Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El Pueblo Afrodescendiente: Diálogos Con El Abuelo Juan Bautista Yayah
El Pueblo Afrodescendiente: Diálogos Con El Abuelo Juan Bautista Yayah
El Pueblo Afrodescendiente: Diálogos Con El Abuelo Juan Bautista Yayah
Libro electrónico268 páginas5 horas

El Pueblo Afrodescendiente: Diálogos Con El Abuelo Juan Bautista Yayah

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Qu tienen en comn los afrodescendientes? Existen como raza? Forman una pan-etnia o un pueblo. Estudiantes de Las Amricas, dialogan con el abuelo Juan Bautista Yayah sobre el origen territorial comn, la matriz espiritual compartida, la experiencia traumtica con las castas, la esclavitud y el racismo doctrinario, y sobre las frmulas histricas de resistencia a la opresin. La conclusin es la negacin de la tesis psiquitrica del sndrome de estrs pos esclavitud, porque los jvenes negros no van a la crcel por locos, sino como vctimas del racismo residual. Y la reafirmacin de la herencia cultural afrodescendiente.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento10 may 2012
ISBN9781463328252
El Pueblo Afrodescendiente: Diálogos Con El Abuelo Juan Bautista Yayah
Autor

Quince Duncan

Quince Duncan, Costa Rican writer. “Aquileo Echeverría” National Literature Award Author of more than 30 books, including novels, short stories, essays, and textbooks and essays on people of African descent and racism, with emphasis on the “Continental Caribbean.”

Lee más de Quince Duncan

Relacionado con El Pueblo Afrodescendiente

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El Pueblo Afrodescendiente

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

1 clasificación0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El Pueblo Afrodescendiente - Quince Duncan

    El pueblo

    afrodescendiente

    Diálogos con el abuelo Juan Bautista Yayah

    Quince Duncan

    Copyright © 2012 por Quince Duncan.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso

    de EE. UU.: 2012907556

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Para pedidos de copias adicionales de este libro, por favor contacte con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Llamadas desde los EE.UU. 877.407.5847

    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    368259

    Contents

    I El concepto de Raza

    II Raza, etnia o pueblo afrodescendiente

    III La validez de ser afrodescendiente

    IV Nuestro origen territorial común

    V Nuestra común experiencia con la esclavitud

    VII La Génesis del Racismo Doctrinario

    X El Racismo Híbrido El Caribe

    XII Las Batallas por la Mente

    XIII Aportes a la civilización americana

    XIV La comunidad ancestral

    Bibliografía

    DEDICATORIA

    A los Ancestros; a mis hijos, a los arrebatados en la impredecible aberración del espacio y del tiempo; a los que perdieron el rumbo entre quinientos años de violencia, locura, silencios y olvido; a los psicocidas y a los que han sufrido psicocidio; a mi esposa, a mis hermanos, a mis sobrinos; a los nietos y bisnietos que han de superar el eurocentrismo, la etnofobia, la endofobia y la estupidez; a quienes amo y me han amado, a toda la humanidad errante. … ¡Salud!

    A Jorge Alfaro por la corrección de estilo.

    A Mariela Pérez por la foto.

    I El concepto de Raza

    Durante la tarde y noche fuimos llegando al campamento, un grupo de invitados de todo el continente americano. Hacía mucho calor. No sé cómo hacen las personas que viven acá, pegado a la costa. Vivir en la costa estaba muy alejado de mis aspiraciones; me parecía una mala idea. La brisa marina no debe ser buena para la salud. Además, qué incómodo cuando empezó a llover.

    Al menos fuimos bien recibidos por una hermosa mujer que se identificó como Suantzy y dos señoras más, que con gran profesionalismo nos dieron la bienvenida, nos identificaron como personas dirigentes o personas en todo caso destacadas del movimiento negro de todo el continente americano. Encontré sorpresiva tal definición, habida cuenta de que en las presentaciones personales nos enteramos de que los delegados éramos en efecto personas muy diversas, procedentes incluso de naciones en que se suponía que no habitaban personas negras. La invitación fue precisa: reunirnos en un campamento durante una semana con un personaje legendario llamado Juan Bautista Yayah. Yo había escuchado hablar de él y como periodista que soy, me parecía una excelente oportunidad para lograr una buena entrevista. Confieso que ese era mi único interés.

