasas. Su historia está dedicada a los pétalos que desplegó (sus hijos) y a las deslumbrantes flores que crió (sus nietos). Dio origen a un gran árbol familiar del que me siento orgullosa; este cariñoso tributo oculta entre sus páginas besos para ella y para quienes compartieron su aventura.

    «Historia de una niña emigrante» es una sinopsis de los pétalos no nacidos de Manuela, basada en hechos documentados y demostrados, pero aderezada con imaginación a través de la investigación sobre el tiempo, el lugar y los pueblos.

    Una mirada a las primeras oleadas de inmigrantes, según el libro de Eleanor Nordyke The Peopling of Hawaii y los registros de inmigración de los Archivos del Estado de Hawái:

    ESPAÑA, LA PATRIA

    La Planters Society, predecesora de la Hawaii Sugar Planters Association, buscaba la seguridad que ofrecían los trabajadores procedentes de Madeira y de las Azores. A diferencia de los hombres solos que los terratenientes hawaianos habían traído de China a finales del siglo XXVIII, los contratos de los trabajadores portugueses proporcionaban más estabilidad, ya que incluían a las esposas y a las familias. Entre 1906 y 1913 reclutaron una segunda oleada.

    Cuando Hawái se convirtió en territorio de Estados Unidos, la legislación estadounidense, que prohibía la nacionalización de asiáticos, fue la causa de que Hawái buscara trabajadores en España y en Portugal. Los mejores contratos incluían una casa, terreno y buenas condiciones de trabajo. Los portugueses pasaron a ser lunas (capataces de las plantaciones) y se asentaron definitivamente, mientras que los españoles, por lo general, se trasladaron más adelante a California.

    En su faceta de novelista, Jerónimo Becker afirmó que «el amanecer del siglo XX fue un momento triste para España». Durante los primeros años del siglo, en América se producían cambios culturales y sociales cada día, mientras España observaba paralizada. En 1911 tuvo lugar el primer aterrizaje de un avión en un barco: Eugene Ely logró aterrizar con su biplano en la cubierta del USS Pennsylvania en el puerto de San Francisco. Un año antes, en una cena ofrecida por el presidente Taft en la Casa Blanca, la baronesa Rossen, esposa del embajador ruso, provocó una gran conmoción al pedir un cigarrillo y fumárselo a la vista de todo el mundo; fue la primera vez que una mujer fumaba durante un acto público en la sede del poder ejecutivo.

    Tal como sucedía en la misma época en otros países americanos, la inmigración a Hawái estaba subvencionada. Hasta 1908 el transporte, la promoción y la contratación eran financiados a partes iguales por el gobierno de las islas y los propietarios de las plantaciones de piña. A partir de ese año, esos gastos se empezaron a pagar con fondos especiales de los impuestos generales del territorio de Hawái. Entre 1885 y 1914 se destinaron diez millones de dólares en total a llevar inmigrantes a las lejanas islas en medio del Pacífico. El viaje desde España duraba más de dos meses y, en 1911, su coste por persona era de 69 dólares.

    El principal centro de operaciones era Gibraltar. El Comité de Inmigración de Hawái encargó a una agencia de contratación ubicada allí, J. Imossi & Sons, que realizara una atractiva campaña de propaganda desde 1906, con el indudable aliciente de ofrecer el largo viaje sin ningún coste y la promesa de empezar a trabajar nada más llegar a las islas. «El alistamiento», tal como dice acertadamente G. Rueda, «iba dirigido exclusivamente a braceros y a mano de obra poco cualificada, dada la naturaleza del trabajo que realizarían en Hawái».

    Desde 1907 hasta 1913, las autoridades hawaianas y los propietarios de plantaciones llevaron a cabo una intensa operación de contratación de emigrantes españoles, en la que Andalucía fue casi exclusivamente la zona de alistamiento. En total consiguieron embarcar a 7702 andaluces, primero desde Málaga y más adelante desde Gibraltar, en seis singladuras sucesivas.

    Los casi ocho mil españoles que llegaron a Hawái entre 1907 y 1913 procedían principalmente de Andalucía (Almería, Granada, Jaén y Málaga). La mayoría de ellos eran varones adultos (el 62,4%), aunque también emigraron familias enteras.

    Los principales destinos eran las plantaciones de azúcar de Kauai, Niihau, Oahu, Molokai, Hawái, Lanai y Kahoolawe. Muy pocos se quedaron en Honolulú. Las condiciones de trabajo variaron desde el comienzo de la operación hasta las últimas contrataciones, que establecían una jornada laboral de diez horas. El trabajo en la plantación consistía en cavar, fertilizar y regar la tierra; cortar la caña y quitar las hojas secas; construir acequias, pozos, presas, etc. Los salarios iban de 24 a 30 dólares al mes con 26 días laborables; a los trabajadores se les proporcionaba vivienda, leña, agua, asistencia médica y escuela para los niños. En cualquier caso, una familia media de cuatro personas necesitaba de 30 a 40 dólares al mes para vivir. Ya en 1917, los informes del cónsul de España hablaban de un «rápido empobrecimiento» y una «vejez sorprendentemente prematura» debido al exceso de trabajo en un clima tropical. 

