“La historia siempre será escrita por los vencedores.” Sin embargo, nunca se escatima con las vidas humanas arrebatadas por la ruindad de los gobernantes. Los acontecimientos bélicos han probado lo capaz e incapaz que puede llegar hacer el ser humano con tal de lograr la victoria. Dos guerras mundiales son muestra de esta aseveración. La capacidad de autodestrucción incentivó a los Estados a crear organismos internacionales dotados de un marco ético, político y jurídico para que vigilara y protegiera los derechos humanos, desde cualquier arista, con el propósito de no repetir la deshumanización.
La capacidad analítica y el raciocinio son parte indiscutible de la evolución de la especie humana. Los neandertales utilizaban herramientas para cazar o defenderse, mientras que ahora el desarrollo tecnológico ha creado armas de destrucción masiva. Desde la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 1945, y la promulgación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948, el valor de la dignidad y la integridad humana no se conduce bajo el principio de subsidiariedad,1 o principio comunitario.
Principio de subsidiariedad
Este principio es un compromiso en virtud del cual se regulan las competencias entre individuos y comunidades. En la , María González (2008) define el principio de subsidiariedad de la siguiente manera: