Haití: Una Herida Palpitante: Un Enfoque Histórico Sobre Su Realidad
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Estos desencuentros peridicos que oscurecen momentneamente nuestra natural comunicacin y convivencia, hacen difcil que podamos discernir y orientarnos en medio de los sucesos particulares, cuando lo que se requiere es tener la necesaria perspectiva histrica para entenderlos. Muchas veces, a este loable propsito, no contribuyen ni los polticos ni los medios de comunicacin, que anteponen los intereses econmicos que representan a la justicia y objetividad del anlisis, y que olvidan que la Historia siempre ha demostrado que es un crimen de lesa humanidad atizar el odio y el enfrentamiento entre los pueblos.
No nos enfrentamos a un fenmeno nuevo, ni que pueda ser desentraado de manera simplista, o desde la ptica de nacionalismos estrechos, ni chovinismos irresponsables. En rigor, qu fuerzas histricas han estado, y continan estando, interesadas en mantener estas tensiones y enfrentamientos entre los pueblos haitiano y dominicano? Con qu objetivos atizan las diferencias, las exclusiones, la desconfianza y los recelos? Para qu se manipula y oculta la verdadera historia de las relaciones dominico-haitianas?
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Haití - Movimiento Izquierda Unida
Haití:
Una herida palpitante
15250.jpglogo_miu.pdfMovimiento Izquierda Unida
Santo Domingo, República Dominicana
Marzo 2012
logo_miu.pdfCopyright © 2012 por Movimiento Izquierda Unida.
Número de Control de la Biblioteca del
Congreso de EE. UU.: 2012905633
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Portada:
La libertad en las manos
Oleo sobre tela de Odalís Lugo
Diseño y diagramación: Jesús Pérez
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400013
Contents
Introducción
Primera Parte Una historia compartida y olvidada
Segunda Parte Libertad, lágrimas y solidaridad
Tercera Parte Migraciones y esperanzas
Cuarta Parte Tras el terremoto
Endnotes
Introducción
La reciente entrega al gobierno haitiano de una moderna universidad donada por el gobierno dominicano ha vuelto a poner sobre el tapete el complicado tema de las relaciones entre ambas naciones. Parece ser una constante histórica del devenir de nuestros pueblos, unidos por lazos de toda índole, y derivados de compartir un mismo escenario geográfico, que cada cierto tiempo estallen crisis que desatan pasiones encontradas en ambas partes de la isla.
Estos desencuentros periódicos que oscurecen momentáneamente nuestra natural comunicación y convivencia, hacen difícil que podamos discernir y orientarnos en medio de los sucesos particulares, cuando lo que se requiere es tener la necesaria perspectiva histórica para entenderlos. Muchas veces, a este loable propósito, no contribuyen ni los políticos ni los medios de comunicación, que anteponen los intereses económicos que representan a la justicia y objetividad del análisis, y que olvidan que la Historia siempre ha demostrado que es un crimen de lesa humanidad atizar el odio y el enfrentamiento entre los pueblos.
No nos enfrentamos a un fenómeno nuevo, ni que pueda ser desentrañado de manera simplista, o desde la óptica de nacionalismos estrechos, ni chovinismos irresponsables. En rigor, ¿qué fuerzas históricas han estado, y continúan estando, interesadas en mantener estas tensiones y enfrentamientos entre los pueblos haitiano y dominicano? ¿Con qué objetivos atizan las diferencias, las exclusiones, la desconfianza y los recelos? ¿Para qué se manipula y oculta la verdadera historia de las relaciones dominico-haitianas?
Cuando en enero de 2012 se produjo el último de tales episodios relacionado, precisamente con el nombre de Henri Christophe
otorgado por el gobierno haitiano a la universidad donada por el gobierno dominicano, y con la retirada momentánea y unilateral del nombre de Juan Bosch
a la biblioteca de esta alta casa de estudios, el Movimiento Izquierda Unida (MIU) emitió el siguiente comunicado:
"La donación al pueblo de Haití de una universidad constituye un gesto ejemplar del gobierno del doctor Leonel Fernández, y se suma a la lista de acciones acertadas de su política exterior, de la que ya forma parte la reciente aprobación, por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, de su iniciativa para evitar la especulación con los alimentos y combustibles.