    Pero el donaire de Suantzy no pudo evitar que me quedara un poco preocupado. En primer lugar no estaba el personaje en cuyo nombre habíamos sido invitados, lo cual tomé como una falta de cortesía. En segundo lugar, una de las anfitrionas que luego supimos era la bibliotecaria, se gastó una de esas fórmulas que personalmente me tenían hartos: eso de darle gracias a Dios en primer lugar y a los Ancestros por estar aquí francamente no iba conmigo. Tuve el impulso de inventar una escusa y retirarme a la mañana siguiente.

    No obstante la lluvia y el calor y la diversidad de los invitados; a pesar de los quesos y vinos tan típicamente europeos que luego nos sirvieron, debo confesar que tuve tiempo para fijarme en Suantzy; era una mujer espectacular. Una mujer hermosa y elegante. Con una persona así uno se sentía obligado a la tolerancia.

    De modo que, cuando después del medio día, sin lluvia y con sol brillante, Juan Bautista Yayah se acomodó sobre la butaca, elevó la vista hacia el cielo, con una mirada indefinida que no daba pista alguna sobre su intención, yo me pregunté qué es lo que realmente nos esperaba. Igualmente podía estar invocando a Dios, a sus ancestros o simplemente zambulléndose en las profundidades de sus recuerdos, o de sus sueños. Era un hombre alto, ni grueso ni delgado, de edad incierta. De rostro agradable, barba y cabellos plateados por el tiempo.

    Cuando empezó a hablar, sorpresivamente nos hizo sentirnos peregrinos; un grupo de diverso origen que llegamos a escucharle. Era un hombre de verbo fascinante, obviamente producto de una larga vida según nuestra primera impresión, con una experiencia de muchas vidas, dijo él. Nos invitaba a beber de su fuente, de su experiencia, y por los comentarios posteriores sé que todos nos imaginábamos entonces a su abuelo y al abuelo de su abuelo. Hablaba en realidad de sus ancestros, de la sabiduría de sus ancestros. Y comenzamos a sentir desde el primer momento que hablaba de nosotros.

    Estaba allí, esperando que abriéramos la primera sesión. No nos dio un discurso, ni siquiera una introducción. Simplemente, al llegar, saludó y se sentó. Preguntó: ¿Qué quieren saber? ¿Dónde empezamos?

    Un compañero panameño fue el primero en hablar. Dicen que los panameños son bien extrovertidos, que le hablan a cualquiera con toda facilidad. Desde luego esto es un estereotipo, pues de seguro habrá panameños tímidos. Pero por lo pronto, el compañero confirmaba el estereotipo.

    -Abuelo –dijo, yo quiero saber algo muy sencillo. ¿Las razas existen? A mí me han dicho que no. Entonces me pregunto, si es así ¿qué somos nosotros? O será que del todo no existimos.

    Una sonrisa aligeró las facciones del abuelo Juan Bautista. Alcanzó la jícara y tomó generosamente. Se hizo un largo silencio entre nosotros, mientras una especie de luz plateada parecía iluminar el corredor donde estábamos sentados. Luego habló.

    JUAN BAUTISTA: Sobre esto los científicos han venido diciendo que las razas no son un hecho biológico. Es decir, no se puede dividir a la humanidad en razas, desde el punto de vista de las ciencias naturales. La humanidad es como el espectro luminoso, es muy difícil decir aquí termina una raza y empieza la otra. Además, los indicadores usados para definir una raza se sobreponen. Existen de hecho los mestizos. Y hay aborígenes de Australia que tienen la piel negra y el pelo rubio o rojizo.

    -Eso no puede ser –respondió el panameño. Eso es un invento de los blancos. Lo que quieren es invisibilizarnos de nuevo. Yo no me trago ese cuento.

    Miramos al abuelo Juan Bautista esperando su reacción. No hubo en él enojo, ni compasión. Creo de veras que la ira no es fácil en los sabios. Surgió sin embargo la respuesta, amable, descarnada, sin asomo alguno de compasión ni de condescendencia, pero contundente.

    JUAN BAUTISTA: Joven, yo he estado en Australia. Los he visto. Hasta los misioneros creían que eran mestizos y los secuestraban para criarlos en las misiones, pues si eran mestizos, si eran resultado de una mezcla con blancos, tenían alma. A los aborígenes puros los consideraban bestias irredentas, sin alma. Y eso lo hacían todavía en la década de 1940.