    Al aunarse todo ello con el casi infranqueable obstáculo del idioma, es comprensible que la mayoría emigraran a California, donde los salarios eran más altos y el entorno cultural más favorable. Esta «deriva» imparable llevaría a 5747 españoles, que inicialmente habían emigrado a Hawái, a la costa norteamericana del Pacífico entre 1908 y 1920.

    EL COMIENZO

    UNA BREVE HISTORIA DE ESPAÑA

    Desciendo de íberos..

    Me lanzo al centro de la historia y miro hacia el pasado y hacia el futuro.

    La vida era difícil en la España de principios del siglo XX. El mundo de la política bullía con amenazas de revolución. Los alimentos escaseaban y el desasosiego social dominaba las conversaciones. Muchos campesinos vivían al borde de la indigencia y subsistían con un trabajo agotador; unos pocos ganaban lo imprescindible para labrarse un futuro si eran perseverantes. Casi todos eran agricultores que plantaban frutales con mimo, entusiasmados al ver los primeros brotes verdes en primavera. Cultivaban olivos en sus huertos por el aceite y por los recursos que les proporcionaban para poder vestirse. Los hombres reafirmaban su fortaleza en las reuniones familiares al final de la jornada, a menudo demasiado cansados para disfrutar de las bendiciones por las que se habían esforzado tanto. Cada uno desempeñaba una tarea específica. El trabajo era una segunda naturaleza y lo sobrellevaban con el orgullo de haber superado la adversidad a modo de segunda piel.

    A finales de diciembre de 1874, cuando Juan Francisco Silván Hernández tenía cuatro meses, el general Arsenio Martínez Campos hizo un pronunciamiento en la ciudad valenciana de Sagunto contra la presidencia del general Francisco Serrano y puso el futuro de España en manos de los monárquicos militares y civiles, que más tarde organizarían la vuelta al trono de los Borbones con Alfonso XII.

    La sociedad española cambió enormemente entre 1874 y 1914.   Cuando mi bisabuelita, Eustoquia Rita Trascasas Marzo, tenía cinco años, llegó al poder este nuevo régimen, la Restauración, que proporcionó al país una estabilidad que permitiría un crecimiento económico y un desarrollo industrial sostenidos, aunque desiguales. España seguía siendo un país eminentemente agrícola.

    Alfonso XIII (Alfonso León Fernando María Jaime Isidro Pascual Antonio de Borbón y Habsburgo-Lorena) fue proclamado rey al nacer, pero su madre, la reina María Cristina, ejerció la regencia hasta su mayoría de edad. A comienzos de 1902, antes del primer cumpleaños de mi abuelita, Manuela Silván Trascasas, la coronación de un rey adolescente (tenía dieciséis años) generó aún más inestabilidad. El joven rey decidió participar activamente en la política y se involucró en las disputas partidistas. Se tambaleaba la esperanza de los pobres y de la clase media. En el verano de 1909, una sublevación de las tribus rifeñas llegó hasta las murallas de Melilla y el gobierno fue derrocado durante la Semana Trágica, un levantamiento sangriento contra el servicio militar que tuvo lugar en Barcelona a causa de un decreto sobre el envío de tropas de reserva para defender la última colonia importante de España: el Protectorado de Marruecos. La violencia de las masas tuvo como resultado la quema de iglesias a una escala nunca vista en la ciudad de Barcelona desde 1835. Solo después de los terribles acontecimientos de la Semana Trágica fueron capaces los liberales de resolver sus diferencias. El nuevo gobierno de Canalejas intentó regenerar la democracia, abolió el detestado impuesto de «consumos» (una tasa o impuesto municipal) y decretó el servicio militar obligatorio. Uno de los principales motivos del creciente descontento fue el aumento de la cuota de sangre derramada exclusivamente por los más pobres, que no podían pagar su exención del servicio militar.

    Pero España estaba aislada de las principales corrientes europeas y el país progresaba lentamente sin conseguir modernizarse. España sabía que la educación era la vía más importante de creación de oportunidades para ascender en la escala social, pero el sistema público contaba con poca financiación y el personal era insuficiente. En Fuentesaúco había una escuela unitaria, alojada en el edificio de la iglesia, que no ofrecía el nivel de educación que tanto esfuerzo costaba alcanzar en las grandes ciudades. Los gobernantes españoles no habían establecido suficientes escuelas ni habían prestado atención al desarrollo intelectual de la nación.

    La monarquía española no tenía más que una preocupación importante: contentar al Ejército. Cuando los gobernantes conseguían controlar a las fuerzas armadas del país, sentían que sus inquietudes habían terminado; todo lo que tenían que hacer para terminar con las protestas era utilizar las armas.

    Los Borbones preferían el silencio de la gente y castigaban a todo aquel que tuviera la audacia de hablar o actuar en su contra. Cada vez que los trabajadores españoles expresaban sus deseos, recibían una lluvia de balas. Para los obreros españoles no cabía la esperanza de luchar contra soldados equipados con todas las herramientas de matar posibles. Aún así optaron por la violencia. En consecuencia, la lucha de clases adquirió las características de una guerra salvaje.

    En ese momento, mientras bullían las intrigas en España, los hermanos Silván Hernández, su única hermana, Crescéncia, y el marido de ésta, Félix González Hernández, discutían a menudo sobre la vulnerabilidad de la situación con otros miembros de la familia y con sus amigos del pueblo. Le daba miedo la rápida transición a la monarquía. Con el cambio de siglo, se dio en llamar regeneración a

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