Mientras naciones ricas y poderosas han demostrado su incapacidad o desinterés en cumplir los acuerdos adoptados para socorrer al sufrido pueblo haitiano, y en otros casos se pretende ayudar
a las naciones mediante bombardeos, invasiones y ocupaciones de su territorio, con este gesto, la República Dominicana recuerda a la comunidad internacional que a pesar de la crisis económica que agobia al planeta; a pesar de las estrecheces derivadas de su propia condición de país subdesarrollado y la magnitud de sus propios desafíos y apremios en la esfera educacional, se puede hacer mucho si existe claridad de propósitos, voluntad política, solidaridad y generosidad.
Una universidad es una apuesta por el futuro del pueblo haitiano. Todo lo que se haga por brindar una educación moderna y de calidad a quienes han perdido, a veces, hasta la fe en su país, y en su viabilidad en el contexto del mundo global, es brindar esperanzas concretas y contribuir al equilibrio interno y la gobernabilidad, sin los cuales no habrá salida de la crisis. El porvenir requiere, no solo tener un techo y alimentación digna, sino también una sociedad educada. La democracia, la paz, y hasta la propia libertad dependen de la cultura y la educación que sea capaz de construir un pueblo, con sus propias manos. Como bien dijo José Martí ser culto es el único modo de ser libre
.
En este espíritu, el pasado 12 de enero, y en presencia de los Presidentes Fernández y Martelly, fue entregada al pueblo haitiano la universidad Henri Christophe
, construida al costo de $30 millones de usd, y con capacidad para acoger a más de 12 mil estudiantes. La acción aislada de vándalos que sustrajeron una tarja ubicada en el auditorio de la alta casa de estudios, no guarda relación alguna con el gobierno del país, ni con la oposición, y no logró empañar la magnitud, grandeza y alcance del gesto solidario del pueblo dominicano. Precisamente la tarja sustraída consagraba el nombre y la memoria de Juan Bosch, incansable luchador por la amistad y la hermandad de ambas naciones, y fustigador incansable de las oligarquías de ambos países, interesadas, antes y ahora, en mantener vivos roces y enfrentamientos que en nada benefician a sus pueblos.
Con el respeto y la cortesía requerida, el gobierno dominicano no tomó parte en la elección del nombre que ostentaría la universidad, dejándolo a la libre elección del gobierno haitiano. No hubo, ni podía haber condicionamientos de este tipo, mucho menos cuando, como afirmó el Presidente Fernández en sus palabras inaugurales …se trata de una obra de amor
. En este sentido, es demagógica y ruin la campaña de críticas promovida por ciertos sectores de la prensa dominicana, más vinculada a intereses comerciales que políticos, que han hecho énfasis en lo secundario para intentar empañar la grandeza y alcance de lo esencial. Mientras aún discuten sobre un nombre, los estudiantes haitianos cuentan ya con 72 nuevas aulas donde formarse para servir a su patria y a la humanidad.
La iniciativa del gobierno del Presidente Leonel Fernández no quita nada a la educación del pueblo dominicano. Por el contrario, se basa en la mejor tradición solidaria, humana y generosa de que este ha hecho gala a través de su convulsa historia. No hay diferencias irreconciliables entre haitianos y dominicanos que comparten un mismo espacio geográfico, como pueblos vecinos, hermanados por el trabajo, los sufrimientos y las alegrías compartidas. Solo las oligarquías de ambas naciones, y los intereses foráneos que a través de los años han exacerbado los problemas de la convivencia, han estado interesados en enfrentar a nuestros pueblos.
Un Haití próspero, educado, pacífico y laborioso significa mejores perspectivas de gobernabilidad, estabilidad, paz y desarrollo planificado para República Dominicana. Solo quienes se benefician del caos y la inestabilidad, de los enfrentamientos y las tensiones mantienen un punto de vista mezquino y promueven una política rastrera en el abordaje de este tema.
Sirva esta universidad como testimonio de que no solo es posible, sino imprescindible ayudar al pueblo haitiano a superar este triste momento de su historia, y hacerlo allí donde se decide su futuro nacional. Que sirva también de silencioso recordatorio a aquellos que pudiendo hacer mucho más, no han cumplido siquiera las cuotas mínimas de aportes a que se comprometieron.
Haití no necesita declaraciones demagógicas ni cumbres inútiles sobre su provenir, sino acciones concretas, en todos los terrenos de su vida social.
El MIU, representando el sentir y las convicciones de la mayoría del pueblo dominicano, especialmente de sus sectores más humildes y solidarios, saluda este gesto emocionante del gobierno del Presidente Leonel Fernández, en su valor concreto y también simbólico, en lo que entraña de vocación de futuro para ambas naciones.