    En ese momento nuestra expectativa cambió. Hicimos un viaje tradicional en pos de una leyenda, pero las primeras palabras del abuelo Juan Bautista no eran palabras de leyenda. Evidentemente estábamos en presencia de una persona que había vivido intensamente sí, pero también había investigado sobre estos y otros temas y, lo sentimos: tenía miles de años de experiencia acumulados.

    El panameño guardó silencio durante los siguientes dos días.

    JUAN BAUTISTA: Ciertamente el concepto raza no define un hecho biológico, aunque los biólogos y anatomistas estén entre sus principales creadores. Biólogos y antropólogos aportaron su parte, y les ha costado siglos admitir la mentira sobre esto de las razas. Sin embargo, siempre hemos sabido que las razas, desde el punto de vista social, son reales, como lo son sus consecuencias. Tu madre de piel negra recibe un trato desigual, aunque su cultura y nivel económico sea igual o superior a quien la discrimina. ¿No es cierto?

    -Pues sí –acotó la afro chilena – a mi madre la identifican de lejos con solo verla. Aunque nos crean indios aymaras. Pero si yo me casara con un negro los hijos no me van a salir rubios, ni puedo tener chinitos con mi compañero negro.

    JUAN BAUTISTA: Bueno, veamos esto. ¿Dirían que cualquier ciudadano identificaría a una persona como de una raza igual o diferente a la suya, de conformidad con los parámetros existentes en su área cultural?

    -Si se parece a mí, entonces sí –dijo la cubana. Pero no todos tienen los rasgos tan obvios.

    JUAN BAUTISTA: ¿Los rasgos?

    -Los rasgos fenotípicos.

    JUAN BAUTISTA: Eso es cierto. Existen rasgos fenotípicos grupales, familias fenotípicas, pero no constituyen razas humanas, son diferencias absolutamente superficiales. Por otra parte, algunos no aceptan el concepto ni siquiera como nomenclatura social. Dicen que el concepto es ambiguo y por tanto no es real. Pero, jóvenes, si la ambigüedad fuese un elemento suficientemente fuerte para descartar un concepto, jamás podríamos distinguir, por ejemplo, a un cristiano. Un católico mexicano no se parece mucho a un católico anglosajón. Igualmente, en el plano físico, ¿qué es una persona alta? La definición cambia de un pueblo a otro. Una persona alta en el territorio maya probablemente sea una persona muy bajita en Noruega.

    -Buen punto –dijo el guatemalteco. La cosa no es fácil, mirá vos.

    JUAN BAUTISTA: No, no es fácil. Nada fácil. Sin embargo, el problema es que observando la realidad hemos comprobado mediante estudios y la propia experiencia, que los conglomerados humanos, como en el caso de los descendientes de africanos, trascienden el término de raza. Es decir, la raza con toda su ambigüedad es un hecho social innegable, nos guste o no. La discriminación existe sobre esa base, se aplica aun sin asidero en las ciencias naturales. Es real. Cuando a tu madre le gritan negra o a tu padre no le dan trabajo, o a tu hermano menor lo meten a la cárcel por cualquier cosa, son reales sus consecuencias.

    Todos asentimos.

    El dominicano se puso de pie. Todos creímos que iba a retirarse, pues era evidente que estaba tenso, molesto por algo que no lográbamos entender los demás. Sacó de su bolsillo un pañuelo, más bien un pequeño paño y se secó la frente. Juan Bautista lo miró sonriente animándole a hacer la pregunta, como en un juego, invitándole a hacer su movimiento. Y el dominicano lo hizo.

    -Si la madre de uno es indígena y el padre un mulato, y si tiene un abuelo alemán y una abuela china cuyo padre es español, ¿de qué raza es uno?

    No pudimos contener la risa. Era una risita nerviosa, que de alguna manera nos exponía ante el abuelo Juan Bautista. Pues en el fondo muchos hemos pensado eso y a lo mejor, hemos renegado de uno u otro grupo para asociarnos al que tiene el poder, al de la clase más alta o bien a la mayoría.

    Para aportar a la situación, el abuelo Juan Bautista utilizó la frase del guatemalteco, sonriendo e imitando el acento.

