La princesa de Mok
Por Ana Canti
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Maya revela a Aurora la existencia de una comunidad paraíso en la tierra.
Aurora un ser sensible de la quinta dimensión comienza a desarrollar sus poderes naturales para enfrentar a Moiaka, un ser oscuro que a la vida quiere volver para destruir al pueblo de Mok .
Maya, Aurora y un equipo de valientes seres, entre los que se encuentran elfos, enanos y espíritus de luz, enfrentan a los seguidores de Moiaka, quienes la quieren hacer renacer en el tiempo de la alineación planetaria.
Maya, que siempre ha mantenido una apariencia humana, revela su verdadera identidad a Aurora poco antes de morir, con ello busca abrir la mente de Aurora a fin de que aprenda a buscar la unidad con todo lo creado aceptando y amando a todos los seres del universo.
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La princesa de Mok - Ana Canti
intelectual.
1
La niña de la aurora boreal
En un mundo lejano, entre elevadas montañas cual gigantes dormidos que se erigen en torno a un extenso y apacible lago, de agua dulce y cristalina, crece una hermosa niña de nombre Aurora. La rodean un significativo número de criaturas: enanos, gnomos y elfos.
Todo comenzó una mañana de frío invierno, cuando sobre el cielo de Mok aparecieron enormes cortinas luminosas de color verde esmeralda que se mecían rítmicamente, llamando la atención de todo el pueblo. Era la aurora boreal más linda que jamás nadie antes había visto.
Maravillosamente, las enormes cortinas luminosas parecieron introducirse en el lago congelado y el mágico espejismo desapareció. Al centro, en una pequeña canastita, envuelta en piel de oso había una graciosa niñita, su piel blanca como la nieve comenzaba a entumecerse, atrapada en un sueño agonizante, apenas sí se sentían los latidos de su corazón.
Con lágrimas en los ojos, llenos de felicidad, los reyes de Mok adoptaron a la niña como su única hija. Sus ruegos habían sido escuchados. El cielo los había bendecido. Con mucho cuidado, escogieron de entre las mujeres del pueblo a Safira, una joven mujer que recién había tenido un bebé, para amamantar a la pequeña y darle los cuidados que inicialmente necesitaba.
Safira era una mujer de nobles sentimientos, pequeña, de frente amplia y ojos traviesos. Cuando vio a la niña la quiso con todo su corazón. Conmovida por el hallazgo, tomó en brazos a la criatura y la cubrió con una manta de piel de oso. Ella reconoció a la hija de una consultante de las estrellas. Sobre su manita pendía una pulserita de oro con una rara inscripción en la que en una extinta lengua del norte estaba escrito «Fin del Mundo».
—¡Qué valiente que eres, pequeña! Te has aferrado a la vida. ¡Sobrevivirás! —le dijo susurrándole al oído mientras le arrancaba, suavemente, la pulsera, que arrojó al fondo del lago, ahogando con ella toda posibilidad de que alguien más pudiera descubrir su nombre.
Los pobladores nunca vieron a nadie llegar a reclamar a la pequeña niña, a la que por las circunstancias de su hallazgo llamaban la niña de la aurora boreal.
Cada día Aurora se hacía más grande y fuerte. Ella crecía, con las atenciones de una princesa, mas le encantaba salir y recorrer las calles del pueblo, donde era muy querida y acogida por todos.
Se conmovía del sufrimiento que ante sus ojos veía, se entristecía por algún minusválido o mendigo y llenaba de preguntas a sus padres, que no sabían cómo responder por qué no todos podían vivir bien.
Le gustaba caminar por el campo, recoger frutas silvestres y comérselas a escondidas. Coleccionaba hojas de diferentes formas y tamaños y las pegaba graciosamente en hojas de papel. Llena de alegría, se extasiaba contemplando el vuelo de las mariposas, después de haberlas perseguido por un buen rato.
En esas salidas, un día se encontró con un ser muy pequeño que raudo se escondía en el follaje. Ella, llena de curiosidad, lo siguió, pero no encontró a nadie.
—Niño, ¿por qué te escondes? ¿No quieres jugar conmigo? —le preguntó.
La criatura estaba asustada, pero ella, con la mirada limpia y el corazón sereno, lo tranquilizó. Solo tenía siete años y los vivía intensamente.
Con la inocencia propia de su edad y sin temor alguno se acercó a la criatura, que yacía escondida detrás del tronco de un grueso pino.
—¡Tienes la piel un poco extraña! —le dijo, dándose valor, pensando que era normal que hubiera criaturas pequeñas así de raras, con la piel gruesa y áspera, rugosa y oscura; con algunos pelos en el rostro.
—Soy un gnomo y vivo aquí —le dijo él. Sus ojillos vidriosos se movían nerviosos.
—Soy Aurora y también vivo aquí —respondió ella con calma.
—¿Jugamos a las escondidas?
Sus salidas eran siempre vigiladas, pero a ella le gustaba escaparse del control de sus padres para ir a jugar con sus amiguitos del bosque.
2
La guardiana de Mok
Una tarde, mientras Aurora jugaba entre las humedecidas y oscuras piedras de Mok, sin darse cuenta se introdujo en una galería de la montaña. Una extraña luz llamó su atención.
Grande fue su sorpresa cuando al acercarse vio que no se trataba de uno de esos gigantes gusanos luminosos que habitaban en las profundidades de Mok, sino de una graciosa piedra transparente de color rosado que brillaba intensamente. Sin atreverse a tocarla, la observaba con atención.
—¡Te gusta! —exclamó una voz suave y melodiosa que salía de la penumbra.
La niña dio un paso hacia atrás e hizo un esfuerzo por distinguir al ser que le estaba hablando.
—¿Quién eres? —le preguntó, un poco asustada.
—No temas —respondió la voz.
De entre las sombras apareció la silueta delgada y resplandeciente de una bella mujer que en la espalda portaba