Pocas veces, como ahora en el caso de Haití, se impone recordar el lema sandinista de que la solidaridad es la ternura de los pueblos
. La posición de ecuanimidad y justicia propugnada por el MIU en esa declaración contrastó con el tono francamente demagógico y agresivo de una parte de la prensa dominicana, representante de los mismos intereses económicos que se lucran con esta situación irracional, y que confunden a la población con sus llamados inamistosos, egoístas y veladamente racistas contra el pueblo y la emigración haitiana en República Dominicana. Ante esa avalancha de propaganda irresponsable, de manipulaciones y de falsedades históricas, el MIU ha considerado necesario publicar este libro, con sentido educativo, para que el pueblo dominicano tenga elementos de juicios que le permitan situar estos temas, en su exacta dimensión, y no se deje llevar por la senda de la confrontación y la hostilidad.
Esta publicación que el lector tiene hoy en sus manos, es una compilación de documentos, discursos, cartas, artículos y ensayos producidos en diferentes épocas, y por personas de diferentes ideologías y posiciones políticas. No se trata de un libro doctrinario ni propagandístico, sino de una selección de materiales informativos que dotarán al lector de elementos de juicios para que pueda arribar a sus propias conclusiones, y en consecuencia, comprender la verdadera naturaleza de la historia que une para siempre a haitianos y dominicanos, pueblos nobles y solidarios, humildes y dignos, empeñados en continuar esta larga marcha compartida por la libertad, la prosperidad y la convivencia pacífica.
PETIONBILVARYMIRANDA.jpgPrimera Parte
Una historia compartida
y olvidada
La historia de las relaciones dominico-haitianas comprende sucesos trágicos y también heroicos. Es falso que se trate de pueblos que por su naturaleza, cultura y orígenes están predestinados al enfrentamiento permanente. Los siguientes artículos lo desmienten, ensalzando aquello que nos ha unido siempre, por encima de diferencias y choques alentados por el colonialismo, los gobernantes, los imperialismos y las oligarquías chovinistas, a ambos lados de la frontera.
La Revolución haitiana de 1804, la primera en la parte no anglosajona del hemisferio, y precursora de las gestas libertarias del resto del continente, marcó el inicio de una etapa nueva para nuestros pueblos. A ello se refieren tres textos que recomendamos a los lectores: el de Roberto Fernández Retamar, destacado intelectual cubano y Presidente de Casa de las Américas
, titulado Haití, una esponja empapada en sangre
, el de Ramón Palacio Better, titulado Haití, Alejandro Petión y Simón Bolívar
, y el de Glodel Mezilas, titulado La Revolución haitiana de 1804 y sus impactos políticos sobre América Latina
. Esta parte, relacionada con la Revolución haitiana, concluye con el artículo de Eduardo Galeano, titulado Haití, la maldición blanca
.
Roberto Fernández Retamar:
Haití, una esponja empapada en sangre
*
Hubiera querido escribir la conferencia que voy a ofrecerles, pero la vida tuvo otros designios y, por tanto, prácticamente voy a improvisar a partir de algunas notas que he podido tomar y de muchísimas lecturas que hace años estoy haciendo, conmovido como estoy por la extraordinaria historia de Haití, país que visité en 1997, recorriendo el camino que iluminó a Alejo Carpentier cuando en su memorable viaje de 1943 tuvo la revelación -otra palabra no es posible- de muchos secretos y realidades de nuestra América.
En rigor, como se ha dicho aquí, no vamos a conmemorar el Bicentenario de la Revolución de Haití (que comenzó en 1791, cuando el país se llamaba aún Saint-Domingue), sino su triunfo, el triunfo de esa Revolución, el cual hizo posible la independencia del país, proclamada el primero de enero de 1804, cuando sus libertadores, de la noche a la mañana, en un relámpago, le devolvieron su nombre aborigen. Creo que hasta ahora no se sabe de quién fue esta feliz idea, que se propuso borrar incluso verbalmente el atroz pasado colonial. Tales libertadores no eran aborígenes, pero tampoco europeos.
Eran de procedencia africana, y decidieron, calibanescamente, hermanarse con la herencia de los primeros habitantes de su isla, los primeros humillados y ofendidos, los primeros oprimidos (hasta el exterminio), tras la segunda llegada a nuestras tierras de europeos: llegada que, absurdamente, fue llamada descubrimiento. En 1492, las dos ciudades más pobladas del mundo se llamaban Tenochtitlan y Pekín, y según lo que sé ninguna de ellas