    JUAN BAUTISTA: Buen punto. La cosa no es fácil, ¡mirá vos! Es un asunto de identidad o de identidades que trasciende la tenue frontera de la diferenciación de las personas por rasgos fenotípicos.

    Todos los días uno se encuentra con personas evidentemente afrodescendientes, pero digamos de piel bastante blanca y personas supuestamente blancas que en realidad son afrodescendientes.

    En el caso indígena, por otra parte, hay pueblos que se identifican como indios, a pesar de sus evidentes rasgos fenotípicos afines a los pueblos africanos de la llamada África Negra. O el caso de los mestizos latinoamericanos que insisten en ser blancos, cosa que no creería ningún europeo blanco. De modo que el asunto no es fácil, ¡mirá vos! –repitió al abuelo Juan Bautista, logrando más risas y suspiros de alivio.

    -Yo a veces me pregunto si… bueno ahora que usted habla de limitantes, ¿negar las razas no será una forma de racismo? Digo yo, pues durante tanto tiempo nos han metido el cuento de integrar una raza inferior, y ahora que nos ven solidarios, más unidos para luchar como grupo social, como grupo internacional, de repente nos dicen que las razas no existen- comentó la uruguaya.

    JUAN BAUTISTA: Voy a insistir en esto: objetivamente desde el punto de vista biológico las razas no existen. Hay familias fenotípicas, pueblos que comparten rasgos físicos semejantes, transmisibles de una generación a otra, pero no llegan a formar razas propiamente dichas. Por ejemplo, si tomáramos los ojos rasgados como propios de la raza oriental, o china, resulta que hay negros y blancos con ojos achinados.

    De regreso a los limitantes… un problema en el uso del término raza para designar a los grupos humanos son los mestizajes. Cuando una persona declara que desciende de un abuelo italiano, una abuela china y que su padre es de ascendencia indígena y su madre una persona negra, es muy válido preguntarse cuál es su raza. Ahora, si la han creado como china, sus características fenotípicas no necesariamente van a coincidir con su identidad.

    -Lo vemos con claridad en el censo –señaló el colombiano.

    JUAN BAUTISTA: Sí, se han censado las diversas poblaciones para aclarar si hay diferencias de derechos económicos o sociales, o disparidades en cuanto al acceso a la justicia. Si el sistema carece de datos para un diagnóstico real y para formular políticas públicas dirigidas a lograr una sociedad más equitativa, no se puede llegar a un cambio que genere mayor equidad. Por eso, se ha tenido que recurrir a la auto adscripción: es blanco o negro según alguien diga que lo es.

    -Abuelo –intervino la costarricense, ¿no es cierto que lo correcto es hablar de etnias?

    JUAN BAUTISTA: Se puede hablar de etnia, pero no es un sinónimo de raza. El término raza, como hemos dicho, se refiere a los rasgos físicos. A partir de ellos se ha elaborado una doctrina que diferencia a las familias fenotípicas humanas; se exageran esos signos externos, hasta darles una trascendencia que no tienen; se supone incluso la existencia de diferencias esenciales entre las razas, en los planos espiritual, mental y emocional.

    -Bueno, dijo el boliviano, yo siempre he oído decir que los negros tenemos una forma de ser diferente a la de otras razas. Ahora, si me quita lo de las razas, me quedaba lo de etnia, y ahora… pues estoy confundido.

    JUAN BAUTISTA: Raza y etnia no son equivalentes. Aunque no lo crean, la confusión nació de la misma UNESCO. En su afán por abolir el término, provocó más bien una mayor confusión, pues una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, y ante los efectos devastadores que el racismo había causado a la humanidad en la misma Europa, la UNESCO organizó una consulta sobre el tema. Allí, se planteó la primera declaración que intentó equiparar raza y etnia.

    Juan Bautista se agachó y sacó debajo de su asiento una caja de cartón. La abrió con parsimonia creando una gran expectativa en el grupo. Tomó un cuaderno de notas y tras buscar un rato, dijo aquí está. Cerró luego la caja, la volvió a su lugar, y se acomodó en el asiento. Leyó un texto en inglés:

    As it is common to make serious mistakes of this type in using in the current language the word race, it would be advisable not to use it when speaking about human races and to use the term ethnic groups.

    Esto lo tengo acá en The UNESCO Courier, Vol. 3 Nos. 6-7. Es decir, para los consultados en aquellos años, entre los cuales figuraban muy distinguidos antropólogos, era posible sustituir raza por grupos étnicos. El problema es que el término etnia se refiere más bien a los rasgos culturales comunes entre los miembros de un grupo, pero diferentes con relación a otros. Es decir, la etnia tiene que ver con la cultura, y no hay evidencia alguna de que sus marcadores se transmitan genéticamente. Corrigieron esto en una segunda declaración en 1978, en la cual la UNESCO aborda el asunto desde una perspectiva más amplia y correcta. Por aquí lo tengo –dijo-, y siguió buscando entre sus notas.

    Desde lo alto de la loma en que estaba situada la casa de Juan Bautista, se escuchaba el sonido del mar, de vez en cuando interrumpido por el piar de algunas aves. Levanté la vista para contemplar la vegetación virgen, de intensos tonos de verde, las hojas agitadas tenue pero constantemente por el paso de la brisa. Más allá, a la distancia, tornasoles de agua azul. El abuelo continuó:

    JUAN BAUTISTA: Aquí está. El propio artículo 1 se refiere a todos los seres humanos como nacidos con igual dignidad y pertenecientes a una misma especie y, por ende, parte integral de la humanidad. Esta declaración sí fue un gran paso adelante, al señalar de manera oficial que la humanidad pertenece a una misma especie… Pero no resolvió la cuestión de la terminología.

    -¿Entonces abuelo? ¿Estamos en el limbo? –preguntó el salvadoreño. Era extraño tener un salvadoreño con nosotros, pues se suponía que no había personas negras en ese país. Pero allí estaba el compañero, pelo grueso y lacio, boca y nariz anchas, piel morena, facciones indígenas. Su cuerpo construido como suelen ser los cuerpos africanos, con nalgas levantadas.

    JUAN BAUTISTA: Bien, dicho lo anterior, debo insistir en que el término etnia tiene limitaciones serias a la hora de aplicarlo a los afrodescendientes. Por ejemplo, en el caso de Panamá se adoptó el término etnia negra para designar a la diáspora africana. Pero allí se pueden distinguir con claridad dos grupos diferentes de afrodescendientes según su cultura: los de origen colonial, los que fueron traídos por los españoles y sus descendientes. Pero el otro grupo, llamado tradicionalmente antillanos, llegó a Panamá para la construcción del canal y el ferrocarril. Es decir, son migrantesde El Caribe francófono primero y anglófonos después. Hay rasgos claramente diferenciados entre la cultura de los descendientes de estos trabajadores, y los del grupo colonial.

    -Sí, mi madre es panameña –acotó el nicaragüense –y nos habla de esas cosas de chombo y no sé qué más.

    JUAN BAUTISTA: Pero es bien posible hilar más fino y encontrar diferencias étnicas regionales entre el mismo sector colonial. Las diversas comunidades negras tuvieron experiencias diferentes y se dieron claros mestizajes culturales con los diferentes grupos indígenas con quienes entraron en contacto.

    -Disculpe Abuelo –se animó a hablar la hondureña –yo en los Estados Unidos viajé muchas millas para ir a comer gumbo. ¿Y sabe una cosa? Era la sopa que hacía mi abuelita en casa. Era casi lo mismo, solo que no se llamaba gumbo. Entonces si somos de diferentes etnias, ¿cómo se llama eso?

    JUAN BAUTISTA: Bien, a eso quería llegar. Los antropólogos se han negado a darle un nombre a eso. Se podría llamar una pan etnia. Tiene razón, es innegable que estos dos sectores poseen, a pesar de su historia específica, grandes cosas en común, solo explicables por el hecho de que provengan de una misma matriz cultural originaria. Esto nos lleva a la pregunta planteada antes. Si no somos raza ni etnia, ¿qué somos?

    -A ver si entendimos bien –acotó el mexicano. A ver si entendimos bien. No somos una raza ni somos una etnia, ¿entonces?

    Era un hombre de mediana estatura, de la Costa Chica de México. Tenía facciones asociables con los indígenas del centro de ese país, sin embargo, su pelo era claramente afro, aunque en los comentarios de la noche anterior, en la ceremonia de recepción, consideraba que su pelo era chino. Remembranzas de la colonia cuando, en la Nueva España, un cuarto negro y tres cuartos indígena era pertenecer a una casta china. O

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1